Logo

Logo

domingo, septiembre 30, 2018

6 claves para expresar tus emociones

Poner palabras a las emociones es, en sí mismo, un ejercicio sanador. A veces no hay una técnica que nos facilite de manera directa un cambio en nuestro estado de ánimo. Sin embargo, no es menos cierto que, en muchas ocasiones, el hecho de expresar lo que hay en nuestro interior es sano y liberador.

 
 
Parece fácil, tal vez. En mi experiencia personal y profesional, descubro que, con la costumbre, la ladera pierde pendiente. En buena medida son los condicionamientos sociales y culturales los que nos impiden bucear en nuestro interior o abrirnos. También influye el miedo, la vergüenza, la anticipación de los pensamientos de los demás, etc. Así, por una u otra causa, o por la mezcla de las mismas, lo cierto es que en muchas ocasiones callamos aquello que queremos gritar.
“Los sentimientos y las emociones son el lenguaje universal que debe ser honrado. Son la expresión auténtica de quienes somos”.
-Judith Wright-

¿Es inadecuado expresar tus emociones?

Nunca será inadecuado expresar tus emociones, a pesar de que la tradición y el juicio popular haya ido durante muchos siglos en defensa de la idea contraria. En este sentido, que la tradición se debilite quiere decir que las nuevas generaciones lo van a tener más fácil, pero también que nosotros vamos a tener que desaprender parte de lo aprendido/asimilado.
 
Expresar tus emociones es un acto liberador.

Empezamos a sentir desde niños, ya cuando éramos bebes llorábamos o reíamos para expresarnos. Poco a poco el abanico de emociones fue abriéndose: rabia, miedo, culpa, alegría, tristeza, amor… Podemos preguntarnos: si las emociones son algo tan genuino… ¿por qué se reprimen/encapsulan/guardan gastando una gran energía?

Hablábamos antes de los condicionamientos sociales que nos limitan, como las frases del tipo “no llores que van a pensar que eres débil/un niño como tú no llora” o “una señorita no se comporta así” cuando una niña mostraba su enfado, “los hombres no tienen miedo” en el caso de los niños.
“Una emoción no causa dolor. La resistencia o supresión de una emoción causa dolor”.
-Frederick Dodson-

Si durante nuestra infancia no contamos con un entorno que potencie nuestro desarrollo emocional (puede ser de manera directa, pero también es efectivo contar con buenos modelos), lo normal es que desterremos nuestro mundo emocional. Esta, en ausencia de una educación emocional acertada, es en principio una solución inteligente. El niño o el adolescente dice: “no voy a profundizar en un terreno en el que no me sé manejar”.

Sin embargo, lo que en principio puede ser una solución para evitar problemas mayores, a la larga es contraproducente. La biología parece decirnos que antes que seres pensantes somos seres que nos emocionamos. Entonces, ¿cómo va a ser una buena idea desterrar una parte que está escrita en nuestra naturaleza y que además, lo queramos o no, nos va a seguir influyendo?
Facilitadores de la expresividad emocional

Conocer cómo expresar tus emociones de una forma adecuada redundará en cambios positivos en diferentes áreas. Os dejamos una serie de claves para mejorar la gestión emocional y, por lo tanto, la inteligencia emocional: 

Saber cómo expresar tus emociones te beneficiará de forma positiva en diferentes ámbitos de tu vida.
 
Hacer catarsis

Al expresar las emociones se logra la liberación controlada de energía. La palabra catarsis justamente significa purificación, y en este caso, como se escribiera en la Poética de Aristóteles, es una purificación emocional, corporal, mental y espiritual.

Acumular estas emociones negativas es una carga que a la postre hace sentir enfado, amargura, e incluso con deseos de venganzas; tarde o temprano afectará nuestra salud mental y física.
 
Paz interior

Liberarnos de cargas negativas nos brinda la oportunidad de soltar los daños y encontrar la paz interior. Facilita que nos instalemos en un estado de tranquilidad mental y espiritual, donde se conoce y comprende lo vivido sin pesadumbre. De esta forma, nuestra resiliencia (capacidad para salir fortalecidos de la adversidad) se fortalecerá.

Además, la paz interior fundamenta el sentimiento de felicidad y plenitud, y esto es posible gracias a que somos sinceros con nosotros mismos y expresamos nuestras emociones adecuadamente.

Bienestar emocional

Conseguir la paz interior es una de las condiciones propicias para acercarnos a esa sensación de bienestar emocional que todos hemos experimentado. Esa en la que parece que nosotros y la frecuencia en la que resuena el mundo coinciden, una perspectiva desde la que podemos identificar un orden que nos agrada.
“Cuanto más abiertos estemos a nuestros propios sentimientos, mejor podremos leer los de los demás”.
-Daniel Goleman-
 
Respeto a uno mismo

Al expresar nuestras emociones de manera asertiva, estamos liberándonos de la dependencia hacia la opinión de los otros. Reconocer lo que sentimos, gestionarlo adecuadamente y expresarnos nos ayuda reclamar nuestros derechos, a poner límites a acercarnos afectivamente a quienes así lo deseamos, etc. Eso es respetarnos a nosotros mismos y ponernos a salvo frente al abuso y maltrato o la toxicidad de otros.
 
Empoderamiento

Cuando, a través de la expresión de las emociones, se ha logrado la purificación y el respeto hacia sí mismo podemos decir que tenemos el control de nuestra vida emocional en las manos.

Cuando se está en equilibrio con uno mismo, con los deseos y las emociones personales, se es congruente. Lograr esto nos da poder frente a la vida y sus constantes cambios, nos permite avanzar y crecer.
 
Confiabilidad

Además de salvar nuestra salud física y emocional, expresar correctamente nuestras emociones mejora la relación con los demás. Nos permite tejer vínculos más sanos, basados en la honestidad, la confianza y el respeto.

Cuando nos mostramos como somos, sin miedo a nuestras emociones, proyectamos una personalidad más auténtica, algo que puede incrementar la confianza que inspiras (credibilidad) a otras personas.

Como hemos visto, la expresividad es una puerta de posibilidades. Las dos más importantes tienen relación con el plano social: por un lado facilita que podamos hacer una mejor gestión de nuestra energía emocional y por otro nos permite generar relaciones de confianza en las que sea posible la intimidad y la complicidad.

¿Estás preparado para expresar tus emociones?

Marián Carrero Puerto

sábado, septiembre 29, 2018

Una clave zen para hacer lo que deseamos

En Occidente impera la idea de que hacer lo que deseamos puede conducirnos a la degeneración o la ruina. No por nada estamos llenos de mandatos y sentencias que nos inducen a creer que reprimir nuestros pensamientos, sentimientos y deseos es una prueba de superioridad moral. Lo cierto es que existen otras formas de pensar y varios experimentos contradicen esos postulados.

 
 
Nuestra cultura es fundamentalmente prohibitiva. Partimos de la idea de que educarnos y cultivarnos consiste en aprender a evitar pensamientos, conductas y sentimientos indeseados. Aun sin comprender por qué, desde temprana edad se nos inculca que hacer lo que deseamos es señal de necedad o de inmadurez.

El pensamiento zen se orienta hacia una dirección muy diferente. Desde tiempos milenarios han comprendido que las prohibiciones, por sí solas suelen generar un efecto contrario. En otras palabras, esa represión termina alentando el deseo de hacer eso que se nos prohíbe, o eso que se nos marca como negativo en nombre de un “buen actuar”, basado en el autoritarismo.
“La represión desde afuera ha sido sostenida por la represión desde dentro. El individuo sin libertad, introyecta a sus dominadores y sus mandamientos dentro de su propio aparato mental. La lucha contra la libertad se reproduce a sí misma en la psique del hombre”.
-Herbert Marcuse-
 
Hacer y no hacer lo que deseamos

Los estudios antropológicos de Margaret Mead nos muestran diferentes tipos de sociedades, con valores y normas muy distintas. La famosa investigadora nos llama la atención sobre diferentes hechos. Entre ellos, el de que en las sociedades más machistas o más matriarcales hay un mayor porcentaje de homosexualidad. Desde el punto de vista occidental esto sería una contradicción. Desde el punto de vista zen es una consecuencia lógica del prohibicionismo.

Hablando de prohibicionismo, otro ejemplo de ello es el consumo de licor en los Estados Unidos. Durante mucho tiempo fue considerado ilegal y esto dio origen no solo a un consumo sostenido de alcohol, sino también a la existencia de mafias. A diferencia de lo que pensaban, cuando se legalizó el licor no aumentó el número de consumidores. De hecho, con el tiempo, hay más consumidores de “drogas prohibidas” que del propio alcohol.

Todos estos datos apunta a que la represión en sí misma no es un camino para gestionar esos deseos que podríamos llamar “inconvenientes”. El pensamiento zen, por el contrario, nos alienta a asumir esos pensamientos, sentimientos y deseos prohibidos, para comprenderlos. Piensan que esa es la mejor manera de eliminarlos. Algunos experimentos les dan la razón.

Un experimento con el deseo

El profesor Carey Morewedge, de la Universidad de Boston, llevó a cabo un estudio al respecto que resultó muy ilustrativo. Reunió a 200 personas que se declaraban amantes del chocolate. Estos voluntarios se dividieron en dos grupos. Al primer grupo se le pidió que se imaginaran a sí mismos comiendo 30 chocolates, uno por uno. Al segundo, se le solicitó que hiciera lo mismo, pero en lugar de fantasear con 30 chocolates, lo hicieran solamente con tres.

Los científicos dejaron frente a ambos grupos un tazón llenos de exquisitos chocolates. de todos los participantes. Se suponía que el grupo de los 30 chocolates iba a sentir un deseo mayor de comer chocolate, pues el pensamiento de hacerlo era más reiterativo. Tenían que pensarlo 30 veces. En cambio, el otro grupo solo tenía que pensarlo en tres ocasiones.

Occidente nos dice que al alimentar el pensamiento en torno a algo se alimenta el deseo de ese algo. Pues bien, el experimento comprobó todo lo contrario. Los que pensaron en los 30 chocolates no tomaron ninguno del tazón. En cambio los que pensaron solo en tres chocolates sí sintieron la necesidad de probar unos cuantos.
 
La represión del pensamiento

El director del experimento indicó que la principal conclusión era que cuando nos proponemos dejar de pensar en algo, ocurre lo contrario: pensamos más en ello. Si no queremos pensar en fantasmas, comenzaremos a ver fantasmas por todas partes. Así que la represión del pensamiento centra nuestra atención en ello.

Esto apunta a que si pensamos en hacer lo que deseamos a fondo, probablemente ese deseo va a perder su fuerza. Desarrollada la idea, lo cierto es que la podemos desarrollar a nuestro favor en momentos específicos. Querer “agredir a alguien” y “agredirle” es muy distinto. Así, según la lógica que hemos desarrollado, pensar en cómo agrediríamos a esa persona atenuaría el deseo de agredirla.

El cerebro falla -o acierta- ahí. No distingue lo real de lo imaginario. Es un “error” que nos puede ayudar en diferentes circunstancias. Cuando lo que deseamos hacer va en contra de nosotros mismos o de otros, nada mejor que hacer lo que deseamos con el pensamiento. Probablemente solo con esta sencilla acción mental el deseo perderá fuerza.

Edith Sánchez

viernes, septiembre 28, 2018

El cazador de sueños, una hermosa leyenda Lakota

La leyenda del cazador de sueños es originaria de la comunidad Lakota, una etnia que forma parte de los Sioux y habita en los márgenes del Río Missouri, en los Estados Unidos. Son los mismos que protagonizaron la famosa película Danza con lobos, una cinta que muestra parte de sus costumbres y sus rituales.

 
 
Los Lakota tenían una divinidad a la que llamaban Iktomi. Este era el dios de la máxima sabiduría, el que siempre llevaba enseñanzas esenciales para toda la comunidad. Creían que Iktomi a veces se presentaba en forma humana. Entonces, era un hombre alto, con la cara pintada de rojo y amarillo.

Sin embargo, la mayoría de las veces se presentaba a los indios en forma de araña. Era una araña muy sabia, que a veces pronunciaba palabras enigmáticas y otras veces se volvía muy bromista. Conocía muchas historias, algunas disparatadas, y de vez en cuando las compartía con los mortales. Precisamente fue Iktomi quien legó la leyenda del cazador de sueños a los Lakota.
“Cada uno de nosotros ha sido puesto en este tiempo y este lugar para decidir personalmente el futuro de la humanidad. ¿Creías que estabas aquí para algo menos importante?”.
-Arvol Looking Horse, jefe de la nación lakota-
 
Una montaña mágica

Se cuenta que hace muchos años, cuando el mundo todavía era joven, un anciano Lakota subió a una montaña y tuvo una fabulosa visión. En ella aparecía Iktomi, gran maestro del mundo, en forma de araña. Comenzó a hablar en un lenguaje sagrado, por ser el adecuado para referirse a asuntos importantes.

Mientras hablaba, Iktomi tomó una rama del sauce más viejo que había en el lugar y con ella hizo un aro. Luego, arrimó un poco de pelo de caballo, también bellas plumas de pájaros de colores, cuentas y otros objetos pequeños y hermosos. Cuando tuvo todo esto listo, comenzó a tejer.

Al mismo tiempo le decía al anciano que la vida es un ciclo. El inicio y el final siempre se encuentran. No avanzamos en línea recta como pudiera suponerse. En realidad, iniciamos un ciclo, solo para terminar en el comienzo de uno nuevo y así sucesivamente por siempre.

La vida y las edades del hombre

Cuenta la leyenda del cazador de sueños que Iktomi le dijo al anciano que las edades del hombre también eran ciclos. Comenzamos la vida siendo muy frágiles y dependientes. Poco a poco nos vamos haciendo más fuertes. Caminamos sobre nuestros propios pies, luego corremos y después nos hacemos adultos. Eso nos hace más capaces y libres.

Sin embargo, pronto nos convertimos en ancianos. Volvemos a transformarnos en seres frágiles que necesitan a los demás. Es entonces cuando se cierra el círculo final y viene la muerte. El final es similar al comienzo y el ciclo se repite una y otra vez con la vida de cada ser humano que llega a la tierra.

Iktomi seguía elaborando su tejido, dentro del aro de sauce, mientras el anciano Lakota lo escuchaba embelesado. La revelación le parecía extraordinaria. Había comprendido que no se avanza hacia adelante, sino hacia el final. Y que cada final es un comienzo también. Este es el sentido último del cazador de sueños.

El cazador de sueños

Iktomi prosiguió con sus enseñanzas. Le dijo al anciano que en cada etapa de la vida hay muchas fuerzas que actúan en diferentes direcciones. Unas son positivas y otras negativas. Esas fuerzas pueden alterar la armonía natural del destino. Por lo tanto, hay que prestarles mucha atención y saberlas identificar, ya que no siempre lo bueno parece bueno ni lo malo se ve como algo malo.

Iktomi tejía la tela de araña desde el exterior del aro de sauce hacia el interior. Sin embargo, en un momento dado se detuvo y dejó un hueco en el centro. Entonces le dijo al anciano que le regalaría ese tejido para que todo el pueblo Lakota aprendiera a hacer buen uso de sus sueños y visiones. Las buenas ideas y los buenos proyectos debían quedar atrapados en la telaraña. Los malos, debían irse por el agujero que estaba en el centro del tejido.

El anciano transmitió a los demás la leyenda del cazador de sueños. Desde entonces los Lakota emplean el tejido de Itkomi como la base que sostiene la construcción de su futuro. Los occidentales le llaman “atrapasueños”. Si se emplea bien, sirve para escudriñar los sueños y los ensueños, en busca de las verdades que han de guiar la vida.

Edith Sánchez

jueves, septiembre 27, 2018

Cómo cultivar tu mundo interior

Cultivar tu mundo interior es tan importante para tu bienestar como cuidar de tu salud física. Tus pensamientos, tus emociones, tus valores y tus actitudes tienen una influencia enorme sobre la forma en la que experimentas el mundo. Por eso, cada vez más personas han empezado a prestarle atención a esta parte tan fundamental de su vida.

 
 
Sin embargo, encontrar la manera de cultivar tu mundo interior puede ser complicado en ocasiones. Al fin y al cabo, cuando nacemos no venimos con un manual de instrucciones sobre cómo ser felices. Por eso, en este artículo descubrirás algunos pasos que puedes dar para trabajar este ámbito de manera efectiva.
 
Cultivar tu mundo interior: aspectos importantes

Para cuidar tu salud física, puedes empezar trabajando sobre tres pilares básicos: alimentación, ejercicio y descanso. De la misma manera, a nivel mental puedes centrar tu trabajo en:
  • Tus pensamientos y creencias.
  • Tus actitudes y valores.
  • Las emociones que sientes habitualmente.

A continuación estudiaremos cada uno de ellos en profundidad.

1- Tus pensamientos y creencias

El primer componente de tu mundo interior es la manera en la que piensas, tu diálogo interno. Desde hace miles de años, sabemos que la manera en la que nos sentimos en cada momento depende mucho de los mensajes que nos dediquemos, aquello sobre lo que depositemos nuestra atención mental. Por eso, para empezar a ser una persona más feliz es necesario que modifiques conscientemente la forma en que te hablas.

Quizás pienses que eres uno de esos individuos que no se dice nada a sí mismo. Pues bien, la realidad es que sí que lo haces, aunque sea sin darte cuenta. Sin embargo, aunque no seas consciente de tus pensamientos, estos tienen un efecto muy poderoso sobre tu estado de ánimo. Debido a ello, lo primero que tienes que hacer es identificar el tipo de mensajes con los que trabaja tu mente.

Una vez que hayas logrado identificar tus pensamientos, el segundo paso es cambiarlos por otros que te ayuden. Para esto, lo mejor es identificar tus creencias irracionales y tratar de transformarlas en ideas realistas y potenciadoras.

Por ejemplo, puede que te descubras a ti mismo pensando que no sirves para nada. Sin embargo, a poco que reflexiones sobre ello, te darás cuenta de que esto es una exageración. ¿En qué ámbitos eres realmente bueno? ¿Qué puedes conseguir si te esfuerzas lo suficiente? Este tipo de reflexiones te ayudarán a formar una autoestima más sólida y una visión más realista del mundo.
“Tanto si crees que puedes como si crees que no, estás en lo cierto”.
-Henry Ford-
 
2- Tus actitudes y valores

Lo segundo que necesitas para cultivar tu mundo interior es modificar tus actitudes y valores; es decir, la importancia que le das a cada aspecto de tu vida y lo que consideras importante para ti. Elegir con cuidado aquello que te parece valioso puede marcar totalmente la diferencia.

A continuación verás una lista de valores potenciadores y limitantes. Utilízala para darte cuenta de qué estás priorizando en tu vida, y de si hacerlo te está ayudando o perjudicando.
  • Tener siempre la razón. Para algunas personas, la necesidad de estar siempre en lo cierto es lo más importante. Por eso, no les importa pelearse con sus seres queridos o sentirse fatal con tal de que otros les escuchen y les den la razón. Por lo general, esto provoca mucha frustración e impide conseguir un bienestar continuado.
  • Evitar arriesgar. Muchos individuos viven sus vidas paralizados por el miedo. Para estas personas, la seguridad y la falta de riesgos es lo más importante; siempre que puedan, tratarán de no tener que enfrentarse a ningún tipo de incertidumbre. La mayoría de las veces, esto les lleva a no aprovechar la mayoría de las oportunidades que se les presentan.
  • Esforzarse al máximo. Algunas personas tienen claro que lo más importante de su vida es dar el 100% en todo lo que hacen. Esto suele llevarles a intentarlo, a enfrentarse a sus miedos y a lograr lo que se proponen; aunque por supuesto, el camino nunca está exento de dificultades.
  • Libertad. Para algunos, la capacidad de no depender de nadie y elegir en cada momento lo que hacer es lo más importante. Esto puede tener consecuencias tanto positivas como negativas. Lo cierto es que quienes eligen este valor por encima del resto tienden a tener vidas mucho más gratificantes.

3- Tus emociones

El último pilar a cuidar para cultivar tu mundo interior es la manera en que te sientes. Sin embargo, la mejor forma de trabajar en él tiende a ser indirecta. En lugar de intentar cambiar tus emociones directamente, es mucho más efectivo modificar tus pensamientos, tus valores y tu vida de una forma que te aporte la máxima felicidad.

Por supuesto, si tus sentimientos están descontrolados, puedes aprender algunas herramientas para tratar de gestionarlos. De esto precisamente se encargan la mayoría de las terapias psicológicas. Aún así, salvo en casos muy extremos, la preocupación por las emociones solo debe aparecer una vez que ya tengas bajo control los otros dos elementos de tu mundo interior.

Alejandro Rodríguez

miércoles, septiembre 26, 2018

Cómo superé el miedo al abandono

Superar el miedo al abandono y alcanzar la autosuficiencia emocional no es una tarea fácil. Sin embargo, puede conseguirse en cuanto nos convencemos de algo: de lo valiosos que somos. De lo importante, luminosos y fuertes que podemos llegar a ser sin necesidad de depender de nadie. En el momento en que somos capaces de darnos el amor que merecemos, todo cambia.

 
 
Hay personas que ya desde edades muy tempranas han tenido que enfrentarse a una de las experiencias más duras: el abandono. Sin embargo, no nos referimos solo al hecho de crecer con la ausencia de unos progenitores de referencia. En ocasiones, no hay dolor más evidente que el del abandono emocional. El contar con unos padres presentes pero eternamente ausentes que en ningún momento nutrieron emocionalmente ni conformaron las bases sólidas de un apego seguro y favorecedor.

La experiencia temprana del abandono deja huella. Al igual que lo hace esa impronta continuada de fracasos afectivos donde poco a poco, la persona desarrolla sensación de vergüenza, indefensión y angustia. La angustia de experimentar un sentimiento de pérdida crónica y continuada. De ese abandono que de algún modo, deja en nuestra mente mensajes o ideas como que nunca seremos amados, que la soledad es nuestro único refugio y de que nadie es digno de confianza.

El abandono continuado distorsiona la realidad y nuestros pensamientos. Ahora bien, hay un hecho que es necesario comprender. Sentir miedo a ser abandonados en algún momento por parte de las personas que amamos, entra dentro de lo comprensible (y más si ya lo hemos sufrido con anterioridad). Lo patológico es la ansiedad, es permitir que nos asalten pensamientos obsesivos ligados a la idea permanente de que vamos a ser abandonados una y otra vez.

Salir de estos estados es posible. Veamos cómo.
“El miedo es mi compañero más fiel, jamás me ha engañado para irse con otro”.
-Woody Allen-

Miedo al abandono, un temor primario

El miedo al abandono es como una cárcel. Es un espacio cerrado y asfixiante que boicotea todas nuestras relaciones. Ahora bien, lejos de torturarnos por experimentar esta realidad, comprender sus fundamentos nos puede ayudar a manejar mucho mejor estas situaciones. Para empezar, el miedo al abandono es un temor primario.

¿Qué significa esto? Básicamente que como especie, nada es tan importante para el ser humano y su desarrollo que el sentir desde una edad muy temprana que contamos con unas personas de referencia en las que apoyarnos. Progenitores o figuras que nos confieren afecto seguro, sensación de seguridad y confianza. Si falta esto ya desde el nacimiento y la primera infancia, nuestro cerebro siente un vacío abismal. Es entonces cuando somos más vulnerable a la hora desarrollar ciertos trastornos del ánimo.

Por ejemplo, en el Journal of Youth and Adolescence se publicó un interesante estudio llevado a cabo por el departamento de Psicología Universidad Estatal de Arizona, donde se demostró algo que sigue esta misma línea. Pudo verse que el miedo al abandono aparece sobre todo en personas que han experimentado la muerte de alguno de sus padres. Es un temor primario, algo de lo que no podemos desprendernos con facilidad.

Sin embargo, una vez aprendemos a enfrentar a esa angustia original, en cuanto sanamos esa herida, todo cambia. Al final, logramos salir de esa prisión habitada solo por necesidades, vacíos y heridas abiertas para vivir con mayor integridad.

Cómo superar el miedo al abandono

Experimentar de forma traumática uno o más abandonos nos hace pensar que no somos valiosos. A la baja autoestima se le añade no solo el temor de que eso vuelva a repetirse, aparece también la ansiedad y el no saber ya cómo manejar una nueva relación. Al final, terminamos creando dinámicas tóxicas donde necesitar en exceso a la otra persona, donde perdemos la autenticidad en nuestro afán por ser amados, ser nutridos y validados en nuestras carencias.

El amor que se basa de forma obsesiva en la necesidad vive del sufrimiento. Nadie merece vivir una situación así y por tanto, es necesario aprender a hacerlo: superar el miedo al abandono. Veamos por tanto algunas estrategias para lograrlo.
 
Autosuficiencia emocional para vencer el miedo al abandono
 
  • Acepta ese miedo como lo que es: algo normal. Algo que es innato en el ser humano pero que en tu caso, se vio intensificado por una experiencia pasada. Los miedos son naturales pero lo que no es permisible es que ellos tomen el control de nuestra vida.
  • Para superar el miedo al abandono debemos ser 100% responsables de nosotros mismos. Nadie tiene que salvarnos, nuestras parejas no están obligadas a ser responsables de nosotros ni a ser nuestros únicos suministradores emocionales. El amor que de verdad puede sanarnos es el amor propio. El amor incondicional por nosotros mismos.
  • Debemos cambiar el diálogo interno. Queda prohibido infravalorarnos, ya no es permisible dejar espacio a esa angustia que nos trae pensamientos como que vamos a ser nuevamente abandonados. Hay que cerrar el paso a la desconfianza en nuestra pareja, a pensar que no nos quieren, a que si hace esto o aquello es porque ya no le interesamos… Una mente en calma vive mejor, un enfoque relajado parte de la confianza, esa que traza relaciones más fuertes y significativas.
  • Debemos trabajar la autosuficiencia emocional. Este es un camino lento que exige saber observarnos e identificar necesidades. Cada uno de esos vacíos deben ser sanados por nosotros mismos. Es una responsabilidad personal que no debemos situar sobre hombros ajenos. Es nuestra y solo nuestra.

Para concluir señalar una vez más que este proceso de sanación no es algo sencillo. La marca del abandono, ya sea física o emocional suele dejar una impronta profunda y persistente. Es un sendero largo y tortuoso que a veces no podemos llevar a cabo por nosotros mismos.

Así, y en caso de percibir que ese miedo a ser constantemente dejados es algo recurrente y el origen de que no logremos relaciones sólidas y satisfactorias, no dudemos nunca en solicitar ayuda profesional.

Merecemos ser autosuficientes, merecemos liberarnos de las cadenas del miedo.

Valeria Sabater

martes, septiembre 25, 2018

Buscar fuera lo que hay dentro: una peligrosa costumbre

Muchas veces nos planteamos recorrer grandes caminos en búsqueda de lo que queremos; deseos o necesidades por los que pensamos que pasa nuestra felicidad. Entonces, nos sumergimos con gran entusiasmo en la búsqueda. Así, avanzamos con la esperanza de encontrar la solución a lo que nos sucede. Pero no nos damos cuenta de que lo que estamos haciendo es buscar fuera lo que hay dentro.

 
 
En la desesperación de encontrar lo que buscamos, no nos damos cuenta de que está más cerca de lo que creemos. Así, recorremos grandes distancias, pudiendo llegar a acumular una gran frustración, lo cual nos lleva a la angustia y al malestar.

Entonces, buscar fuera lo que hay dentro puede ser perjudicial para nuestra salud. Para evitarlo podemos optar por diferentes estrategias. Así, es precisamente a ellas a las que les vamos a dedicar este artículo.
“Buscar fuera lo que hay dentro, es emprender un viaje sin rumbo, es perdernos sin darnos cuenta de lo valioso que tenemos cerca”.
 
Por buscar fuera lo que hay dentro me desconozco

La tentación de buscar fuera lo que en un primer vistazo no vemos dentro puede ser muy grande. Tan grande como perversa. Entonces, dejamos de conocernos, pues estamos tan ocupados en buscar lo que hay fuera, que olvidamos lo que llevamos dentro. Es decir, lo que somos.

Entonces, nos desdibujamos y dejamos de identificarnos con lo que hacemos. Nos trasformamos en pura desesperación; una desesperación que no queremos incluir en nuestra definición. Es poco útil buscar fuera lo que ya en su día asimilamos y aprendimos. Eso que hicimos propio, precisamente para este momento.

Desconocernos nos lleva a alejarnos de lo que somos, y por lo tanto a alejarnos de nuestras metas y a desdibujar nuestros deseos, asumiendo sin crítica alguna las expectativas que los demás depositan en nosotros y juzgándonos por ellas.

Buscar fuera lo que hay dentro, ¿cómo cambiar esta inercia?

Buscar fuera lo que hay dentro también nos aleja de lo que más queremos. A veces creemos que la felicidad está en tener grandes cosas, y perdemos de vista los pequeños detalles. Valorar lo que tenemos nos ayuda, a descubrir los tesoros que están cerca.

Además, a veces vemos en el otro lo mejor y en nosotros lo peor, otra forma de buscar fuera lo que hay dentro. Nosotros también contamos con virtudes y es importante no sacarlas de nuestro campo atencional; de otra manera, seremos muy injustos cuando nos sentemos y hagamos balance. Por lo tanto, es fundamental no olvidarnos de lo que somos.

Existen algunas maneras de combatir la tendencia a buscar fuera lo que hay dentro. Observa:
  • No centrarnos en las opiniones de los demás. Lo que piensen los demás es valioso, pero hasta un punto. Muchas veces no es cierto y, si no les damos el tratamiento adecuado, puede terminar causándonos dolor.
  • Valorar los pequeños detalles. Darle valor a lo que poseemos es admitir que contamos con un gran tesoro. Esto nos ayuda a no perder la vista de lo que verdaderamente queremos.
  • Aprender de nosotros. Autoconocernos nos ayuda a aprender lo que queremos y cuál es nuestra felicidad verdadera. Así, podremos ir detrás de nuestras metas y no perder el tiempo en búsquedas estériles.
  • Apreciarnos. Significa darnos valor, poner cariño en cómo nos tratamos. Y, convencernos de que somos capaces de conseguir grandes cosas. Centrarnos en lo que son o tienen los demás, nos aleja de nosotros. Esto incrementa nuestro autoestima.

Buscar fuera lo que hay dentro no siempre es negativo. Por ello, si estamos atentos a lo que criticamos de los demás podremos ver reflejados elementos propios. Pues a veces proyectamos lo que nos sucede. Hablamos de un mecanismo de defensa.

Beneficios de no buscar fuera lo que hay dentro

Para transformar lo que somos, florecer y dejar de tapar nuestra luz, es importante dejar de buscar fuera. Dentro están nuestras cualidades, que nos servirán para enfrentar la vida, con sus obstáculos y virtudes. Ahora bien, dejar de buscar fuera lo que hay dentro trae beneficios, te mostramos algunos:
  • Armonía. Al estar en resonancia con lo que somos contamos con mayor tranquilidad. Así, estamos cerca de lo que queremos y emprendemos una búsqueda asertiva.
  • Autoconocimiento. Buscar dentro de nosotros hace que nos conozcamos más.
  • Asertividad. Al ver en nuestro interior, bajamos del pedestal a los demás, y dejamos los prejuicios, lo que nos lleva a contar con relaciones más sanas.

Cuando buscamos fuera lo que hay dentro, nos alejamos de nosotros, lo que nos lleva a que nuestra autoestima disminuya. Así, ponemos en riesgo nuestra salud mental. De hecho, Jose Antonio García Monge, profesor de la Universidad Pontificia Comillas, plantea en su comunicado que el autoestima es el sistema inmunitario de la vida psíquica.

Mirar hacia fuera de manera permanente, como actitud, nos condena a ser un barco sin rumbo. Para mantener la armonía nada mejor que utilizar todo el conocimiento que tenemos de nosotros, ya sea porque lo hemos conseguido nosotros o porque nos lo han proporcionado los demás y ha pasado nuestros filtros críticos.

María Alejandra Castro

lunes, septiembre 24, 2018

La evocadora historia del monje y el mercader

La historia del monje y el mercader nos habla de una humilde aldea en donde todos vivían en armonía, a pesar de que no había recursos en abundancia. Los habitantes eran de trato amable y reinaba un sentimiento de comunidad. En los alrededores había un monasterio donde habitaba una comunidad de monjes, siempre pendientes de las necesidades de sus vecinos.

 
 
En el templo sembraban trigo y ese año la cosecha fue buena. Por eso el maestro superior le pidió a uno de los monjes que reuniera una buena provisión del grano y lo llevara en la carreta a la aldea. Compartirían con todos el alimento, porque pensaban que solo compartiendo tenía alegría la abundancia.

El monje era muy obediente y solícito. Por eso acató la orden con el mayor esmero. Con sus propias manos reunió varios bultos de trigo. Los fue poniendo, uno a uno, sobre la carreta. Al final había una pila enorme, pero en lo único que pensaba el buen monje era en lo felices que haría a los habitantes del lugar.
“El único encanto del pasado consiste en que es el pasado”.
-Oscar Wilde-

El encuentro del monje y el mercader

Al día siguiente, muy temprano, el monje se levantó para llevar la carreta hasta el pueblo. Desde el comienzo la notó muy pesada, pero no le importó. Lo único en lo que pensaba era llevar la mayor cantidad de alimento. Así que ató bien los bultos y puso en el tiro a los tres caballos más fuertes.

Así emprendió el camino hacia el pueblo, que quedaba a cinco kilómetros. La mañana resplandecía hermosa y el monje viaja lleno de alegría pensando en lo bueno que portaba. Se emocionaba al imaginar las miradas de todas aquellas personas que lo necesitaban. Seguro que hacía tiempo que no tenían tanto alimento para todos. Pensaba en ello cuando de pronto algo asustó a los caballos. Sin saber en qué momento, la carreta se desbocó.

El monje intentó mantener el control, pero fue imposible. De pronto, la carreta se desprendió y comenzó a rodar colina abajo. Desgraciadamente por aquel lugar pasaba un mercader, que también se dirigía hacia el pueblo. El destino uniría al monje y el mercader para siempre.

El peso de una tragedia

Todo ocurrió muy rápido. El monje no supo cómo la carreta atropelló al mercader. Cuando le vio tirado en el piso y ensangrentado, solo atinó a correr desesperadamente para ir a auxiliarlo. Fue en vano. Cuando llegó al lugar, el mercader había muerto. Desde entonces, fue como si el monje y el mercader se hubieran convertido en una sola persona.

No pasó mucho tiempo hasta que vinieron algunos aldeanos a ayudarle. Él les entregó el trigo y volvió a su monasterio, con el alma completamente destrozada. A partir de ese día, veía el rostro del mercader en todas partes. Si dormía, soñaba con él. Al despertar, no podía pensar en otra cosa. La imagen del hombre muerto le perseguía.

Consultó entonces con su maestro. Este le dijo que no podía seguir viviendo así. Tenía que tomar la decisión de olvidar. El monje le dijo que era imposible. Se sentía culpable de esa muerte. Quizás si no hubiera llevado la carreta tan llena, habría podido mantener el control.

La enseñanza del monje y el mercader

La historia del monje y el mercader nos cuenta que las cosas permanecieron igual por varios meses. El monje no podía dejar de sentir un profundo remordimiento. Cuanto más pensaba en ello, más culpable se sentía. Al ver esto, el maestro tomó una decisión. Mandó llamar al monje y le repitió de nuevo que no podía vivir así.

Luego, le aconsejó quitarse la vida. El monje se sorprendió, pero después entendió que quizás era la única salida. Sin embargo, no tenía valor suficiente para hacerlo. El maestro entonces lo tranquilizó. Él mismo levantaría su espada contra el discípulo y le cortaría la cabeza. El monje, resignado, aceptó.

El maestro afiló bien la espada. Después le pidió al monje que se arrodillara y pusiera la cabeza sobre una piedra. Así lo hizo. El maestro levantó su brazo y entonces el monje comenzó a temblar. Sudaba frío. Sentía terror. Luego, el maestro lanzó el arma contra su cuello, pero se detuvo un milímetro antes de cortarle la cabeza.

El monje quedó paralizado. En ese momento el maestro le preguntó: “Durante estos últimos momentos, ¿has pensado en el mercader?”. El otro le respondió que no. En lo único que pudo pensar fue en la espada atravesando su cuello. El maestro dijo entonces: “Eso quiere decir que tu mente sí puede alejarse de ese mal recuerdo. Si lo lograste una vez, lo podrás lograr más veces”.

Edith Sánchez

domingo, septiembre 23, 2018

El camino para recuperar el amor propio luego de una ruptura amorosa

Una ruptura amorosa nos afecta emocional, física y psicológicamente. El impacto variará dependiendo de las condiciones y razones de la ruptura. En todo caso, hay ocasiones en las que resultamos tan lastimados que hasta nuestro amor propio se ve perturbado, al punto que a veces pareciera que lo hemos perdido. ¿Qué debemos hacer?, ¿cómo podemos recuperar nuestro amor propio luego de una ruptura amorosa?

 
 
Se terminó. Esa relación en la que habíamos puesto toda nuestra energía, ese amor que creíamos para toda la vida ya no está. Se fue a pesar de que hicimos una gran inversión emocional para mantener esa relación de pareja.

¿Habías convertido esa relación en el norte de tu vida?, ¿transigiste, aceptaste, soportaste agravios, incluso te humillaste, pero igual te dejo?
 
¿Por qué ya no me quiere?

Seamos claros. Si fueses una persona con autoestima, con suficiente amor propio, no te estarías haciendo esa pregunta. Si se terminó es normal que estés triste, pero si te sientes devastada, si crees que sin esa persona tu vida ha perdido el sentido, que ya no puedes ser feliz, es porque has estado en una relación destructiva.

No hay nada casual en este tipo de relación donde el apego es insano. Las personas que se involucran en relaciones toxicas, con parejas que no les valore y aprecie, usualmente es porque ellas mismas no se aprecian, no tienen una adecuada autovaloración.

Cuando terminamos una relación sentimos que nuestro mundo se acaba. ¡Claro que no es así! Los mejores consejos para que puedas continuar tu vida.

El resultado es un circulo vicioso de auto descalificación: No me quiero ni valoro y por supuesto me vinculo a quienes no pueden quererme y esto reafirma mi baja autoestima. Para estas personas una ruptura amorosa se convierte en una catástrofe.

Su ausencia nos confronta con nuestra falta de autoestima, si nos sentíamos poco e inseguros a su lado, ahora que nos dejó, nos sentimos peor. Es como si nuestra vida hubiera perdido el sentido porque esa persona ya no está con nosotros. Nuestra autoestima está minada. ¡Es hora de actuar!!
 
¿Qué debemos hacer para recuperar nuestro amor propio?

Reconocer que has estado en una relación destructiva


Te has desdibujado para complacer y vivir por y para el otro, anulándote como persona. Aceptarlo te libera y te permite empezar a cambiar.

Aunque te duela, acepta la ruptura


Se acabó, por tanto, toma medidas drásticas, no es momento para intentar ser amigos. Establece distancia, saca a esa persona de tu vida y recuerdos, eso incluye todas las redes sociales. Bloquéale, eso evitará la tentación de stalkearle.

Vive tu duelo


Llora a solas o con una persona amiga que te sepa escuchar sin juzgar, pero cuidado, vivir el duelo no significa hacerte la víctima, todo lo contrario, es momento de fortalezas y de mostrar fuerza de voluntad.

Sentir dolor no es igual a quedarse atada al sufrimiento


Aprende a cuidarte y a quererte. Involúcrate en actividades que te den bienestar. Haz ejercicios, camina por lugares al aire libre. Disfrutar de la naturaleza, te relajará y llenará de nuevas energías.

Escribe: la escritura suele ser terapéutica


¿Qué tal una carta para ti misma, donde te perdones los errores cometidos y te animes a emprender cambios para mejorar tu vida? Elabora una lista de tus fortalezas y virtudes. ¡Vamos! es momento de elogiarte, basta de criticarte. Si tú no te quieres, ¿cómo puedes aspirar que otros lo hagan?


Mantener la mente ocupada ayuda mucho

En la medida de lo posible, vuelve a tu rutina lo más pronto, a tus estudios, a tu trabajo y concéntrate en dar lo mejor de ti. Reconoce y prémiate cuando hagas algo bien

Dedica tiempo para ti

Haz planes y ponlos en práctica. Ve al gimnasio, inscríbete en un curso. Ve al cine o al teatro. ¡Complácete!, tienes tiempo para ti, úsalo para tu bienestar.

Mucho amor propio

Mírate en el espejo todos los días y elógiate. Endereza la espalda, alinea los hombros a tus orejas y saca el pecho, mira a las personas a los ojos. Descarta cualquier pensamiento auto descalificante. 
 
¡Piensa bien de ti!

Sobre todo, emplea estos momentos de soledad para aprender a estar contigo. Aprovecha el tiempo para cultivarte, leer buenos libros o tener un hobby. Busca la serenidad que trae la certeza de saber que eres la persona más importante de tu vida. 
 
Phrònesis

sábado, septiembre 22, 2018

Las principales teorías de la emoción

La emoción es una experiencia psicofisiológica compleja que experimentamos como resultado de nuestras interacciones con el entorno. En este artículos vamos a ver las principales teorías de la emoción, es decir, las diferentes formas que tiene la psicología de explicar esta experiencia.

 
 
Desde el punto de vista de la psicología, la emoción es un estado complejo de sentimientos que da como resultado cambios físicos y psicológicos que influyen en el pensamiento y el comportamiento. La emocionalidad se asocia con una variedad de fenómenos psicológicos que incluyen el temperamento, la personalidad, el estado de ánimo y la motivación .

Según David G. Meyers, profesor de psicología en Hope College en Michigan, Estados Unidos, y autor de casi una veintena de libros, la emoción humana implica “… excitación fisiológica, conductas expresivas y experiencia consciente”.

Hay emociones positivas y emociones negativas. Estas emociones se pueden relacionar con un objeto, un recuerdo, un pronóstico, etc. Algunas emociones tendrían una pre-programación innata y serían universales, como amor, cuidado, alegría, sorpresa, ira y el miedo. Estas son conocidas como emociones primarias. Las emociones secundarias son aquellas que aprendemos a través de nuestra experiencia, como el orgullo, ira, vergüenza, negligencia, simpatía y horror.

A continuación haremos un recorrido por las teorías de la emoción para comprender la evolución de este tipo de experiencias. Profundicemos.
 
Teorías de la emoción

Las emociones ejercen una fuerza muy poderosa sobre el comportamiento. Pero, ¿por qué tenemos emociones? ¿qué causa que tengamos estos sentimientos? Investigadores, filósofos y psicólogos han propuesto diferentes teorías de la emoción para explicar el cómo y el por qué de su existencia.

Las principales teorías de la emoción pueden agruparse en tres categorías:
  • Las teorías fisiológicas proponen que las respuestas dentro del cuerpo son responsables de las emociones.
  • Las teorías neurológicas argumentan que la actividad dentro del cerebro conduce a respuestas emocionales.
  • Las teorías cognitivas sugieren que los pensamientos y otras actividades mentales juegan un papel esencial en la formación de emociones.
 
Teoría evolutiva de la emoción

El enfoque evolutivo se centra en el entorno histórico en el que se desarrollaron las emociones. De acuerdo con la teoría evolutiva de la emoción, nuestras emociones existen porque mejoran nuestra adaptación. Así, por ejemplo, nos motivan a responder con rapidez a los estímulos en el entorno, lo que ayuda a mejorar nuestras posibilidades de éxito y supervivencia.

Fue Charles Darwin quien propuso que las emociones han sobrevivido a la evolución porque son adaptativas y permiten a los humanos y animales sobrevivir y reproducirse. Los sentimientos de amor y afecto llevan a las personas a buscar pareja y reproducirse. Los sentimientos de miedo obligan a las personas a luchar o huir de la fuente del peligro.

Identificar y comprender las emociones de los demás también juega un papel crucial en la seguridad y la supervivencia. Al poder interpretar correctamente las manifestaciones emocionales de otras personas podemos, por ejemplo, responder antes y mejor al peligro.
 
La teoría de la emoción James-Lange

La teoría de la emoción de James-Lange fue propuesta de manera independiente por William James y Carl Lange. La teoría de la emoción de James-Lange sugiere que las emociones ocurren como resultado de reacciones fisiológicas a los eventos.

Así, a medida que experimentamos diferentes eventos, nuestro sistema nervioso desarrolla reacciones físicas a estos eventos. La reacción emocional dependería de cómo se interpretasen esas reacciones físicas. Los ejemplos de estas reacciones incluyen un aumento en la frecuencia cardíaca, temblores, malestar estomacal, etc. Estas reacciones físicas, a su vez, generan otras reacciones emocionales, como ira, miedo y tristeza.
 
La teoría de la emoción de Cannon-Bard

La teoría de la emoción de Cannon-Bard fue desarrollada por los fisiólogos Walter Cannon y Philip Bard. Walter Cannon no estuvo de acuerdo con la teoría de la emoción de James-Lange en varios aspectos.

Cannon sugirió que las personas pueden experimentar reacciones fisiológicas vinculadas a las emociones sin sentir realmente esas emociones. También sugirió que las respuestas emocionales ocurren demasiado rápido para que sean simplemente productos de estados físicos.

Cannon primero propuso su teoría en la década de 1920 y su trabajo fue ampliado posteriormente por el fisiólogo Philip Bard durante la década de 1930. De acuerdo con la teoría de la emoción de Cannon-Bard, sentimos las emociones y experimentamos las reacciones fisiológicas como sudar, temblar y tensión muscular simultáneamente.

Más específicamente, la teoría de la emoción de Cannon-Bard sugiere que las emociones se producen cuando el tálamo envía un mensaje al cerebro en respuesta a un estímulo, lo que resulta en una reacción fisiológica. Al mismo tiempo, el cerebro también recibe señales que activan la experiencia emocional. La teoría de Cannon y Bard sugiere que la experiencia física y psicológica de la emoción ocurre al mismo tiempo y que una no causa la otra.

Teoría de Schachter-Singer

La teoría de la emoción de Schachter-Singer fue desarrollada por Stanley Schachter y Jerome E. Singer. Según esta teoría, el elemento de razonamiento juega un papel importante en la forma en que experimentamos las emociones.

La teoría de Schachter y Singer se basa tanto en la teoría de James-Lange como en la teoría de la emoción de Cannon-Bard. Al igual que la teoría de James-Lange, la teoría de Schachter-Singer propone que las personas deducen emociones basándose en respuestas fisiológicas. El factor crítico serían la situación y la interpretación que las personas hacen de esas respuestas.

La teoría de Schachter-Singer sugiere que, cuando un evento causa excitación fisiológica, tratamos de encontrar una razón para esta excitación. Luego experimentamos y etiquetamos la emoción. Al igual que la teoría de Cannon-Bard, la teoría de Schachter-Singer también sugiere que respuestas fisiológicas similares pueden producir emociones distintas.
 
Teoría de la evaluación cognitiva

Según las teorías de evaluación de la emoción, el pensamiento debe ocurrir primero antes de experimentar la emoción. Richard Lazarus fue un pionero en esta área de la emoción. Es por eso que esta teoría a menudo se conoce como la teoría de la emoción de Lazarus.

De acuerdo con esta teoría, la secuencia de eventos implica primero un estímulo, seguido por el pensamiento que luego conduce a la experiencia simultánea de una respuesta fisiológica y la emoción. Por ejemplo, si encuentras un oso en el bosque, puedes comenzar a pensar inmediatamente que estás en gran peligro. Esto lleva a la experiencia emocional del miedo y las reacciones físicas asociadas con la respuesta de lucha o huida .
 
Teoría de la emoción de retroalimentación facial

La teoría de la retroalimentación facial establece que el movimiento facial puede influir en la experiencia emocional. Los partidarios de esta teoría sugieren que las emociones están directamente relacionadas con los cambios en los músculos faciales.

Por ejemplo, una persona podría mejorar su estado de ánimo sonriendo. Igual que podría empeorarlo si frunce el ceño. Es decir, el corolario más sorprendente de esta teoría es ese que nos dice que podríamos generar emociones dibujando en nuestro rostro, de manera voluntaria, algunas de sus expresiones más características.

Charles Darwin fue uno de los primeros en sugerir que los cambios fisiológicos causados ​​por una emoción tuvieron un impacto directo en lugar de ser solo la consecuencia de esa emoción. Siguiendo con esta idea, William James propuso que, contrariamente a la creencia común, la conciencia de los cambios corporales activados por un estímulo es la emoción. Así, si no se sienten cambios corporales, solo habría un pensamiento intelectual, desprovisto de calidez emocional.

Eva Maria Rodríguez

viernes, septiembre 21, 2018

Los 7 tipos de depresión

Podemos considerar que existen 7 tipos de depresión según la psiquiatría, tomando de referencia el Manual estadístico y diagnóstico de enfermedades mentales, DSM V. Esta clasificación, por supuesto, debe entenderse como flexible y actualizable. En muchos casos, los investigadores solo reúnen un conjunto de rasgos sobresalientes, pero no pueden abarcarlos todos.

 
 
Una de las principales dificultades de la psiquiatría tiene que ver con los diagnósticos. Estos tienen un alto grado de subjetividad, pues dependen de la interpretación que el psiquiatra haga de los síntomas de una persona. Este obstáculo se incrementa si se tiene en cuenta que hay varios tipos de depresión según la psiquiatría.

Dicho lo anterior, en este terreno siempre debe tomarse un diagnóstico como provisional, que puede estar sujeto a ajustes posteriores. Es con la observación y el seguimiento de cada caso como se puede establecer un diagnóstico de manera definitiva. Conviene, de cualquier forma, conocer cuáles son los tipos de depresión según la psiquiatría.
“El más terrible de todos los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza muerta”.
-Federico García Lorca-
 
1. Trastorno depresivo mayor

Es la modalidad típica de depresión. La depresión como trastorno en estricto sentido. También es la forma de esta enfermedad que concentra mayor número de síntomas. Su principal característica es que la persona muestra una apatía extrema frente al mundo y a la vida.

En los casos más graves, este tipo de depresión conduce a lo que se llama “estupor depresivo”. En ese caso la inactividad se apodera casi totalmente de la persona hasta el punto en que puede dejar de comer. En algunos casos el trastorno depresivo mayor se acompaña de delirios.

2. Distimia, uno de los tipos de depresión según la psiquiatría

A la distimia también se le conoce con el nombre de trastorno depresivo persistente. Es similar al trastorno depresivo mayor, pero los síntomas resultan menos severos. Sin embargo, persiste la apatía, la desesperanza y el sentimiento de melancolía.

Todos estos síntomas son crónicos: se mantienen durante largos periodos de tiempo sin que haya una mejoría. A veces se estabilizan, pero también es posible que se agudicen y conduzcan a una depresión más profunda.
 
3. Trastorno ansioso-depresivo

Este es otro de los tipos de depresión según la psiquiatría que está presente en un importante número de pacientes. Su principal característica es que en él se mezclan episodios de depresión con episodios de ansiedad.

En general, los síntomas son moderados. Ni la depresión conduce a estados de extrema pasividad y renuncia ni la ansiedad produce crisis severas. Sin embargo, se mantiene en el tiempo y a veces la persona piensa que esa es simplemente su “forma de ser”.
 
4. Depresión atípica

También se le llama depresión con características atípicas. La principal diferencia con la depresión mayor es que en la depresión atípica el estado de ánimo puede mejorar ante la ocurrencia de hechos que la persona valora como positivos.

Así mismo, en este tipo de depresión es usual que haya más apetito y más horas de sueño de lo normal. Quienes la padecen suelen decir que experimentan pesadez en brazos y piernas y que se sienten rechazados por los demás.

5. Trastorno afectivo estacional

Como el nombre lo indica, la principal característica del trastorno afectivo estacional es que este se activa y se desactiva con el paso de las estaciones. Lo usual es que comience a finales de otoño o inicios de invierno y que desaparezca durante los meses de primavera y verano.

El cambio entre una etapa y la otra es muy brusco. Aparece una somnolencia excesiva, una sensación de fatiga constante y los hidratos de carbono ganan en atractivo. También, por supuesto, hay melancolía, apatía y desgano para realizar cualquier actividad.
 
6. Trastorno bipolar

El trastorno bipolar es semejante al trastorno ansioso-depresivo, pero en este caso los síntomas sí son muy severos. Las etapas de depresión presentan un deterioro grave en el estado de ánimo, con todas las características necesarias para el diagnóstico de la depresión mayor.

A su vez, los episodios de ansiedad son catalogados como maniáticos o de manía. En ellos, básicamente hay una aceleración en la velocidad del pensamiento, euforia, hiperactividad, dificultad para dormir, irritabilidad y tendencia a los actos compulsivos.
 
7. Ciclotimia

Lo más característico de la ciclotimia es la inestabilidad en el estado de ánimo. Es similar al trastorno bipolar y al trastorno ansioso-depresivo, con dos diferencias fundamentales. La primera, que los síntomas son más suaves. La segunda, que también hay etapas de “normalidad”.

Los cambios en la ciclotimia muchas veces pasan desapercibidos. La persona se torna un poco más triste o un poco más maniática, sin que esto llegue a ser muy marcado. Todo esto puede ocurrir en un lapso muy corto, de una semana o menos.

Como se ve, los tipos de depresión según la psiquiatría tienen características comunes entre sí, pero también diferencias. De ahí la dificultad que muchas veces entraña una evaluación y un diagnóstico.

Edith Sánchez

jueves, septiembre 20, 2018

Causas ocultas detrás de la pereza que debes conocer

¿Qué hay detrás de la pereza? Aunque muchos no lo crean, esta dimensión puede esconder la sombra de una depresión, el rumor de los miedos, el peso del estrés o incluso la presión de una sociedad que ensalza en exceso el esfuerzo y el logro de objetivos… Así, podríamos decir, sin duda, que estamos ante una dimensión con grandes condicionantes psicológicos que debemos conocer.

 
 
Basta hacer una mínima búsqueda en la red para ver la gran cantidad de artículos relacionados con la pereza. Ahora bien, la mayoría de ellos tienen un mismo enfoque, una misma finalidad: la obligación de vencerla.

Nos ofrecen decenas de estrategias para desprendernos de esa realidad tan común, como quien se quita un vestido viejo o una incómoda costra. Sin embargo, rara vez nos invitan a entender que detrás de la pereza pueden existir procesos latentes y hechos, descuidados.

Por otro lado, expertos en el tema, como el doctor Nando Pelusi, psicólogo evolutivo y terapeuta racional-emotivo, nos explican algo muy interesante al respecto. Nuestra especie ha tendido a ahorrar energía. Es decir, la pereza, o más bien esa inmovilidad que a veces nos caracteriza, es algo que hemos heredado de nuestros antepasados.

Cuando los recursos eran escasos e inseguros, tendíamos a guardar fuerzas con el pensamiento de que las podíamos necesitar en cualquier momento. Quizá, en el mismo sentido, el abrazo de la pereza se deba a que percibimos también cierta inseguridad a nuestro alrededor y necesitamos de un tiempo de introspección y quietud para guardar energías y reflexionar.

Ahora bien, tal y como señala el doctor Pelusi, está en nuestros genes esa capacidad para reaccionar, luchar y buscar soluciones a problemas en terrenos que no hemos transitado. La pereza, por tanto, tiene (en gran parte de los casos) su razón de ser y su finalidad. En este sentido, entenderla, saber qué hay detrás de ella nos puede facilitar la vida en muchos aspectos.
“Sabemos lo que somos, no lo que podemos ser”.
–Hamlet, William Shakespeare-

Factores detrás de la pereza

Lo que hay detrás de la pereza no es siempre debilidad. Tampoco es ociosidad, dilación o procrastinación. En ocasiones, tendemos a confundir términos y es necesario separar una cosa de otra.

Por ejemplo, sabemos que la pereza y la persona que procrastina tienen un elemento en común: la baja motivación. Sin embargo, el procrastinador sí tiene la intención o la idea de emplearse en la tarea.

En cambio, la persona caracterizada por la pereza no siempre se ve con fuerzas para llegar a cumplir sus objetivos. Por tanto, es en esos casos cuando sería necesario saber qué hay detrás de ese estado. Veamos las causas más frecuentes.
La pereza como máscara del miedo

La pereza simula a esa cama mullida y confortable de la que huir de la realidad. Nos abandonamos a ella cuando en nuestro día a día nos acompañan de la mano excesivos miedos. Miedo a no llegar cumplir aquello que nos habíamos propuesto, miedo a fallar, temor a no ser lo que otros esperan, angustia por tener que enfrentarnos a eso que no controlamos…

Al poco terminamos haciéndolo: lo dejamos todo para mañana o mejor, para cuando me vea con más ánimos. Sin embargo, ese mañana nunca llega porque los miedos ya colapsan toda nuestro mundo.

La pereza como síntoma de la depresión

La depresión no siempre es fácil de detectar para quien la sufre. En gran parte de los casos se camufla tras el agotamiento, la apatía y ese desánimo que todo lo engulle en su agujero negro.

De este modo, estudios como el llevado a cabo en la Universidad de Medicina de Harvard y publicado en la revista Clinical Neuroscience nos revelan precisamente que la pereza es un síntoma recurrente en gran parte de los pacientes depresión. Por tanto, no descuidemos nunca esa realidad, sobre todo si va acompañada de síntomas psicológicos como la desesperanza, la negatividad y los pensamientos fatalistas.
 
Causas biológicas

Detrás de la pereza pueden existir condiciones médicas que es necesario clarificar. Así, ante estados de cansancio prolongado, de agotamiento y desánimo, siempre es conveniente realizar una serie de pruebas clínicas diagnósticas. No podemos dejar de lado que cualquier alteración en la glándula tiroides, así como la diabetes, la anemia, la apnea del sueño, las enfermedades cardíacas o incluso la fibromialgia pueden explicar esta realidad.
 
Detrás de la pereza hay falta de propósitos reales

Los propósitos forman parte de nuestra definición vital. Así, quien se halla falto de metas, decepcionado por ciertas experiencias o afectado ante una realidad que considera demasiado compleja o adversa, experimentará un claro desánimo. Es más, esa falta de ilusión nos aboca con frecuencia hacia esa pereza donde la quietud es un refugio seguro donde estar en calma.

De algún modo, todos hemos pasado por estas épocas puntuales. Es más, muchos de nuestros adolescentes pueden experimentar esa sensación y traducirla en un aislamiento donde pasar horas en sus habitaciones bajo el caparazón de la pereza. Es un proceso conocido que terminará en el momento en que encuentren un propósito personal.

Estudios, como el publicado en la revista Lancet y llevado a cabo por el Instituto de Epidemiología del University College London, nos señalan que el bienestar y la felicidad se relacionan precisamente con tener un propósito, con darle un significado a la vida.

Por tanto, si detrás de la pereza está efectivamente el vacío de unas metas, de esa confianza ante el futuro y la ilusión por un presente, es momento de buscar aquello que nos motive, que nos dé alegría, esperanza y una finalidad.

Para concluir, tal vez sería buen momento para retirar el estigma comúnmente asociado a la pereza. Está claro que siempre existirán perfiles caracterizados por la desidia voluntaria, por esa inactividad manifiesta y hasta molesta. No obstante, hay algo que demanda nuestra reflexión: cuando nos abraza la pereza nos acompaña también el malestar y esa apatía incómoda que no podemos definir.

Aprendamos, por tanto, a entender qué hay en la trastienda de ese estado. Hurguemos en ella, busquemos y entendamos. No aplacemos esa molestia de hoy para mañana, porque si hay algo que sabemos sobre la pereza es que cuanto más tardemos en enfrentarnos a ella, más desgastados nos sentiremos.

Valeria Sabater

miércoles, septiembre 19, 2018

El miedo a dar el salto

El miedo existe como emoción porque nos es útil. Es una emoción que nos acompaña desde que nacemos para asegurar nuestra supervivencia en contextos reales.

 
 
Sin embargo, hoy no residimos en medio de un bosque junto con otros potenciales depredadores. En realidad, buena parte de los elementos que nos generan miedo en la actualidad no constituyen una amenaza o, al menos, una amenaza de la que podamos escapar corriendo. Hoy hablaremos de uno de estos miedos familiares: el miedo a dar el salto.

Como bien dice María Dolores Pérez en su estudio El miedo y sus trastornos en la infancia. Prevención e intervención educativa “el miedo es una respuesta normal ante peligros o amenazas reales, que puede convertirse en desadaptativo cuando ocurre en situaciones que han dejado de ser peligrosas, aunque lo hubieran sido en el pasado”.

Por lo tanto, el miedo se vuelve desadaptativo cuando, en lugar de “salvarnos” de una situación potencialmente peligrosa, nos bloquea en circunstancias en las que no hay nada que temer. Pensemos en quienes tienen miedo a hablar en público. ¿Está su vida en peligro? ¿Corren algún riesgo de morir? La verdad es que no, sin embargo, su cuerpo reacciona.
 
Cuando el miedo nos impide crecer

Es natural tener miedos desadaptativos como los ya mencionados. Aunque existen muchos otros como perder el dinero, a la pareja o el estatus social. Todos ellos, no son miedos que escondan una amenaza real o al menos una amenaza correlativa a la intensidad de la emoción que nos producen.

El miedo a dar el salto es uno de esos miedos que solo existen en nuestra mente y nunca llegan a hacerse realidad. Pero es tan incapacitante que provoca que en lugar de participar de la vida que queremos y, así crecer, nos estanquemos notando cómo nos vamos apagando a medida que pasa el tiempo.

El miedo a dar el salto en ocasiones está fuertemente influenciado por lo que nuestro entorno espera de nosotros. Imaginemos que lo que esperan los demás es que adquiramos una residencia fija, pero nunca lo hacemos porque en realidad lo que queremos es comprar una furgoneta y recorrer el mundo. Debido a esto, puede que estemos siempre sumergidos en la duda, con el pie levantado pero sin atrevernos a dar el paso.
“Porque nadie puede saber por ti. Nadie puede crecer por ti. Nadie puede buscar por ti. Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer. La existencia no admite representantes”.
-Jorge Bucay-

¿Vives tu vida o la que los demás han diseñado para ti?

En las consultas de psicología muchas veces los profesionales se encuentran con personas a las que les han ido marcando uno a uno todos los pasos que han dado. Estudiar una carrera determinada, encontrar una pareja y un trabajo estables, tener hijos… Pero ¿y si sus aspiraciones iban por otro lado?

Además, esto, en muchos casos, se produce de manera sutil. No es que nos digan “tienes que hacer esto”, sino que nosotros mismos nos vamos orientando hacia un lado u otro en función de cómo los demás nos miran.

Así, puede que deseemos emprender otros estudios o buscar un trabajo alternativo al que tenemos, sin embargo los demás nos admiran por lo que estudiamos o por la labor que hacemos en nuestro trabajo. Son estos los motivos que hacen de eco y los que mediatizan nuestra decisión..
 
Arriesgarse o estancarse

Frente al miedo a dar el salto, solo tenemos dos opciones: arriesgarnos o estancarnos. Si nos arriesgamos a salir del hogar de nuestros padres quizás ya no tengamos tanto contacto como antes. Si cambiamos de trabajo, tal vez, al final ese nuevo trabajo no nos guste.

No obstante, todo esto nos permitirá aprender y salir de nuestra zona de confort. En caso de no hacerlo rumiaremos constantemente sobre ese “y si…” tan doloroso y tan incapacitante que nos impedirá crecer, experimentar y, en definitiva, vivir. Pero como bien dijo Voltaire:
“El que vive prudentemente, vive tristemente”.

La sensación de bloqueo no deja de ser más que una ilusión pues, en realidad, hay menos obstáculos de los que vemos. Esto no quiere decir que no tengamos limitaciones o problemas reales, pero siempre podemos adaptarlos para avanzar.

En caso de no intentarlo, la ansiedad empezará a estar cada vez más presente, haciendo que aumente la sensación de no tener ninguna dirección hacia la que dirigirnos. Aunque esto no sea cierto.

Raquel Lemos Rodríguez

martes, septiembre 18, 2018

7 célebres frases de Erik Erikson

Erik Erikson trabajó como maestro. Sin embargo, tras conocer a Anna Freud inició sus estudios en el Instituto Analítico de Viena especializándose en psicoanálisis infantil. Uno de sus grandes trabajos fue la teoría del desarrollo psicosocial que se basó en las etapas del desarrollo psicosexual de Sigmund Freud. Por esto, también se le conoce como el “psicólogo freudiano”. Aunque en este artículo no profundizaremos sobre esto, sí descubriremos algunas frases de Erik Erikson que merecen ser conocidas.

 
 
Los estudios que realizó Erik Erikson fueron de gran relevancia, además las frases que nos dejó son un reflejo de su pasión por su trabajo como maestro y psicoanalista infantil como de la manera en la que pensaba. A continuación, vamos a ver algunas y a reflexionar sobre ellas.

1. Miedos que se heredan
“Los niños sanos no temerán a la vida si sus mayores tienen la suficiente integridad para no temer a la muerte”.

Esta primera de las célebres frases de Erik Erikson hace referencia a un aspecto muy importante: los miedos. Al igual que el modelo educativo que elijan los padres repercutirá positiva o negativamente en los hijos, lo mismo ocurre con aquellos temores que puedan tener y que, de manera inevitable, percibirán los más pequeños.

Por eso es tan importante afrontar los propios miedos en lugar de “tratar de taparlos” y, lo que es peor, inocularlos en los propios hijos, que los asumirán como propios cuando su capacidad para gestionarlos es mucho menor que la nuestra como adultos.

2. Aceptar nuestras victorias y nuestras derrotas
“El niño se convierte en adulto no cuando se percata de que tiene el derecho de estar en lo cierto, sino cuando se da cuenta de que tiene el derecho a estar equivocado también”.

Esta frase refleja una gran enseñanza que Erik Erikson nos intenta trasmitir: saber perder y saber ganar. A medida que crecemos, nos damos cuenta de cómo, cuando triunfamos, las personas a nuestro alrededor nos alaban, pero cuando fracasamos, algunas nos dan la espalda o, incluso, nos dicen aquello de “te lo dije”.

Esto les ocurre a muchos niños cuando no son capaces de aprobar una asignatura sin ayuda, por ejemplo, o cuando el deporte preferido por uno de sus padres no se les da nada bien. Juzgarnos de manera amable y con un punto de bondad es una de las habilidades que nos hace adultos más estables. 

3. La responsabilidad de los padres
“Lleva mucho tiempo educar a nuestros hijos para ser buenos; tienes que criarlos, y eso significa hacer cosas con ellos: preguntar, contar, sondear experimentar a través de la experiencia, de tus propias palabras, de tu manera de unirlas. Tienes que aprender dónde estás parado y asegurarte de que tus hijos aprenden de ti, entienden el por qué, y pronto, estarán parados juntos a ti, contigo”.

La tercera de las frases de Erik Erikson aborda un tema fundamental en la crianza: la responsabilidad que los padres tienen en el momento de educar a sus hijos. La educación exige atención, estar ahí, jugar y vivir experiencias con ellos.

Si somos padres ausentes, nuestros hijos no aprenderán de nosotros y no podremos exigirles nada. Si no hacemos cosas con ellos y vivimos experiencias, no llegarán a interiorizar aquello que esperamos. Las palabras no sirven de nada si no van acompañadas de actos. Los niños necesitan a sus padres como figuras presentes.

4. Todo termina cambiando
“Cuando sigues tu desarrollo, tu comportamiento se ve afectado”.

Nunca dejamos de crecer, pues cada etapa de la vida es todo un reto. En muchos casos, sin haber terminado de disfrutar de la infancia, de repente llega la adolescencia para forzarnos a cambiar. Esto se refleja en nuestra manera de comportarnos y, también, en cómo vamos construyendo nuestro “yo”, quiénes somos en realidad.

Aunque nos atemoricen los cambios, en realidad estos nos están permitiendo crecer. Además, nada podemos hacer ante ellos, pues las experiencias nos van marcando y vamos cambiando debido a ellas. Todo esto nos enriquece. 

5. Los destructivos elogios vacíos
“Los niños no pueden ser engañados por elogios vacíos y estímulos condescendientes. Puede que tengan que aceptar reforzar artificialmente su autoestima en lugar de algo mejor, pero lo que yo llamo su creciente identidad egoísta adquiere verdadera fuerza solo a partir del reconocimiento sincero y consistente del logro real, es decir, el logro que tiene significado en su cultura”.

Esta quinta de las célebres frases de Erik Erikson habla sobre los elogios vacíos. Esos “muy bien” que se dicen en casi cualquier circunstancia y que, debido a su frecuencia, terminan perdiendo todo su valor. El problema de este tipo de elogios es que los niños pueden hacer cualquier cosa por conseguirlos, minimizando la verdadera motivación: hacer las cosas bien.

Esto puede generar una gran frustración cuando esos elogios, fáciles de obtener dentro del núcleo familiar, no están tan presentes en el trabajo, con los amigos o en la escuela. Está bien elogiar, pero según Erik Erikson esto debería hacerse con mesura. 

6. La libertad de los jóvenes
“Los adolescentes necesitan libertad para elegir, pero no tanta libertad que, al final, no puedan elegir”.

Esta frase de Erik Erikson es muy reveladora. Pues si bien es cierto que son necesarios los límites y determinadas prohibiciones, también es necesario que los más jóvenes tengan la libertad de elegir.

Erik Erikson está hablando de un equilibrio entre los límites y la libertad. Pues todo en exceso es negativo y demasiada libertad puede hacer que los adolescentes no sepan lo que es elegir, algo que es vital.

7. El sentido de la identidad
“En la jungla social de la existencia humana, no hay sensación de estar vivo sin un sentido de la identidad”.

En esta de las últimas frases de Erik Erikson se menciona a la identidad que se va construyendo desde que somos pequeños. La inseguridad, en este sentido, da forma a esa sensación de estar perdidos que todos hemos experimentado alguna vez. Por ejemplo, según el psicólogo Miguel Molla, los jóvenes con dudas profundas en su identidad son más vulnerables o propensos a caer en una adicción.

Erik Erikson continuó escribiendo e investigando incluso después de su jubilación. Hasta ese punto llegó la pasión que sentía por lo que hacía, algo que se refleja en cada una de las frases que hemos recogido. Todas ellas nos enseñan algo que, quizás, desconocíamos/olvidamos. ¿Con cuál de las frases de Erik Erikson te quedarías?

Raquel Lemos Rodríguez

lunes, septiembre 17, 2018

El elefante que perdió su anillo de bodas, una historia para pensar

Esta es una antigua historia que tiene miles de versiones y se ha narrado de generación en generación. Es una historia para pensar. Nos habla de un remoto lugar de la selva en donde habitaba un joven y hermoso elefante, que estaba en edad de casarse.

 
 
Aún no había encontrado una elefanta que le robara el corazón. Sin embargo, una tarde cualquiera, vio a lo lejos un rebaño de elefantes que se acercaba a donde estaba junto con su familia. Dentro del rebaño había una bella elefanta de la que se quedó prendada.

Los dos rebaños se unieron y el elefante comenzó a caminar junto a ella. Empezaron a conversar y pronto se dieron cuenta de que tenían mucho en común. Y así, con el paso de los días, ambos se enamoraron perdidamente. En apenas unos pocos meses le dijeron a los demás que habían tomado la decisión de casarse.

“Jamás desesperes, aun estando en las más sombrías aflicciones, pues de las nubes negras cae agua limpia y fecundante”.
-Miguel de Unamuno-

Una boda soñada

Según nos cuenta esta historia para pensar, los dos rebaños de elefantes se sintieron muy felices. Hacía mucho tiempo que no celebraban una boda y los enamorados hacían una pareja maravillosa. Algunas de las elefantas mayores se emplearon en que los novios tuvieran un hermoso ajuar de bodas. Otras se dispusieron a diseñar el menú para el evento del año.

Los elefantes machos, por su parte, no tardaron en disponerse a construir un gran salón. Allí se haría la boda y el baile reglamentario. Todos asistirían y sería un evento inolvidable. Por aquellos días todo era alegría y el ánimo festivo presidía el de todos los elefantes.

En un abrir y cerrar de ojos, comenzó a aproximarse el día de la boda. El elefante enamorado encargó las alianzas a un amigo suyo, que por otra parte era un excelente joyero. El anillo de bodas fue hecho pacientemente y al final quedó precioso.

Un anillo y una historia para pensar

Faltaba solo un día para la boda cuando el elefante enamorado recibió la noticia de que los anillos estaban listos. Más se demoró la noticia en llegar a sus orejas que él en ponerse en marcha hacia la joyería de su amigo. Le invadía la curiosidad. Esperaba que todo hubiera quedado perfecto.

Nos cuenta esta historia para pensar, que cuando el elefante enamorado vio los anillos, quedó embelesado. Felicitó a su amigo por tan excelente obra de arte. Contento, cargó con los anillos en la trompa y se dispuso a volver a su casa. Ya solamente le faltaba el traje para la ceremonia. Pensaba en eso cuando estaba junto al arroyo.

Tan distraído estaba el elefante que no se fijó en una enorme piedra que había en el camino. Sin saber a qué hora, tropezó y cayó dentro del arroyo. Ocurrió tan de repente que el elefante enamorado solo alcanzó a luchar por incorporarse. Lo logró. Sin embargo, miró hacia su trompa y se dio cuenta de que había perdido uno de los anillos de bodas.

Una pérdida y un hallazgo

El elefante enamorado cayó en la desesperación. Comenzó a correr paralelo al arroyo en busca del anillo perdido. Escarbaba allí y escarbaba allá, pero todo era inútil. Un objeto tan pequeño era muy difícil de encontrar. Cuanto más exploraba en el arroyo, más perdida parecía la joya y más desesperación se dibujaba en el semblante de nuestro elefante.

Un búho, curioso, había observado parte de la escena. “¡Cálmate!”, le dijo. Pero nuestra historia para pensar cuenta que la ansiedad del elefante creció al escuchar la orden. Pensó que el búho no entendía su premura. La boda iba a celebrarse en solo un día y ya no había tiempo para hacer un nuevo anillo. ¿Qué pensaría la novia? ¿Qué pensarían todos? Eso era lo que pasaba por la cabeza del elefante enamorado mientras seguía revolviendo el arroyo.

Entonces el búho dijo: “Escúchame: quédate quieto. Todo se solucionará. Sé de qué hablo”. El elefante enamorado recordó que el búho era famoso por su sabiduría, así que esta vez decidió obedecerlo. Se quedó completamente quieto por unos minutos. Pronto, las aguas del arroyo se calmaron, los sedimentos volvieron al fondo y el agua en calma dejó que la luz llegara hasta el fondo. Entonces, el elefante pudo ver el anillo y lo rescató.

De este modo el joven elefante aprendió una gran lección. Su desesperación no había generado corrientes en el agua, impidiéndole ver el anillo. Agradeció al búho la enseñanza y volvió a casa con muchas ganas de disfrutar de aquel día. Y como legado, nos dejó una historia para pensar.

Edith Sánchez

domingo, septiembre 16, 2018

La importancia del apego

Todos tenemos un estilo de relacionarnos y ese estilo varía en función del nivel de confianza en el que situemos a esas personas con las que interactuamos. Este estilo, forma o tendencia está muy relacionada con el apego.

 
 
Lo cierto es que, en nuestra infancia, todos contamos con una serie de modelos que nos enseñaron, en parte, qué pueden esperar los demás de nosotros y qué podemos esperar de los demás. Una enseñanza que suele dejar huella, influyendo de manera significativa en nuestra manera de “apegarnos” a los demás.

¿Necesitas la aprobación de los demás para entender que has hecho algo bueno o muestras de afecto de aquellos que te quieren para sentirte seguro en la relación? ¿Te sientes de alguna forma abandonado cada vez que tu pareja sale con sus amigos o pide tiempo para estar solo? ¿Crees que sufres por celos en tu relación? ¿Te cuesta abrirte a nuevas personas o salir de tu espacio de rutina? 
Detrás de todas estas preguntas está la importancia del apego.

El apego, nuestro estilo de apego, engloba la manera en la que forjamos y cuidamos nuestras relaciones. El apego identifica la manera en la que nos relacionamos con nuestros seres queridos o en la que incluimos a alguien en nuestro círculo de confianza. Está muy relacionado con nuestra tendencia a dar o a aceptar lo que los demás nos ofrecen. También con nuestra tendencia a la sospecha o a protegernos en el ámbito social.

A continuación haremos un recorrido para descubrir la importancia del apego en nuestras vidas. Profundicemos.

Experimento de M. Ainsworth y el apego

En 1954, Mary Ainsworth hizo uno de los experimentos más singulares y notables de la historia de la psicología. Sería bautizado como “el experimento de la situación extraña” y el objetivo al hacerlo era comprobar cómo los bebés se relacionaban con la figura de cuidador principal y analizar con ello la conducta exploratoria del bebé en su presencia o ausencia. El vínculo que habían creado previamente la figura de apego y los bebés es lo que se reflejaría en esta situación.

Estas interacciones dieron lugar a la definición de cuatro tipos de apego. Apego seguro, apego ansioso, apego evasivo y apego desorganizado, este último incluyendo todas aquellas conductas “anormales” y difíciles de encajar en los otros grupos. El apego seguro se relacionó con aquellos niños que jugaban en el lugar desconocido tranquilamente, tanto en presencia como en ausencia de su cuidador principal. Además, no mostraban una gran ansiedad cuando este se marchaba.

El apego ansioso se identificó en aquellos niños que sentían una gran ansiedad cuando la persona de confianza que estaba en la misma sala que ellos se marchaba. Esto lo vemos porque interrumpía de manera prologada el juego, cesaba en sus conductas de exploración y fijaba su mirada, emitiendo gestos de protestas, en el lugar por el que su cuidador había salido. Hablamos de un apego dependiente.

A diferencia de estos, los pequeños que mostraron apego evasivo, tal y como su nombre anuncia, no hicieron apenas caso a la presencia de la madre en la habitación y no mostraron ningún tipo de reacción cuando esta volvió. De alguna manera, es como si fueran indiferentes a su presencia o ausencia.
 
¿Cómo se refleja la importancia del apego en el adulto?

Aquellos afortunados que hayan creado buenas relaciones de apego con sus figuras de referencia, contando con buenos modelos además en el campo de la interacción social, tienden a mostrar esta misma habilidad en la etapa adulta.

No entregan su confianza en un primer contacto, pero la depositan con alegría en aquellas personas que se la ganan. Esto hace que disfruten de relaciones profundas y cargadas complicidad. Son capaces de hacer planes, de apostar con ellos y además entienden que hay momentos en los que las escala de prioridades de los demás varía y tienen que dedicar su atención a otras personas o actividades que no son ellos. Disfrutan del contacto, pero no viven la falta del mismo con ansiedad.

La importancia del apego es grande en la infancia, y como hemos visto, también puede serlo más allá de sus fronteras. Sin embargo, esto no quiere decir que estemos condenados a repetir una y otra vez la misma forma de “apegarnos”. No haber contado con buenos modelos o no haber establecido relaciones en base a patrones de confianza no significa que no podríamos aprender más tarde (y al revés).

En este sentido, con cada relación que mantenemos o generamos tenemos una nueva oportunidad para actualizar nuestro estilo de apego, un hecho esperanzador teniendo en cuenta que el apego es básico en nuestra forma de amar y sentirnos amados.

Adriana Díez

sábado, septiembre 15, 2018

La forma en que describes a los demás dice mucho de ti

El modo en que describes a los demás te define. La forma en que etiquetas, juzgas y valoras a quienes te envuelven deja entrever parte de tu personalidad, son pinceladas sutiles pero siempre evidentes de tu identidad e incluso de tu autoestima. Esto es algo que sin duda vemos a diario y que también sufrimos cuando otros nos atribuyen rasgos que nada tienen que ver con nosotros.

 
 
Admitámoslo, todos hacemos juicios de aquellos con los que nos cruzamos cada día. Hacerlo es una necesidad más que evidente de nuestro cerebro para intentar controlar nuestro entorno y saber, de algún modo, a qué atenernos. Estamos por tanto ante un proceso psicológico perfectamente normal y hasta evidente, un mecanismo que controla la amígdala en su habitual propósito por garantizar nuestra supervivencia.
“La discreción en las palabras vale más que la elocuencia”.
-Francis Bacon-

De hecho, en un interesante estudio llevado a cabo en la Universidad de Psicología de Nueva York, y publicado en el Journal of Neuroscience, nos explican que esta pequeña estructura cerebral valora en apenas unos milisegundos si alguien es de fiar o no, si esa persona nos es interesante o, si por el contrario, es alguien que conviene evitar. De hecho, podríamos decir casi sin equivocarnos que para nuestro cerebro la primera impresión lo es todo, aunque evidentemente, hay pequeños e interesantes matices.

Así, cuando la amígdala cerebral hace esa rapidísima valoración sobre si alguien puede ser de nuestra confianza, quien entra seguidamente en escena es el filtro de nuestra personalidad. Será ella quien a pesar de esa primera apreciación elija acercarse (o no) a esa persona para comprobar si ese primer juicio es acertado. Será ella también quien haga atribuciones despectivas (o no) a quien le inspire desconfianza, ella en esencia, quien articule, medie y determine el modo en que nos relacionamos y tratamos a los demás.

La forma en que describes a los demás te delata

Dice un proverbio chino que a veces puedes aplastar a una persona solo con el peso de tu lengua. Es una gran verdad y nadie puede poner en duda cómo los movimientos de una lengua (sin necesidad de tener hueso) puede llegar a hacer tanto daño y causar tantos estragos. Esto es algo que la mayoría vemos a diario en casi cualquier contexto, en el trabajo, en casa, entre los amigos…

Las personas nos comunicamos con los demás como parte misma de nuestros procesos de socialización. Así, y durante esas interacciones es común mostrarnos amables, correctos y solícitos. Sin embargo, si hay un virus muy extendido es del ejercicio de la crítica, el uso de la etiqueta, del desprecio y hasta de la más baja ofensa. Abundan en exceso esos perfiles que gustan de atribuir rasgos negativos a los demás casi de forma constante. Como un ejercicio que practicar a diario, como esa costumbre que más que un capricho puntual es todo un hábito.

“Eres lo que dices”. Esta afirmación no es nuestra, sino del doctor Skowronski de la Universidad de Wake Forest, en Carolina del Norte, quien realizó una detallada investigación sobre los estilos de personalidad y las atribuciones que hacemos. En ella quedó claro un hecho que todos intuimos: la forma en que describes a los demás te define. Somos lo que decimos, somos cada cosa que inferimos y que proyectamos en quienes nos rodean.

El que usa etiquetas despectivas, el de las gafas oscuras

Hay quien no quiere ver. Quien va siempre con sus gafas de cristales oscuros y con su mirada miope moviéndose por un mundo emborronado del que es mejor desconfiar. Son esos perfiles que se dejan llevar por los estereotipos y no quieren ver más allá, son los que desprecian y cosifican, los que se burlan y critican a quienes no son, piensan y sienten como ellos.

Si la forma en que describes a los demás deja entrever tu personalidad, aquellos que se sirven siempre de etiquetas negativas y críticas evidencian a menudo ese vacío interior donde habita la falta de autoestima, donde el uso de la descalificación deja que se transparente tanto la frustración como la infelicidad.
 
El que practica la afiliciación, el de las gafas rosa

En la investigación antes citada de la Universidad de Wake forest pudo verse algo muy llamativo. Las personas que emitían menos juicios eran las que mostraban más habilidades de afiliación. Así, quienes se caracterizan por ser más positivos, optimistas y con una buena autoestima no se dejan llevar tanto por esas valoraciones previas y prefieren ante todo tomar contacto y establecer cercanía.

Solo cuando permitimos que queden a un lado el uso de las valoraciones, etiquetas e inferencias con poca o nula solidez, aumentan las posibilidades de afiliación con quienes nos rodean, de crear nuevas amistades más sólidas, de dar forma a entornos más respetuosos con muchos menos prejuicios.

Cuando describes a los demás sin el peso de la desconfianza, del prejuicio y la burla, te permites casi sin saberlo la oportunidad de generar una mayor sinergia con las personas que te envuelven, libres del muro de los estereotipos y encasillamientos.

Para concluir, evitemos por tanto el uso excesivo de nuestras gafas de cristales oscuros. A menudo nos serán útiles para protegernos de ciertos reflejos dañinos, queda claro, pero siempre es mejor retirar filtros y ampliar la visión todo lo que nos sea posible. Una mirada despierta, interesante y humilde siempre captará muchas más cosas que esos ojos habituados a vivir en su propia oscuridad…

Valeria Sabater