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lunes, agosto 03, 2015

Una perspectiva espiritual sobre el envejecimiento

Si aceptan lo que dicen los periódicos respecto al envejecimiento, parecería que es lo peor que puede sucederle a un ser humano. Y para la sociedad en su conjunto, una población envejecida se percibe como un desastre. Hogares de ancianos abarrotados, atención de salud incosteable, demencia, y deterior general, es lo que asociamos con el envejecimiento.
Todos envejecemos. Con cada segundo que pasa perdemos un poco de juventud. Es un proceso natural al que están sujetas todas las criaturas vivientes. ¿Cómo es que llegamos a detestar un proceso tan natural? ¿Hay algo malo en la naturaleza? ¿O hay algo malo en nosotros respecto a nuestra forma de pensar sobre el envejecimiento?
Cómo se sienten realmente los adultos mayores respecto a su ‘temida’ vejez? La investigación científica que mide la felicidad con respecto a la edad muestra una curva en forma de U. Las personas jóvenes y las más viejas son las más felices. Durante la mitad de la vida es más probable que no sean tan felices como en su juventud. Las investigaciones demuestran que las personas de edad son algo más felices que los jóvenes. ¿Cómo es posible? ¿Cómo puede ser que aunque el envejecimiento se asocia con tantos problemas, las personas usualmente comienzan a sentirse felices de todas formas? Examinemos el ciclo de la vida de un ser humano desde una perspectiva espiritual.

El nacimiento: la pérdida de nosotros mismos
Desde un punto de vista espiritual, nacer es zambullirse en la materia. Dejamos el reino del alma, una atmósfera de alegría y paz. En el reino del alma, las restricciones del tiempo y el espacio, y la sensación de separación que experimentamos en la tierra, no existen. La libertad es algo natural. Es más, todo a nuestro alrededor irradia belleza, amor y armonía: están ausentes el temor y el sufrimiento. A pesar de esto, en algún punto aceptamos la invitación de la madre Tierra para nacer como un ser humano. Con cada nacimiento comenzamos un largo proceso de descenso hacia y conexión con la atmósfera física. En la literatura antigua, el nacimiento del alma encarnada se denomina “el encadenamiento del alma”. El alma aterriza en este reino restrictivo, denso de la materia, en el cual cada ser parece separado de los demás El alma tiene problemas para mantener su vibración natural en esta atmósfera; no pertenece aquí, y puede sobrevivir solamente retirándose regularmente. Este retiro es lo que denominamos sueño y es esencial no solamente para el cuerpo, sino para el espíritu.
Aunque el nacimiento marca el comienzo de una nueva encarnación, el proceso del descenso del alma todavía no ha terminado. Continúa un descenso posterior hasta alrededor de los cuarenta años. Alrededor de ese momento, el descenso en la materia ha alcanzado su pico: como un adulto ustedes habitan plenamente el reino de la materia y la sociedad humana. Desde la perspectiva de su alma, ahora están a la máxima distancia de su fuente, el reino celestial del que vinieron. En el punto más profundo de la encarnación, la distancia a su origen es la mayor. Durante la niñez, el vínculo con la esfera original del alma todavía es fuerte. Los niños a menudo son intuitivos, espontáneamente felices, y totalmente absortos en el momento, estas cualidades son naturales para el alma. Disfrutar y explorar la vida en una forma juguetona y natural es natural para el niño, así como para el alma. Desafortunadamente, nuestra sociedad ha sido dominada por una noción tergiversada, masculina de espiritualidad que no reconoce estas cualidades como espirituales, sino más bien como señales de inmadurez. Este retrato pesado y serio de la espiritualidad no se deriva activamente de la cristiandad original. En la biblia hay trazas todavía de la perspectiva del alma. En Marcos 10:14, por ejemplo, Jesús dice: “Dejen que los niños vengan a mí, no los detengan, porque de ellos es el reino de Dios”
 
Pubertad: el descenso
Antes que llegue la adultez hay una fase transicional de pubertad, seguida de la adultez joven. La consciencia desciende más profundamente a la atmósfera material; se hace mayor la distancia a nuestra fuente. La felicidad natural y auto confianza de la niñez se pierde. Surgen las dudas y los temores, ya nada se da por sentado. Habrá rebelión e incertidumbre. La resistencia usualmente se enfoca en los alrededores: los padres, la escuela, o la sociedad en general – todas estas están normalmente bajo escrutinio. Inconscientemente, a ellos se les culpa de la pérdida que siente el adolescente y el adulto joven.Pero esencialmente, su rebelión se dirige contra el desarrollo interno: el descenso más profundo al reino terrenal y un alejamiento aun mayor de la Fuente.
En el reino del alma, tener un lugar único dentro de la totalidad es algo natural. Ustedes no dudan de su derecho a existir e intuitivamente sienten que su papel es en el esquema más amplio de las cosas. El conocimiento de que el cosmos no está completo sin ustedes, que ustedes son parte integral del conjunto mayor, los hace sentirse más seguros y cuidados. En la pubertad, este reconocimiento se pierde y resulta en una crisis de identidad. Esta crisis puede ser tan aplastante que los jóvenes se vuelven adictos a las drogas o al alcohol, y en algunos casos hasta se suicidan. Tales actos de desesperación se originan a menudo a partir de un profundo deseo de restaurar la conexión con el alma.
Afortunadamente, sin embargo la resistencia no es la única característica de este período. La pubertad y la adolescencia también son un momento en el cual muchos aspectos de la vida terrenal se exploran con entusiasmo y curiosidad. Podemos interesarnos en la naturaleza, en la música, en la literatura, o explorar ideas nuevas y provocativas. Aumenta el interés en los otros: nos enamoramos por primera vez. Quizás lo más importante, comenzamos a sentir nuestra propia originalidad, nuestra individualidad. Cada alma es única y trae sus propias semillas a la tierra, semillas que germinan durante la niñez y brotan de la tierra durante la adolescencia. A menudo durante esta fase en la vida, afloran pensamientos y sentimientos originales que tendrán un impacto a largo plazo en su futuro y tomarán forma definida en la adultez.
Si todo va bien la pérdida de la niñez coincide con un período de redescubrimiento de quienes son, independientes de sus padres y de su crianza. Ese redescubrimiento les asegura que, a largo plazo, la rebelión cesa y la Vida actual los llevará a lugares nuevos y apasionantes. El regalo más valioso que le pueden dar a alguien durante la pubertad y la adultez joven es confianza. Tengan confianza en que hay un sendero y un lugar para ellos en este mundo confuso independientemente de lo “indiferentes” que parezcan, o su aparente incapacidad para encajar. Es precisamente la originalidad de ellos, su individualidad, lo que el mundo necesita y que contiene la contribución única de su alma.
 

Adultez: el punto bajo de nuestras vidas
Adultez, el punto físico superior de la vida, es desde la perspectiva espiritual el punto bajo de la vida. La distancia al reino del alma – desde nuestra alma – es ahora la mayor. Ahora estamos en el punto más distante de nuestro origen espiritual. Estamos plenamente inmersos en el mundo material y nos hemos identificado con nuestra personalidad humana y nuestros logros. Durante esta fase, los humanos como promedio son los más infelices. El mundo físico con sus leyes y restricciones se experimenta ahora como la única realidad. Hay mucha preocupación respecto al dinero y la propiedad, al status social y al trabajo duro. Esta fijación hace que la gente se olvide de sí misma aún más. La identificación con el reino material en la adultez es tan fuerte a veces que uno tiende a sentir que esto es todo lo que es, y que la vida gira alrededor de estos temas. Pueden existir creencias espirituales, pero a menudo derivan de las religiones tradicionales que se basan principalmente en el temor y el dogma. Las religiones tradicionales tienen una imagen distorsionada de la espiritualidad y a veces hacen más daño que bien. Lo más importante que puede lograr un adulto desde una perspectiva espiritual es cuidar las semillas que él o ella han traído a la tierra como almas permitiendo que se conviertan en hermosas flores. Esta es nuestra verdadera misión, y la que solamente se puede cumplir manteniéndonos fieles a nosotros mismos, no permitiendo que se nos arrastre por parte de las presiones y reglas de la sociedad.

A menudo esta misión falla. En la adultez, los ideales de la adolescencia y la pubertad y los deseos y sueños de la niñez se ven como imposibles de lograr e ingenuos. Después de todo ellos no encajan en lo que la sociedad espera y considera realista. Las formas auténticas de auto expresión que todavía están ahí se pueden tildar de egoístas, irresponsables o hasta dementes. “Actúa con normalidad, compórtate como un adulto responsable”. Tenemos que encajar dentro del molde social o no pertenecemos. Trabajar 40 horas a la semana y tomar tres semanas de vacaciones anuales. Recuerdo la tristeza que sentí el día que entré al kindergarten. A la edad de cuatro, podía sentir ya lo que estaba planificado por anticipado para mí: años de escuela y luego trabajo. Me preguntaba cuando sería libre de nuevo. Al final de la primaria, se me preguntó durante una prueba lo que quería ser más tarde en la vida y mi respuesta fue “rentista’. Quería ser libre de nuevo, no quería que se me forzara en un sistema qué me decía que hacer y qué no.

Afortunadamente durante mi vida adulta encontré un trabajo a medio tiempo que me permitía trabajar no más de tres días a la semana. Otras personas pensaban que era peculiar que yo, un hombre adulto, no tuviese carrera y poca ambición, y prefiriera estar en la naturaleza, leer libros y tener conversaciones filosóficas con mis amigos. No hasta mis años cuarenta entendí que era aceptable y aún posible ser así de diferente. Convertí mis hobbies (pensar sobre filosofía y espiritualidad, practicar hipnoterapia) en trabajo. Eventualmente, dejé mi trabajo a medio tiempo. Descubrí que podía ser libre, hacer las cosas que me gustaban y que verdaderamente podía ganarme la vida haciéndolas. La clave era la confianza: tener fe en los dones originales y únicos que llevaba dentro de mi alma y confiar en que la Tierra me aceptaría y compensaría al compartir estos dones. Con esa comprensión, comencé el sendero “ascendente”, el camino de regreso a mi naturaleza espiritual.

Envejecimiento: el camino “ascendente” de nuevo
Cuando envejecemos comenzamos a ascender de regreso al alma. El punto bajo al estar plenamente encarnados e identificados con el reino material ha terminado. Podemos dejar ir este enfoque sesgado y a veces se nos insta a hacerlo debido a los retos que enfrentamos en la vida, o al confrontar la fragilidad incrementada de nuestros cuerpos. Vamos hacia arriba de nuevo eventualmente de regreso a la Fuente. El movimiento natural del envejecimiento es crecimiento hacia la luz, identificados con la realidad mayor de su alma en lugar de con la realidad finita y limitada de su cuerpo y personalidad. Por tanto, desde un punto de vista espiritual, se convierten en más y no en menos cuando envejecen: es más susceptible incrementar la sabiduría, la confianza, y la alegría.

Un ser humano que envejece naturalmente y con gracia está consciente de que es mucho más que su yo terrenal. Comprende que su verdadero yo se eleva por encima de los roles que han jugado en el reino material de la Tierra. A medida que el sustento de esta realidad disminuye, comienza a comprender de nuevo quien es realmente: un ser eterno de luz viviente.

Desafortunadamente, este proceso natural y con gracia a veces se obstaculiza debido a creencias sociales muy enquistadas. Vivimos en una sociedad en la cual, se cree que la realidad física es todo lo que es, que no hay un yo verdadero más allá del yo terrenal y por tanto envejecer es algo malo. La gente se identifica completamente con su cuerpo físico y personalidad. Envejecer se asocia con pérdida y declinación, con un movimiento hacia la nada. Mucha gente por tanto se opone a este proceso de envejecimiento y esta resistencia interrumpe la ascensión natural hacia el alma y hacia más luz y alegría. Resistir el proceso de envejecimiento crea una profecía auto realizada: aquello a lo que temen se vuelve verdadero porque ustedes le temen. La resistencia hace que se aferren a la dimensión física y al cuerpo. Este aferrarse es una negación y un alejamiento de su luz interior, y tiene un número de consecuencias trágicas para el humano que envejece.

Primero, el cuerpo físico se podría beneficiar enormemente de una conexión con el alma sentida de forma más profunda. Cuando la persona se conecta con el reino del alma durante el envejecimiento, la energía del reino espiritual fluye con más fuerza a lo largo del cuerpo. El cuerpo se eleva y revitaliza mediante la luz y alegría de este reino y gana en un poder adicional y salud. Los achaques de la vejez tienen menor efecto en este. Pero si la conciencia no se enfoca en lo que está más allá de lo terrenal y se aferra desesperadamente a lo físico, el cuerpo no podrá aprovecharse de esta energía adicional. Esto incrementa el riesgo de problemas de salud.

Segundo, en una sociedad en su conjunto, las personas mayores podrían cumplir un papel importante: irradiar percepción espiritual y sabiduría hacia las generaciones más jóvenes que están enfocadas en el reino físico y en las exigencias de la sociedad. Las personas mayores pueden, a través de sus experiencias de vida y su conexión en aumento con la dimensión del alma, tener una influencia positiva en los más jóvenes al compartir su luz, sus percepciones y su compasión. Ellos pueden ofrecer una perspectiva más amplia sobre las cosas y escuchar con paciencia. Por naturaleza todos sienten en las personas mayores más sabiduría, paz y serenidad.

La influencia positiva de las personas mayores se puede expresar en diversas formas: desde una personalidad influyente espiritualmente hasta una abuela sabia a quien la familia se vuelve para recibir consejos. También hay escritores, artistas y terapeutas que a una edad avanzada, hacen un trabajo excepcional e inspiran sin saberlo a muchos otros. Las personas mayores son el puente entre el reino de lo atemporal y el mundo práctico de la vida cotidiana. Una sociedad en la cual el valor de los mayores no se reconoce es una sociedad que ha perdido su conexión con lo espiritual. Entonces vemos una sociedad que corre enloquecida: miren a su alrededor.

Cuando el humano que envejece no puede ocupar su lugar natural en la sociedad, tanto la sociedad como los adultos mayores sufren. La vida de un adulto mayor tiende a ser solitaria, pequeña y aburrida. No es trágico que justo a la edad en la cual un ser humano está preparado idealmente para el trabajo espiritual, que se les relegue a un lado. Han escuchado de un escritor o artista que haya dejado de serlo en su cumpleaños 65? Imaginen cuántos libros y obras de arte se habrían perdido si estas personas tuvieran que regirse por la regla torpe de dejar de trabajar a los 65 años.En este momento estoy leyendo las memorias de Claude Lanzamann, nacido en 1925, director del filme Shoah. En cada página me asombro y admiro la sabiduría, capacidad intelectual y riqueza de este libro. De acuerdo a los estándares de nuestra sociedad, este hombre se debía haber retirado hace más de veinte años y no hacer nada más! Absurdo. A los adultos mayores se les empequeñece y se empequeñecen por sí mismos: la degeneración física y mental son el resultado.
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Envejecimiento: cinco sugerencias para aligerar el camino
Para encontrar una manera natural, grácil de envejecer en nuestra sociedad, que sostiene imágenes tan negativas de la ancianidad, se requiere un cambio radical de pensamiento. Aquí tenemos algunas sugerencias.

Olviden todo lo que la sociedad les dice sobre el envejecimiento y ser adultos mayores

La visión de la sociedad respecto al envejecimiento no es espiritual. No ve a los seres humanos como portadores de un alma inmortal, sino como organismos físicos que gradualmente se deterioran y se vuelven inútiles. Pero cada ser humano que experimenta la vida con un corazón abierto y una mente abierta entenderá que hay más que esto en la vida. La vida tiene una dimensión espiritual y esta dimensión es mucho más importante que la física. Como un adulto mayor pueden conectarse más fácilmente con esa dimensión y extraer inspiración y fortaleza de ella.

Entiendan que nada se pierde nunca

Nada ni nadie “se pierde en la noche” todo lo de valor permanece. Una de las primeras cosas que encontramos después de morir y tener acceso al otro lado, es que todo todavía está allí. Los miembros de la familia y los amigos, el mundo de nuestra niñez, nuestras experiencias más queridas – todo sigue allí. Y podemos conectarnos con nuestros seres queridos o revivir algunas experiencias si lo deseamos – todo está ahí para nosotros. Al fluir con la vida, y rendirnos al proceso de envejecimiento, llegamos a la dimensión atemporal donde todo lo que tiene sustancia real se conserva. Si nos atrevemos a soltar, podemos recibir atisbos de esta dimensión. Entonces comprendemos a nivel interno que nada se pierde – y este conocimiento interno nos trae paz y ecuanimidad.

Salgan al mundo. Este es el momento de dejar que su luz brille. Le servirá a la sociedad y a sus semejantes.

Las personas más jóvenes a veces no entienden a los mayores. ¿Cómo pueden ser tan abiertos, pacíficos y felices si confrontan diariamente la pérdida de salud y habilidades y con la muerte que se acerca? La respuesta es que el adulto mayor tiene un conocimiento interno que no lo tienen los más jóvenes. Las personas mayores están marcadas usualmente por experiencias de vida que los han hecho más abiertos y más bondadosos que la persona joven promedio. Una persona mayor ha tenido que soltar y rendirse a menudo. De aquí crece una ecuanimidad que trae paz y felicidad. La persona mayor le brinda un inmenso servicio a la sociedad y a sus semejantes más jóvenes si es consciente de sus dones y los comparte. Den una mira honesta a lo que necesita el mundo de hoy: ¿nuevos teléfonos, carros más veloces? No, más sabiduría, calma y paz. ¿Y no es eso lo que los adultos mayores tienen para ofrecer?

Vean lo relativo de los papeles que juega la gente. No lo tomen con mucha seriedad.

La vida es un juego. La gente –léase adultos- que están completamente involucrados en el juego asume su papel con demasiada seriedad. No se permitan asociarse mucho al juego; mantengan alguna distancia. Vean a través de este; observen a los actores como juegan su papel. Ver la sociedad humana como un juego que la gente juega, facilita despojarse de los estándares y expectativas en cuestión.Hace más fácil despojarse de los roles que ustedes jugaban – como padres, jefes o empleados, etcétera – y abrirse a un nuevo capítulo en su vidas.

Depositen confianza en su vida. Confíen en que la vida les traerá nuevas experiencias, nuevos roles que se ajustan a quienes ustedes son ahora, no la persona que eran. Al despojarse del pasado y rendirse se abren a lo nuevo, y hasta pueden descubrir diferentes facetas de sí mismos. Si se aferran a algo que ya nos les conviene, surgirá un sentimiento de vacío y pérdida. Confíen en la vida y suelten.

No se identifiquen más con su cuerpo y con el mundo físico, sino con su conciencia.

Identificarse con su rol en el mundo físico y social es divertido e interesante siempre que sepan que es un juego. Durante un tiempo, están completamente absortos en el mismo y entonces lo sueltan de nuevo. De esa forma transitan una gran cantidad de experiencias y su alma se enriquece con eso. Es natural que durante un cierto período de su vida se identifiquen con los roles que juegan, pero también es natural que sientan en algún punto que es tiempo de soltar y entender quiénes son más allá de ese rol. Se supone que esto sucede a medida que envejecen.

Imaginen que manejan un auto. Si piensan que ustedes son el auto, será terrible cuando algo le sucede al mismo. Si comprenden que son el conductor, no es tan malo: saben que no son el auto y pueden salirse de este.

Párense ante el espejo y miren su reflejo: vean su cara que envejece. Pero detrás de su cara, sus ojos, hay algo que no envejece y es atemporal: su conciencia. Siéntanla. Al identificarse con su conciencia, y no con su cuerpo que envejece, fluyen con el flujo natural de envejecimiento. Se profundiza la conexión con quienes son verdaderamente, con la dimensión de su alma. Esta percepción los hace brillar con sabiduría y paz.
 
Las bendiciones del envejecimiento
No hay nada malo con una población envejecida. Para empezar, las personas mayores como promedio son más felices, así que una población que envejece significa que la sociedad en su conjunto estará más contenta.

El crecimiento proporcional en la población que envejece también significa un fin a la explosión desastrosa de población que ha provocado la muerte de tantas especies animales y de plantas. Avanzamos hacia un futuro con menos personas en la Tierra y por tanto la humanidad y la naturaleza estarán en mayor equilibrio.

Como resultado del número creciente de personas mayores, será imposible ignorarlas y menospreciarlas. La sociedad estará obligada a darle a los mayores el lugar que les corresponde. Y los propios mayores tendrán el desafío de entrar a ese lugar. La lógica absurda terminará, ya que desde el punto de vista espiritual, retira de la sociedad a las personas que están en su edad más fértil. Esto significa que los mayores ya no tendrán que esconderse, sino permitir que su luz irradie.

Los adultos mayores traerán paz, sabiduría y tranquilidad a la sociedad. La humanidad ha perdido su rumbo y está muy necesitada de la conexión con la realidad atemporal del alma. Una sociedad que toma en serio las bendiciones naturales y los dones del envejecimiento será una sociedad que se enfoca en la armonía entre los seres humanos y la armonía con la Madre Tierra, en lugar de perseguir el éxito y la explotación de nuestro planeta. También será una sociedad en la cual habrá menos temor a la muerte y a la vejez. Envejecer se percibirá como un proceso grácil y como un regreso gradual a la fuente de Luz de la que todos venimos.

Traducción:  Fara González

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