“No son las buenas circunstancias las que crean una actitud positiva (aunque obviamente influyen en esta), es la actitud positiva la que crea unas buenas circunstancias.”
Cuando hoy digo a alguien que arriesgar y perseguir nuestros sueños es el camino a la realización y a la felicidad es posible que algunos piensen o incluso me digan en respuesta y casi despectivamente:
“Sí, pero tú tienes una vida de escándalo y te puedes plantear hacer cualquier cosa. Dispones de dinero sin necesidad de trabajar, así habla cualquiera…”
Pues es verdad que hoy no tengo la necesidad de trabajar para vivir, hoy puedo dedicarme a lo que quiera y a lo que más me guste, es verdad que dispongo de dinero, una casa de mi propiedad, una mujer que me apoya y comparte mis ideas y además una clara habilidad artística que no solo me abre puertas sino que me hace inmensamente feliz cuando creo con ella…
Pero… ¿ No es esto quizás una clara prueba de lo que estoy diciendo?? ¿O es que acaso yo he tenido todo esto desde que nací? ¡Incluso mi habilidad artística la he tenido que trabajar y sigo haciéndolo para poder sacar su máximo potencial! ¿Cómo qué ha sido suerte? ¿Qué me he casado con una mujer con dinero??? Claro, como abundan tanto las mujeres atractivas, inteligentes, con dinero que además tengan un camino y una filosofía espiritual tan parecida a la mía, desesperadas por casarse con alguien sin carrera ni fututo… o un vividor o…
Seamos serios. ¿Realmente alguien se cree eso? Si es así es que simplemente no me conoce, o lo que es más seguro, no se conoce a sí mismo.
El que piensa eso desconoce o ha olvidado o ni siquiera se ha planteado que no toda mi vida mis circunstancias han sido de esta forma. Que hace muchos años que creo y afirmo que todos tenemos el poder para cambiar nuestro destino, y que cuando por primera vez me di cuenta de ello y decidí vivir de acuerdo con ello mis circunstancias eran muy distintas. Así como todas las otras veces en mi vida posteriormente que he tenido que tomar una decisión basándome en esta visión de la vida.
Quiero decir que creo esto que afirmo no porque mi vida es como es sino que mi vida es como es gracias a que he creído y creo esto que afirmo.
El Camino del Corazón no solo es lo único que puede darnos la paz interior y una felicidad auténtica sino que además es lo único que puede en añadidura hacer realidad nuestros deseos más profundos.
A veces olvidamos (y me incluyo yo mismo en el olvidamos) que nací y crecí en el barrio del Pópulo, uno de los barrios hasta hace poco más pobres de la ciudad de Cádiz. Que me crié en el seno de una familia humilde, buena y honesta pero pobre y que incluso se enorgullecía de serlo. Una familia que no solo sufría de problemas económicos sino de graves trastornos en el seno familiar como consecuencia de tener un cabeza de familia que, según los médicos, sufría una enfermedad mental y posteriormente una hija con retraso mental y trastornos de conducta.
Fue a los 28 años cuando por primera vez conocí esta manera de ver las cosas. Tanto me convenció esta nueva Mirada que decidí vivir mi vida 100×100 de acuerdo con ella.
Entonces no tenía dinero en el banco, una casa de mi propiedad (vivía todavía en casa de mi madre en el barrio del Pópulo, aunque mi novia de entonces y yo nos acabábamos de meter en una hipoteca), ni podía dedicarme a lo que quisiera (trabajaba en un trabajo que no me inspiraba lo más mínimo), y aunque sí tenía una habilidad artística que sobresalía de la media no creía que pudiera vivir de ella, y de ejercitarla tan poco iba perdiendo cada vez más su brillantez.
He de confesar que aunque desde niño me habían hablado de los milagros y del poder de la fe, también me habían enseñado que esto era cosa de santos o de gente muy especial y no de personas normales y corrientes. Recuerdo cuanto me gustó el libro del Alquimista y especialmente su frase más destacable de que “cuando seguimos nuestros sueños todo el Universo conspira para que se hagan realidad”, pero por aquel entonces no dejaba de ser todavía una maravillosa fantasía. En verdad no llegué a comprobar la verdad de esas palabras hasta que toqué fondo y decidí que no sabía como pero mi vida obviamente tenía que cambiar y que yo haría lo posible porque así fuera. Las circunstancias de mi vida se habían hecho tan pesadas y asfixiantes (especialmente una ocupación mal pagada que me desagradaba y que invadía prácticamente la totalidad de mi tiempo) que había perdido casi por completo la alegría y la ilusión de vivir.
Fue entonces, cuando me rendí. No podía seguir viviendo así. Deje de luchar, quejarme y resistirme y me dije que no sabía como pero aquello iba a cambiar y así ocurrió. Aproveché mis vacaciones de verano para desconectarme de todo aquel mundo que me agobiaba. No sabía cómo, pero estaba seguro que cuando aquellas vacaciones terminaran mi vida no sería la misma. ¿Dejaría mi trabajo?, ¿lo dejaría todo?, solo sabía que de alguna manera sería un nuevo comienzo.
Fue tan solo una semana después, cuando lo que hasta entonces había sido una maravillosa fantasía, la posibilidad de hacer realidad todos nuestros sueños, llegó inesperadamente a mis manos como una posibilidad real, como una filosofía lógica, práctica y auténtica de vivir. No tuve ni que moverme de mi casa, en el mismo salón, en la estantería de libros de mi madre, siempre había estado allí pero no lo había visto nunca antes hasta entonces. Su título literalmente salto ante mis ojos: “Usted puede sanar su vida”. Aquel libro de Louise L. Hay llegó milagrosamente a mis manos cuando me decidí firmemente a cambiar mi vida, y me mostró la puerta hacia lo que andaba buscando.
Me enseñó principalmente que el cambio que buscaba fuera se encontraba dentro de mí. “Estoy dispuesto a cambiar” se convirtió en uno de mis mantras favoritos.
Pero aunque su filosofía y sus enseñanzas (y la de muchos autores como ella) tenían una lógica que con el paso de los años la ciencia cada vez más está corroborando, no fue hasta que me decidí a confiar en ella y a arriesgar y experimentarlo y vivirlo hasta sus últimas consecuencias que mis circunstancias empezaron realmente a cambiar. Tuve que poner en práctica en mi día a día, minuto a minuto, el conocimiento que acababa de adquirir y apostar totalmente por ello.
Tampoco es que hiciera grades y trágicos cambios de inmediato. Aunque estaba dispuesto a hacerlo no dejé mi trabajo inmediatamente, pero dejé de trabajar horas extraordinarias que además no me pagaban. Dejé de quejarme de mis clientes y decidí que mientras estuviera trabajando allí dejaría de considerarme una victima y aprovecharía mi tiempo siendo una ayuda. Ingresé en una asociación de artesanos donde empecé a proyectar y a practicar mi sueño de ser un artista. Seguí viviendo con mi madre y mi familia, pero sabiendo y confiando que aquello era solo circunstancial y temporal y que cuando llegara la oportunidad de independizarme la tomaría sin dudarlo. Sabía y confiaba totalmente en que el proceso de cambio había comenzado y que a partir de ese momento todo iría cada vez mejor.
Ni que decir tiene que este cambio de actitud por sí solo generó un cambio radical en mi confianza en mí mismo y en la vida, reforzándose ésta cada vez más en el proceso. Pero si os dais cuenta fue este cambio en mi actitud lo que generó los cambios que se sucedieron y no al revés, y esto es lo que quiero reforzar y destacar con toda esta disertación:
Mi actitud no cambió por que mis circunstancias mejoraran sino que mis circunstancias mejoraron porque cambié mi actitud.
Dejé de pensar negativamente, ni como una víctima ni como un fracasado, y prácticamente me reprogramé para ver la vida y a mí mismo como algo positivo y en evolución constante. Algo que ya era valioso, que ya era perfecto y que se merecía todo el amor y la gratitud posibles. Algo de lo que era imposible no enamorarse si se conocía su verdadera esencia.
Observaba los pensamientos que me venían a la cabeza y cada vez que veía uno negativo lo cambiaba por uno positivo y lo repetía una y otra vez hasta que este llegaba a ser parte de mi nueva forma de pensar.
Ejemplo:
“Soy un estúpido” por “Me amo y me acepto tal como soy y estoy dispuesto a cambiar”
“¿Quien te has creído que eres?” por “Soy una criatura divina del universo viviendo una experiencia física, soy un regalo para el mundo”
“Soy un desastre” por “Soy capaz de llevar a cabo todo lo que me proponga en la vida“ o “La vida es peligrosa” por “La vida es una aventura maravillosa y Todo es perfecto y completo en este momento, Todo está bien en mi vida” o “No puedo hacer esto, es muy peligroso” por “Esto me gusta y estoy convencido de que me hará feliz, la única manera de saber si funcionará es intentarlo, voy a meterme en ello 100×100, si no sale siempre puedo dar marcha atrás y como mínimo habré sacado de ello la experiencia. La Vida me apoya en todo aquello que emprendo”. (Los libros de Louise L. Hay o cualquier otro que trabaje las afirmaciones dispone de muchos ejemplos de cómo hacer este trabajo personal, que consiste prácticamente en una reprogramación de nuestra manera de pensar hacia algo más constructivo y asertivo).
Pero si a alguien le queda dudas de si fue mi actitud y mi decisión de arriesgar confiando en mí y en la vida lo que generó el cambio de mis circunstancias voy a poner algunos ejemplos más:
Decisiones arriesgadas que tomé en su momento:
-Decidí arriesgar, confiar y prestar mi tiempo, dedicación y energía a poner en práctica día a día lo que aquel y otros libros de autoayuda me enseñaron.
-Decidí no ocultarlo y mostrarme tal como me sentía y hablar de ello con cualquiera que se relacionara conmigo, sin miedo a parecer un bicho raro.
-Decidí cambiar mi actitud hacia mis clientes, mis jefes y demás compañeros de trabajo de la compañía de Seguros, pasar de ser una victima a ser una ayuda, sin recibir ningún beneficio material por ello, cuando lo más fácil era seguir haciendo las cosas como siempre.
-Decidí dejar de quedarme más tiempo extra en el trabajo y dedicarlo a construir mi sueño o simplemente a hacer lo que me gustaba sabiendo que eso inmediatamente contrariaría a mis jefes.
- Decidí confirmar mi postura y negarme a reconsiderarlo incluso cuando me instaron a que lo hiciera. Decidí continuar con ello incluso cuando mi familia y mi prometida y mis amistades me presionaban temerosamente a que lo reconsiderara.
-Decidí seguir negándome incluso cuando mis jefes dos semanas antes de casarme, me dieron un ultimátum y tres meses para que me lo pensara o me despedirían, con toda la presión de la boda, el convite, la nueva vida que me esperaba y que en teoría debía de asegurar y estabilizar. Decidí finalmente a los tres meses acordados dejar mi trabajo fijo y aceptar el despido improcedente que me ofrecieron contra la opinión de la empresa, mi familia, mi mujer y mis amigos.
-Decidí ignorar totalmente mi cambio de imagen social y ponerme a vender mis obras con los artesanos en un puestecito en plena calle pasando de lucir como un elegante y encorbatado administrativo a un vendedor ambulante.
-Decidí ignorar la opinión, miedos y prejuicios de mis seres queridos y de los demás y empezar a hacer yoga, meditar, dieta vegetariana y ayunar en tiempos en que todo esto era considerado cosas de sectas o de locos. “¡Cuidado!”, me decían algunos, “¡recuerda la enfermedad de tu padre!, ¡Van a creer que estás loco!!”.
(Algún día hablaré de la locura.)
-Decidí terminar con mi primer matrimonio cuando comprendí que nuestras diferencias pesaban ya mucho más que nuestras similitudes, y enfrentarme a lo que ya me suponía aunque no pude ni siquiera acercarme a vislumbrar, sería una de las mayores bombas que arrojaría en mi entorno social. Las consecuencias que esto tuvo con las relaciones afectivas que tenía entonces aunque se han suavizado con el tiempo duran todavía hasta la fecha….
¿Necesito seguir? ¿Necesito hablar sobre mi decisión de rechazar un año después un trabajo estable en Hacienda, solo por las mañanas, con un buen sueldo, con buenos compañeros, y escoger a cambio el lanzarme por primera vez al por entonces todavía casi desconocido Camino de Santiago? ¿De dejar después mi hogar y mi ciudad e irme solo a trabajar a Valencia? ¿Y después a Alemania? ¿Y después volver a arriesgarlo todo por esa inesperada (e incompresible para todos) “llamada” de hacer el Camino por la Paz a Jerusalén? ¿Y después a Canadá, y….?
Sí pero no es lo mismo, tú estabas solo, no tenías una familia que mantener, unos hijos que dependían de ti…
Lo de la familia que mantener no es cierto, es verdad que no tenía hijos y eso hizo las cosas más fáciles, pero yo tenía una esposa que amaba y unas responsabilidades que no quería abandonar. Si después ocurrió no fue por los riesgos que tomé, sino porque mi nuevo yo y esa antigua vida ya no eran compatibles.
Y sobre los hijos… aunque mis circunstancias han cambiado, hoy sí tengo hijos y si tuviera que elegir de nuevo la pregunta que me haría sería esta: ¿Qué quiero enseñarles a mis hijos? Que ejemplo quiero darles? ¿Deseo que vivan con miedo a la vida o deseo que tomen la vida como una excitante aventura y se atrevan a intentar lograr aquello que desean???? Decidme que actitud es la que les llevará a la felicidad. Porque si la vida consiste en conformarse, defenderse y sobrevivir prefiero no vivir y mucho menos traer hijos al mundo.
Pero hoy por hoy sé que la vida no es eso. He tenido el valor de arriesgar y descubrirlo por mí mismo. Y te invito a que hagas lo mismo. No que sigas mi camino sino que te lances a descubrir el tuyo propio. Por tu propio bien. Por tu alegría, por todo el potencial que hay dentro de ti… Por todo lo bueno que puede traerte a ti, a los que te rodean y al mundo…
Un abrazo fuerte,
Alberto
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