Suceden hechos inesperados a tu alrededor.
. Eres testigo de injusticias que enfrían tu corazón.
. Has observado alguna reacción imprevista de un ser querido o no tan cercano que te ha descorazonado.
. Recibiste lo que se sintió como un ataque (tanto real como figurado) de seres conocidos o desconocidos.
. Las cosas salieron de manera muy contraria a la que esperabas.
. Has sido víctima de un hecho delictivo.
. No han reconocido algo importante que hiciste o descreen de tus palabras o de tus logros, lo que, además, atenta directamente contra tu autoestima.
. Intentan apoderarse de tu lugar y desplazarte, incluso con métodos que no apruebas.
. Otra persona o circunstancias externas sobre las que no tienes peso alguno han torcido tu rumbo.
. Te ves obligado a actuar de formas que no desearías, tan solo para defender tu integridad.
Es lógico que, en estos momentos, tus energías estén bajas.
Te sientes como si hubieras corrido una maratón.
Agotado, sin fuerzas.
Con poca claridad mental.
Sin saber muy bien cómo seguir ni cuál será el primer paso a dar.
Por eso, si hoy estás desesperanzado, con ideas y palabras bastante negativas o que no suelen ser parte de quien verdaderamente eres, deja que surjan y encuentren su camino de salida, como una buena manera de desahogarte.
Ya volverás a la normalidad (¡sí, así será!) y lo que te sucedió entrará en tu propio “libro de los recuerdos” como una anécdota más.
Mientras te vas recuperando, solo te pido una cosa: no dejes que te quiten tu alegría.
Porque si lo permites, ellos ganan dos veces.
Aunque no puedas conectarte con ella hoy mismo, ya volverá a aflorar.
Junto con tus fuerzas y tus ganas de salir adelante.
Se sumarán a tu visión particular del mundo y a todo lo que disfrutas tu entorno.
Y saldrás fortalecido y renovado de toda la experiencia.
Por Merlina Meiler
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