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viernes, marzo 24, 2017

3 creencias comunes que nos bloquean

El ser humano es una especie vulnerable. Lo somos a nivel físico desde que nacemos y también lo somos a nivel mental. Somos vulnerables al entorno, a cómo procesamos nuestras experiencias en la infancia y adolescencia y al modelo de crianza que nos rodea. Con todo eso se van formando nuestros esquemas y creencias fundamentales. Sobre ellos girarán nuestros razonamientos, emociones y comportamientos.



¿Qué son las creencias?

Según Rokeach (1960), el “sistema de creencias representa el conjunto de expectativas, hipótesis o creencias, conscientes e inconscientes, que una persona acepta como explicación verdadera del mundo en que vive”. Las creencias nos ayudan para explicar parte de la realidad que percibimos. En muchos casos, nos arrastran a situaciones contradictorias dado que al estar tan arraigadas en nuestro mapa mental es difícil ponerlas en duda.

“Parece que los hombres prefieren creer antes que conocer”.
-Wilson- 

¿Cómo las construimos? Hay varios caminos por los que llegamos a formar estas pequeñas guías de pensamiento. Comienzan con la experiencia de la niñez de forma directa o indirecta. Por una parte tenemos en cuenta las asociaciones que realizamos y damos por válidas, y por otra las “creencias informativas”.

Estas que son aquellas que nos transmite un grupo de personas (cultural, político, religioso o social). Las creencias generalmente son tozudas, pero aliadas. Nos ayudan a movernos por el mundo y relacionarnos con los demás. Nos suelen proteger en momentos de incertidumbre, guían y contribuyen a darnos estabilidad y coherencia interna.

Sin embargo, existe el riesgo de que la creencia que hayamos heredado o construido respecto de un determinado elemento (amor, justicia, responsabilidad, sociedad) juegue en nuestra contra. de ahí la importancia de conocer su influencia, delimitarla y reducirla o eliminarla en los casos en los que pensemos que constituyen un a influencia negativa.

¿Existen creencias enemigas?

Años de investigación de psicólogos dedicados a las teorías de pensamiento han puesto sobre la mesa una serie de ideas irracionales y creencias contraproducentes que son comunes a nuestra especie. Aparecen de forma repetitiva en distintas personas y culturas (principalmente occidentales). En este caso, dejaremos de lado a las “ideas irracionales” para centrarnos en lo que se conoce como creencias contraproducentes comunes.

Existen creencias enemigas que nos bloquean. Concretamente se llaman “Creencias Contraproducentes Comunes”. No debemos sentirnos culpables por tenerlas y vivir bajo sus mandatos. La palabra “común” nos dice que esta forma de pensar se repite en muchas personas, tanto de nuestra cultura como de otras culturas. Lo importante es detectar esas creencias que se reflejen en nuestro comportamiento y trabajar para transformarlas en otras que nos ayuden.

“La creencia es involuntaria; nada involuntario es meritorio o condenable. Un hombre no puede ser considerado mejor o peor por su creencia”.
– Percy Bysshe Shelley –

Es importante recordar que este tipo de “instrucciones” son difíciles de cambiar dado que están integradas en nuestras costumbres e incluso pueden estar en la base de otras creencias. Así, cuestionar una puede suponer cuestionar otras muchas que se justificábamos partiendo de ella. Cuando una idea está en la base de nuestro sistema de creencias va a costar más extirparla.
Detectando creencias que nos bloquean

Vamos a detenernos en tres de estas creencias:

Emotofobia

Nunca debo sentirme triste, angustiado, inadecuado, celoso ni vulnerable. Debo esconder mis sentimientos bajo la alfombra y no trastornar a nadie.

Actualmente, muchos mensajes van dirigidos a quedarnos siempre con lo bueno de cualquier experiencia. En la mayoría de ocasiones se confunde el extraer un aprendizaje de una situación negativa con no permitirnos sentir y procesar lo malo. Huir de las emociones negativas no es beneficioso. El cuerpo y la mente necesitan equilibrarse y permitirse sentir emociones “malas”. Esto es importante para dar equilibrio al pensamiento y dar sentido a hechos o experiencias negativas.

Miedo al rechazo

Si me rechazas, eso demuestra que hay algo malo en mí. Si estoy solo, tiendo a sentirme desgraciado y sin valía.

Seguramente todos hayamos sentido el puñal del rechazo en alguna ocasión. La pregunta que nos hacemos es inmediata: ¿por qué? La respuesta que razonamos es peligrosa si viene desde la creencia equivocada. Es algo que se convierte en doloroso cuando desfiguramos las explicaciones y asumimos la culpa asociada a nuestra valía personal. Incluso en muchas ocasiones no nos valen los argumentos honestos de los demás. Nos centramos en disparamos directamente en el centro de nuestra diana emocional.

Adicción al amor

No puedo sentirme feliz y realizado sin ser querido. Si no me quieren, no vale la pena vivir.

Esta creencia es importante por la fuerza que tiene y lo aplastante que puede llegar a ser. Asociar la valía como ser humano a la dependencia de otras personas es dejar en manos ajenas lo más importante para nosotros. Sentirse realizado en base a los “te quiero” que recibamos conlleva muchos riesgos y trampas mentales. Cuando funcionamos buscando enfermizamente el amor en vez de enamorarnos de la persona que tenemos delante caminamos al borde un abismo donde es difícil distinguir el valor propio, que lo situamos en el fondo de ese acantilado.

Estas 3 creencias solo son un ejemplo de cómo nuestro contenido mental puede incidir en nuestros comportamientos. Comportamientos que al mismo tiempo, mediante el mecanismo de la profecía autocumplida, supondrán un refuerzo para estas creencias, logrando de esta forma que se asienten y sea más difícil que en un momento dado lleguemos a cuestionarlas.

Paula Murillo

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