La juventud es curiosa, audaz hasta el punto de lanzarse a unas aventuras que pueden perjudicar su salud física y psíquica. Y cuando los padres o los adultos, más sabios tratan de retenerla, no los escuchan: ¿qué se ha creído esta gente estrecha, vieja, debilitada, que quieren impedirle hacer experiencias y conocer la
vida?
Conocer la vida… Los jóvenes no saben que para conocer la verdadera vida, pueden hacer otras experiencias que las que ellos se imaginan que van a hacerles vivir más intensamente. Y cuando lo saben, porque lo han leído en los libros, les basta con que sean otros, filósofos, sabios, santos, los que hayan hecho estas experiencias. A veces admiran a estos personajes, y hasta son capaces de citarlos, pero no se plantean imitarlos. Imitan preferentemente a todos los que se han quemado las alas con todo tipo de excesos. Pues bien, mejor sería que se contentaran con citar las aventuras lamentables de tantas criaturas que acabaron
mal (la literatura y la historia están repletas de ellas), y que trataran de vivir las experiencias de los seres que han sabido encontrar el camino de la luz y del verdadero amor.
Omraam Mikhaël Aïvanhov
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