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domingo, abril 23, 2017

¿Conoces los disfraces favoritos del miedo?

Es difícil reconocer que tenemos miedo. Parece que sentir como nuestro cuerpo se estremece cuando tenemos que enfrentarnos a algo en concreto es signo de debilidad, pero nada más lejos de la realidad. Tener miedo es uno de los aspectos más naturales del ser humano y también de los más beneficiosos en cuanto a supervivencia se refiere. Si no experimentásemos esta desagradable pero útil emoción, probablemente no estaríamos hoy aquí. Es precisamente la emoción que nos reta a ser valientes y nos frena para que no seamos temerarios.


Aunque esta es una realidad que ya casi todos conocemos bien, aun así nos cuesta demasiado normalizar la emoción de miedo porque a su vez, tememos no ser aprobados por los demás.

Pocas personas son empáticas con aquellas que tienen miedo, cuando en realidad, todos tenemos temor a algo, pero preferimos esconderlo porque no queremos ser juzgados de manera negativa. No queremos parecer más débiles o menos valiosos que los demás y es entonces cuando enmascaramos al miedo e intentamos sortearlo con el único cometido de evitar enfrentarnos a las situaciones en las que sale a relucir su rostro.

El resultado es que ese disfraz que le ponemos, no hace sino que envalentonar más esta emoción y que nos resulte mucho más difícil ser capaces de superar las circunstancias que no nos permiten avanzar. Si quieres saber cómo camuflamos al miedo, no dejes de leer.

La pereza disfraza al miedo de “no me apetece”

Cuando tenemos miedo de enfrentarnos a una situación, en ocasiones optamos por elegir a la pereza como actitud que nos libra del esfuerzo que supone tener que exponernos a aquello que tanto pavor nos genera.

A veces parece que la pereza fuera un remedio que nos da cancha para postergar aquello que en el fondo deseamos. El “no me apetece” o “ya lo haré mañana” no es más que parte del maquillaje que usa el miedo para no tener que pasar por las posibles pero improbables consecuencias que podrían acontecer si no marcha todo de forma perfecta.
La actitud que desnuda al miedo disfrazado de pereza es la voluntad, la capacidad para llevar a cabo el objetivo marcado asumiendo todos los inconvenientes que puedan surgir.

El aburrimiento camufla al miedo en un “es que me aburro”

Otra manera muy común que usa el miedo para camuflarse y no ser descubierto fácilmente es el aburrimiento. Si tenemos que enfrentarnos a un problema que percibimos como muy peligroso, aunque realmente no lo sea, es mucho más fácil y cómodo decir que nos aburrimos con ello que dar el paso de arriesgarse y superarlo.

Si por ejemplo tengo miedo a dar una charla sobre un tema que conozco porque en el fondo lo que temo es ser criticado por la audiencia, será más fácil para mí decir que dar charlas es un trabajo que me aburre someramente (aunque en el fondo se que podría apasionarme). De esta manera no seré tan negativamente juzgado o presionado que si digo que hablar en público me produce ansiedad. Tristemente, lo primero se admite más que lo segundo.
La actitud que puede combatir al aburrimiento es el interés y el goce por lo que hacemos: centrarnos en lo que llevamos a cabo, poner solo ahí nuestra atención y sacar el jugo más dulce de las situaciones que experimentemos.

La mentira caracteriza al miedo de un “así nadie se dará cuenta”

La mentira es el disfraz de gala del miedo y su cometido es salir airosos de las consecuencias por haber cometido un error o mostrar una cara que nos provee de mayor aceptación por parte de los demás. Aunque es cierto que la mentira no está tan aceptada como los restantes disfraces, también supone una vía de escape que alimenta al miedo.
Cuando mentimos, mostramos una parte de nosotros o de nuestra vida que no es la auténtica y de esta forma, las demás personas creen en una realidad inventada que muchas veces evita que seamos juzgados.

Ocultar que algo nos aterra y mentir al respecto o bien dar excusas, ayuda a corto plazo a que nuestra ansiedad no salga a la luz, descienda y nos sintamos más relajados. El problema es que como en los anteriores casos, a largo plazo las situaciones no logran ser superadas correctamente.

Si algunas veces disfrazas tus temores con alguno de estos tres trajes, podrás percatarte de que lo único que vas a conseguir es bloquearte en el punto en el que estás y no ser capaz de hacer frente a aquello que temes. Lo más sensato, aunque cueste, es normalizar el hecho de sentir miedo a veces, otorgarnos el derecho a experimentarlo y sobre todo dejar de cubrirlo con actitudes perezosas, aburrimiento o mentiras ¿Te atreves a desnudar a tu miedo?

Alicia Escaño Hidalgo

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