Existe una correlación entre lo que sucede en nuestras vidas físicas y lo que sucede en nuestra vida espiritual, lo físico se alimenta de lo espiritual y lo espiritual guía lo físico. La ilusión de que somos seres físicos con libre albedrio forma una ínfima parte de la realidad de nuestras vidas. La ilusión constante de lo que percibimos a diario a través de nuestros sentidos por medio de la tecnología nos ha convertido en autómatas pensando y creyendo que nuestra realidad no es falsa. El ego es algo así como un parasito que se alimenta de nuestra energía vital para existir y por medio del cual genera la realidad virtual en la cual actualmente vivimos.
Y para complicar las cosas un poco mas, existe un complot inconsciente de personas que explotan nuestras debilidades para lucrarse con nuestra energía y sufrimiento. Por supuesto hablo de las corporaciones que gobiernan el mundo. El dinero, la competividad, el egoísmo, la falta de compasión en la sociedad a nivel mundial son manifestaciones claras de que este parasito esta ganado la batalla por la libertad de la humanidad y el bienestar del planeta. Para ponerlo en términos sencillos, nos estamos destruyendo. El propósito de este articulo no es exponer ideas que ya circulan en las mentes de personas que quieren proponer cambios, si no de tratar de desmitificar estas ideas para convertirlas en algo concreto. Mucha gente se siente alineada con las ideas espirituales del planeta pero no saben como abarcarlas de una forma pragmática para entenderlas correctamente. Existe una saturación de información pertinente a las diferentes formas de espiritualidad pero hay muy poca información real sobre como traer esas ideas a algo mas accesible para la mente humana y tratar de discernir entre las realidades del espíritu y las realidades de nuestras vidas. La simple y llana verdad detrás de toda idea espiritual es la noción pesimista de que somos esclavos espirituales de un sistema físico autoimpuesto por fuerzas de nuestro propio inconsciente que no podemos ni sabemos controlar. Los medios de comunicación, la política, las gigantes empresas, las religiones, todos y cada uno de estos aspectos inequívocos de nuestra sociedad tiene el propósito de una determinada función en el juego de controlar a las personas en su intento desesperado de ser felices. Y precisamente lo que esta en juego no es la destrucción de nuestra propia sociedad y forma de vida, es nuestra propia felicidad la que ponemos en juego como una especie de casino macabro en el que apostamos nuestra energía vital a cambio de seguridad y bienestar, sin saber que la casa siempre gana porque nuestra seguridad y bienestar es una ilusión perenne gracias a que nuestra esclavitud se afianza debido al olvido de nuestra alma. Dicha esclavitud es totalmente autoimpuesta y se nutre parasitariamente de nuestros propios deseos y miedos. La ilusión de nuestras vidas es una decisión que alimentamos día a día cada vez que con nuestra energía nos doblegamos a los interés de otros eliminando toda posibilidad de libertad verdadera. El engaño de la historia de la humanidad no es un engaño, es un autoengaño y para liberarnos de esas nocivas ideas que pululan nuestra mente es necesario poner nuestro cuerpo en contacto con lo divino.
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