Uno de los pasos más importantes para poder crecer a nivel personal y espiritual es sanar las heridas del pasado.
Todos hemos vivido una gran cantidad de experiencias dolorosas en el pasado, y cargamos con ellas como si fueran una pesada mochila. Su recuerdo, muchas veces inconsciente, nos pesa enormemente y nos impide avanzar.
¿Cómo podemos librarnos de esta mochila? ¿Cómo podemos sanar las heridas de nuestro pasado?
A día de hoy, una de las técnicas más eficaces que conozco para lograrlo es el tapping. Suele requerir tiempo, pero es muy poderoso. Realmente permite ir sanando poco a poco todos los recuerdos dolorosos de nuestra vida.
Pero aparte de esto, hace unos días descubrí un precioso ejercicio en el libro “Journey Through the Arcturian Corridor” de Suzanne Lie (se puede descargar gratuitamente aquí), que permite hacer algo parecido, pero usando un camino distinto. Personalmente, creo que es un buen complemento al trabajo con tapping. Y solo por lo hermoso y lo sencillo que es, ya vale la pena hacerlo.
Espero que te sea de utilidad.
Cómo Sanar Heridas del Pasado Rápidamente
Para empezar el ejercicio, imagínate que tienes delante de ti a todos los “yo” que has sido en el pasado: tu yo de bebé, tu yo de niño, tu yo que iba a la escuela, tu yo adolescente, tu yo que se enamoró por primera vez, tu yo que empezó a trabajar, etc. Todos ellos están delante de ti, ordenados por edad de menor a mayor.
Entonces alzas un momento la vista, y ves un punto de luz brillante a lo lejos. Al principio no lo ves bien, pero poco a poco va acercándose, y entonces lo reconoces. Es un círculo de vivos colores, que está girando a gran velocidad. Y tiene una energía inconfundible para ti: la energía del hogar.
Es la puerta de tu casa; tu verdadera casa. Un portal de vuelta a tu verdadero hogar.
El portal sigue acercándose a ti, sin dejar de girar en ningún momento. Hasta que está justo delante de ti y de tus “yo” pasados.
En un primer momento, os quedáis todos quietos, simplemente mirando el portal. Es hermoso, y desprende un amor ilimitado e incondicional hacía vosotros.
Entonces, sin ningún miedo, tus yo más pequeños empiezan a dirigirse hacia el portal. Los bebés, a gatas; y los que ya se tienen en pie, andando.
Al verlo, algunos de tus yo más mayores se acercan a ellos y los acompañan. Los cogen de la mano, y juntos entran en el portal.
Luego, el resto los sigue. Primero tus yo de niño, luego los adolescentes y al final los adultos que faltaban. Todos ellos entran en el portal, y su luz y su amor los envuelve completamente.
Hasta que solo quedas tú.
Te quedas mirando el portal y sientes su poderosa llamada. Las ganas de entrar son muy grandes, casi irresistibles. Sabes que si entras, todo el dolor y todo el sufrimiento de la vida en la Tierra se acaban. Un manto de amor infinito te está esperando al otro lado del portal. Allí todo es Luz y seguridad, y el dolor no existe.
Pero tus ganas de quedarte son aún mayores que tu deseo de volver. Hiciste una promesa, y lo sabes. Hay algo que has venido a hacer aquí. Y no quieres dejarlo a medias.
Tu amor por la Tierra es muchísimo mayor que tus ganas de volver a casa.
El portal reconoce tu decisión enseguida. Lentamente, empieza a alejarse de ti, llevándose con él a todos tus yo pasados. Ahora ellos están seguros. Están en casa.
Y tú te quedas solo.
Ahora que no hay nadie más, y que el portal no está, la seguridad que sentías hace un instante ya no es tan fuerte.
¿Has hecho bien?
¿No deberías haber entrado?
Pero entonces oyes una hermosa música que viene de lejos. Te giras y alzas la vista al cielo, y ves como se abre una puerta. Luego aparece una larga escalera que baja hacia ti, y por ella bajan flotando unos seres luminosos que parecen ángeles, y que en realidad lo son.
Cuando los tienes delante de ti, los reconoces enseguida. Son tus yo futuros. Son el poder, la luz y el amor que hay en ti, y que hasta ahora casi no habían podido manifestarse.
Pero ahora que tu pasado está rodeado de amor, pueden mostrarse en todo su esplendor.
Te miran a los ojos y te sonríen, y tú les sonríes de vuelta.
El mundo ya no te parece un lugar difícil en absoluto.
Porque tú estás en él, y tu amor y tu luz lo inundan todo.
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