Hace seis meses me mudé de vuelta a España, muerta de miedo, agarrada a lo poco que me traje y a lo que me quedaba, pensando en ello como en un bote salvavidas.
Tenía conmigo todo un mapa de miedos, el principal era el económico. Solo podía pensar en las cosas horribles que nos pasarían a mis hijas y a mí sí me quedaba sin dinero.
Pero esa actitud solo me dejaba paralizada y bloqueaba mi capacidad de ver oportunidades, solo veía el miedo en vez de ver la realidad.
Muchas veces no vemos la realidad que tenemos delante sino que solo vemos el miedo que nos invade. El miedo hace que el lobo parezca más grande.
Esta mañana mis guías me regalaron una frase: ” Deja la lupa“. No la entendía…dejar la lupa, ¿qué significa eso?
Ya subida en el tren me salí de mi estado derrotista de consciencia y me conseguí posicionar en el observador…y entonces sucedió. Pregunté: “¿Para qué todo esto? “ La respuesta: “Deja la lupa”, de nuevo. Entonces comenzó el diálogo que resumo a continuación.
Para poder salir del miedo y ser capaz de ver las opciones hay que dejar la lupa y volar alto, pues si solo te centras en los detalles te pierdes el conjunto de ellos que conforman el cuadro completo.
Solo desde una visión general, desde arriba es posible tener una ajustada aproximación a la verdadera realidad.
“¿Te ha sucedido una sola de esas cosas terribles que imaginaste pasarían? “. “No, ni una. Al contrario, todo se fue calmando.
El problema es que cada vez que imaginamos un miedo y nos dejamos arrastrar por él, está sucediendo en realidad para nuestra psique.
Los que son padres me entenderán bien, ¿cuantas veces se te ha cruzado un pensamiento sobre algo terrible que les pasa a tus hijos?, y, esa angustia que te invade por unos instantes ¿no es tan real como si estuviese pasando?.
Cada vez que nuestro miedo recrea mentalmente éstas situaciones, la angustia es tan real como si estuviese sucediendo. Así que ¿cuantas veces les ha pasado algo terrible a tus hijos?, ¿cuantas veces te has arruinado?, etc. Y ¿cuántas de esas cosas han llegado a suceder realmente?.
Es posible que alguien de los que leen estas líneas si que hayan tenido esas experiencias (una servidora entre ellos), pero ese es realmente otro tipo de aprendizaje.
Aprender a conocer y a gestionar nuestros miedos es el paso imprescindible para saber llevarlos. Yo no creo realmente que el miedo desaparezca nunca pero si creo que es posible gestionarlo.
Volviendo a mi experiencia, a vista de pájaro puedo ver que he estado viviendo con miedo estos meses pero que, en realidad, no han pasado cosas “malas”, sino que todo ha sido un intenso proceso de crecimiento personal, de aumento de autoestima y poder interior.
Cada situación me ha dirigido hacia un auto conocimiento profundo de mis miedos y por ende, de mi valor. Todo me ha re-direccionado hacia un posicionamiento en primera persona por primera vez en mi vida.
Nada ha sucedido por la razón aparente, todo tenía una misión mucho más profunda que el aparente fracaso.
Con cada fracaso, con cada puerta cerrada se produjo un despertar interior hacia la toma de responsabilidad de la vida de verdad.
Se es siendo, no se es pretendiendo. Cada uno es lo que es y no se debe renunciar a ello bajo ninguna condición.
Muy pocas cosas son lo que aparentan ser. Para poder extraer el conocimiento y la enseñanza que contienen las experiencias, es imprescindible ser auténticos, sin mentirnos, sea “bueno” o sea “malo” eso que somos, hemos de serlo con toda nuestra alma, sin restricciones.
Nadie puede llegar a la Verdad de quien se es sin haber explorado todas sus esquinas, siendo el miedo un aliado valiosísimo, es el compañero que te apunta dónde has de prestar mayor atención.
No le tengamos miedo a la vida. No todos seremos ricos, no todos conseguiremos el trabajo deseado, no todos conseguiremos formar la familia que queremos, no todos alcanzaremos todos los sueños que un día nos fijamos pero….alcanzaremos otros y viviremos otras experiencias, y si lo comprendemos así, desde una visión más alta, dejando la lupa, conseguiremos un éxito en nuestra vida con el que jamás soñamos.
Por Elvira López del Prado
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