El corazón íntegro siempre hará lo correcto aunque nadie mire. No necesita público ni alabanzas por sus buenos actos, en su firma de latir considera que la integridad es por encima de todo un valor excepcional, una necesidad de vivir en armonía con lo que dicta nuestra propia conciencia.
Hay quien comenta que la integridad es ese rasgo en peligro de extinción que ya no se ve demasiado en estas sociedades modernas. Que la rectitud de carácter y el alma intachable, noble y bondadosa ya no abunda en nuestros trabajos e instituciones. Ahora bien, lejos de preocuparnos por los ideales de los demás o de buscar pantallas donde reflejarnos para encontrar inspiración, lo más importante es ser íntegros con nosotros mismos.
En la vida, vas a encontrar genios sin ningún estudio e ignorantes con doctorados. No te preocupes ni por lo uno ni por lo otro, atiende solo la integridad de la persona y su conexión con tu corazón.
Confucio, el reconocido pensador Chino, definió a la persona íntegra como un “ser superior”, alguien dotado de una gran fortaleza de espíritu por poner en práctica sus ideas y más tarde, predicar a los demás lo que de verdad realiza.
Con esta imagen podemos ver que más que un “apego” a un sentido de justicia universal, existe una necesaria conexión con uno mismo, con la valentía de ser congruentes con aquello que sentimos y más tarde hacemos. Te invitamos a reflexionar sobre ello.
El comportamiento íntegro, una obligación pero también un derecho personal
Resulta esclarecedor comprobar que en latín “ínteger” significa “entero” y que de esta imagen se deriva la concepción de una entidad que no ha sido dañada ni rota, que no ha perdido su entereza en ningún instante. El propio Aristóteles, por ejemplo, definía también el comportamiento íntegro como una cualidad, como un hálito interior que se vincula directamente con nuestra voluntad por hacer lo correcto, sin necesidad de que nadie nos vea.
Hasta el momento, hemos podido comprobar que en todas estas definiciones existe un claro componente personal. Ahora bien, estamos seguros de que tú mismo habrás experimentado alguna vez la clara sensación de que han vulnerado tu propia integridad, hasta el punto de hacer o decir determinadas cosas que no sentías. Es un aspecto muy serio y de trascendencia que podemos comprender a través de algunos ejemplos:
Nuestra educación o el vínculo que establezcamos con nuestra familia puede hacer que en más de una ocasión sintamos que se están atacando nuestros derechos, al obligarnos a hacer cosas que no sentimos. En las que no creemos.
Lo mismo ocurre a nivel de pareja. Factores como la manipulación o el chantaje emocional son cercos con espinas en las que muchas veces caemos, perdiendo así parte de nuestra integridad.Hasta que al fin reaccionamos.
Las dinámicas que en ocasiones se establecen en los entornos laborales son un claro ejemplo de esa vulneración hacia la integridad de los propios trabajadores. Realizar tareas que no se desean o que no se ven como lícitas, sentirse explotado pero no poder reaccionar por miedo a perder el propio trabajo, son sin duda aspectos muy comunes.
Todos tenemos la obligación y también el derecho a ser íntegros. Porque la propia autoestima es al fin y al cabo esa concordancia entre actos y sentimientos, entre deseos y acciones. Si terceras personas rompen este equilibrio sutil, podemos salir heridos. Por ello, no debemos olvidarlo nunca: el corazón íntegro requiere una gran dosis de valentía.
Aprender a vivir en integridad
A menudo se nos recuerda aquello de que en la vida es necesario hablar con honestidad, pensar con sinceridad y actuar con integridad. Ahora bien, pero…¿Quién establece lo que es íntegro de lo que no lo es? La respuesta es sencilla, nuestra propia conciencia.
Vive de tal manera que cuando tus hijos piensen en la honestidad y la integridad, te recuerden a ti.
La conciencia no es un mero reflejo de un corpus legal de una determinada sociedad. Nadie interioriza la lista de los derechos humanos redactados por la ONU. En realidad, todos disponemos de una brújula interna que nos dice qué es lo que está bien y lo que está mal en base a una afinada combinación de diferentes factores: la educación, la experiencia, nuestra personalidad, la intuición y nuestro propio sistema de valores. Esos a los que siempre debemos responder.
Puesto que ya sabemos que el corazón íntegro está relacionado con la autoestima, tengamos pues en cuenta esta serie de dimensiones con las cuales, defender esta excepcional cualidad:
- Actúa cada día de tal manera que cuando llegues a la cama al final de la jornada, no tengas que lamentar nada de lo que has dicho, has hecho o has dejado de hacer. Sé congruente en cada paso que das y en cada acto que demuestras.
- Que a tu alrededor se eleven personalidades carentes de ética y espíritu íntegro no debe desanimarte ni aún menos incitarte a imitarles. Sé la luz en ese lodazal de corazones yermos. Sé tu propio ejemplo, tu voz en calma.
- Defiende tu integridad como a tu propia vida. Pon límites, alza muros a quien te induzca a que hagas o digas algo en lo que no crees. No dejes nunca de reconocerte ante el espejo cada vez que te mires. .
Sé el mejor ejemplo para tus hijos, porque la integridad no se aprende en los libros. La integridad se observa, se siente… Y ante todo, se defiende.
Valeria Sabater
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