El pasado no existe en la realidad, solo existe en nuestra mente, en nuestra memoria. Si lo rememoramos conscientemente, afectará a nuestras emociones, ya sea para bien como para mal. Eso sí, afectará de una manera u otra dependiendo de cómo yo valore, evalúe o le de significado a ese pasado.
¡Cuántas veces tendemos a echarle las culpas a nuestro pasado de cómo nos sentimos ahora! Esta falta de responsabilidad emocional es sumamente traicionera ya que no nos deja tomar las riendas de nuestro presente y nos estanca en una realidad que ya no existe y que, desgraciadamente, tampoco podemos modificar.
Es como darse cabezazos contra la pared. Cuanto más exigimos que nuestro pasado tendría que haber sido de otra manera, más nos duele.
Cambiar el prisma: aceptar el pasado
Cada cual elige y decide si quiere ser un desgraciado el resto de su vida o si prefiere, por el contrario, aprovechar el tiempo que le resta y disfrutar de la vida. Esto no es más que una elección personal realizada en el presente, que nada tiene que ver con lo que alguna vez nos afectó en el pasado.
¿No te has percatado que cada persona tiene una visión de la realidad totalmente diferente? Podemos ver fácilmente casos de personas a las que les ha ocurrido algo bastante malo, pero que han optado por gozar de la vida y de su presente. Sin embargo, en la misma situación, otras personas deciden quedarse en una posición de víctimas toda su vida, se aíslan, se enfadan con su mala suerte y no pueden concentrarse en otra cosa que no sea su pasado.
La diferencia entre estas personas es, evidentemente, el prisma con el que están observando lo que les pasó. Las primeras han aceptado ese pasado, pero no se han dejado influenciar por él en su presente, mientras que las segundas no aceptan lo que les ocurrió y siguen regodeándose en él, por lo que acaban por perder mucho más de la vida.
Si estás leyendo esto, estás vivo
Si te estás sintiendo identificado con aquellas personas que echan la culpa de su malestar a su pasado, ya sea por la educación recibida, malos tratos, abusos, violaciones o accidentes traumáticos, has de tener muy presente que has salido de aquello y que ahora mismo estás vivo.
Es verdad que tuviste mala suerte y que habría sido mucho mejor que nunca hubiese pasado, pero ocurrió y nada está ya en nuestra mano para poderlo modificar, con lo cual, tus quejas, tus llantos o tus enfados, son improductivos, ¡déjalos de emplear!
Fíjate en que ahora y nada más que ahora, estás tan vivo como para salir a la calle, conocer gente, bailar, mantener una interesante conversación, cuidar una mascota, escribir un libro…y todas las cosas maravillosas que la vida tiene guardadas para ti.
En serio, no te resignes, están ahí esperándote, solo tienes que aceptar tu pasado, darle un abrazo incluso y decirle: ¡se acabó, me despido de tu recuerdo! ¡voy a disfrutar de mi amigo el presente!
La culpa no sirve para nada
Nos afanamos, con cierta frecuencia, en buscar culpables de lo que una vez tuvo lugar en nuestra vida. Nos culpamos a nosotros mismos, a otras personas, a nuestros padres, a la cultura…pero piénsalo, ¿Para qué?
¿No crees que cuando las cosas ya no tienen solución o no están bajo nuestro control, es mejor dejarlas estar? Esa necesidad de buscar culpables lo único que hace es que estés más tiempo dándole vueltas al pasado y no te deja tiempo ni ganas de coger las riendas del ahora.
Basta de culpas a nadie, eso ya no es demasiado importante ni funcional. Lo verdaderamente importante es que cambies el chip, agradezcas que saliste de aquello, que estás vivo y que eso te hizo una persona aun más fuerte. A partir de ahora decides aprovechar tu presente como mereces y no malgastar ni un minuto más en tu pasado, ¿te atreves?
Alicia Escaño Hidalgo
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