La leyenda del cazador de sueños es originaria de la comunidad Lakota, una etnia que forma parte de los Sioux y habita en los márgenes del Río Missouri, en los Estados Unidos. Son los mismos que protagonizaron la famosa película Danza con lobos, una cinta que muestra parte de sus costumbres y sus rituales.
Los Lakota tenían una divinidad a la que llamaban Iktomi. Este era el dios de la máxima sabiduría, el que siempre llevaba enseñanzas esenciales para toda la comunidad. Creían que Iktomi a veces se presentaba en forma humana. Entonces, era un hombre alto, con la cara pintada de rojo y amarillo.
Sin embargo, la mayoría de las veces se presentaba a los indios en forma de araña. Era una araña muy sabia, que a veces pronunciaba palabras enigmáticas y otras veces se volvía muy bromista. Conocía muchas historias, algunas disparatadas, y de vez en cuando las compartía con los mortales. Precisamente fue Iktomi quien legó la leyenda del cazador de sueños a los Lakota.
“Cada uno de nosotros ha sido puesto en este tiempo y este lugar para decidir personalmente el futuro de la humanidad. ¿Creías que estabas aquí para algo menos importante?”.
-Arvol Looking Horse, jefe de la nación lakota-
Sin embargo, la mayoría de las veces se presentaba a los indios en forma de araña. Era una araña muy sabia, que a veces pronunciaba palabras enigmáticas y otras veces se volvía muy bromista. Conocía muchas historias, algunas disparatadas, y de vez en cuando las compartía con los mortales. Precisamente fue Iktomi quien legó la leyenda del cazador de sueños a los Lakota.
“Cada uno de nosotros ha sido puesto en este tiempo y este lugar para decidir personalmente el futuro de la humanidad. ¿Creías que estabas aquí para algo menos importante?”.
-Arvol Looking Horse, jefe de la nación lakota-
Una montaña mágica
Se cuenta que hace muchos años, cuando el mundo todavía era joven, un anciano Lakota subió a una montaña y tuvo una fabulosa visión. En ella aparecía Iktomi, gran maestro del mundo, en forma de araña. Comenzó a hablar en un lenguaje sagrado, por ser el adecuado para referirse a asuntos importantes.
Mientras hablaba, Iktomi tomó una rama del sauce más viejo que había en el lugar y con ella hizo un aro. Luego, arrimó un poco de pelo de caballo, también bellas plumas de pájaros de colores, cuentas y otros objetos pequeños y hermosos. Cuando tuvo todo esto listo, comenzó a tejer.
Al mismo tiempo le decía al anciano que la vida es un ciclo. El inicio y el final siempre se encuentran. No avanzamos en línea recta como pudiera suponerse. En realidad, iniciamos un ciclo, solo para terminar en el comienzo de uno nuevo y así sucesivamente por siempre.
La vida y las edades del hombre
Cuenta la leyenda del cazador de sueños que Iktomi le dijo al anciano que las edades del hombre también eran ciclos. Comenzamos la vida siendo muy frágiles y dependientes. Poco a poco nos vamos haciendo más fuertes. Caminamos sobre nuestros propios pies, luego corremos y después nos hacemos adultos. Eso nos hace más capaces y libres.
Sin embargo, pronto nos convertimos en ancianos. Volvemos a transformarnos en seres frágiles que necesitan a los demás. Es entonces cuando se cierra el círculo final y viene la muerte. El final es similar al comienzo y el ciclo se repite una y otra vez con la vida de cada ser humano que llega a la tierra.
Iktomi seguía elaborando su tejido, dentro del aro de sauce, mientras el anciano Lakota lo escuchaba embelesado. La revelación le parecía extraordinaria. Había comprendido que no se avanza hacia adelante, sino hacia el final. Y que cada final es un comienzo también. Este es el sentido último del cazador de sueños.
El cazador de sueños
Iktomi prosiguió con sus enseñanzas. Le dijo al anciano que en cada etapa de la vida hay muchas fuerzas que actúan en diferentes direcciones. Unas son positivas y otras negativas. Esas fuerzas pueden alterar la armonía natural del destino. Por lo tanto, hay que prestarles mucha atención y saberlas identificar, ya que no siempre lo bueno parece bueno ni lo malo se ve como algo malo.
Iktomi tejía la tela de araña desde el exterior del aro de sauce hacia el interior. Sin embargo, en un momento dado se detuvo y dejó un hueco en el centro. Entonces le dijo al anciano que le regalaría ese tejido para que todo el pueblo Lakota aprendiera a hacer buen uso de sus sueños y visiones. Las buenas ideas y los buenos proyectos debían quedar atrapados en la telaraña. Los malos, debían irse por el agujero que estaba en el centro del tejido.
El anciano transmitió a los demás la leyenda del cazador de sueños. Desde entonces los Lakota emplean el tejido de Itkomi como la base que sostiene la construcción de su futuro. Los occidentales le llaman “atrapasueños”. Si se emplea bien, sirve para escudriñar los sueños y los ensueños, en busca de las verdades que han de guiar la vida.
Edith Sánchez
Se cuenta que hace muchos años, cuando el mundo todavía era joven, un anciano Lakota subió a una montaña y tuvo una fabulosa visión. En ella aparecía Iktomi, gran maestro del mundo, en forma de araña. Comenzó a hablar en un lenguaje sagrado, por ser el adecuado para referirse a asuntos importantes.
Mientras hablaba, Iktomi tomó una rama del sauce más viejo que había en el lugar y con ella hizo un aro. Luego, arrimó un poco de pelo de caballo, también bellas plumas de pájaros de colores, cuentas y otros objetos pequeños y hermosos. Cuando tuvo todo esto listo, comenzó a tejer.
Al mismo tiempo le decía al anciano que la vida es un ciclo. El inicio y el final siempre se encuentran. No avanzamos en línea recta como pudiera suponerse. En realidad, iniciamos un ciclo, solo para terminar en el comienzo de uno nuevo y así sucesivamente por siempre.
La vida y las edades del hombre
Cuenta la leyenda del cazador de sueños que Iktomi le dijo al anciano que las edades del hombre también eran ciclos. Comenzamos la vida siendo muy frágiles y dependientes. Poco a poco nos vamos haciendo más fuertes. Caminamos sobre nuestros propios pies, luego corremos y después nos hacemos adultos. Eso nos hace más capaces y libres.
Sin embargo, pronto nos convertimos en ancianos. Volvemos a transformarnos en seres frágiles que necesitan a los demás. Es entonces cuando se cierra el círculo final y viene la muerte. El final es similar al comienzo y el ciclo se repite una y otra vez con la vida de cada ser humano que llega a la tierra.
Iktomi seguía elaborando su tejido, dentro del aro de sauce, mientras el anciano Lakota lo escuchaba embelesado. La revelación le parecía extraordinaria. Había comprendido que no se avanza hacia adelante, sino hacia el final. Y que cada final es un comienzo también. Este es el sentido último del cazador de sueños.
El cazador de sueños
Iktomi prosiguió con sus enseñanzas. Le dijo al anciano que en cada etapa de la vida hay muchas fuerzas que actúan en diferentes direcciones. Unas son positivas y otras negativas. Esas fuerzas pueden alterar la armonía natural del destino. Por lo tanto, hay que prestarles mucha atención y saberlas identificar, ya que no siempre lo bueno parece bueno ni lo malo se ve como algo malo.
Iktomi tejía la tela de araña desde el exterior del aro de sauce hacia el interior. Sin embargo, en un momento dado se detuvo y dejó un hueco en el centro. Entonces le dijo al anciano que le regalaría ese tejido para que todo el pueblo Lakota aprendiera a hacer buen uso de sus sueños y visiones. Las buenas ideas y los buenos proyectos debían quedar atrapados en la telaraña. Los malos, debían irse por el agujero que estaba en el centro del tejido.
El anciano transmitió a los demás la leyenda del cazador de sueños. Desde entonces los Lakota emplean el tejido de Itkomi como la base que sostiene la construcción de su futuro. Los occidentales le llaman “atrapasueños”. Si se emplea bien, sirve para escudriñar los sueños y los ensueños, en busca de las verdades que han de guiar la vida.
Edith Sánchez
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