Olvidar es en ocasiones el arte sutil que nos permite poder aprender y dar valor a cosas que de verdad importan, ahí donde el agradecimiento, reviste de intensidad cada acto vivido, cada emoción sentida. Porque la belleza de nuestra existencia se halla precisamente en los actos más sencillos, más puros.
Saber agradecer, poder aprender y permitirnos olvidar determinadas cosas no es solo la base de muchas filosofías y religiones. Es la clave del bienestar mental. Técnicas como “la libertad emocional”, por ejemplo, enfatizan la necesidad de sentirnos libres, de no aferrarnos a las emociones negativas para ser capaces de agradecer lo que somos y de seguir aprendiendo, experimentando…
Ignorante es aquel que no ve más allá de sus obsesiones, que no es capaz de perdonar para poder liberarse del sufrimiento, y que se niega a aprender de las cosas sencillas para enriquecer su alma.
Estamos constantemente sometidos de ese ruido mental que nos impide priorizar qué es lo importante. La ansiedad, el estrés o la costumbre de postergar la felicidad al “cuando yo tenga, cuando yo sea, cuando yo consiga” nos impiden ver estas dimensiones que deberían ser la partitura de nuestra melodía cotidiana.
Te invitamos a reflexionar sobre el agradecimiento, el olvido, y la capacidad de aprender.
Perdonar es bueno para el cerebro
Perdonar es un acto de valentía que no siempre podemos llevar a cabo. Solemos interpretar el perdón como un acto de claudicación, cuando en realidad, es una forma de liberación emocional donde dejamos de ser cautivos de lo que nos hizo daño. Es una forma de romper el vínculo del dolor, de cerrar etapas.
Robert Alder es pionero de la llamada “psiconeuroinmunología” y nos explica que existe una relación muy íntima entre las emociones y la salud, hasta el punto que el acto de almacenar rencor, rabia o frustración, afecta directamente a nuestro sistema inmunológico: somos más vulnerables a las enfermedades.
Las emociones negativas afectan en especial a nuestro sistema nervioso autónomo, quien rigen las funciones no voluntarias del cuerpo.
El rencor, al igual que el estrés, eleva la adrenalina, la noradrenalina y el cortisol en sangre bloqueando la función de las células que defienden al cuerpo.
Perdonar es el acto más grande que podemos hacer por nuestra salud y nuestro equilibrio emocional, es cortar con la amargura para abrir las puertas a nuevas oportunidades.
La capacidad de aprender para adaptarnos mejor
Aprender no es acumular datos, fechas o memorizar. Aprender es el acto de avanzar como persona reinventándonos cada día para adaptarnos mejor al entorno. Quien es rígido en sus esquemas de pensamiento nunca podrá ver más allá de la montura de sus propias gafas.
Aprender es descubrir algo nuevo cada día para mejorar como persona, para reconocer errores y superarlos, para admitir enfoques ajenos que pueden ser tan válidos como los nuestros.
Tampoco podemos pasar por alto la necesitar de almacenar “reserva cognitiva“. Según dos estudios llevados a cabo en la Universidad de la Rioja, a mayor actividad cerebral desarrollada a lo largo de nuestra vida, mejor afrontamos la vejez y cualquier posible demencia.
Es necesario entender que la propia existencia es un aprendizaje continuo que hemos de asumir con ilusión y apertura mental y emocional.
Aprende algo nuevo cada día, solo así podrás madurar, “florecer” y mejorar para acercarte a ese ideal de persona que se encuentra en tu interior esperando emerger.
La virtud de ser agradecidos
En el 2003, Emmons y McCullough llevaron a cabo un interesante estudio en el cual, se pidió a un grupo de personas que durante unos meses, anotaran en una libreta aquello por lo que deberían estar agradecidos a lo largo del día. A otro grupo, se le demandó que reflejaran todo lo negativo que experimentaban a lo largo de sus jornadas.
Los resultados fueron muy significativos: las personas capaces de apreciar y agradecer cada cosa que les envuelve, tienen una vida más plena y satisfactoria.
No se trata solo de ser capaces de agradecer los actos que los demás hacen por nosotros. El arte de ser agradecido es también la virtud de ver en nosotros mismos aspectos positivos.
El agradecimiento también tiene sus beneficios en nuestro cerebro: se reduce la sensación de estrés y ansiedad, disfrutamos de una mejor calidad del sueño y disminuye incluso el riesgo de depresión.
Agradecer es valorar lo que tenemos y lo que somos, es iniciar un círculo virtuoso donde dejamos a un lado las emociones negativas y nos permitimos ser más receptivos con las sencillez de nuestro entorno y de las relaciones personales.
Casi siempre pensamos en lo que nos falta, en lo que tenemos, en lo que hemos perdido, cuando en realidad, deberíamos agradecer lo que tenemos y avanzar sin rencores permitiéndonos aprender cada día con ilusión junto a quienes nos rodean.
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