Parece difícil no relacionar el dolor con sentirnos mal a nivel emocional, ¿verdad? ¿A quién no le ha pasado que se dé un golpe en la rodilla y se haya “cabreado” con la mesa por estar en medio? A parte del enfado, también nos podemos sentir tristes o ansiosos.
Ahora imaginad que ese dolor no es pasajero, sino que está ahí la mayor parte del tiempo… No es difícil suponer el malestar emocional asociado, ¿verdad? El caso es que hay numerosos estudios sobre la influencia de los factores psicológicos en el dolor crónico. Entonces… ¿el malestar emocional viene provocado por el dolor crónico o es al revés?
“El mayor dolor del mundo no es el que mata de un golpe, sino aquel que, gota a gota, horada el alma y la rompe”
-Francisco Villaespesa-
El dolor crónico y la tristeza
El caso es que, aunque sepamos que el dolor crónico y las emociones negativas están vinculados, es complejo delimitar de manera concreta cuál es esta relación. No sabemos de forma exacta cómo influyen las emociones en la aparición o el aumento del dolor, de la misma forma que tampoco conocemos el papel que juega el dolor en que sintamos emociones negativas.
Por otro lado, el dolor crónico conlleva niveles elevados de incapacidad. Así, quienes lo padecen, ven su vida muy afectada. Esto también se relaciona con ese malestar emocional que suele aparecer en estas personas. De hecho, esta pérdida de la capacidad funcional puede conllevar altos niveles de tristeza.
“El dolor que no se desahoga con lágrimas puede hacer que sean otros órganos los que lloren”
-Francis J. Braceland-
En efecto, se ha encontrado que la incidencia de la depresión es mayor en los pacientes con dolor crónico en comparación con la población sin general. Pero no solo eso, la tristeza predice también aumentos en el dolor. De forma concreta, se ha mostrado que esta emoción es el predictor más fuerte del dolor en la artritis reumatoide.
La ansiedad y el dolor crónico
El dolor crónico no sólo está asociado a la tristeza o la depresión. También tiene relación con la ansiedad y la ira. Respecto a la ansiedad, se ha visto que las personas con dolor crónico son más ansiosas. Además, la prevalencia de los trastornos de ansiedad es mayor en esta población que en aquella sin dolor.
Al igual que con la tristeza, se ha encontrado que sentir ansiedad influye en la experiencia del dolor crónico. En concreto, niveles altos de ansiedad mantenidos en el tiempo predisponen a episodios frecuentes de dolor. Pero… no solo eso, también empeoran el dolor que ya estaba ahí. Así, el dolor es más pronunciado y sostenido en los pacientes con niveles más altos de ansiedad.
La sensibilidad a la ansiedad también juega su papel. Esto es el miedo a los síntomas de ansiedad, asociado a la creencia de que estos van a tener consecuencias perjudiciales para nosotros. Este factor influye tanto en el inicio como en el mantenimiento del dolor crónico.
“Dad palabra al dolor: el dolor que no habla gime en el corazón hasta que lo rompe”
-William Shakespeare-
El dolor crónico y la ira
El papel de la emoción de la ira en la salud física ya se ha estudiado en numerosas ocasiones. De hecho, se ha encontrado evidencia de que su experiencia y expresión contribuyen al inicio y a la evolución de diversas enfermedades psicosomáticas, como por ejemplo, enfermedades cardíacas o el cáncer.
Respecto al dolor crónico, los resultados indican que las personas que lo padecen muestran mayores niveles de ira y hostilidad que la población general. También se ha visto que la expresión interna de la ira es más alta que en el resto de las personas. Esto quiere decir que experimentan enfados que no expresan al exterior, sino que se manifiestan en su diálogo interno mediante pensamientos negativos a los que no dejan de darles vueltas.
Además, se ha visto que los pacientes con dolor crónico que tienden a expresar su ira de esta forma, en lugar de hacerlo hacia fuera (ira externa) o manejándola de forma más adecuada (control de ira), presentan niveles más altos de dolor. Pero también es perjudicial expresar la ira hacia afuera, ya que aquellos que lo hagan así van a ver sus relaciones interpersonales afectadas por lo que van a ver disminuido su apoyo social, el cual es clave.
Por todo ello, es sumamente relevante intervenir desde el plano psicológico en los pacientes con dolor crónico. Un control adecuado de la ira, así como estrategias de manejo de la ansiedad y la tristeza no solo van a fomentar un mayor bienestar psicológico, sino que también les va a ayudar a que la experiencia de dolor disminuya.
Laura Reguera Carretero
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