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lunes, febrero 29, 2016

No desaproveches todo lo bueno que hay en las adversidades

La adversidad es (o parece) cruel, desagradable y no nos hace sentir bien en absoluto. Parece que esta primera frase es lo que todos sabemos en cuanto a las adversidades, pero la realidad es que podemos mirar mucho más a través de ellas.



Todos nos enfrentamos a algún tipo de adversidad en nuestras vidas; de hecho, quizás ya lo hayas hecho hace poco o quizás te toque pasar por alguna de ellas dentro de poco. En este sentido, hay personas que no soportan las adversidades y otras que, sin embargo, están tan acostumbrados a ellas que parecen formar parte de su vida cotidiana.

“No hay hombre menos afortunado que aquel al que la adversidad olvida, pues no tiene la oportunidad de ponerse a prueba”.
-Séneca-

No dejes que las adversidades te superen

Pero hay una cosa que es muy importante tener en cuenta: la adversidad puede pasarte factura emocional si dejas que te gane. Esto es algo común en la vida de las personas por el simple hecho de que no tenemos el control sobre muchas cosas de las que nos suceden. Dependerá de cómo nos enfrentemos a ellas que nos aporten cosas buenas o que hagan daño a nuestro bienestar mental.


Pero la realidad es que puedes aprender mucho sobre las adversidades que se te presentan en la vida, solo tendrás que intentar darte cuenta que detrás de una adversidad puede haber una gran oportunidad de aprendizaje. No es buena idea esconderse de las adversidades o huir de ellas. Pero, ¿cómo puedes aprovechar todo lo que las adversidades tienen para ofrecerte?

“La prosperidad no existe sin temores ni disgustos, ni la adversidad sin consuelos y esperanzas.”
-Francis Bacon-

La comprensión profunda del funcionamiento del mundo y de tu papel en él

Cada vez que haya una adversidad en tu vida puedes crear el hábito de hacerte preguntas acerca de los diferentes puntos de vista de un mismo hecho. Todas las adversidades te enseñarán una lección única y diferente para ti, algo que te proporcionará habilidades y gracias a las cuales podrás cambiar incluso tu estilo de vida.

Es necesario que no te mientas y que seas honesto, pues lo que funciona a unos no tiene necesariamente que funcionar a otros. En este sentido es importante que utilices la adversidad como una oportunidad para desarrollarte más (puede ser una fuerza, una habilidad o una nueva forma de ver el mundo). 
“La mayoría de la gente gasta más tiempo y energías en esquivar los problemas que en tratar de resolverlos.”
-Henry Ford-

Después de la tormenta siempre llega la calma

Después de haber vivido un episodio de adversidad y cuando las aguas emocionales ya están calmadas, te darás cuenta de cómo se pueden fortalecer tus principios y tus valores morales.Comenzarás a desarrollar un conjunto de creencias e ideales sobre qué es lo correcto y qué no lo es.

Las adversidades pueden aparecer en tu vida de diferentes formas, pero todas tienen la misma función: hacerte ver que debes reducir la velocidad y el ritmo de tu vida, debes centrarte en las prioridades para sanar lo que te incomoda y volver a tu equilibrio emocional.
La adversidad te ayudará a entender tu entorno y a encontrar el verdadero camino de tu vida; pues los obstáculos nos ayudan a tomar medidas para modificar algo que quieres y afrontar los retos que pueda haber junto a ello.

Podrás entender tu propia valía, y la de los demás

En los momentos de adversidad se quedarán a tu lado los amigos que realmente te quieran y estarán los familiares que realmente importan en tu vida. No obstante, en última instancia, eres tú quien decide por tu vida y eres tú quien hace que las cosas sucedan.

Por esto, cuando existe la adversidad hay que tener el valor de seguir hacia adelante, incluso cuando tienes que lidiar con ella solo. Tu valor te fortalecerá todo el tiempo y podrás aprender gracias a las circunstancias que te están sucediendo.

En ocasiones, la adversidad puede hacer que salgas a buscar la ayuda de otras personas. Al mismo tiempo esto te hará sentir agradecido, pues gracias a las manos amigas, a tu propio carácter y a tu actitud te darás cuenta de cómo eres capaz de poder superar cualquier reto o adversidad que te encuentres en el camino.

No huyas de las adversidades, debes enfrentarte a ellas para poder disfrutar del impacto que tendrán en ti, podrás salir de tu zona de confort y mejorar tu estilo de vida. Pero, ¿sabes cuál es la única forma de disfrutar de las ventajas de las adversidades? Teniendo un corazón feliz.

Si te sientes feliz podrás cambiar el mundo, podrás tener una nueva perspectiva de las cosas y podrás disfrutar de todo lo bueno que los obstáculos aportan a tu vida. Así te darás cuenta de que aunque la adversidad puede hacerte la vida algo más complicada, si lo tratas con alegría podrás obtener el máximo provecho.

María Jose Roldan

domingo, febrero 28, 2016

No soy fría, solo tengo miedo a que me lastimen

Vivimos en una sociedad en la que parece que sentir está mal visto. Niños que aprenden a que llorar es malo, porque es de niñas y demuestra debilidad. Jóvenes que prefieren relaciones de una noche para que no les hagan daño. Adultos que tienen relaciones de pareja con personas a las que no aman. Ancianos que viven en soledad porque se les ve como un estorbo. Es hora de superar nuestro miedo a sentir. ¿Dónde ha quedado nuestra humanidad?



Es difícil ver a dos personas dándose un abrazo en la calle sin que sean pareja, decir “te quiero” sin que suene raro, llorar sin sentirnos culpables o nos de vergüenza. Parece que vivimos en la cultura del “no sentir”, porque si sentimos o hablamos de nuestros sentimientos se nos considera personas débiles. Así, en lugar de recibir un abrazo con empatía y cariño recibimos bromas.
“Cuántas cosas perdemos por miedo a perder.”
-Paulo Coelho-

El miedo a que nos lastimen

Imagina que vas caminando por un bosque y ha oscurecido. De repente ves una sombra y algo se mueve, tu cerebro pone a tu cuerpo en alerta antes de identificar si se trata de un animal o simplemente el viento. Esta forma de reaccionar se debe a nuestro instinto de supervivencia. En el cerebro tenemos una pequeña estructura denominada amígdala, que procesa las experiencias de miedo.

La amígdala es un botón de emergencia que se activa cuando nos acecha un peligro. El catedrático de Psicobiología de la UAM Luis Carretié, sostiene que el sistema es capaz de activar la respuesta incluso antes de que seamos conscientes del peligro.

Dos estudios publicados en el año 2010 en la revista Nature, realizados por el equipo del neurobiólogo David J. Anderson, del Instituto Tecnológico de California (CalTech), y el del profesor Andreas Lüthi, del Friedrich Miescher Institute (FMI), descifraron en funcionamiento de lo que llaman “el círculo del miedo”.

Los estudios han comprobado la existencia de dos tipos de células neuronales en la amígdala que se turnan para abrir y cerrar las “puertas” del miedo. Pero Carretié sostiene que los estudios realizados deben considerarse con cautela, porque en los humanos intervienen otros factores en relación al miedo. Por ejemplo, también juega un papel importante la corteza prefrontal, que es la que pone la situación en contexto y hace que la respuesta no sea tan automática, sino más elaborada.

“Nos envejece más la cobardía que el tiempo, los años sólo arrugan la piel, pero el miedo arruga el alma.”
-Facundo Cabral-

Si una persona nos hace daño, ya sea una pareja, un jefe o un familiar, incluso con palabras que nos hieren, la respuesta de la amígdala sería responder activamente, pero nuestra corteza pre-frontal pone todo en un contexto y hace que nos tomemos unos instantes de reflexión, si podemos, antes de actuar. Por otro lado, debemos considerar que el miedo está muy condicionado por nuestra experiencia y puede llegar a bloquear nuestros sentimientos.

Cómo superar el miedo a que nos hagan daño

En algún momento, o en muchos, nos han hecho daño, pero eso no significa que vaya a suceder siempre, ni que tengamos que cambiar nuestra forma de actuar . Ante esta situación, os proponemos algunas ideas como una forma de reflexionar y quitarnos la coraza cubre nuestros sentimientos:

Reconocer qué nos da miedo

El primer paso y quizás el más complicado para superar un miedo, es reconocerlo. ¿Qué es lo que ha sucedido en el pasado que nos provoca temor? ¿De qué tenemos miedo y por qué? Una reflexión profunda sobre ello, nos ayudará a entender qué es lo que está sucediendo y a tener una visión realista del problema.

Conocer nuestros sentimientos

Sentimos muchas cosas y a veces esos sentimientos los guardamos en lo más profundo de nosotros por vergüenza o miedo, sin darnos cuenta de que ponernos esa coraza solo nos hace daño a nosotros mismos. Quizás necesitemos ayuda de otras personas para hablar de ello o de un especialista, pero lo importante es aprender a conocernos y a vivir lo que sentimos.

Expresarse a través del arte

La danza, la pintura, la escritura y todas las manifestaciones artísticas nos pueden ayudar a expresarnos y a dejar salir lo que sentimos, con valentía y sin miedo. Lo importante es buscar alguna actividad que nos guste y nos estimule para poder expresarnos y sentir.

“Los sentimientos y las emociones son el lenguaje universal que debe ser honrado. Son la expresión auténtica de quiénes somos.”
-Judith Wright-

Arantxa Alvaro Fariñas

sábado, febrero 27, 2016

Estrés: querer estar “allí” mientras estamos “aquí”

Podríamos definir el estrés como el estado cognitivo, emocional y comportamental que genera el anhelo o el deseo de querer estar “allí” mientras estamos “aquí”. Es negativo cuando nos desborda y convierte en una agonía la recopilación de pensamientos, la ordenación de quehaceres y la optimización de nuestros recursos.



Las presiones laborales, sociales, familiares y personales nos obligan a estar reajustando nuestras expectativas y nuestra vida de manera continua. No podemos permitirnos perder el empleo, tenemos que pagar las deudas, ocuparnos de 20 tareas pendientes, mantener la dedicación emocional hacia nuestra pareja, estudiar para esos exámenes, etc.

Un día, inmersos en todas estas obligaciones, nos damos cuenta de que nos cuesta conciliar el sueño y que a las tres de la madrugada estamos en nuestra cama dándole vueltas a la manera en la que podemos hacer frente a los gastos de este mes.

Pasan las horas mientras cada vez nos angustiamos más por el hecho de que no conseguimos dormirnos y necesitamos descansar para el día siguiente. Finalmente un sueño ligero y poco reparador se apodera de nosotros, haciendo que cada vez estemos más fatigados y de peor humor.

Esta situación se repite día tras día haciendo que el agotamiento se incremente, generando fuertes dolores de cabeza cada vez más frecuentes que nos hacen tener una desagradable sensación de embotamiento mental y entumecimiento emocional y físico.

Es probable que nuestro pulso se acelere y que nos sintamos taquicárdicos de vez en cuando. Además, en ciertas situaciones nuestra respiración es entrecortada y en otras nos descubrimos intentando marcar un ritmo de respiración profunda para manejar nuestro estado de activación.


El castigo del estrés

Cuando los factores estresantes son de tipo psicológico y social, nuestro cuerpo pone en marcha ciertas respuestas fisiológicas que nos permiten “mantener el ritmo” durante cierto tiempo y preocuparnos de aquello que puede acarrear consecuencias negativas para nosotros (por ejemplo, trabajar para no quedarnos sin sustento económico).

Sin embargo, estas respuestas fisiológicas no resultan adaptativas “a largo plazo”; de hecho, si se mantienen en el tiempo, sus efectos quedan patentes en una disminución de la excitación sexual, en problemas menstruales en el caso de las mujeres, en un peor funcionamiento del sistema inmune, etc.

Aunque el tema es mucho más complejo, podríamos entender como factor estresante todo aquello que desestructura nuestro equilibrio y que obliga al eje hipotálamo hipofisario adrenal a intentar mediar un reajuste que garantice nuestro bienestar psicológico y físico.

El cuerpo con estrés, un sistema que intenta hacer frente a las amenazas

Escribió Robert M. Salpolsky en su recomendado libro ¿Por qué las cebras no tienen úlceras? que “en nuestra privilegiada vida hemos sido los únicos del mundo animal con la suficiente inteligencia como para inventarnos ciertos agentes estresantes y los únicos lo bastante estúpidos como para permitir que dominen nuestras vidas”.

El estrés es el resultado de las divergencias percibidas entre las demandas del entorno y las herramientas de las que disponemos para hacerles frente. Por lo tanto hacernos con útiles que nos permitan equilibrarnos de manera cotidiana es una buena estrategia para poner en marcha una respuesta adecuada.
Cómo respondamos al estrés y cómo gestionemos esto dependerá en gran parte de las diferentes variables personales y sociales que confluyan.

El apreciado lector ya sabrá que las fórmulas mágicas que funcionan para todos los casos no existen.No obstante, sí que podemos ponerle nombre a algunas de esas estrategias y técnicas que podemos aprender de la mano de un profesional y con manuales de autoayuda dirigidos.

Así, como manuales dirigidos hacia problemas de ansiedad y estrés tenemos:
  • Algunos de los libros de Albert Ellis: “Usted puede ser feliz” y “Cómo controlar la ansiedad antes de que le controle a usted”.
  • “Adiós ansiedad” de David Burns.
  • “El estrés. Nuevas técnicas para su control” de Francisco Javier Labrador Encinas.

Resultará útil y enriquecedor para afrontar el estrés y la ansiedad que aprendamos más sobre técnicas de respiración, de parada de pensamiento, de relajación y de afrontamiento, etc. Asimismo, la técnica del mindfulness o de la conciencia plena es una buena manera de aprender a centrarnos en el aquí y el ahora.

La lista de recomendaciones puede ser tan interminable como casos concretos de estrés y de ansiedad haya. Por eso es importante que indaguemos profundamente para dar con aquellas estrategias que más útiles nos sean para afrontar las situaciones de estrés que tanta mella hacen en nuestra salud general.

Raquel Aldana Arnedo

viernes, febrero 26, 2016

La autoestima no es egocentrismo ni arrogancia ni superioridad

La autoestima no es egocentrismo ni arrogancia ni superioridad ni orgullo. La autoestima es quererse viendo en nuestro espejo físico y psicológico el reflejo de una imagen sana y expuesta, una imagen protegida y con fuertes cimientos.



Hay personas que muestran la imagen que tienen de sí mismos con prepotencia, que destacan sus fortalezas y luchan por no mostrar ningún punto de vulnerabilidad, que se muestran perfectos y que afirman no cometerse errores ni equivocarse.
Estas personas carecen de pensamiento autocrítico y muestran cierto recelo hacia sí mismos escondiendo su verdadera imagen tras una máscara que anhela ser la perfección en sí misma pero que es imposible.

La diferencia que marca el egocentrismo y la autoestima

El ego es la base de nuestra identidad personal y, como consecuencia, tanto de nuestra autoestima como del egocentrismo. De manera simple podríamos diferenciar estos dos conceptos de esta forma: la autoestima es un querer sano y tolerante, el egocentrismo es un querer vacío, irreflexivo, excesivo e intolerante.

Hay una historia que ejemplifica muy bien cómo se expresa la autoestima y cómo no lo hace. Veámosla a continuación:

Caminaba con mi padre cuando él se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio me preguntó:

-Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más?

Agudicé mis oídos y algunos segundos después le respondí:


-Estoy escuchando el ruido de una carreta.

-Eso es -dijo mi padre-. Es una carreta vacía.

-¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aun no la vemos?- pregunté a mi padre.

-Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por causa del ruido. Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace- me respondió.

Me convertí en adulto y hasta hoy cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que tiene, mostrándose prepotente y haciendo de menos a las personas, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo:

“Cuanto más vacía va la carreta, mayor es el ruido que hace”

La humildad consiste en callar nuestras virtudes y permitirle a los demás descubrirlas. Y recuerden que existen personas tan pobres que lo único que tienen es dinero. Y nadie está más vacío que aquel que está lleno de sí mismo.
Generalmente, como se extrae de este texto, la arrogancia, la prepotencia y el egocentrismo hacen mucho ruido, no así una imagen sana de uno mismo (autoestima).

No eres mejor que nadie, pero tampoco menos

La línea divisoria entre el ego y la autoestima es muy fina. No somos mejores o peores que otros, simplemente somos diferentes. Entender la diversidad es sin ninguna duda la base o el pilar de una autoestima sana que promueve actitudes positivas hacia uno mismo y hacia los demás.

La autoimagen saludable tiene la ventaja de que cuando logramos algo, no nos enorgullecemos hasta el punto de creernos omnipotentes, por lo que no caemos en las garras del egocentrismo o el amor excesivo y negativo por nuestro ego.

Una persona que se quiere de manera sana no exalta en exceso su propia personalidad, no hace de sus sentimientos, pensamientos y opiniones el centro de atención ni propio ni ajeno. Mientras que la autoestima fomenta la igualdad de pensamientos, sentimientos y comportamientos, el egocentrismo se cree superior en importancia y razón.
O sea, de alguna forma cuando nos comportamos de manera arrogante o egocéntrica, lo que pretendemos es otorgar más valor a lo que nosotros pensamos o creemos, minimizando así lo que los demás piensan o sientan.

En resumen, no se debe confundir el egocentrismo con la alta seguridad en un mismo; mientras que cuando destaca el primero una persona tiende a creerse mejor en todos los aspectos y a comportarse de manera soberbia, la seguridad en nosotros mismos nos ayuda a actuar con conocimiento de nuestras capacidades y limitaciones.

Además, al querernos a nosotros mismos, es mucho más sencillo querer a los demás. No obstante es complicado que en ocasiones no nos dejemos llevar por el exceso de ego y que cometamos el error de ser arrogantes al querer hacer valer nuestras opiniones o sentimientos.

Por lo tanto, lo ideal es analizarnos y tomar precauciones, pues la línea que separa a ambos terrenos es muy difusa y caer en el error de querer sobreponer nuestros deseos a los de los demás es extremadamente fácil.

Raquel Aldana Arnedo

jueves, febrero 25, 2016

Tropezar no es malo, encariñarse con la piedra sí

Thomas Edison, cuando dio a conocer al mundo el proceso por el cual había creado la bombilla incandescente de alta resistencia, después de muchísimas pruebas y errores, dijo: “No fueron mil intentos fallidos, fue un invento de mil pasos.” Lo que nos enseñan las palabras de Edison es muy significativo: podemos tropezar muchas veces, cometer muchos errores, pero lo importante es siempre aprender.



Entre los años 1878 y 1880 Edison trabajó en al menos 300 teorías para poder desarrollar la bombilla incandescente eficiente, lo que demuestra la importancia de la perseverancia y de la voluntad de no rendirse antes de tiempo, así como de la voluntad de levantarse tras tropezar.

“¿Para qué repetir antiguos errores, habiendo tantos errores nuevos por cometer?”
-Bertrand Russell-

Aprender a tropezar

Cometer errores es muy humano, pero lo que debe enseñarnos cada error es a levantarnos y a aprender de lo sucedido. De nada sirve lamentarse o buscar explicaciones en otras personas, cuando lo realmente eficaz es reflexionar y aprender la lección. Desde pequeños nos enseñan que los mejores son aquellos que no cometen fallos y nos ocultan que para tener el desempeño que tienen ahora, en el camino han cometido incontables, uno tras otro.

En el año 2011 se publicó en la revista Psychology and Aging un estudio que sostenía que a medida que envejecemos nuestro cerebro aprende mejor de los errores que de los aciertos. En dicho estudio se compararon los resultados del aprendizaje por ensayo error, con los del aprendizaje sin errores en ejercicios de memoria con grupos de adulos de entre 20 y 70 años.

Se aplicaron dos métodos de aprendizaje. Uno que suponía un aprendizaje pasivo en el que a los participantes se les daba una categoría como “flor” y una palabra relacionada como “rosa” y otro método que consistía en un aprendizaje de ensayo y error: en el que se deba una categoría, pero la persona tenía que adivinar la palabra relacionada.

La conclusión que se alcanzó en este estudio fue que los adultos mayores recordaron mejor las palabras claves si las habían aprendido por el método de ensayo y error.

Este resultado se debe a que los mayores sufren una disminución paulatina de la memoria debido a la edad, por lo que logran recordar mejor si utilizan con el método de ensayo y error ya que se tiene que hacer asociaciones que requieren un mayor trabajo para el cerebro.
“Un hombre se puede equivocar muchas veces, pero no se convierte en un fracaso hasta que empiece a culpar a otros por sus propios errores.”
-John Borroughs-

La sombra del perfeccionismo

Hay personas que no son capaces de admitir errores, que son tan exigentes con ellas mismas y con los demás que cualquier error es visto como un fracaso y una derrota. El perfeccionismo puede ser una virtud en cierta medida, especialmente en aquellas tareas que son más relevantes, pero puede ser dañino si a cada identificación de un error le sigue una gran bronca interna.

Evitar el perfeccionismo debe tener como base la aceptación de nosotros mismos y la idea de que las metas son flexibles en la medida que se tengan que adaptar para hacer frente a un cambio en las condiciones. Esto no significa que debamos abandonar nuestras metas, sino que es necesario verlas con realismo y aprender que hay distintos caminos para alcanzarlas.

Un aspecto importante para poder aceptar la realidad que nos rodea tiene que ver con la celebración de los logros. Si vamos de castigo en castigo, olvidando un error solamente cuando se produce otro, nos perderemos todo aquello que consigamos.

No te encariñes con la piedra

Cada error es una lección, pero algo que es esencial evitar, es cometer una vez tras otra el mismo error, es decir, tropezar continuamente con misma piedra, ya que significa que no estamos evolucionando ni aprendiendo. Cada vez que nos enfrentemos a situaciones parecidas a otras del pasado en las que cometimos un error, es aconsejable realizar un examen de conciencia y preguntarnos:
  • ¿Cuáles fueron las consecuencias negativas del error?
  • ¿Vale la pena hacer lo mismo con el riesgo de cometer el mismo error?
  • ¿Puedo hacer algo diferente?

Las respuestas a estas preguntas no echaran una mano valiosa a la hora de proceder de nuevo, pero esta vez con más acierto…

“Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa.”
-Mahatma Gandhi-

Arantxa Alvaro Fariñas

miércoles, febrero 24, 2016

No temas al miedo, transítalo

Sentir miedo es algo normal. Esto se debe a que el cerebro de todos los seres vivos, al encontrarse en situaciones de riesgo, reacciona de manera instantánea en defensa propia. En otras palabras, en situaciones de peligro se activa de manera instintiva un sistema de protección frente a posibles ataques o situaciones que puedan generar algún desequilibrio.



En el ser humano la forma de enfrentar el miedo es el resultado de la confluencia de mecanismos instintivos y del aprendizaje que se ha ido acopiando en diversas situaciones. O sea, en este sentido se podría decir que a la hora de enfrentar una amenaza se activa en un primer momento el instinto de conservación, pero también un proceso mental aprendido que induce a actuar en uno u otro sentido.

“El miedo es ese pequeño cuarto obscuro donde los negativos son revelados.”
-Michael Pritchard-

No obstante, la forma de reaccionar ante algo temido varía de una persona a otra. Hay quienes actúan agresivamente mientras que otros se quedan inmóviles y con la mente en blanco intentando diseñar (o no) alguna posible solución ante al peligro que tienen de frente.
Hay también los que tienen sangre fría y son capaces de pensar rápidamente para eludir o enfrentar la amenaza de manera acertada.

El ser humano tiene una psiquis compleja y no siempre siente temor frente a amenazas reales. A veces se trata simplemente de fantasías que nacen de experiencias traumáticas y que se enquistan en la mente. Estas dan lugar a temores frente a peligros que no existen, pero que pueden ser muy invasivos y hasta socialmente incapacitantes.
El miedo es una fuerza que se puede transmutar

Hay una verdad universal: el miedo se supera enfrentándolo. Muy fácil decirlo, muy difícil ponerlo en práctica, pero así es. De hecho, el miedo es una emoción con gran poder y si lograr transmutarlo en una fuerza interna que te permita seguir adelante, te convertirás en una persona más segura y más libre.

Cuando te enfrentas a una situación que te genera tensión y tienes el firme propósito de superarlo, hacerte algunas preguntas puede ayudarte: ¿por qué te sentiste así?, ¿qué recuerdos o sentimientos llegaron a ti en ese momento?, ¿cómo reaccionaste o en qué parte de tu cuerpo sentiste que se escondió esa aprensión?

Las respuestas te permitirán delimitar el temor y materializarlo, con el fin de que lo hagas consciente y evites que se repita una situación similar. Así que lo primero es percatarse sobre por qué aparece la aprensión. De esta forma podremos identificar sus causas y la función que cumple en las situaciones que experimentamos.
Hacernos conscientes de las causas nos permitirá evaluar si corresponde a un temor que busca protegernos de un peligro real o si se trata de un desequilibrio imaginario en nuestra vida.

¿Qué hacer frente al miedo?

Para poder identificar cuál es la naturaleza del miedo que sientes, necesitas:
  • Hacer una pausa y rodearte de un ambiente tranquilo en el que puedas reflexionar sobre los temores que sufres. Intenta simplemente respirar profundo y tranquilizarte, pues de este modo tu conciencia fluirá mejor.
  • Ante todo no te sientas culpable por haber sentido miedo y recuerda que es algo normal, que puedes irlo venciendo poco a poco.
  • Confía en ti. Recuerda que en ese temor hay también un aprendizaje sobre ti mismo y lo puedes convertir en una maravillosa enseñanza.

No veas el miedo como un enemigo, pues este es adaptativo. En realidad, por miedo se cometen grandes tonterías, pero también se llevan a cabo grandes hazañas. Quien tiene miedo de fallar, a veces se esfuerza un poco más. Quien tiene miedo de perder la libertad, puede enfrentarse a temibles riesgos con tal de preservarla.
El coraje está hecho de miedo. Lo que varía entre un “cobarde” y un “valiente” es simplemente una decisión. No es que el “valiente” no tenga miedo, sino que ha decidido transitarlo en lugar de evadirlo.

Esto no es para nada un proceso fácil. Se logra como se obtienen los grandes logros en la vida: con constancia, paciencia y paso a paso. Lo único determinante en relación al miedo es que haya una auténtica decisión de superarlo. No hay otra manera de lograrlo que diseñar una estrategia con la que te sientas cómodo para mirarlo a la cara.

Aprender del miedo

Si luchas contra el miedo sin entender su fundamento y de forma irracional, seguramente podrás manejarlo de forma inmediata y ligera, pero no lo estarás combatiendo de raíz, por lo que podrá reaparecer en cualquier momento. Al miedo hay que pensarlo, no es bueno que te dejes llevar por arranques temerarios sin mayor conciencia de lo que estás haciendo.

Como bien lo dice el adagio popular “El miedo es una acción y el coraje es una reacción”. Recuerda esto para los momentos en los que te sientas petrificado, inmóvil o sin ganas de seguir con tus planes. De lo contrario, podrías arrepentirte por hacerle caso al temor y no a tus verdaderos sueños y deseos.

No olvides que el miedo se expresa física y mentalmente. Físicamente se puede combatir con un buen manejo de la respiración en momentos de crisis. Es un método para percibir mejor tu cuerpo y precisar los cambios que se operan en él de modo que puedas controlarlos.

Pero no basta con esto. Hay que hablar sobre el tema y expresar tus sentimientos a otros, escribirlos o simplemente mirarte a un espejo y hablar contigo mismo de lo que sucede. Estos son recursos idóneos para encontrar ese equilibrio que te hace falta. Porque el temor no se supera escondiéndose de él; por eso no le temas, transítalo.

Edith Sánchez

martes, febrero 23, 2016

¿Se aprende más del éxito o del fracaso?

J.K. Rowling trabajaba de secretaria en Londres, pero siempre había soñado con dejar su trabajo y dedicarse a escribir. En secreto escribía en su oficina e imaginaba historias de un joven mago llamado Harry Potter. Sus jefes se cansaron y la despidieron. La indemnización que le pagaron le permitió mantenerse y escribir un libro que se convertiría en uno de los más vendidos de la historia. Pero, ¿aprendió del éxito o del fracaso?


En los últimos años se ha ensalzado la importancia del fracaso como una forma de aprendizaje y de superación, pero el éxito también enseña y refleja en nuestra memoria el camino, en ocasiones tortuoso, que hemos transitado para lograrlo. En realidad, tanto el éxito como el fracaso son una lección en sí mismos.

“Ten el coraje de seguir tu corazón y tu intuición. De algún modo ellos ya saben lo que realmente quieres ser.”
-Steve Jobs-

Por otra parte, en la visión del éxito y el fracaso interviene también un aspecto cultural. En España existe un gran miedo, en general, al error, al fracaso. Sin embargo, en otros países, como Estados Unidos, fracasar no está mal visto, sino todo lo contrario, se considera una experiencia muy valiosa para aprender.

Qué se aprende del éxito y del fracaso

Los dos son buenas herramientas para el aprendizaje, pero en realidad debemos estar muy atentos porque de lo que se aprende es de la experiencia. Es decir, es necesario prestar atención a lo que ha sucedido, analizarlo y sacar conclusiones. Del fracaso se aprende a ser humilde, a analizar bien las diferentes variantes que intervienen en cada situación, a intentar no repetir el mismo error, a saber que se puede seguir adelante a pesar del fracaso.

“El noventa por ciento del éxito se basa simplemente en insistir.”
-Woody Allen-


Sin embargo, del éxito se extraen enseñanzas distintas. Sobre todo, del éxito se aprende el camino que se ha seguido para alcanzarlo Así, hay que tener en cuenta que no hay reglas generales. Habrá pautas que nos puedan ayudar pero cada persona vive y actúa en un plano muy distinto respecto a otras personas por lo que, lo que en un caso ha funcionado, en otro puede ser un fracaso.
El éxito conduce al éxito

La investigación realizada por Mark H. Histed, profesor de Neurobiología en la Universidad de Harvard, llega a la conclusión de que el cerebro es más receptivo al aprendizaje después del éxito que después de un fracaso. Parece que la emoción de alegría que acompaña al éxito refuerza los circuitos neuronales que consolidan el recuerdo de todo lo aprendido.

Las células cerebrales y sus interconexiones afinan su configuración de manera más precisa si la experiencia es de éxito. Por lo tanto, podemos concluir que el éxito lleva al propio éxito y que además que un reconocimiento y una celebración del mismo, como tal, provoca emociones que refuerzan el recuerdo de lo positivo.

Cómo analizar el fracaso

En el caso en que fracasemos en algún proyecto personal o profesional, llega un momento en el que es necesario hacerse preguntas para entender qué ha sucedido y por qué razón. Esa es la única forma en la que lograremos aprender de un error. Algunas preguntas esenciales son las siguientes:

¿El objetivo estaba bien definido?

Uno de los problemas fundamentales a la hora de iniciar un proyecto, que puede ser desde hacer un viaje hasta lograr el trabajo de tus sueños, es definir el objetivo de forma correcta. Si quiero hacer un viaje, mi objetivo no puede ser: “Este año quiero viajar muy lejos”. A ese objetivo le falta concreción: ¿dónde quieres viajar, a qué país y a qué ciudades? ¿cuándo quieres viajar, en qué fecha? ¿cuánto va a durar el viaje? ¿con quién vas a viajar? ¿cómo vas a pagar al viaje?

Además, para fijar un objetivo y no frustrarnos, es necesario fijar metas a corto plazo para ir acercándonos poco a poco a ese objetivo. Es decir, se trata de pensar en todas las actividades que tengo que hacer para alcanzar ese objetivo y ponerles fecha. Pero en este sentido es necesario ser realistas para evitar la frustración y tener en cuenta que a veces, por el camino, van cambiando las cosas y puede cambiar también nuestro objetivo.

¿Se ha hecho todo lo posible para alcanzar el éxito?

Tendemos a quejarnos muchas veces, sin querer ver que lo que nos sucede en la vida depende en gran medida de nosotros mismos. Por ese motivo, cada vez que fracasemos será el momento de analizar si todo lo que hemos hecho era todo lo necesario, ver si podíamos haber hecho algo más y qué puede ser ese algo más. No se trata de torturarnos, sino de sacar una lección.

¿Se exageran las consecuencias del fracaso?

La respuesta no es simple, depende de nuestra genética pero también de nuestra historia de aprendizaje. Haber tenido una infancia rodeada de personas que incidían en nuestros errores, probablemente va a sesgar la atención hacia ese lado de la balanza. Por el contrario, aquellas que vieron reconocidos sus éxitos tenderán más a fijarse en estos.

Lo habitual y también lo más sano es tener en cuenta estos dos posibles resultados evaluativos. En caso contrario, terminaremos trabajando con una opinión muy sesgada de la realidad y de nosotros mismos. Es muy complicado levantar cabeza cuando al mirar hacia atrás solo vemos puntos negros, pero no menos complicado es bajar del pedestal cuando miramos atrás y solo vemos logros.

“Muchos fracasos ocurren en personas que no se dieron cuenta lo cerca del éxito que estuvieron.”
-Thomas Alva Edison-

Arantxa Alvaro Fariñas

lunes, febrero 22, 2016

Hoy es el primer día del resto de tu vida

El hoy es un regalo, por ello se le llama “presente”. Más allá de este tipo de frases que seguro habrás leído miles de veces sería bueno reflexionar un poco sobre el tiempo que te queda por vivir y de qué manera lo disfrutarás. Por supuesto no sabemos en qué momento dejaremos este bello mundo, por lo tanto debemos intentar ser mejores a diario.



Hoy es el inicio de tu nueva vida. Hoy es el momento de dejar atrás los errores y de aprender de ellos.Hoy es el comienzo de un futuro maravilloso y repleto de satisfacciones. Sólo debes proponértelo y hacer ese “quiebre” necesario para separarte del que fuiste ayer.

El hoy es lo más importante

El exceso de pasado o de futuro nos impide ser felices en el presente. No podemos cambiar lo que haya ocurrido y lo que está por suceder es un misterio. Si en cambio pensamos en el hoy seremos mucho más felices. ¿Quieres hacer la prueba?

“Mañana comenzaré la dieta”. “La próxima semana llamaré a mi amiga”. “Cuando me gradúe tendré tiempo para hacer ejercicio”. Todas estas promesas de futuro pueden incluso ser la excusa perfecta para no actuar hoy.


Es cierto que los días tienen solamente 24 horas y que no podemos hacer todo lo que quisiéramos. Pero, quizás es el momento de analizar cuáles son tus prioridades y darles la importancia que requieren.

Piensa en el hoy como tu último día

¿Qué harías si por una extraña razón te enteraras de que hoy será la última vez que verás el amanecer? ¿A quién visitarías? ¿Qué palabras dirías? ¿Cómo te sentirías? Te propongo que hagas este ejercicio a diario. No para deprimirte pensando en la muerte, sino para que aproveches las horas de la mejor manera.

No esperes para mañana si deseas pedir perdón, decir te amo o dar un abrazo. Hoy es el mejor momento para los reencuentros, las palabras nunca dichas o las acciones jamás pensadas. Si no lo haces hoy, ¿cuándo sino? No dejes que se pierda la oportunidad. No te guardes nada para el futuro porque como ya sabes es bastante incierto.

Hoy será un gran día

En el preciso instante en que te des cuenta de lo maravilloso que es vivir en el presente y no añorar pasados o futuros podrás disfrutar de lo más mínimo y pequeño de tu existencia, como la lluvia, una mariposa volando a tu alrededor o esos minutos que ves a tu hijo dormir.

Hoy es el primer día del resto de tu vida. Esta frase es una oda a la plenitud, a dejar fuera las ataduras y hacer lo que realmente te hace bien. El rencor, el odio, el resentimiento y la depresión son sentimientos ruines que te pesan bastante en la espalda y en el corazón y no te permiten caminar libremente. En este quiebre que has decidido hacer al vivir el hoy puedes ir desprendiéndote de ellos para aligerar el paso.

No tengas miedo del presente. Recuerda que es tu mejor regalo y que nadie puede quitártelo. No importa la edad que tengas. Si estás en el amanecer o en el ocaso de tu vida. Disfruta de todo lo que tienes alrededor, por más pequeño que sea.

Siempre tienes la posibilidad de comenzar. A partir de hoy conviértete en esa persona por la cual estarías orgulloso. Sé tu propio héroe. Date la oportunidad de mejorar continuamente. No te olvides de sonreír, de agradecer, de amar y de perdonar.

Hoy es el día más importante de tu vida. Es la jornada ideal para convertirte en un nuevo ser, repleto de buenas intenciones y sin ningún tipo de presiones, sentimientos perjudiciales y ataduras hacia el pasado.

Mientras caminas mira el sendero, tus zapatos y el paisaje que te rodea. No des vuelta a la cabeza para observar lo que has dejado atrás ni tampoco uses prismáticos para acercar el futuro hacia ti. Paso a paso podrás estar más cerca de todo aquello que te propongas. Por favor no te olvides que hoy es el inicio de algo mejor. Es el primer día de tu nueva vida.

Yamila Papa

domingo, febrero 21, 2016

Tu vida empezará a cambiar cuando dejes de esperar

A menudo nos dicen aquello de que esperar siempre vale la pena, que hay que tener paciencia porque las cosas siempre acaban llegando. Ahora bien, no hay que caer en el extremo de dejar nuestra existencia “en modo espera” permitiendo que se escape nuestro presente.



Según un estudio publicado en la revista “Boston Globe” las personas , y en especial la población más joven, busca siempre gratificaciones inmediatas porque carece de paciencia a corto plazo. Sin embargo, en lo que se refiere a la proyección de futuro y consecución de metas, “la necesidad de inmediatez” no es tan intensa. Somos capaces de esperar largos periodos hasta que llegue nuestro momento.
En ocasiones, la ansiedad por esperar mucho por algo, trae como consecuencia la desilusión de que ese algo sea algo que no esperábamos.

Tu vida empezará a cambiar en el momento en que dejes de esperar y ajustes tus expectativas a la realidad. Debemos ser agentes activos de nuestro presente, creadores de nuevos pensamientos y emociones que den aliento a acciones mas novedosas. Te invitamos a reflexionar sobre ello.


Cuando esperar se convierte en una elección voluntaria

Hay quien hace de su propia existencia una antesala eterna donde todo se sueña pero donde nunca llega nada. En cambio, otras personas, experimentan una retroalimentación muy negativa ante estos estados de aplazamiento de la recompensa o ese objetivo vital.


Queda claro que no todos afrontamos de igual modo estas situaciones de espera: unos se desesperan y otros se acomodan. En este segundo caso estaría ese concepto al que muchos suelen definir como“un mal moderno”: la procastinación.


La procastinación es el acto de postergar de forma sistemática aquellas tareas que deberíamos hacer.
Es un fenómeno social y psicológico que no siempre tiene que ver con la simple pereza, va más allá de esta idea y explica también el hábito de retrasar o aplazar actividades o proyectos esperando que el futuro las resuelva.
El “procrastinador” suele sobrestimar el tiempo que le queda para realizar una tarea o un proyecto. Piensa que es mejor esperar al momento adecuado, que por su puesto, nunca es el “aquí y ahora”.
Hay que tener en cuenta que la procrastinación también se da en esas personas muy activas que disfrutan gestando ideas, pero que nunca las llevan a cabo porque al momento, han cambiado de opinión y tienen otro objetivo en mente.

Las cosas nunca llegan por si solas, es posible que el destino nos traiga la suerte en un momento dado, pero esto no es muy frecuente. El futuro no resuelve las cosas si nosotros no propiciamos antes el movimiento, la acción y el propio deseo de cambio está en nuestra mente. Deja de esperar y tu realidad será distinta.
Se vive mejor sin esperar nada de nadie y esperándolo todo de nosotros mismos.


Deja de vivir en “modo espera”: se artífice de tu realidad

A pesar de que León Tólstoi nos dijera que todo llega para el que sabe esperar, en realidad, vivir en “modo espera” nos puede hacer caer en un estado de frustración e indefensión muy desesperante.

En un estudio publicado en la revista “Psychological Science” en 1997, se nos advertía ya de lo peligroso que podría llega a ser postergar las cosas o limitarnos a esperar a que el propio futuro nos traiga, por sí mismo, nuestros objetivos.

Debemos ser agentes activos de nuestra realidad, y por ello, es necesario tener en cuenta estas ideas:
  • Deja de centrar tus expectativas solo en el mañana: con esto no queremos decir que no debamos tener en cuenta el futuro, pero para que el devenir que soñamos sea factible es necesario actuar en el aquí y ahora.
  • Deja de esperar tantas cosas de los demás: focalizar altas expectativas en quienes nos rodean nos trae sufrimiento. Espera resultados de ti mismo, toma una actitud realista sobre lo que te envuelve y permítete ser receptivo en lugar de exigente con quienes te rodean.
  • No existe una vida perfecta, pero sí un estado en el que puedas ser feliz. Con esta idea se resume una vez más el peligro de establecernos altas expectativas. La perfección no existe, pero sí ese equilibrio maravilloso en el que ser tú mismo y sentirte orgulloso de lo que tienes.
  • Entrena tu capacidad de actuar y decidir sin miedo. Ser protagonistas de nuestra historia nos obliga a ser agentes activos de continuas transformaciones que debemos llevar a cabo sin temor.

En ocasiones nos pasamos el tiempo soñando con un futuro que cuando llega, no nos trae nada nuevo. Entonces volvemos a esperar, a proyectar. En lugar de frustrarnos, deberíamos ser capaces de iniciar el cambio, diseñar un plan, salir de la zona de confort, tocar la luna con la yema de nuestros dedos siempre que nos sea posible… En definitiva, deberíamos ser capaces de apuntar alto.

Valeria Sabater

sábado, febrero 20, 2016

Todo principio tiene un fin

El trabajo termina, el amor se acaba, la existencia llega a un fin, porque todo, tarde o temprano, concluye de manera definitiva. Todo en esta vida es temporal y la resistencia a hacer de estas cosas algo “eterno”, por lo general, nos ocasiona grandes frustraciones difíciles de superar.



Es sensato y sano emocionalmente saber poner punto final, cuando las cosas o los aspectos de la vida ya no dan más. Forzar a que estas situaciones sobrevivan, estando casi moribundas o ya muertas, es como llorar sobre la leche derramada.

“… nada dura: ni la noche estrellada, ni las desgracias, ni la riqueza; todo esto de pronto un día ha huido.”
-Sófocles-

Lo que sucede con las esferas mayores de la vida (sueños, intelecto, amor, etc.), también se ve reflejado en las esferas menores (bienes materiales, belleza, fama) que también tienen un final. Tanto lo grande como lo pequeño se acaba, porque todo en esta vida “es prestado” y tiene un fin.

Nada dura para siempre, todo tiene un fin


Hasta esos objetos materiales, cuando cumplen su ciclo, muchas veces nos generan desánimo y hasta rabia, al contrario de lo que producen cuando están nuevos y recién comprados. Esto, quizás, sucede porque les otorgamos un carácter de imperecederos. Con ciertos artículos incluso la calidad de imprescindibles, como si fueran parte de nuestra propia vida o un órgano más de nuestro cuerpo.

Cuando nos hacemos cirugías plásticas para disimular la vejez o realizamos largas jornadas de ejercicio, no por salud, sino por mantener una figura juvenil, caemos en la fantasía de las flores inmortalizadas y en la realidad de los sueños imposibles, de los deseos imposibles, de las causas inútiles.

Porque a cambio de intentar mejorar nuestro aspecto físico (que en algunos casos es posible), lo que hacemos en el fondo es deteriorarnos en nuestra dignidad y hasta en nuestra condición de seres humanos. Algo así como volvernos un producto de venta, comercio y mercadeo para satisfacer a otros.


Si algo tiene oportunidad de ser más duradero, pero no eterno, son aquellas realidades intangibles y profundas. Huellas como las buenas y las malas enseñanzas o los recuerdos que dejamos impresos en la vida de las otras personas: lo que escribimos día a día en el libro de nuestras vidas y en el libro de la vida de los demás.

“Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde”

Muchas veces nos quejamos y hasta renegamos de una persona o de algunas situaciones, hasta que estas personas dejan de estar cerca, o incluso mueren, o hasta que esas situaciones, en principio negativas, se vuelven mucho peores. Es la comparación lo que nos da una perspectiva real de aquello que nos hace padecer y sitúa la intensidad de nuestro sufrimiento en una escala.

Por ejemplo, cuando te quejas a todas horas de tu pareja y cuando vuelves a estar solo comienzas a valorar hasta el más mínimo detalle de esa persona. O cuando pasas de habitar una casa humilde y llena de calidez, a un lugar más bonito, pero sin esa atmósfera familiar. También cuando reniegas de una simple gripe, como si fuera una tragedia, hasta que enfermas de algo más grave y te das cuenta de que era una tontería.

Cuando todo comienza, la mayoría de las veces, tiene un halo de novedad y está lleno de promesas esperanzadoras. Pero con el paso del tiempo, comenzamos a ver más los defectos que las virtudes, tanto en los objetos, como en las personas y las situaciones. Así, cuando estas realidades terminan o desaparecen ocurre lo contrario: nos fijamos más las virtudes y minimizamos los defectos. Casi siempre esto ocurre cuando ya no hay nada qué hacer, cuando el fin se acerca…

El gran mérito de aceptar las cosas como son

En la medida en que aceptemos y asumamos que todo lo que comienza tiene que acabar, nos vamos a evitar más de un problema. No se trata de sumergirnos en la desesperanza, ni de caer en el cinismo.Se trata de saber que siempre hay momento en el que tendremos que decir adiós, poner fin y enfrentarnos a un duelo.

Saber vivir los duelos, nos permitirá cicatrizar las heridas que deja una pérdida. El evadirlos o vivirlos mal, deja la herida abierta e incluso la agranda y la infecta. Porque, como en el caso del amor, “un clavo no saca otro clavo”. Es decir, una persona no se reemplaza por otra, de la noche a la mañana.Todas las deudas que dejemos sin saldar, se tienen que pagar en algún momento.

La pérdida y el duelo son una constante en nuestra vida. A lo largo de toda nuestra existencia vamos a tener que decir adiós muchas veces, a personas, situaciones u objetos amados. Todo es temporal, nada dura para siempre, ni siquiera nuestra propia vida. Todos lo sabemos y, aún así, diseñamos una y otra vez la misma fantasía de eternidad.

No saber desprenderse, no saber decir adiós o decidir el fin de algo puede ser bastante problemático. Igual que lo contrario: no involucrarse con nada estrechamente por miedo a perderlo. Quizás si aprendemos a ver con mayor naturalidad el hecho de que todo se acaba, conseguiremos disfrutar más de esto que nos rodea aquí y ahora, en lugar de añorar todo eso cuando ya se fue.

Edith Sánchez

viernes, febrero 19, 2016

Busca lo que quieres encontrar

El psicólogo y escritor Viktor Frankl, les preguntaba a sus pacientes inestables y con problemas: ¿Por qué no se suicida usted? En ese momento, los pacientes se imaginaban el proceso y entendían que eso no era lo que querían y además Frankl comprendió que lo que le daba sentido a la vida del paciente, era encontrar el motivo por el que se aferraba a la vida.



Por lo tanto, no se trata de buscar simplemente una razón, sino de buscar la razón que queremos encontrar para dar sentido a nuestra existencia. La técnica que utilizaba el doctor Frankl era la psicología inversa, es decir, se les hace creer a los pacientes que quieres que hagan algo que realmente no quieres, de esa forma se produce lo que se denomina “reactancia psicológica” ya que nos oponemos a algo que nos ordenan o nos es impuesto porque coarta nuestra libertad personal.

“El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos.”
-Marcel Proust-

El doctor Viktor Frankl, fue internado durante la II Guerra Mundial en Auschwitz, Dachau y otros campos de concentración y esa experiencia le llevó a reflexionar sobre el sentido de la vida. Frankl, sostenía que todos tenemos un por qué o por quién vivir, una razón que nos permite seguir adelante cada día, que nos motiva y que da sentido a cada segundo de nuestra existencia, a cada paso que damos o a cada acción que realizamos.

Cómo buscar lo que quieres encontrar

La forma de dar sentido a nuestra vida es haciéndonos preguntas que nos conduzcan a nuestra verdadera pasión, a aquello que realmente deseamos, no lo que otras personas desean para nosotros. Se trata de encontrar una fuente de energía verdadera dentro de nosotros, una chispa a la que después podamos potenciar.

El sentido a nuestra vida se lo damos nosotros mismos, nadie más. Algunas de las preguntas que nos podemos hacer para encontrar el sentido de nuestra existencia tienen que ver con las respuestas que les demos a las siguientes preguntas.

¿Qué es lo más importante de tu vida?

Si supieras que mañana vas a perder la vida qué harías, con quién estarías, en qué lugar te gustaría estar o qué lugar te gustaría visitar. Todos tenemos una razón por la que vivir, personas que nos completan, que nos hacen seguir adelante.
“Cuando encontramos el amor encontramos también la razón y el sentido de toda la vida.”
-Domenico Cieri Estrada-

¿A quién admiras?

La persona a la que admiramos encarna aquello que quizás queremos encontrar, aquello que soñamos, lo que deseamos ser. Fíjate en esa persona que admiras, pregúntate por qué la admiras y reflexiona sobre las conclusiones que saques. A veces, eso nos puede ayudar a saber qué queremos, qué le daría sentido a lo que vivimos día a día y qué debemos cambiar para lograr conseguirlo.
¿Qué es lo que harías día tras día sin cobrar nada a cambio?

Todos nosotros hacemos algo que nos apasiona, que realmente nos motiva y estaríamos dispuestos a hacerlo gratis día tras día por el simple placer de disfrutar de esa actividad que nos mueve. Puede ser cualquier actividad: manualidades, pintura, mecánica, escritura, baile, cine etc. Ese algo será parte del sentido que buscas.

Qué es lo que nos impide encontrar lo que queremos

Hay dos factores esenciales que nos impiden de forma constante buscar lo que queremos encontrar: el miedo y la opinión social respecto a lo que deseamos hacer.

¿Te imaginas lo que harías si no tuvieras miedo? El miedo es un obstáculo complicado, un enemigo invisible que apela a nuestro instinto de supervivencia para paralizarnos. Piensa como estarás dentro de 5 años si no superas ese miedo que sientes ahora. ¿Es una imagen impactante verdad?

Por otra parte, lo que los demás piensen o digan es algo que por mucho que lo neguemos, nos influye negativamente y detiene nuestra búsqueda de aquello que deseamos. Nos influyen las opiniones de los amigos, de nuestros familiares o de nuestra pareja, pero hazte esta pregunta: ¿Tú qué quieres?


“Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja, y que la vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya nacemos enteros, que nadie en nuestra vida merece cargar en las espaldas, la responsabilidad de completar lo que nos falta.”
-Jhon Lennon-

Arantxa Alvaro Fariñas

jueves, febrero 18, 2016

Ignorar tus heridas es un error

Todos tenemos heridas, pero ninguna es igual. Algunas heridas las superamos con éxito, mientras otras necesitan un poco más de tiempo para sanar. No es una única variable la que las incluye en un grupo o en otro, sin embargo sí hay algunas que son más comunes que otras. Una de las más frecuentes en la atención que ponemos, precisamente, en la herida.



Deberíamos ya tener interiorizado que ignorar no suele ser la mejor opción, tapar la herida tal y como se produce suele ocasionar que esta -al igual que sucede con las físicas- se infecte. Tarde o temprano, la herida aflora y vuelve a sangrar de nuevo. Es verdad que si la lavamos y la exponemos al principio nos va a molestar más, pero también va a cicatrizar mucho antes.

“Las heridas no significan que perdiste, significan que te importaba lo suficiente para luchar.”
-Anónimo-

El tiempo no curará tus heridas

“El tiempo curará tus heridas” es una mentira que siempre nos dicen, porque realmente el tiempo no cura nada si antes no le has aplicado los cuidados necesarios a la herida. Está claro que el tiempo es un aliado, pero siempre que la herida esté bien cerrada.

¿Cómo sé que la herida está cerrada? Cuando ya no tengas la necesidad de echar nada en cara, cuando todo esté hablado y solucionado, cuando no albergues rencor tu herida se habrá cerrado.Sabrás cuándo estás preparado para tomarte ese tiempo, porque sabrás que una puerta se ha cerrado.

Pero, tomarse el tiempo como algo que sin duda curará tus heridas no es lo mejor. Seguro que tenemos algún ejemplo en nuestra experiencia vital, un momento en el que hemos intentado ignorar el dolor por el temor que nos producía afrontarlo o pensando que carecía de importancia. Sin embargo, también hemos visto como que ignorar una situación hace que vaya a más y cómo la cura ha sido mucho más costosa al final que aquella que temíamos en un principio.

“Hace mucho tiempo aprendí que para curar mis heridas necesitaba tener el valor de enfrentarlas”
-Paulo Coelho-

Cuando dejas pasar el tiempo, tan solo has cubierto con una tirita esa herida para no verla sangrar. Pero, tú sabes que está sangrando, que deberías curarla mejor. Como duele, intentas taparla como sea, confiando en que el tiempo hará lo suyo. Estás en un grave error.

No debes distraerte

La distracción provoca lo mismo que el tiempo. Nos mantiene ocupados mientras tapamos o dejamos de lado eso que tanto nos hace sufrir. Pero, ¿qué ocurre cuando te encuentras solo? ¿Qué pasa cuando no tienes planes con los que distraerte?

La distracción tan solo nos aturde, mientras que en nuestro yo más interno sabemos que estamos sufriendo, que nos duele. Piensa que la distracción es momentánea y que tarde o temprano el dolor volverá sobre nosotros otra vez.

Estas son creencias que nos inculcan, quizás porque cuando estamos distraídos las demás personas nos ven bien, ¡incluso podemos llegar a divertirnos! El problema viene después, cuando toda esa distracción se acaba.

“Curar las heridas y seguir adelante; no es fácil, pero es el camino…”
-Paulo Coelho-

No te distraigas, enfréntate a tu dolor. A nadie le gusta enfrentarse a algo que duele, pero es mejor hacerlo ahora que prolongarlo para que aflore cuando menos te lo esperas. Ahora es el momento. Cura tu herida.

Tienes que ser fuerte

Claro que tienes y debes ser fuerte. En ocasiones, algunas personas dicen que les duele más lo que afecta al corazón que al físico. Es normal. Un dolor físico no nos afecta emocionalmente, en cambio un dolor emocional o sentimental sí.

Tú puedes ser fuerte. Puedes ser fuerte para aguantar y no dejarte llevar por la tentación de las distracciones y del tiempo, porque sabes que esa no es la mejor salida y que cuando el dolor regrese será aún peor.

¿Nunca te han dicho nunca dejes para mañana lo que puedas hacer hoy? Pues puedes aplicártelo en este sentido. Si puedes cerrar hoy esa puerta, hazlo. No lo dejes para mañana por miedo a los “quizás…” o a los “tal vez…”.

“Siempre se ha dicho que el tiempo cura todas las heridas. No estoy de acuerdo. Las heridas permanecen. Con el tiempo, la mente, para preservar su cordura, las cubre con tejido de cicatriz, y el dolor disminuye, pero nunca se va”
-Rose Kennedy-

No caben suposiciones aquí. Está claro que siempre albergamos una esperanza y por eso nos cuesta tanto desprendernos de las trampas del tiempo y la distracción. Pero, ¿sirve de algo? Al final, sabes cuál va a ser el desenlace de todo.

Es importante que te alejes de todo lo que te impide sentarte y enfrentarte a tu herida. Cada vez que la mires dolerá, cuando pienses sobre ella sufrirás. Pero, no te preocupes. Sé fuerte y aguanta. El dolor durará mucho menos si lo enfrentas ahora y no lo postergas. Es el momento de cerrar tus heridas.

Raquel Lemos Rodríguez

miércoles, febrero 17, 2016

Es bueno dejar marchar sin tener la necesidad de herir

Es bueno dejar marchar, pero mejor es hacerlo sin rencor, librándonos de la carga que supone la ira, la rabia y el desconsuelo. Cuando podemos dejar ir con calma nuestra manera de contemplar la partida resulta mucho más tenue, más llevadera, más libre.



Parece un contrasentido pero escapar de emociones dolorosas e insanas es posible. Si bien hay momentos que requieren vivirse de manera intensa, es posible hacerlo sin herir, sin tirarnos trastos a la cabeza, sin maquinar la manera de hacer daño a esas personas que nos lo han hecho.

¿Cómo es posible dejar marchar sin rencor? Canalizando, previniendo el desbordamiento emocional, conociendo nuestras emociones y permitiéndonos expresarlas de la manera menos dañina posible para nosotros y para nuestro entorno.

El rencor nos hace vulnerables

Es muy complicado no llegar a sentir furia y rencor contra alguien que nos lastimó con su egoísmo, sus actitudes y sus malas acciones. Sin embargo, podemos lograr canalizar nuestros sentimientos mediante un proceso que implica:

  • Comprender que el enfado es normal pero que la ira solo nos genera más dolor.
  • Cada uno debe examinar de qué manera se manifiestan y se transforman sus emociones en rencor. Para eso lo primero que hay que hacer es tomar perspectiva, dejar que se enfríe nuestra mente y la situación en sí y revalorar nuestros pensamientos.
  • Los hechos en sí ya nos han hecho daño, por lo que no tiene sentido autolesionarnos con pensamientos y comportamientos destructivos.
  • Buscar la satisfacción, la reparación o la devolución de aquellas partes emocionales que una relación se ha llevado consigo es algo inútil. No existen fórmulas mágicas que curen las heridas rápidamente.
  • Así, para librarnos de la pesada carga que constituyen las relaciones fallidas, primero debemos hacer uso de esa maravillosa capacidad que nos brinda nuestro cerebro: olvidar.
  • Es complicado olvidar, por lo que al principio debemos trabajar en no prestar atención a los recuerdos y a los detalles de la experiencia penosa que nos atañe.
  • Esto nos ayudará a acelerar el proceso de olvido y a neutralizar nuestras emociones insanas. El siguiente paso es no compadecerse de uno mismo, no ponerse en el papel de víctima y contemplar la opción de perdonar el daño que nos hace la persona que quiere marchar de nuestra vida.

Por mucha distancia que tomemos con la situación, perdonar no borra el daño. Tampoco justifica nada, ni exime de responsabilidad a quien nos ha ofendido. Sin embargo, perdonar sí que nos ayuda a que nuestros pensamientos no nos destruyan, y no perdamos la confianza y el respeto en nosotros mismos.


Perdonar no borra el daño

Si no queremos convertirnos en personas frustradas, amargadas, malhumoradas, temerosas, pesimistas, solitarias, obsesivas, culpables, agresivas y conflictivas, es importante perdonar.

A todos nos conviene dejar atrás una relación que adolece de sentimientos negativos, que marca nuestras experiencias de manera negativa y que destruye una parte de nosotros que valoramos o apreciamos. En este sentido resulta muy ilustrativa la metáfora denominada “el peso del rencor”:

El resentimiento, ese era el tema del día en nuestra clase. Para poder hablar sobre él nuestro maestro nos pidió que llevásemos unas patatas y una bolsa de plástico. Una vez estábamos todos sentados, nos pidió que cogiésemos una patata por cada persona a la que guardásemos rencor.
Escribimos sus nombres en ellas y las guardamos en una bolsa. Algunas eran realmente pesadas. El siguiente paso del ejercicio consistiría en que durante una semana cada uno llevase su bolsa consigo.

Como era de esperar las patatas cada vez estaba más deterioradas y nosotros estábamos ya cansados de transportarlas con nosotros a todos lados. Ya estábamos aprendiendo la lección, pues nuestra bolsa nos mostró claramente el peso emocional que estábamos cargando a diario.

Mientras poníamos nuestra atención en la bolsa descuidábamos cosas que realmente eran más importantes. A su vez, sentíamos cómo el interior de nuestra mochila sentimental se estaba pudriendo y empezaba a resultar cada vez más molesto.

Solo haciéndolo tangible nos dimos cuenta del precio que estábamos pagando a diario por mantener un gran resentimiento por algo que ya había pasado y no podíamos cambiar. Cuanto más aumentaba nuestro resentimiento, más se acrecentaba nuestro estrés, nuestro insomnio y nuestra atención emocional.

La ausencia de perdón y de liberación es como un veneno para nosotros del que cada día tomamos unas pocas gotas pero que nos deteriora igual. En definitiva, queda patente que el perdón no es un regalo para los demás, sino para nosotros mismos.

Pensándolo bien si una ruptura ya nos ha hecho daño, no tiene sentido que dejemos que siga haciendo mella en nosotros por más tiempo. No tiene sentido que sigamos dejando que se pudra la comida que llevamos en nuestra mochila emocional.

Raquel Aldana Arnedo

martes, febrero 16, 2016

La vida es un río que siempre está en movimiento

La vida es un río que fluye, un río que siempre está en movimiento, en acción, en continuo cambio y progreso. Por este motivo nunca debería parar, aunque es algo que sí ocurre. ¿Por qué? ¿Por qué de repente ese río deja de fluir?



Debemos destacar que solo nosotros podemos tomar el mando de nuestra vida. Es nuestra y, por lo tanto, tenemos el poder de que esta se encuentre en movimiento o, por el contrario, de que todo se paralice. Sin darnos cuenta, pero habiéndolo decidido así, ese río se convierte en agua estancada.

“Lo realmente importante es luchar para vivir la vida, para sufrirla y para gozarla, perder con dignidad y atreverse de nuevo. La vida es maravillosa si no se le tiene miedo.”
-Charles Chaplin-

Atrapados en el agua estancada

A veces no lo podemos evitar. Por situaciones que nos afectan, por experiencias que vivimos, nuestra vida deja de fluir y nos encontramos paralizados, sin expectativas de futuro. Esta situación es muy incómoda, aunque hay personas que se acostumbran a ella. Seguro que conoces a alguien que prefiere quedarse sentado en una piedra, aunque esté incómodo, antes que hacer el esfuerzo de levantarse.

Bajo esta incomodidad maquillada, lo cierto es que raramente obtenemos algo positivo de quedarnos quietos, esposando de esta manara a la sensación de que avanzamos en el desarrollo de nuestro potencial. Sin progreso no podremos lograr aquello que nos refuerce y nos haga sentir mejor.

Pero, ¿por qué nos estacamos? Quizás porque la lucha continua a veces produce un cansancio mayor del que somos capaces de levantar, quizás porque nos sentimos superados por las equivocaciones y los errores.

“Debemos usar el tiempo sabiamente y darnos cuenta de que siempre es el momento oportuno para hacer las cosas bien.”
-Nelson Mandela-

Nunca es una buena opción quedarse en este agua estancada durante mucho tiempo, tarde o temprano deberás salir, pues la vida es un río que siempre está en movimiento. Además, ten siempre en cuenta que eres tú quien elige si tu vida fluye o no. En ti reside toda la responsabilidad.


Exprimir la vida al máximo

Reconocemos el valor de vivir cada minuto como si fuera el último, pero al mismo tiempo nos resistimos a cuestionar la certeza profunda de que nos queda suficiente tiempo por delante. Si miramos nuestra agenda, probablemente descubriremos que la rutina, las obligaciones y todos los problemas que nos abordan, nos acaban sometiendo. De esta manera, dejamos de darle la importancia que debiera a nuestra vida.

Muchas veces, exprimir la vida al máximo es sencillo, el problema es que no sabemos cómo hacerlo. Mira a tu alrededor y sopesa con el corazón el valor que tiene todo aquello que ves, con calma, con ka misma con la que te detendrías a ver el paisaje si te despertaras en una habitación con vistas al mar, al bosque o a la montaña.

“La vida es un río, un cauce que se encuentra siempre en movimiento, en acción, y que nadie excepto tú puede detener.”
-Anónimo-

Estás vivo y tienes sueños que conquistar

Sumergirnos en la rutina y en las responsabilidades, a veces provoca que nos acostumbremos a tener la conciencia dormida y puesto el piloto automático. Con la anestesia de nuestra conciencia duermen también nuestras emociones e ilusiones, estando lejos de jugar el rol de suministradores de energía.

A veces es necesario hacer un parón en nuestra vida, un momento para dar respuesta a las preguntas que de alguna manera tememos, porque sentimos que nos quedan como los zapatos de nuestros padres cuando eramos pequeños. El problema es que si no le damos una respuesta, será la fortuna y los demás quienes las contesten por nosotros.

No utilices los parones para estancarte. Si detienes el barco, no es para dejarlo de nuevo en manos de las fuerzas de la marea, es para hacerte con un timón que sentía perdido y bloqueado. No olvides que el movimiento es una fuente de placer.

“Vive como si fueras a morir mañana, aprende como si fueras a vivir siempre.”
-Mahatma Gandhi-

Ten en cuenta que no estás aquí para desperdiciar tu existencia, ya que solo tenemos una. Si te encuentras atrapado, busca la manera de soltarte y continuar experimentando. A veces, nos enjaulamos porque tenemos miedo o porque hemos pasado por malas experiencias.

¿Sabes cómo se identifican las personas que se encuentran enjauladas de las que no? Estas no son felices. Es imposible encontrar la verdadera felicidad si no sales, si no vives tu vida. Sal de tu jaula.Vive, experimenta, sufre y nunca, nunca, renuncies a tus sueños. La vida es un río que debes mantener siempre en movimiento.

Raquel Lemos Rodríguez