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jueves, junio 30, 2016

El monje y el helado de chocolate, un cuento budista sobre el ego

Muchas veces hemos oído nombrar al ego como el causante de la soberbia o culpable del sufrimiento de una persona ante una situación indeseada. Pero… ¿qué es el ego exactamente y cómo afecta a nuestra felicidad?



Para la psicología occidental es una representación que hemos elaborado de nosotros mismos. En cambio, desde el punto de vista budista el ego es una actividad, la tendencia recurrente a identificarnos con cualquier cosa que mantenga esa representación que creemos ser.

Con este cuento budista veremos cómo esta identificación nos mantiene separados del mundo y nos aporta sufrimiento e insatisfacción, aparte de fomentar la competitividad. Disfrutad la lectura.

“La felicidad no es algo que haya que obtener. Por otra parte, usted es siempre la felicidad. Ese deseo nace de la sensación de estar incompleto. ¿Para quién existe esa sensación de estar incompleto? Averígüelo. Usted está dichoso cuando duerme profundamente. Ahora no lo está. ¿Qué se interpuso entre esa dicha y esta desdicha? El ego. Busque su origen y descubra que usted es la Felicidad.”
-Ramana Maharshi-

Una prueba para el ego con sabor a chocolate

Joel había llegado hacía ya tres años a una de las más antiguas comunidades budistas del Tibet y allí ansiaba ser ordenado para convertirse en un monje ejemplar.

Todos los días, a la hora de la cena, le preguntaba a su maestro si al día siguiente se celebraría la ceremonia de su ordenación. “Todavía no estás preparado, primero debes trabajar la humildad y dominar tu ego”, le respondía su mentor.

¿Ego? El joven no entendía por qué el maestro se refería a su ego. Pensaba que merecía ascender en su camino espiritual ya que meditaba sin descanso y leía a diario las enseñanzas del Buda.

Un día, al maestro se le ocurrió una manera de demostrarle a su discípulo que todavía no estaba preparado. Antes de dar comienzo a la sesión de meditación anunció: “Quién medite mejor tendrá como premio un helado”. “De chocolate”, añadió el anciano.

Tras un breve alboroto, los jóvenes de la comunidad comenzaron a meditar. Joel se propuso ser el que mejor meditara de todos sus compañeros. “De esta forma, le demostraré al maestro que estoy preparado para la ordenación. Y me comeré el helado”, concluyó el discípulo.

El joven budista intenta meditar

Joel consiguió centrarse en su respiración, pero al mismo tiempo visualizaba un gran helado de chocolate que iba y venía como subido en un columpio. “No puede ser, tengo que dejar de pensar en el helado u otro lo ganará”, se repetía.

Con mucho esfuerzo, Joel lograba meditar por varios minutos en los que simplemente seguía el compás de su respiración, pero enseguida se imaginaba a uno de los monjes chuperreteando el helado de chocolate. “¡Maldición!, debo ser yo quién lo consiga!”, pensaba el joven angustiado.

Cuando la sesión finalizó, el maestro explicó que todos lo habían hecho bien, salvo alguien que había pensado demasiado en el helado, es decir, en el futuro. Joel se incorporó antes de decir:

-Maestro, yo pensé en el helado. Lo admito. ¿Pero cómo puede saber que fui yo quien pensó demasiado?

El ego se descubre

-No puedo saberlo. Pero sí puedo ver que te has sentido tan aludido como para levantarte e intentar situarte por encima de tus compañeros. Así, querido Joel, es como actúa el ego: se siente atacado, cuestionado, ofendido… y pretende tener razón en el juego de ser superior a los demás.

Aquel día, Joel aprendió que todavía le quedaba mucho camino por recorrer. Trabajó su humildad y los impulsos del ego. Vivió en el presente y no intentó quedar por encima de los demás. También entendió que no le convenía identificarse con sus logros.

Así, con trabajo y paciencia, llegó el gran día. Fue aquel en el que el maestro llamó a su puerta para anunciarle que por fin estaba preparado para lo que tanto había ansiado.

Cuando llegó al templo no encontró a nadie allí. Solo una pequeña tarima y sobre ella… un helado de chocolate. Joel consiguió disfrutar del helado agradecido, sin sentirse decepcionado. Y a continuación, le ordenaron.

La humildad tiene premio

Cada persona tiene su particular helado de chocolate: aquello que anhela conseguir. El problema reside en tener la mente puesta en él, impidiéndonos disfrutar del presente.
Tendemos a confundir nuestros logros con nuestra valía e identificarnos con ellos. El ego se encarga de empujarnos a desear quedar por encima de los demás y ofendernos si alguien nos señala algún fallo.

Si logramos detectar nuestro ego y desactivarlo, automáticamente abandonamos la necesidad de criticar, discutir, competir o juzgar. Así, nos deshacemos del papel de víctima, del sufrimiento que conlleva no cumplir con las demandas del ego… ¡Y conseguimos disfrutar de los helados!

*Cuento original de Mar Pastor.

miércoles, junio 29, 2016

Valentía es recoger nuestros pedazos y reconstruirnos de nuevo

Nadie sabrá nunca las veces que has logrado mantenerte en pie aún sabiendo que estabas cayéndote a pedazos. Solo tú sabes dónde se hallan las marcas de tus heridas, esas que has ido reconstruyendo muy poco a poco, con un hilo muy fino y la aguja de las decepciones. Porque la valentía nunca es ausencia de sufrimiento o dolor, sino la fortaleza de seguir adelante a pesar del miedo…



A menudo, los neurólogos y los biólogos nos recuerdan aquello de que nuestro cerebro está preparado evolutivamente para sobrevivir a todo tipo de adversidades. Ahora bien, cada vez que llama a nuestra puerta la amargura y el sufrimiento siempre nos preguntamos eso otro de “por qué a mí”. Cuando esto ocurra, intenta sustituir dicha pregunta por otra mejor: “para qué”.
Dicen que es de valientes sonreír mientras uno está hecho a pedazos, pero valentía es ante todo ser capaz de recoger cada retazo de esos sueños rotos y reconstruirnos de nuevo, para ser más fuertes, más dignos, más hermosos.

Pocos instantes vitales van a demandar tantos recursos internos como esos en los que de pronto sentimos como si todo nuestro ser se hubiera derrumbado por dentro y solo quedaran tristes escombros. Las depresiones, los traumas, las decepciones o las pérdidas son momentos de gran dificultad. Instantes en los que se pone a prueba valentía personal.


Te invitamos a reflexionar sobre ello.


La valentía de renacer en fortalezas a partir de las debilidades

En Japón existe una técnica ancestral llamada “Kintsugi“ mediante la cual se reparan objetos rotos de cerámica. Se realiza utilizando un adhesivo fuerte, sobre el que después se aplica polvo de oro. El Kintsukuroi es un arte delicado y excepcional donde no se busca que la pieza rota y fragmentada recobre su forma original.

Al contrario, para la cultura nipona unir esos pedazos quebrados mediante el oro o la plata le confiere una vitalidad y una historia única a dicho objeto. Además, un hecho notable a tener en cuenta es que estas piezas de cerámica antes tan frágiles, ahora, además de bellas, son increíblemente resistentes. El sellado de sus heridas con oro las hace irrompibles.

Tal y como dijo Ernest Hemingway una vez, “la vida nos rompe a todos en algún momento, pero solo unos pocos logran hacer más fuertes sus partes rotas”. Así pues, merece la pena integrar en nuestro ser esta sencilla pero maravillosa metáfora: cuando algo valioso se quiebra, se rompe o se pierde, una forma de superarlo es no esconder nunca nuestra fragilidad, nuestra debilidad.

Porque esos vínculos lastimados pueden repararse gracias a la resiliencia, a esa aptitud para sobreponernos de toda dificultad para sellar con oro cada herida, cada hueco, cada sueño roto, y alzarnos así como criaturas aún más fuertes.

Estrategias para unir nuestros “pedazos rotos”

Según nos explica la psiquiatra Rafaela Santos en su libro “Levantarse y luchar” a pesar de que la neurociencia nos diga que todos podemos ser ‘resilientes’, esta capacidad no parece tan sencilla de poner en práctica. De hecho, según sus propios datos citados en el libro, solo un 30% de la población logra, por ejemplo, superar un trauma.

Recoger nuestros “pedazos rotos” no es fácil, pero no por ello imposible. El cerebro humano tiene cerca de 100.000 millones de neuronas que crean a su vez un billón de conexiones neuronales. Es algo maravilloso.

Si aceptamos que todos, de algún modo, somos arquitectos de nuestros cerebros, también aceptaremos que somos muy capaces de encender nuestra valentía personal, nuestra fuerza y optimismo para favorecer el cambio. Así, se producirá la sanación que refleja al arte de Kintsukuroi, a través de la que nos convertirnos en personas mucho más fuertes gracias a los hilos dorados de la resiliencia.

Reparar el trauma en nuestros mecanismos psíquicos y cerebrales

Antes que nada es necesario entender que el cerebro, además de ser un organismo orquestado por las emociones, es también un afinadísimo y complejo órgano comunicado gracias a impulsos eléctricos. Cuando hay un trauma o una depresión funciona a otra intensidad. De ahí, que nos cueste tanto “centrarnos” y que el mundo parezca alcanzar de pronto una velocidad que no somos capaces de seguir.
  • Entiende que vas a necesitar tiempo. En cierto modo, la idea de los “pedazos rotos” se parece en algo a lo que sucede en nuestro cerebro cuando nos hallamos en estos momentos de crisis. Más que roto, está “desconexionado”.
  • Poco a poco iremos conectando con nosotros mismos y con la realidad que nos envuelve. Este es el momento más duro porque van a aflorar todas las emociones de golpe: la ira, la tristeza, los lloros… No los contengas, facilita el desahogo emocional.
  • La tercera parte requiere ya que procedamos a la acción constructiva. Es el momento de aplicar ese “sellado” del Kintsukuro, para tomar el control, aceptar ayuda, apoyo, y asomarnos de nuevo a la vida a nuestro propio ritmo.
  • La última fase y la más decisiva es la reintegración. En este instante hemos de ser capaces de reconocer nuestro propio cambio. Las experiencias traumáticas son siempre como huesos rotos de alma, heridas que sanar para volver a caminar, a reintegrarnos plenamente al rumor de la vida. Es ahora, en esta fase, cuando recubriremos las marcas de nuestras heridas con polvo de oro.

Porque ya no somos los mismos de antes. Lo creas o no, si lo hemos hecho bien, seremos increíblemente más fuertes.

Valeria Sabater

martes, junio 28, 2016

Cada duelo es una prueba de nuestra madurez

Estamos acostumbrados a oír hablar del duelo como el tiempo necesario para recuperarnos emocionalmente de la pérdida de un ser querido. Lo más común es tratarlo desde ese punto de vista, pero no somos conscientes de que vivimos duelos cotidianos, que quizás son menos impactantes pero sí más frecuentes. De esta manera, crecemos y maduramos afrontando diferentes pérdidas e integrando los sentimientos que nos producen en nuestra historia de vida.



En esta ocasión me quiero referir a otro tipo de duelo y es al duelo que vivimos cuando acabamos una relación de pareja. Al proceso que viven dos personas cuando tras un tiempo acaban con lo que había sido su relación. En este proceso, en el que podemos llegar a sentirnos desvalidos, indefensos o sin ganas de seguir adelante, guarda similitudes con otros duelos, como puede ser el fallecimiento de un ser querido.

Fases del duelo relacional

Es obvio que cada persona vive el duelo relacional a su manera, en cierto modo, y que no se vive igual, cuando es uno el que toma la decisión, cuando es una decisión mutua o cuando ha sido por una traición. Pero de forma general podemos hablar de distintas fases por las que pasamos con mayor o menor intensidad:

Cuando ocurre esta ruptura lo primero que nuestras emociones hacen es generar un escudo de protección contra el dolor, y no hay mejor forma de hacer eso que negando lo que ha ocurrido. No aceptando que eso esté ocurriendo y pensando que hay algo que no cuadra. El encapsulamiento no te permite percibir la realidad de forma objetiva.

A medida que empezamos a ser consciente de lo ocurrido, el escudo empieza a dejar paso a la batalla, una batalla interna y propia, hecha de ira y enfado. Lo que antes no cuadraba, ahora empieza a resultar inexplicable y por lo tanto comienzan las preguntas de “¿Qué hice mal?”, “¿Cómo ha podido hacerme esto?”, “Quizás me he equivocado en mi elección”, etc.
En este momento empiezas a asimilar tus razonamientos y a añorar el ser idealizado, más que a la pareja, y comienza la tristeza realista asociada a la ruptura. La batalla interna ha acabado, no hay contra que luchar. El sentimiento de dolor emocional será más fuerte que en ninguna otra fase, pero solo será par dar paso a la siguiente fase.

Tras la tristeza la vida empieza a volver a coger un sentido natural. La otra persona existe y eres consciente de ello, pero no por ello sufres. Es una verdad objetiva que sabes que es inmutable y que no es un problema. Comienzas a recordar la gente que te quiere, pues gracias a esto, te lo han hecho saber más de lo que nunca esperabas. Asimilas que la situación, probablemente es la mejor y estás preparado para la última fase.
Es en este momento cuando viene lo mejor, lo más funcional. Es en el momento que echas la vista atrás y solo hay aprendizaje. Un cúmulo de situaciones que habéis vivido juntos y que te han dotado de un nuevo yo (self), de unas nuevas cualidades. De repente eres consciente que no es destructivo lo ocurrido, que eres una persona más sabia, y que deseas de la otra persona solo cosas buenas, pues no es el enemigo, sino un compañero durante un trayecto del viaje de la vida.

El aprendizaje es el objetivo final del duelo

Al final esto no deja de ser un camino en el que hemos de aprender y vivir lo que se nos plantea, por duro que sea, de la mejor manera posible. Todo tiene dos caras, y como mínimo una es buena. En este fragmento del libro “Hombres sin mujeres”, Murakami, describe a la perfección la última fase de este duelo:

-¿Te resultó duro?
– ¿El qué?
– Quedarte de repente solo cuando antes erais dos.
– A veces- contesté con sinceridad.
– Pero ¿no te parece que, cuando eres joven, en cierta medida es necesario vivir periodos tristes y difíciles como ese? O sea, como parte del proceso de madurez.
– ¿Eso crees?
– Es como un árbol: para crecer fuerte y robusto, necesita pasar inviernos duros. Si el clima siempre fuese cálido y suave, ni siquiera tendría anillos.

Mario Castaño Casanova

lunes, junio 27, 2016

Pequeñas cosas que sí dan la felicidad y que no sabías

La felicidad quizás sea eso que no sabemos definir muy bien, pero que todos buscamos ansiadamente. En ocasiones hasta producirnos un malestar tremendo por las propias exigencias que nos imponemos para encontrarla, de ser feliz, caiga quien caiga, pase lo que pase.



Si preguntas a alguien dónde se encuentra la felicidad, normalmente encontrarás respuestas que hacen referencia a lo externo, a lo que se desvanece, a lo que está más fuera de nuestro control que bajo el mismo.

<> o eso dice la conocida canción.

Pero la realidad es que no es así, ni la salud, ni el dinero ni el amor dan la felicidad y creer que tu estado de ánimo depende de que estas áreas de tu vida funcionen es un gran error, que al final te llevará a ser más infeliz.

¿Dónde solemos buscar la felicidad?

Las personas desgraciadamente nos hemos inventado multitud de creencias irracionales. Son exigencias y necesidades que solo están en nuestra mente, pero que pensamos son verdades absolutas. Sentencias inquebrantables que tienen que marcar nuestro camino, sí o sí. De hecho, cuestionarlas puede causarnos el mismo vértigo que asomarnos a un acantilado escarpado.
Nos las tomamos como un mandato, nos guiamos por ellas, las hacemos nuestras e incluso las defendemos aunque nos generen sufrimiento.

Creemos, erróneamente, que si tenemos cubiertas estas necesidades y exigencias, hallaremos la felicidad y, por el contrario, si se produce una grieta y no alcanzamos nuestras expectativas, tendremos que sentirnos desgraciados. Cargas con las que no podrá nadie, tampoco nosotros.

Normalmente estas creencias hacen referencia a la aprobación de los demás, al desempeño perfecto de uno mismo en alguna tarea de relevancia, al dinero, a la salud, a tener una pareja estable y que funcione perfectamente, a ser madre, a ser alguien interesante y carismático…etc, etc, etc.
Realmente, hay muchos tipos de creencias y cada persona tendrá las suyas propias, pero básicamente tienen que ver con lo que acabamos de enumerar. “El trabajo dignifica”, “Se te va a pasar el arroz”, “El dinero da la felicidad”, “La salud es lo más importante que existe”…

Por lo tanto, es ahí donde las personas solemos buscar nuestra felicidad, lo que provoca que nos impongamos expectativas poco realistas y al final seamos muy infelices. De hecho, los estudios confirman que cada vez tenemos más necesidades cubiertas y somos más infelices que antaño, y además, va en aumento.

Lo que sí da la felicidad

Si cada vez poseemos más y vivimos más cómodamente, con más abundancia, ¿por qué somos más infelices? ¿qué está fallando?

Lo que falla es creernos que lo externo nos hará felices. Es cierto que conseguir el trabajo de tus sueños, encontrar una pareja que te quiera y te trate bien o tener dinero da cierto placer, pero en realidad es algo muy a corto plazo. Y es placer, que no felicidad.
El ser humano se habitúa rápidamente a lo que tiene y cada vez va necesitando más y más, por lo que no tiene techo, no se conforma, con todo lo que ello conlleva.

¿Quién no conoce gente multimillonaria que ha robado? ¿No tenían suficiente? ¿Quién no sabe de alguien que se mata trabajando a pesar de que, para vivir, podría trabajar la mitad?

Cuando las personas nos damos cuenta de que no somos felices a pesar de tenerlo todo, creemos que la solución es más de eso que ya tenemos: trabajar más horas, intentar ser más guapo, hacer más dinero, viajar más, buscar pareja desesperadamente…con lo que la caída aun duele más.

Lo que no saben estas personas, es que la felicidad está en ellos mismos, en su actitud, en cómo deciden disfrutar de la vida y en cómo funciona su escala de valores.

La felicidad está en cómo aprecias y te diviertes con lo que posees, sea mucho o poco. Existen personas que tienen muy poco y son mucho más felices que aquellos que poseen mansiones y grandes fortunas.

No existen pocos ejemplos de personas que lo tienen todo y acaban suicidándose, después de llevar una vida entera tomando todo tipo de psicofármacos.
Si quieres ser feliz empieza a apreciar todo lo que existe a tu alrededor y a dejar de quejarte por lo que te falta. Es casi imposible que todas las áreas de tu vida estén completas, pero eso no quiere decir que no puedas ser feliz con lo que tienes entre manos.

El olor a café por las mañanas, la risa de tu hija pequeña, bailar una canción bonita con tu pareja en mitad del salón, correr con tus perros detrás de las mariposas, ver las estrellas, una buena conversación en la playa mientras la brisa te da en la cara, abrir una botella de vino con un baño caliente… Estas son las pequeñas cosas que sí dan la felicidad, ¿lo sabías?

Alicia Escaño Hidalgo

domingo, junio 26, 2016

Nadie vale más que tú

Nadie vale más que tú, seas como seas, no dejes que nadie te haga dudar de tus capacidades. Ni tu color de piel, tu sexo o tu dinero definen tu potencial o tu capacidad de lucha ante un mundo dónde la discriminación es lo más habitual.



Un mundo donde los que son considerados diferentes tienen que luchar mucho más para obtener lo mismo que las personas que sí son consideradas como parte de la “normalidad”. Esa “normalidad” siempre la establece la cultura en la que estás inmerso basándose en lo más común, pero que sea lo más común no implica que sea lo más correcto o lo mejor.
“Nadie es como otro. Ni mejor ni peor. Es otro. Y si dos están de acuerdo, es por un malentendido”
-Jean-Paul Sartre-

Soy persona, no una etiqueta

En muchas ocasiones dejamos de ser Ana, Carlos, María o Antonio para convertirnos en la loca, el africano, la pobre o el transexual. Dejamos de ser personas para ser etiquetas, como si lo que somos pudiera definirse en una sola palabra. Como si lo que somos fuera algo tan raro o especial que hubiera que resaltarlo ante todo.

Que no sea de tu misma raza, no significa que sea inferior, sino simplemente que soy de distinto color. El que no sea de tu mismo sexo o que mi sexo no se encuentre entre la clásica división de hombre-mujer, no implica que sea un desviado o un delincuente sexual, sino que mi identidad de género es distinta a la que por estadística suele corresponderle a mis genitales mi cuerpo. El que no disponga de grandes medios económicos no hace que sea una persona vaga o inculta, sino que mi vida es más complicada que la tuya.

Pero ante todo, seas lo que seas o como seas, nadie puede decirte que no puedes hacer algo o que no vales por el mero hecho de ser distinto, de no ser como él. Las capacidades no las dicta el sexo, la raza o la riqueza.

El ser mujer no te invalida para ser científica o cobrar lo mismo que un hombre. El ser transexual, bisexual, gay o lesbiana no te invalida para estar con niños, no es una enfermedad, es una opción sexual y no es contagiosa. El ser un desempleado no significa que seas un mal trabajador, es que igual no te han dado la oportunidad de demostrar tu talento.

“La falsa imaginación te enseña que cosas tales como la luz y la sombra, el largo y el alto, lo blanco y lo negro son diferentes y tienen que ser discriminadas; pero ellas no son independientes una de la otra; ellas son aspectos diferentes de la misma cosa, ellos son conceptos de relación, no la realidad”.
-Buda-

Educar en la diversidad

Para que nadie vuelva a sentirse marginado, a tener que luchar más que el resto por no ser como la mayoría, sería conveniente educar a los niños en la diversidad. Mostrar que la variedad es buena y que da color al mundo.

Crecerán sabiendo que en todo momento tendrán las mismas oportunidades en la vida, independientemente de su sexo, raza o situación económica. Así nadie podrá decirles quien vale más, porque todos tendrán el mismo valor ante la sociedad.

Todo esto sobre el papel parece muy bonito pero difícil de realizar. No es así, pequeños gestos pueden empezar a cambiar el mundo y más si se transmiten a las futuras generaciones. Desde el juego o la lectura se pueden enseñar múltiples valores que ayuden en la aceptación de la diversidad.

Somos los adultos los que sexualizamos los colores o las muñecas. Para un niño el rosa solo es un color, el que ese color sea “de niñas” es una descripción que nosotros les enseñamos. Para una niña, un coche de juguete es solo eso, un juguete, el que sea “típico de niños” es un significado que nosotros le atribuímos.

Para un niño el maquillaje son solo pinturas para la cara con las que deja volar su imaginación. La sexualización de esas pinturas pertenece sólo al mundo adulto. Para una niña el luchar y querer ser futbolista no la hace convertirse en un marimacho, generalmente significa que disfruta corriendo detrás de un balón.

Educar respetando la libertad de elección de los niños, dejando que disfruten, no les hace daño, nos beneficia a todos. Y esto sobretodo nos enseña, les enseña que nadie vale más que tú porque nadie vale más que otro, simplemente somos personas distintas.

Lorena Vara González

sábado, junio 25, 2016

El corazón íntegro hace lo correcto sin esperar a que nadie mire

El corazón íntegro siempre hará lo correcto aunque nadie mire. No necesita público ni alabanzas por sus buenos actos, en su firma de latir considera que la integridad es por encima de todo un valor excepcional, una necesidad de vivir en armonía con lo que dicta nuestra propia conciencia.



Hay quien comenta que la integridad es ese rasgo en peligro de extinción que ya no se ve demasiado en estas sociedades modernas. Que la rectitud de carácter y el alma intachable, noble y bondadosa ya no abunda en nuestros trabajos e instituciones. Ahora bien, lejos de preocuparnos por los ideales de los demás o de buscar pantallas donde reflejarnos para encontrar inspiración, lo más importante es ser íntegros con nosotros mismos.
En la vida, vas a encontrar genios sin ningún estudio e ignorantes con doctorados. No te preocupes ni por lo uno ni por lo otro, atiende solo la integridad de la persona y su conexión con tu corazón.

Confucio, el reconocido pensador Chino, definió a la persona íntegra como un “ser superior”, alguien dotado de una gran fortaleza de espíritu por poner en práctica sus ideas y más tarde, predicar a los demás lo que de verdad realiza.

Con esta imagen podemos ver que más que un “apego” a un sentido de justicia universal, existe una necesaria conexión con uno mismo, con la valentía de ser congruentes con aquello que sentimos y más tarde hacemos. Te invitamos a reflexionar sobre ello.

El comportamiento íntegro, una obligación pero también un derecho personal

Resulta esclarecedor comprobar que en latín “ínteger” significa “entero” y que de esta imagen se deriva la concepción de una entidad que no ha sido dañada ni rota, que no ha perdido su entereza en ningún instante. El propio Aristóteles, por ejemplo, definía también el comportamiento íntegro como una cualidad, como un hálito interior que se vincula directamente con nuestra voluntad por hacer lo correcto, sin necesidad de que nadie nos vea.

Hasta el momento, hemos podido comprobar que en todas estas definiciones existe un claro componente personal. Ahora bien, estamos seguros de que tú mismo habrás experimentado alguna vez la clara sensación de que han vulnerado tu propia integridad, hasta el punto de hacer o decir determinadas cosas que no sentías. Es un aspecto muy serio y de trascendencia que podemos comprender a través de algunos ejemplos:
Nuestra educación o el vínculo que establezcamos con nuestra familia puede hacer que en más de una ocasión sintamos que se están atacando nuestros derechos, al obligarnos a hacer cosas que no sentimos. En las que no creemos.
Lo mismo ocurre a nivel de pareja. Factores como la manipulación o el chantaje emocional son cercos con espinas en las que muchas veces caemos, perdiendo así parte de nuestra integridad.Hasta que al fin reaccionamos.
Las dinámicas que en ocasiones se establecen en los entornos laborales son un claro ejemplo de esa vulneración hacia la integridad de los propios trabajadores. Realizar tareas que no se desean o que no se ven como lícitas, sentirse explotado pero no poder reaccionar por miedo a perder el propio trabajo, son sin duda aspectos muy comunes.

Todos tenemos la obligación y también el derecho a ser íntegros. Porque la propia autoestima es al fin y al cabo esa concordancia entre actos y sentimientos, entre deseos y acciones. Si terceras personas rompen este equilibrio sutil, podemos salir heridos. Por ello, no debemos olvidarlo nunca: el corazón íntegro requiere una gran dosis de valentía.

Aprender a vivir en integridad

A menudo se nos recuerda aquello de que en la vida es necesario hablar con honestidad, pensar con sinceridad y actuar con integridad. Ahora bien, pero…¿Quién establece lo que es íntegro de lo que no lo es? La respuesta es sencilla, nuestra propia conciencia.

Vive de tal manera que cuando tus hijos piensen en la honestidad y la integridad, te recuerden a ti.

La conciencia no es un mero reflejo de un corpus legal de una determinada sociedad. Nadie interioriza la lista de los derechos humanos redactados por la ONU. En realidad, todos disponemos de una brújula interna que nos dice qué es lo que está bien y lo que está mal en base a una afinada combinación de diferentes factores: la educación, la experiencia, nuestra personalidad, la intuición y nuestro propio sistema de valores. Esos a los que siempre debemos responder.

Puesto que ya sabemos que el corazón íntegro está relacionado con la autoestima, tengamos pues en cuenta esta serie de dimensiones con las cuales, defender esta excepcional cualidad:
  • Actúa cada día de tal manera que cuando llegues a la cama al final de la jornada, no tengas que lamentar nada de lo que has dicho, has hecho o has dejado de hacer. Sé congruente en cada paso que das y en cada acto que demuestras.
  • Que a tu alrededor se eleven personalidades carentes de ética y espíritu íntegro no debe desanimarte ni aún menos incitarte a imitarles. Sé la luz en ese lodazal de corazones yermos. Sé tu propio ejemplo, tu voz en calma.
  • Defiende tu integridad como a tu propia vida. Pon límites, alza muros a quien te induzca a que hagas o digas algo en lo que no crees. No dejes nunca de reconocerte ante el espejo cada vez que te mires. .
Sé el mejor ejemplo para tus hijos, porque la integridad no se aprende en los libros. La integridad se observa, se siente… Y ante todo, se defiende.

Valeria Sabater

viernes, junio 24, 2016

Algunas personas pasan por nuestra vida para enseñarnos a no ser como ellas

Algunas personas pasan por nuestra vida para enseñarnos a no ser como ellas. Porque, como afirmó Oscar Wilde, “algunas personas causan felicidad a donde van; otras, cuando se van”. Aún así de toda relación obtenemos un beneficio, fruto a veces del malestar, pues nuestras vivencias nos brindan la posibilidad de manejar nuestros sentimientos de otra forma.



Viktor Frankl escribió que la vida es potencialmente significativa, pues podemos extraer significado hasta del mismo sufrimiento. Así, aunque a veces podamos no encontrar sentido a ciertas relaciones negativas, lo cierto es que nos aporta una visión del mundo que desconocíamos.
Esto, dicho de otra forma, significa que nos enseñan qué es lo que valoramos y qué es lo que nos incomoda, molesta o daña. En definitiva, nos muestran una faceta que no queremos desarrollar.

Nuestros principios se refuerzan gracias a ciertas vivencias

Ser testigos de injusticias y sentir gran malestar por las actuaciones llevadas a cabo por ciertas personas nos ayuda a reflexionar sobre nuestros principios y reforzar así nuestras creencias sobre lo que es bueno y lo que es malo.

Duelen la traición, la frialdad, la prepotencia. Duelen con intensidad. A veces lo más doloroso es, precisamente, conocer desconociendo a aquellas personas que te rodearon en un tiempo. Hay personas que acabas conociendo cuando se muestran de verdad, cuando ya no te necesitan y reflejan su verdadero interés por ti.

Cuando esto sucede el mismo duelo nos hace replantearnos nuestras prioridades y nuestras propias actuaciones con respecto a los demás. Por eso, a veces, pasar por un mal trago relacional nos hace mejores personas.
Nos ayuda a valorar otros sentimientos y nos apoya en nuestro crecimiento. Esto requiere una gran elaboración interior propia que nos permita avanzar y no estancarnos en el malestar, la culpa o el resentimiento.

Alejarse de las personas conflictivas mejora la salud y el alma

A la hora de alejarnos de aquellas personas que nos hacen daño es bueno jugar con la ventaja de la anticipación. O sea, aprovechar que sus reacciones e intenciones cada vez son más predecibles. Esto nos permite relacionarnos de otra manera, pues manejamos nuestro entorno más a nuestro antojo.

En este sentido no debemos dar tanta importancia a lo que estas personas hagan sino centrar nuestra atención en lo que podemos aprender de lo que han hecho, ayudándonos esto a crear oportunidades de crecimiento y trabajar nuestra autoestima y nuestra fuerza.

Porque al fin y al cabo el que espera se decepciona, y esperar todo de alguien puede generarnos desilusión y sometimiento, haciendo desaparecer nuestro oxígeno psicológico, contaminando nuestra atmósfera emocional y menoscabando nuestras inquietudes.

Así, mantener la perspectiva nos ayudará a lograr cierta indiferencia y a bajarnos de esa montaña rusa emocional, consiguiendo separar nuestras preocupaciones de las suyas y liberándonos de sus inseguridades y de sus reacciones desproporcionadas.

La idea es esclarecer nuestra mente y poder exponer nuestros pensamientos y emociones sin miedo a las consecuencias cuando llegue el momento. Esto tendrá un resultado tan rápido y directo como satisfactorio: nuestros problemas disminuirán y podremos vivir en paz.
Cuando alguien busca dañarnos de manera intencionada, entonces nosotros debemos elegir si queremos abrirle nuestra ventana emocional y dar validez a aquello que nos va a sofocar.

La vida realmente es corta como para vivir angustiado por lo que nos hacen o dejan de hacer cada una de las personas que nos rodean. Por eso la mejor decisión que podemos tomar es distanciarnos de lo negativo de algunas personas y acercarnos a aquellos que nos hacen sentir bien. 

Raquel Aldana

jueves, junio 23, 2016

Sigue adelante, si no diera miedo no valdría la pena

A veces para conseguir sueños hay que negociar con el miedo. Hay que vivir con ellos, aunque no todos son de los que bloquean y te hacen abandonar lo que te has propuesto. Hay muchos que provocan un vértigo que indica que te asomas por un precipicio escapado y con una buena altura, lleno de adrenalina y de sensaciones desconocidas.



Esa sensación de incertidumbre y desasosiego aparece cuando realmente algo nos motiva, nos perturba la sensación de rutina porque desea transformarla en algo con sentido. La sensación de miedo nos traza el camino a seguir, nos provoca seguir investigando el trazado de lo que nos dicen que es imposible, para que podamos hacerlo realidad.

El miedo, esa emoción que tememos

Geral Hüther en su libro “La biología del miedo” nos explica cómo no tememos a nada tanto como a nuestros miedos. Sin embargo, es precisamente este, con sus distintos matices, el que pone en movimiento el desarrollo intelectual y emocional. El miedo produce en el cerebro un proceso de reacción de estrés que crea las condiciones idóneas para la conducta intelectual, emocional y física.

Hemos de ser capaces de encontrar el límite, entre el miedo amigo y protector y el miedo patológico, que nos conecta con ataques de pánico y ansiedad

Desde la física cuántica se explica como el cuerpo y las emociones no distinguen lo que está pasando en un plano real o imaginario, de manera que el nuestro cerebro desencadena las mismas reacciones. Así que sufrimos exactamente igual los efectos del estrés y los de otros mecanismos biológicos, ya sea por experimentarlo, por anticiparlo o imaginarlo.

El complejo circuito de miedo en nuestro organismo: una mezcla de estrés y placer

Como acabamos de comentar, el miedo aparece como una sensación totalmente desadaptativa cuando se convierte en un estado emocional asfixiante y continuo, en lugar de convertirse en una señal de alerta para los potenciales estímulos amenazantes del medio externo. Una sensación que oprime a la persona en el círculo de sus propias sensaciones displacenteras porque ya no es capaz de distinguir -de manera adaptativa- los momentos de alerta y los de relajación.

El complejo proceso y circuito físico y hormonal del estrés se activa con estímulos sensoriales, como la vista o el oído, para enviar información a una zona cerebral llamada amígdala: se encargará de conectar con el hipotálamo para acceder a la memoria y ver qué hicimos anteriormente en situaciones parecidas. Además se encargará de enviar impulsos eléctricos a los músculos para pasar a la acción.

En el plano hormonal, la glándula pituitaria segrega hormonas del estrés, que provoca que nos activemos y generemos otras dos hormonas más: la adrenalina y el cortisol. La adrenalina dilata las pupilas, aumenta la frecuencia respiratoria y el cortisol por su parte aumenta la glucosa en sangre que generará mayor energía muscular.

Lo más curioso de este complejo circuito es que finalmente genera dopamina, un neurotransmisor ligado al placer, que a su vez acompaña a la sensación de miedo, riesgo o triunfo.

Cuando el miedo un día no nos sirvió: el miedo como señal de catástrofe

Conociendo este complejo circuito del miedo y su utilidad, no solo para nuestra supervivencia sino también para nuestro bienestar emocional, es normal que las personas que han sufrido daño después de tener miedo sientan que esta señal de alerta no es valiosa. Total, aún anticipando el peligro, no han podido hacer nada.

Por ejemplo, en personas víctimas de agresiones, si no se procesa emocionalmente el daño sufrido, el nodo del miedo quedará permanente activado, incluso para sucesos que no comportan riesgo alguno. No solo personas que han sufrido estas situaciones de forma directa pueden sufrir esta extraña sensación de miedo permanente, sino también personas que han presenciado algún acto en la que los recursos para escapar no han funcionado.

Hacer del miedo un aliado para conseguir placer

En los casos en los que el miedo no está funcionando como una señal adaptativa, sino como una sensación generalizada que nos causa enorme malestar, deberá ser tratado correctamente. En los casos en los que ha existido un trauma, técnicas como el EMDR junto a otras técnicas parecen arrojar resultados esperanzadores. En cualquier caso, el mejor consejo que te podemos dar es que te pongas en manos de un especialista.

El miedo sirve para anticiparnos, nunca para vivir de la forma en la que él nos dicta. Como hemos dicho al principio, lo ideal es que sea una sensación que nos muestre el precipicio y los caminos inusitados, pero sin seguir la flecha sin hacernos preguntas.

Sería parecido al miedo que sentimos ante metas que parecen inalcanzables, pero que sabemos que realmente no lo son: eso es lo que piensa un opositor antes de embarcarse en un estudio que puede durar años o un corredor de élite dispuesto a superar su anterior récord de velocidad. El cortisol les activa, pero no les mata.

Así, la posibilidad de trasformar al miedo en tu aliado puede convertirse, si eres capaz de materializarlo, en un logro genial, de manera que puedas valorar las señales que te da sin obedecerlas ciegamente. Sentir esa alerta como presente y real, pero también hacerle frente y saber transitar por ella. Puede que algún día no pudieras evitar lo que estabas temiendo ni hacerle frente, pero debes descondicionar esa experiencia para poder lograr vivir el resto con plenitud.

Al fin y al cabo, si no existiera el miedo tampoco existiría la sensación de logro. Evitar uno es evitar lo otro, con idéntico resultado: evitar la vida. Permítete la licencia de experimentar miedo y poder tolerarlo, seguro que trae cosas interesantes.

Cristina Roda Rivera

miércoles, junio 22, 2016

5 frases de Albert Camus que cambiarán tu forma de ver la vida

El escritor premio nobel Albert Camus destaca sobre todo por su modo de ver la vida. En sus libros deja claras muestras de la evolución de los personajes conforme a su personalidad, donde podemos vernos reflejados cada uno de nosotros.


Albert Camus es reconocido por su literatura humanista. Influido por la filosofía de F. Nietzsche, hace un especial énfasis en lo absurdo de la condición humana, esforzándose en poner conciencia y perspectiva a través de sus obras literarias.

Albert Camus y su pensamiento existencialista

La presencia del existencialismo en el pensamiento de Albert Camus está muy marcada en toda su obra literaria. En sus obras más conocidas como “El extranjero”, “La peste”, “El mito de Sísifo”, etc., el autor nos da a conocer sus más profundas inquietudes, con un pensamiento reflexivo y lúcido acerca de la existencia humana.

Nos habla en sus obras esencialmente de la crisis espiritual de nuestra época, en el marco de la manifestación religiosa, política y artística. Ofreciéndonos con sus ideas filosóficas, nuevas dimensiones acerca de cómo se pueden vivir los asuntos que a todas las personas nos preocupan.

En sus frases podemos comprobar cuáles fueron sus grandes reflexiones y preocupaciones. Camus nos deja un legado literario para que nos atrevamos a vernos a nosotros mismos, con nuestras miserias, manías, virtudes, engaños y capacidades. En esta selección de frases analizamos algunas de las más características:

1. “No ser amados es una simple desventura; la verdadera desgracia es no amar.”

En esta frase se pone de manifiesto la fuerza y plenitud que supone el acto de amar. Una muestra para los que han vivido un amor no correspondido, de que, lo que han sentido, merece la pena a pesar de todo, por mucho dolor que se experimente, por mucha pena que aparezca.

En el propio acto de amar podemos vernos a nosotros mismos, con esa capacidad para admirar a otro ser con toda su belleza, mediante una mirada que sobrepasa lo racional. Este sentimiento aun siendo frustrado, quien lo ha vivido sabrá que, ante todo, es preferible haberlo sentido. Al ser algo tan valioso que se genera en nuestro ser con ninguna otra intención que la de amar.

2. “Cada vez que un hombre en el mundo es encadenado, nosotros estamos encadenados a él. La libertad debe ser para todos o para nadie”

Una frase con esencia humanista, en la que declara que no puede existir la libertad, mientras haya un hombre en este mundo que siga sin ella. Obtener nuestra libertad a consecuencia de que otras personas pierdan la suya, es un acto inhumano.

Camus reivindica así la compasión y la solidaridad para que todo ser humano alcance a tener los mismos derechos. Poniéndose así en contra de que haya unos cuantos que obtengan estos derechos a costa de que les sean arrebatados a otros.

3. “El hombre tiene dos caras: no puede amar sin amarse”

Muchos filósofos y grandes pensadores nos muestran esta idea, en la que no es posible amar sin haberse amado primero uno a sí mismo. Parte del sentido, de que solo podemos dar aquello que tenemos, el amor no es una excepción; resulta innegable que este sentimiento es fruto de lo que somos capaces de dar.

Si tú eres capaz de cultivar tu amor propio, de proporcionarte cuidado y atención, en ese momento estarás creando las condiciones necesarias para poder compartir tal sentimiento, desde lo que tú eres y desde el amor honesto que has gestado.

4. “En las profundidades del invierno finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible”

Toda esperanza reside en nosotros, en nuestra actitud y la perspectiva que seamos capaz de adoptar en cada momento. Cuando consideramos lo que somos a través de nuestros logros y de lo que tenemos, estamos poniendo nuestro valor fuera de nosotros mismos.

Es fácil y previsible que este tipo de valor tan superficial sea efímero y que tarde o temprano sea susceptible de ser destruido. Cuando ponemos el valor en lo que somos, aceptando nuestras dificultades y miedos, aprendemos así a contar con nosotros mismos ante cualquier desconsuelo y asunto frustrado.

5. “La verdadera generosidad, en relación con el futuro, consiste en dárselo todo al presente”

Sabemos que todo lo que somos parte de un momento presente y esa acumulación de momentos es la que conforma nuestro futuro. Sembramos cada instante para que así brote la experiencia y es así como obtenemos nuestros aprendizajes.

Darlo todo al presente consiste en hacer lo que hemos podido en ese momento, con respecto a lo que queremos. Es así como construimos nuestro destino, centrándonos en cada situación intentando dar lo mejor de nosotros mismos. Lo que vivimos actualmente es consecuencia de lo que hemos aprendido y de la actitud que tomamos ante cada una de nuestras experiencias.

Rafa Aragón

martes, junio 21, 2016

Aspectos psicológicos de los 13 chakras



CHAKRA 1: Estrella de la tierra. El grado de consciencia de cada persona, para conectar con la conciencia de la tierra y la misión personal en esta encarnación.
CHAKRA 2: Chakra Raíz. La relación con la tierra, el lugar que cada un@ ocupa en su vida, las vivencias en el útero antes de nacer, la infancia y las primeras relaciones con la familia y los seres con los que se relaciona, la forma en la que cada un@ se afirma: el centramiento, la confianza, la voluntad, la perseverancia, la disciplina o la inseguridad, los miedos internos, la sensación de abandono, las carencias afectivas, la tendencia al autoboicoteo, a la distracción y la inseguridad personal.
CHAKRA 3: Chakra sexual. La capacidad de crear, de sentir las emociones, la intuición, la facilidad o dificultad al integrar las diversas polaridades, tanto propias como las provenientes del árbol genealógico, la capacidad de dar y recibir amor a nivel físico, emocional, mental y espiritual, la voluntad de cambio, la motivación interior, los hábitos, la forma de reaccionar a la sombra personal: el bloqueo, la frustración, la negación, la proyección de la culpa hacia el exterior o la capacidad de aceptar, sentir y dar los pasos necesarios para crear la vida que cada un@ desea vivir.
CHAKRA 4: chakra del plexo solar. La capacidad de comprender las emociones y tomar la propia dirección, la fuerza, las potencialidades, habilidades y dones para actuar desde la convicción interna, la autoconfianza para materializar los deseos personales, la capacidad para afrontar los desafíos de la vida, la madurez para saber pedir y compartir o la falta de seguridad, de atención y convicción, para romper rutinas o apegos, el vacío y agotamiento fruto de bloqueos internos, la falta de disciplina y voluntad, la frustración, la rabia y la ira propios de una falta de centramiento.
CHAKRA 5: Chakra del corazón. La consciencia del amor, el sentido de lo sagrado, la receptividad, el equilibrio interno, la aceptación, la capacidad de amar, de compartir, de dar y recibir, de saber poner un límite de forma respetuosa, de abrazar, de expresar afecto o el miedo al contacto, la falsedad o hipocresía, la ansiedad, el egoísmo, la pena, la cautividad emocional y la infelicidad.
CHAKRA 6: Chakra del Timo. La conexión con el alma, la energía de amor y sabiduría, la capacidad de discernir, la claridad interior para creer en un@ mism@, la facilidad para sanar y transmutar las heridas del ego o la sensación de vivir desde el miedo y el dolor.
CHAKRA 7: Chakra de la garganta.  La capacidad de comunicarse, de sintonizar con lo que acontece, de sentir más allá de las palabras, de seguir la intuición, el ritmo interior y expresar la propia verdad o la timidez, la baja autoestima, el apego a las dependencias, los automatismos, la tendencia a la soledad o el aislamiento.
CHAKRA 8: Chakra del entrecejo. La visión holográfica, la clarividencia, la escucha y la percepción interna, la sabiduría de aceptar y perdonar, la capacidad de imaginar y crear la magia de la vida o la visión obstinada y racional, el enconamiento, la visión egóica, la incredulidad, la repetición de patrones por falta de visión, la torpeza de caer en los prejuicios y rutinas personales
CHAKRA 9: Chakra coronario. La fe, el respeto, la visión espiritual de la vida, la sabiduría interna, la capacidad de conectar con otras dimensiones de consciencia, la sabiduría, la capacidad de vivir plenamente consciente en el presente, la compasión, la vitalidad, la amabilidad, la gracia, la alegría y felicidad interna o la falta de conexión con el propósito espiritual, el apego al Ego, la arrogancia, la imposición, la superficialidad y la apatía.
CHAKRA 10: Chakra estrella del alma. La capacidad de comunicarse conscientemente con el espíritu, la receptividad, la escucha, la intuición, la aceptación, la claridad, la honestidad, el servicio, la entrega, la capacidad de sentir la propia luz y la fuerza para perseverar en el encuentro con la voz interior.
CHAKRA 11: Chakra de la intención consciente. La capacidad de enfocar la conciencia en aquello que cada un@ desee manifestar, el discernimiento, la capacidad de visualizar, concentrarse, sentir, vislumbrar, dirigir el pensamiento y equilibrar el sentimiento, la capacidad para conectarse a recibir la información del espíritu y la consciencia de unidad con el todo.
CHAKRA 12; Chakra de la intuición receptiva. La capacidad de escuchar, ser receptiv@, entrar en el vacío, fluir, desapegarse, confiar, entregarse, disfrutar del instante, integrar los distintos aspectos de un@ mism@, crear armonía, vivir de forma satisfactoria, desarrollar los canales de la telepatía, la clariaudiencia, la clarividencia, la capacidad de percibir el mundo sutil, la capacidad de comunicarse con otras entidades de luz, la compasión, el servicio y la entrega de los dones personales para el desarrollo y la convivencia humana.
CHAKRA 13: Chakra de unificación. La expansión de la consciencia del ser, la unificación de todos los niveles de consciencia, la activación del ADN y de las memorias celulares, el desarrollo del potencial interno, la consciencia de la energía del amor y la sabiduría, la conexión con la consciencia universal y el despertar del ser de luz.
El compromiso de evolución personal propone la integración de nuestra sombra, de manera que podamos desarrollar todas nuestras cualidades y capacidades personales, y para ello, contamos con diversas técnicas de respiración para relajar la mente y el cuerpo, otro tipo de respiración para tomar consciencia de los traumas y dolores personales y otras técnicas de respiración, y recodificación a través de técnicas de visualización, intuición, códigos numéricos y fonéticos, sanaciones y reprogramaciones celulares  y técnicas de meditación para crear nuevos campos de percepción.
En el camino de autoconocimiento y crecimiento personal, partimos de nuestras memorias celulares, para a través de la toma de consciencia,  liberar los bloqueos internos y conectar con nuestra fuerza original y la voz de nuestro interior, despertando a través de nuestra intención y nuestra intuición, a la consciencia del ser en todas sus dimensiones.
http://hermandadblanca.org/

lunes, junio 20, 2016

Despertar de los 13 Chakras


 1 – Estrella de la Tierra:
        Anclar la Consciencia en la Cueva de la Creación
  2 – Chakra Raíz:
       Vivimos el presente en estado receptivo aceptando las enseñanzas del camino.
  3 – Chakra Sexual:
       Conexión íntima con el Ser: Sensualidad de los sentidos y   elevación de la Kundalini.
  4 – Chakra del Plexo Solar.
       La Esencia de la Vida es el Cambio: observar, aprender y crecer en Sabiduría.
  5 – Chakra del Corazón:
       Integrando los opuestos, el Ego sirve al Corazón  despertando la Coherencia y la Satisfacción.
  6 – Chakra del Timo:
       La Matriz del Alma es energía amor- sabiduría inspirada   en nuestra Verdad.
  7 – Chakra de la Garganta:
       Anexionándonos al movimiento y transformación del flujo  Cósmico, generamos la expresión          coherente de la acción libre de condicionamientos.
  8 – Chakra del 3º Ojo:
       La Visión, Sonido y Pulsación del Universo se abren a  nuestra Percepción.
  9 – Chakra Coronario:
       La Red Neuronal y el Tubo de Luz se activan, despertando los tubos receptores de luz-                          consciencia que  nos conectan  a la Red de Consciencia Multidimensional.
10 – Chakra Estrella del Alma:
       El Espíritu se manifiesta en el cuerpo, llenando nuestras células de luz Consciente,                                fusionándonos con nuestro Espíritu y toda la Galaxia.
11 – Chakra de la Intención Consciente:
       Yo soy, lo soy. El mapa que da vida, el pensamiento creador.
12 – Chakra de la Intuición receptiva:
       En Aceptación, entendimiento y unificación despierta la consciencia del Corazón.
       Expansión del Ser en Vibración  de Amor Incondicional.
13 – Chakra de Unificación:
       La Consciencia del Espíritu fluye en Amor y Sabiduría y el Ser  de Luz Despierta.

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domingo, junio 19, 2016

Yo quiero ser feliz, no parecer feliz

Ser feliz es primordial. Tanto es así que nos movemos en su búsqueda como si fuéramos pequeños y jugáramos con ella al escondite. Pero, ¿es necesario buscarla?, ¿y si ya fuéramos felices? Quizás, entonces, nuestra vida carecería de sentido.



A pesar de que no siempre podemos esbozar una sonrisa, de alguna manera nos obligamos a ello. ¿Te has dado cuenta de que la tristeza no está bien vista? Sin ser conscientes, enmascaramos los sentimientos y las emociones negativas que sentimos.
Deja de buscar razones para ser infeliz. Enfócate en las cosas que sí tienes y en las muchas miles de razones por las que deberías ser muy feliz.

Ser feliz no es lo que te han contado

¿Dónde podemos encontrar la felicidad? Desde que somos pequeños nos inculcan ciertos pasos a seguir para poder lograrla. Uno de ellos es encontrar un buen trabajo que nos permita subsistir y tener cierta tranquilidad económica.

Pero, esta dicha no solo se encuentra en el ámbito laboral, sino también en nuestras relaciones. Tener pareja e hijos será el gran culmen para muchos. Pero, ¿qué ocurre cuando el resultado no es el esperado?, ¿y si continuamos siendo infelices?

Cuando a pesar de realizar todos estos pasos no logramos alcanzar la tan ansiada felicidad, la tristeza nos aborda provocando que nos sintamos terriblemente desdichados. Es entonces cuando empezamos a pensar que, quizás, no merezcamos una vida llena de sonrisas.

Todas las directrices que nos marcan el camino para ser felices no hacen más que convertir esto en una expectativa muy difícil de lograr. Porque por mucho que queramos abarcar, la felicidad no es lo que nos han contado y para eso solo hay que abrir los ojos y mirar a nuestro alrededor.

“Hay dos maneras de difundir la felicidad, ser la luz que brilla o el espejo que la refleja”
-Edith Wharton-

Cuando lo hagas serás consciente de que no los que más tienen son más felices y de que las personas humildes son las que siempre sonríen. Esto es porque valoran lo poco que poseen y porque saben que la felicidad no se alcanza con las creencias anteriores, sino que ser feliz es una actitud.

Estas personas saben que no necesitan a nadie más para poder sonreír. Igualmente, no se sienten fracasadas porque han aceptado que la vida es dura y que no siempre uno logra lo que quiere. A pesar de todo esto, miran con optimismo al futuro y continúan luchando por aquello que desean.

¿Estoy obligado a ser feliz?

En cierta manera estamos obligados a ser felices, a brindar nuestra mejor sonrisa cuando tan solo tenemos ganas de llorar. Para ello, solo hay que fijarse en los libros de autoayuda que nos guían a sentirnos mejor con nosotros mismos y con los demás siempre.

El gran problema es que es imposible ser felices de verdad las 24 horas del día. Más que nada porque las emociones positivas conviven con las negativas. De estas últimas siempre intentamos escapar porque las consideramos muy poco positivas para nuestro bienestar.

Por todo esto, en la mayoría de las ocasiones mostramos nuestra mejor sonrisa y fingimos ser felices. Parece que así somos más aceptados, que nos integramos fácilmente. El positivismo es lo que prima porque a todos nos hace sentir mejor.

Decidas lo que decidas, asegúrate de que ello te hará feliz

Pero, esto tiene como consecuencia que escondamos nuestras verdaderas emociones cuando realmente nos sentimos mal. Sin darnos cuenta podemos encontrarnos con sonrisas que encierran tristeza, con risas que esconden llantos terribles, con ojos risueños que intentan disimular un terrible dolor interior.

Esta situación la podemos vislumbrar en este vídeo que a continuación te presentamos a través de un medio de comunicación que no hace más que mostrar la mejor parte de nuestra realidad. A veces, la más irreal.

La decisión de no ser felices

¿Y si decido no ser feliz? Hay muchas personas que pueden desear no ser felices, aunque esto nos parezca extraño. No obstante, no lo es tanto cuando, realmente, hacemos todo lo posible por apartarnos de este estado de ánimo tan buscado.

Queremos ser felices una vez hayamos alcanzado el éxito laboral y familiar, encontrando el bienestar y equilibrio en todos los ámbitos. Metas y más metas que cuando llegamos a ellas no nos hacen sentir eufóricos, al menos no durante el resto de nuestra vida.
Nadie es dueño de tu felicidad, por eso, no dejes tu alegría, tu paz, tu vida, en manos de nadie

Ser feliz es un estado de ánimo que cohabita con muchos otros. Por eso, al igual que la tristeza o cualquier otra emoción, vive dentro de ti. Si te asomas a tu interior, te darás cuenta de que de ese preciso lugar nacen todas las alternativas que tú puedes controlar para ser feliz.

Valora lo que tienes a tu alrededor y deja de aparentar que siempre estás bien. Sé como eres y nunca permitas que nadie ni nada te obligue a ser aquello que en realidad no eres. Aléjate de todo aquello que te han dicho que te hará feliz y que has comprobado que no es así. La felicidad reside en nosotros mismos. Y tú, ¿ya eres feliz?

Raquel Lemos Rodríguez

sábado, junio 18, 2016

No solo hay felicidad en dar, recibir también es un derecho

La felicidad no se inscribe solo en al acto altruista de darlo todo a cambio de nada. Recibir también es un derecho, y aún más, también es una necesidad que da aliento al corazón y que construye los pilares fundamentales de la reciprocidad.



Fue Mahatma Gandhi quien dijo una vez aquello de que “la mejor manera de encontrarse a uno mismo es perderse en el servicio de los demás.” Es un enfoque noble y humanista, no hay duda, pero no debemos confundir estas corrientes con el plano de las relaciones personales o afectivas, ahí donde “dar y recibir” se inscriben en un mismo círculo, como el clásico uróboro mitológico que simboliza el esfuerzo eterno donde no hay principio ni fin.
Dar mucho y recibir poco también cansa, y aunque el don de saber dar a cambio de nada sea hermoso, también hace falta recibir sin tener que pedir.

Adam Grant, psicólogo y autor del libro “Dar y recibir”, nos indica que todos nosotros estaríamos situados en algún punto de esa línea que va desde aquel que está acostumbrado a dar, hasta el que espera solo recibir. La armonía se encontraría en un centro desde el cual, propiciar una felicidad capaz de dar y que a su vez, recibe. Algo que lamentablemente no siempre vemos.

En especial, en el ámbito de las relaciones de pareja. Te invitamos a reflexionar sobre ello.


El corazón también ansía recibir reconocimiento

No queremos regalos, preferimos detalles. No deseamos que se devuelvan nuestros favores ni que nos dediquen una placa por cada esfuerzo invertido, por cada tiempo dedicado o por cada sueño relegado con el fin de atender y hacer feliz a aquellos a quienes amamos.

Lo que nuestros corazones ansían recibir es respeto, reconocimiento y reciprocidad. Nada de esto se toca con las manos. Sin embargo, tiene la sutil virtud de acariciarnos el alma para hacernos sentir amados. Es por ello que muchas veces, al no tener nada de esto, quedamos vacíos y casi indefensos.

El problema de la mayoría de relaciones afectivas está precisamente en esta disonancia: en darlo todo a cambio de muy poco. Henry Miller, conocido por sus obras vitales y llenas de sensualidad, comentaba en alguno de sus libros que para que estas relaciones “asimétricas” tuvieran éxito, hacía falta dos enfermos: uno adicto a recibir y otro cuya adicción fuera dar. Solo entonces habría armonía. El resto de relaciones estarían condenadas, inevitablemente, a un agónico sufrimiento.


Las dinámicas de nuestras relaciones

Nuestras relaciones, ya sean afectivas, familiares o de amistad, suelen presentar un tipo de dinámica donde cada uno de nosotros nos posicionamos en algún punto entre quienes dan o quienes acostumbran a recibir. Lo ideal sería que todos asumiéramos el rol de “equilibradores”, ahí donde intentar construir una armonía respetuosa entre lo que aportamos y lo que obtenemos, estando siempre atentos a la propia interacción.

Veamos ahora con detalle qué tipo de dinámicas solemos construir las personas entre nosotros según las teorías del psicólogo y autor de “Give and take” (dar y recibir).

  • Donantes. Aquí entraría ese perfil que la psicología popular suele definir con el “síndrome de Wendy“, personas que entienden la felicidad dándose a los demás, dándolo todo a cambio de nada.
  • Receptores. En esta dimensión encontramos a aquellos/acostumbrados casi en exclusiva, a recibir.
  • Equilibradores. Lo señalábamos con anterioridad, buscan la armonía, el beneficio en común.
  • Falsos donantes. Estamos seguros de que en alguna ocasión te habrás encontrado este tipo de comportamiento: son personas con máscaras y muy embaucadoras. Aparentan una gran generosidad, pero su estrategia es afilada y egoísta: nos hacen un favor y a cambio, como Shylock, el clásico personaje del “Mercader de Venecia”, nos reclaman una libra de nuestro corazón. 

Es necesario saber lo que merecemos

Queda claro que el mundo es a veces un escenario complejo y hasta variopinto, lleno de afectos y desdichas donde el bienquerer y el malquerer están a la orden del día. Sin embargo, no podemos hacer nada por cambiar a esa pareja o a ese familiar que entiende la vida de esa forma: esperando más de lo que están dispuestos/as a ofrecer.

Con el fin de mantener relaciones más saludables, debemos ser conscientes de que buscar culpables a ese malestar solo trae más sufrimiento. Hay veces en que aún existiendo el amor la relación es insostenible y eso se debe a que alguno de los dos no ama como desea, espera o necesita la otra persona. No hay que culpabilizar.

Basta con recordar lo que cada uno de nosotros merecemos, con saber que es vital establecer una relación justa con uno mismo cuidando de nuestra autoestima y recordando, por encima de todo, que amar no es un juego donde solo uno gana.

El amor auténtico, el amor del alma, es un acto donde dos personas sabias se ofrecen libremente el uno al otro para construir, para invertir por igual. Es desear la felicidad del ser amado sin exigirle en pago nuestra propia felicidad.

Valeria Sabater