Logo

Logo

sábado, marzo 10, 2018

Cada día haz algo que te dé miedo

El temor es una de esas fuerzas que nos lleva a emprender grandes obras de defensa o a esclavizarnos. A construir mecanismos para cuidarnos y enfrentar el peligro o a recluirnos y poner un muro frente al mundo. Por ello, hay que mirarlo a la cara para que no crezca sin control. De ahí esta propuesta: haz algo que te dé miedo cada día.

 
 
Es muy probable que las personas que te quieren no te inviten a ello con el objetivo de protegerte. De hecho, muchas veces tratarán de persuadirte para que no te expongas, no te arriesgues y no experimentes la incomodidad de enfrentarte al temor.

“El hombre que tiene miedo sin peligro, inventa el peligro para justificar su miedo”.
-Alain-

Lo hacen de buena fe. El miedo no es precisamente una sensación agradable, aunque a día de hoy existan muchas personas que se vuelvan adictas al riesgo. En condiciones normales, lo experimentamos como una inquietud de la que buscamos deshacernos cuanto antes. Lo malo es que así es como también terminamos construyendo estilos de vida que nos estancan.
 
Haz algo que te dé miedo: sal de tu zona de confort

La zona de confort está en cualquier lugar en el que tenemos todo bajo control fácilmente. Es otra manera de nombrar a la rutina, lo conocido, lo familiar y, por eso mismo, lo que nos invita a quedarnos flotando ahí, sin desafiarnos, sin crecer, sin avanzar.

Por supuesto que es muy saludable tener zonas de confort. Espacios físicos y emocionales que nos permitan dejar a un lado las preocupaciones y apagar el interruptor de tomar decisiones y disfrutar de las pequeñas cosas, sin más pretensión que la de estar tranquilos. Esos espacios son absolutamente necesarios para digerir las experiencias, asimilarlas y reequilibrarnos.

Lo que sucede es que a veces también operan como burbujas que terminan apartándonos de experiencias enriquecedoras. Ejercen como refugios de los que ya nunca queremos volver a salir. Ayudan a mantener a raya los miedos, incluso aquellos que tendríamos que enfrentar y superar para crecer o para disminuir algún sufrimiento. Por eso cuando te dicen: haz algo que te dé miedo, básicamente a lo que se te invita es a salir de las zonas de confort.
 
El miedo está en todas partes

El miedo, en principio, es válido como mecanismo de preservación. Cuando crece en exceso, comienza a invadir como maleza el alma de las personas. Tiene una dinámica muy propia: se nutre a sí mismo. El miedo tiende a aumentar, a crecer por sí solo. Incluso, si no se le pone límite, puede llegar a aumentar desproporcionadamente.

Todos necesitamos un poco de miedo para vivir, pero todos también corremos el riesgo de sucumbir a él. Lo cual pasa muchas veces imperceptiblemente. Tienes miedo de hablar en público y construyes una vida en la que jamás tengas que hacerlo, o eludes cualquier situación que te lleve a enfrentarlo. Suena lógico. Lo que no es lógico es que quizás vas renunciando a pequeñas y grandes oportunidades, solamente en función de ese miedo.

Así sucede también con asuntos más relevantes como, por ejemplo, el sufrimiento. Tienes miedo de sufrir y entonces renuncias a mil experiencias bellas de la vida para protegerte. O tienes miedo de la soledad y renuncias a tu libertad para no verte expuesto a ella.
 
Haz algo que te dé miedo

El punto central es que no hay otra manera de vencer al miedo que enfrentándolo. Ahí también comienza a operar una dinámica en la que cuanto más lo enfrentas, más capaz te sientes y más valiente te vuelves. El coraje también se nutre a sí mismo.

Además, cuando haces algo que te da miedo comienzas a descubrir otras facetas de ti mismo, aumenta la confianza que te tienes y también el amor propio. Sienta bien ser capaz de superar esos límites. Pero claro, en el miedo también hay niveles. No puedes comenzar con lo que te aterra, porque quizás no estás listo y en lugar de nutrir tu coraje, lo que sucede es que terminas más asustado de lo que comenzaste.

De ahí que puede ser eficaz seguir eso de haz algo que te dé miedo, diariamente. Y para ello, podemos comenzar con pequeños miedos. Por ejemplo, si tenemos miedo a la oscuridad podemos quedarnos un par de minutos en total oscuridad. Y salir a la otra orilla, siendo un poquito más fuertes. O simplemente caminar un rato por algún sitio que no conocemos y que no nos inspira confianza.

Eres tú y solo tú quien sabe por dónde comenzar. ¿Lo intentas?

Edith Sánchez

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.