Sentirse estancado es una sensación muy desagradable. Imaginemos que nos encontramos en una encrucijada y que tenemos tres caminos delante de nosotros. A pesar de contar con más de una opción y de saber, más o menos, cuál es nuestra favorita, nos quedamos quietos. Así pasan días, semanas, meses e, incluso, años. Por algún motivo que desconocemos, no logramos combatir el estancamiento que tanto nos está limitando.
Esto es algo que muchas personas -por no decir todos- han experimentado en alguna ocasión en su vida. Algunas, incluso más de una vez. Esta sensación suele aparecer cuando no tenemos metas ni propósitos. Los días son todos iguales, grises y esto puede hacer que sintamos una fuerte angustia. Nos bloqueamos y continuamos en el mismo lugar porque no sabemos cómo salir de esta situación.
La sensación de estar nadando en el lodo
La psicóloga Judith Duque Camargo, en su artículo Carl Rogers, reflexiones teórico-prácticas, recoge algunos testimonios de sus pacientes que se sienten estancados. Uno de ellos, Jorge, decía lo siguiente “Antes tenía certezas […] hoy solo muevo mi cuerpo en forma mecánica. Mi mundo se volvió del tamaño de mi alrededor”. Otra paciente que no quiso dar su nombre señalaba “Yo le he dado todo a mi esposo, incluso los hijos, yo no quería pero acepté. Y ahora me siento sola, mi vida no tiene sentido, ya estoy vieja, mis oportunidades se acabaron…”.
Pareciera que todos ellos estuvieran nadando en una piscina llena de lodo en la que, por mucho que piensen en diferentes opciones, no logran ver una salida. Esto es lo que ocurre cuando nos sentimos estancados. No somos capaces de ver más allá, es como si hubiésemos perdido toda esperanza. A veces, esto tiene que ver con ciertas creencias que cargamos a nuestras espaldas o con determinados miedos que nos están impidiendo dar el paso.
Cuando el trabajo no nos llena o no hacemos lo que queremos (un viaje, aprender un idioma, cambiar de residencia, independizarnos) son nuestros miedos e inseguridades los que nos pueden llevar a asumir que “esto es lo que hay”. Sin embargo, el tedio y el hastío de los días que pasan sin que los disfrutemos tal y como nos gustaría puede hacer que paguemos un alto peaje.
La psicóloga Judith Duque Camargo, en su artículo Carl Rogers, reflexiones teórico-prácticas, recoge algunos testimonios de sus pacientes que se sienten estancados. Uno de ellos, Jorge, decía lo siguiente “Antes tenía certezas […] hoy solo muevo mi cuerpo en forma mecánica. Mi mundo se volvió del tamaño de mi alrededor”. Otra paciente que no quiso dar su nombre señalaba “Yo le he dado todo a mi esposo, incluso los hijos, yo no quería pero acepté. Y ahora me siento sola, mi vida no tiene sentido, ya estoy vieja, mis oportunidades se acabaron…”.
Pareciera que todos ellos estuvieran nadando en una piscina llena de lodo en la que, por mucho que piensen en diferentes opciones, no logran ver una salida. Esto es lo que ocurre cuando nos sentimos estancados. No somos capaces de ver más allá, es como si hubiésemos perdido toda esperanza. A veces, esto tiene que ver con ciertas creencias que cargamos a nuestras espaldas o con determinados miedos que nos están impidiendo dar el paso.
Cuando el trabajo no nos llena o no hacemos lo que queremos (un viaje, aprender un idioma, cambiar de residencia, independizarnos) son nuestros miedos e inseguridades los que nos pueden llevar a asumir que “esto es lo que hay”. Sin embargo, el tedio y el hastío de los días que pasan sin que los disfrutemos tal y como nos gustaría puede hacer que paguemos un alto peaje.
Algunas formas de combatir el estancamiento
Si creemos que estamos estancados y llevamos así mucho tiempo -se suelen tomar de referencia los 6 meses-, es importante que busquemos ayuda profesional. No obstante, existen algunas formas de hacerle frente si este aparece en momento puntuales.
Tomarnos un respiro: puede que no nos hayamos detenido ni dado la licencia de reservar un tiempo para nosotros mismos y pensar, realmente, qué es lo que queremos. Si no hacemos esto, será muy difícil tomar una decisión, permaneciendo siempre en la duda mientras tenemos la sensación de que nos consumimos.
Recordemos el empuje: hubo una razón para que hubiésemos tomado determinadas decisiones. Pero, la rutina, la falta de motivación y muchos de los hábitos que adquirimos nos hicieron olvidarnos de ello. Recordemos el porqué de nuestra elección. Si ya no nos llena lo que hacemos, si hemos cambiado, quizás sea el momento de escoger otro camino.
Buscar inspiración: podemos contactar con personas que nos inspiren, leer libros, ver documentales o implicarnos en actividades nuevas. La inspiración hay que salir a buscarla: es una de las claves para combatir el estancamiento.
Si creemos que estamos estancados y llevamos así mucho tiempo -se suelen tomar de referencia los 6 meses-, es importante que busquemos ayuda profesional. No obstante, existen algunas formas de hacerle frente si este aparece en momento puntuales.
Tomarnos un respiro: puede que no nos hayamos detenido ni dado la licencia de reservar un tiempo para nosotros mismos y pensar, realmente, qué es lo que queremos. Si no hacemos esto, será muy difícil tomar una decisión, permaneciendo siempre en la duda mientras tenemos la sensación de que nos consumimos.
Recordemos el empuje: hubo una razón para que hubiésemos tomado determinadas decisiones. Pero, la rutina, la falta de motivación y muchos de los hábitos que adquirimos nos hicieron olvidarnos de ello. Recordemos el porqué de nuestra elección. Si ya no nos llena lo que hacemos, si hemos cambiado, quizás sea el momento de escoger otro camino.
Buscar inspiración: podemos contactar con personas que nos inspiren, leer libros, ver documentales o implicarnos en actividades nuevas. La inspiración hay que salir a buscarla: es una de las claves para combatir el estancamiento.
“Cuando la inspiración no me encuentra, hago medio camino para encontrarla”.
-Sigmund Freud-
Un ejercicio de visualización
Hay un ejercicio de visualización que algunos profesionales llevan a cabo en sus consultas y que resulta esencial para combatir el estancamiento. Este nos permite ser conscientes de hacia dónde queremos, identificando así los pasos que tenemos que dar. La manera de hacer este ejercicio es la siguiente.
Empecemos por relajarnos, respirar hondo y cerrar los ojos. Tras esto, vamos a visualizarnos delante de una puerta que vamos a abrir. Tras ella nos encontraremos con nuestro “yo” futuro y debemos fijarnos en la edad que tiene. Quizás 60, 70 o 90 años. Para cada persona será diferente.
Si nos hemos visualizado con 70 años y en el momento actual tenemos 25 años, empezaremos a hacer un recorrido por todas las edades. Nos visualizaremos primero con 30 años y continuaremos de diez en diez hasta llegar a los 70.
En cada una de estas etapas de nuestra vida nos preguntaremos ¿qué estamos haciendo, dónde vivimos, de qué trabajamos, tenemos hijos, viajamos? También, nos fijaremos en si tenemos pareja, cuáles son nuestras amistades y la relación con nuestra familia. El ejercicio finalizará visualizando cómo abrazamos a nuestro “yo” de 70 años.
Este ejercicio no sienta ningún precedente, pero sí nos dará una idea de lo que queremos hacer. Por ejemplo, si nos visualizamos viajando a diferentes lugares o trabajando en una empresa de un sector en el que aún no nos hemos formado esto nos permitirá tomar algunas decisiones ahora. Quizás, apuntarnos a cursos de formación relacionados con aquello a lo que nos gustaría dedicarnos o ahorrar para nuestro próximo viaje.
Pasar a la acción para combatir el estancamiento
A pesar de todo lo que podemos hacer para combatir el estancamiento, lo importante es pasar a la acción. No podemos quedarnos en nuestra mente; en un mar de dudas, sin pisar la costa. Tenemos que empezar a dar pasos, mejor si son pequeños, para ir acercándonos a todos nuestros objetivos.
El estancamiento nos lleva muchas veces a postergar cursos, estudios e, incluso, nos hace perder oportunidades muy valiosas. Pero todo esto puede cambiar. Afrontar los miedos y empezar a cambiar pequeñas cosas con la ayuda de un profesional nos permitirá sentir que avanzamos y que salimos de esa zona en la que nos hemos sumergido y que es tan incapacitante.
Raquel Lemos Rodríguez
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