Las emociones son esos estados psicofisiológicos relativamente breves que todos, inevitablemente, experimentamos. Su cometido es mandarnos un mensaje claro: está ocurriendo algo, dentro o fuera de ti (pero relacionado de alguna manera contigo), que necesita tu atención. Ya sea de forma positiva o negativa, las emociones nos mueven y nos empujan a actuar de una forma concreta. De hecho, el término emoción proviene del latín emotio que significa “movimiento o impulso”, “aquello que te mueve hacia”.
Los estados emocionales son causados por la liberación en nuestro cerebro de ciertos neurotransmisores u hormonas, que convierten a las emociones en sentimientos. A diferencia de las emociones, los sentimientos son más sostenidos en el tiempo y pueden ser verbalizados con más facilidad.
Podemos clasificar a las emociones en función de su valencia: emociones positivas sanas (alegría, bienestar, sosiego…), emociones positivas insanas (euforia, manía, hipomanía…), emociones negativas sanas (frustración, tristeza, enfado, pesar…) y emociones negativas insanas (depresión, ansiedad, culpa…).
Normalmente, es fácil aceptar ciertos estados emocionales, sobre todo sin son positivos. Pero sin embargo, nos es tremendamente difícil tolerar las emociones negativas, tanto sanas como insanas.
Al hilo de este tema, parece que la sociedad ha instalado en nuestras cabezas la exigencia de estar siempre bien y esto es totalmente irrealista e inalcanzable. Los estados emocionales van y vienen dependiendo del contexto, de nuestras expectativas, de como procesamos la información… y estar instalados siempre en el mismo estado emocional de felicidad es tan poco adaptativo como utópico.
¿Por qué nos cuesta tanto tolerar las emociones?
Vivimos en una cultura del bienestar y el consumo. Continuamente se nos bombardea con mensajes poco realistas que lo único que hacen es incrementar la presión sobre nosotros. Estos mensajes suelen decirnos que bajo el producto que anuncian se encuentra la solución a muchos de nuestros males. También refuerzan la idea de que debemos sonreír siempre, pase lo que pase. Finalmente, hacen una sobreestimación del control que tenemos sobre nuestras vidas, de forma que la culpa de la tristeza solo la tenemos nosotros.
Esta positividad irracional lo único que consigue es hacernos sentir peor. Así, encontrarnos en un estado de ánimo positivo es una exigencia tan enorme que puede constituir el principar obstáculo para no alcanzar nunca este estado. También nos lleva a ponerle un disfraz a nuestros sentimientos, de manera que solo dejemos que los demás perciban aquellos que son aprobados socialmente.
Nos mandamos el mensaje a nosotros mismos de que “no deberíamos sentirnos así”, “¿somos débiles si sentimos ansiedad o depresión” o “no soy maduro porque me afectan demasiado las cosas”.
Con esta actitud, lo único que conseguimos es sentirnos mal por el hecho de estar mal, valga la redundancia y entonces sí que no llegamos a ninguna solución congruente. Esta doble “terribilitis”, como decía Albert Ellis, genera que los sentimientos negativos se prolonguen e incluso que los que eran negativos pero sanos, se conviertan en insanos.
Y no solo la sociedad influye en esta forma tan pobre de gestionar las emociones, también la educación recibida en la infancia es un factor de riesgo. La inteligencia emocional brilla por su ausencia en los planes educativos. Por ejemplo, ¿a cuántos de vosotros os han recordado que “los hombres no lloran”?
Estrategias para aprender a aceptar cómo nos sentimos
Si aprendemos a tolerar de forma eficaz nuestros estados emocionales, sean los que sean, paradójicamente vamos a sentir como esas emociones negativas en muchas ocasiones se van a disolver por sí mismas. No se trata de alimentar nuestras emociones con más pensamientos negativos, actuar como víctimas o echarle, en definitiva, más leña al fuego. Lo que queremos decir es que en nada nos ayuda criticarnos o juzgarnos a nosotros mismos si experimentamos ansiedad, tristeza o ira.
Algunas estrategias que podemos poner en práctica desde hoy mismo son:
Olvídate de los “deberías”
Cuando escuches a esa voz interior soltando algún “debería“, oblígale a cambiarlo por una preferencia o un “desearía”. No podemos estar continuamente intentando controlar como deben ser las cosas, ni siquiera nuestros estados emocionales. Solo podré modificar los pensamientos responsables de mi perturbación si antes acepto que en ese momento me siento mal.
Eres un ser humano y has de aceptarte como tal
No eres un Dios, ni un super-hombre, ni alguien perfecto. Eres humano y como tal vas a vivir estados emocionales que serán más o menos agradables. Es importante aceptar la idea de que no podemos luchar contra nuestra propia naturaleza.
Siente la emoción en tu cuerpo
Invita a la emoción a morar en ti. Solo es incomodidad, no va a matarte. Es un puñado de química corriendo por tu torrente sanguíneo. No le des más dimensión, no dramatices sobre ella. Quiérela, aceptada, es parte de tu ser.
Normaliza tus estados emocionales
Al igual que explicamos a otras personas que tenemos un dolor o que tenemos calor o frío, podemos hablar de nuestras emociones cuando no sean las más positivas. Para tolerar la emoción hay que aceptarla, y aceptarla también significa normalizarla a todos los niveles, incluso con los demás. Puede que entonces aparezca otra emoción: la vergüenza. Pero recuerda que esta es producto de querer esconderte por hacer algo malo. ¿Es malo sentirse mal de vez en cuando?
No olvides que tus emociones, lejos de hacerte una persona débil, te hacen ser y vivir como un ser humano. No las escondas, vívelas, aprende de ellas y deja que te inspiren.
Alicia Escaño Hidalgo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.