Cada ser humano tiene deseos, ambiciones por realizar. Se trate de la riqueza, de la belleza, del saber, del poder, de la gloria, etc., gasta en ello sus energías físicas y psíquicas, su tiempo, su salud. Pero, una vez alcanzado este objetivo, ¿qué es lo que sucede? Tras un momento de satisfacción, empieza a perder todo interés por lo que ha adquirido. Sí, esto es lo que se produce a menudo: aquello que hemos llegado a obtener ya no conserva el aura que lo envolvía cuando lo estábamos deseando, y he aquí que la insatisfacción y el vacío se instalan.
El único medio de escapar a esta sensación de carencia que sigue a la realización de nuestros deseos, es partir en busca de un objeto lejano, tan lejano que nunca podremos alcanzarlo. Esa meta lejana, inaccesible, que lo supera todo, que lo contiene todo, es a la que también podemos llamar Dios. Al caminar por el camino que tenemos que recorrer para acercarnos a Él, encontraremos el amor, la sabiduría, la belleza, la fuerza, la riqueza, sin agotarnos nunca en búsquedas vanas.”
Omraam Mikhaël Aïvanhov
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