Lo que me gustaría que entendieras sobre la tristeza es que tengo derecho a sentirla, a vivirla, y a abrazarla sin que por ello me etiquetes de débil. Mi mundo se reconstruirá de nuevo pieza a pieza tras haber enfrentado sus matices y entendido mis demonios.
Estar triste no es estar enfermo, ni tener una depresión, ni habernos dejado vencer cual almas derrotadas por las inclemencias de la vida. La tristeza es una emoción, un estado de ánimo puntual donde el mundo queda inmovilizado para poder entendernos un poco más. Para profundizar en nuestros vacíos.
La tristeza, a veces, se esconde tras las sonrisas. Es como una eterna pasajera que nos visita por libre voluntad para recordarnos que somos humanos, y que de nuestra debilidad, pueden emerger también muchas fortalezas.
Si bien es cierto que mantener durante un periodo prolongado un estado emocional de componente negativo como es la tristeza, cabe la posibilidad de que derivemos en la indefensión, y en una depresión, no es algo que ocurra siempre.
La tristeza viene y va, y más aún, en ocasiones, aunque intentemos buscarle un origen, hay tristezas que no tienen explicación: aparecen sin más. Son estados de ánimo decaído que desaparecen al poco, cuando el rumor de la vida nos alcanza de nuevo, con sus ilusiones, con sus días despejados y risas que tampoco tienen ninguna explicación. Es necesario pues profundizar un poco más en esta emoción tan común a la que no hay que tenerle miedo. Y aún más, no tacharla nunca como sinónimo de debilidad personal.
Buenos días tristeza, hoy me acordé de ti
Abrimos los ojos por la mañana, y, sin saber cómo, ahí está esa sensación implacable que nos quita el aliento y que deja caer sobre nuestra memoria todos los recuerdos del ayer. La tristeza nos viste con su manto frío y quedamos paralizados.
Puede que seas de esas personas: de las que se quedan en amargo silencio porque saben que si pronuncian una palabra aparecerán las lágrimas, o decir “que no es nada” cuando la tristeza lo es todo…
La tristeza forma parte de nuestra vida, y podemos decir sin equivocarnos que es una de las emociones más comunes a la vez que menos entendidas. Nadie se atreve a decir en voz alta “estoy triste”, siempre preferimos utilizar el disimulo, la máscara…
Y más aún, en ocasiones, si nos atrevemos a comunicarle a alguien que nos sentimos de este modo, lo más habitual es que nos respondan un “!Pues alégrate, total la vida son dos días, sonríe!”. No es lo adecuado. La tristeza debe entenderse, y pocas veces se resuelve dibujando una sonrisa en el rostro. Aunque de hecho, es lo que hacemos siempre. Veamos ahora esos aspectos esenciales que valdría la pena que todo el mundo comprendiera.
La tristeza es un estado de ánimo con muchos matices
Entendemos la tristeza básicamente como una emoción negativa. Ahora bien, a pesar de que la mayoría de las veces se asocia a algo de componente drástico, como puede ser una ruptura, una pérdida, un fracaso o una decepción, no siempre existe un origen “negativo” como tal.
En ocasiones la tristeza es un simple decaimiento, una apatía, una necesidad de estar con nosotros solos, con nuestros pensamientos.
Estar triste no se relaciona con tener miedo, con querer huir de algo. Ahora bien, en ocasiones hay quien tiende a mezclar rabia con tristeza (me abandonan y reacciono con rabia, pero más tarde, asumiré la realidad atravesando un tiempo con mis tristeza, con el dolor emocional en este caso).
Los desencadenantes de la tristeza no siempre pueden definirse
Los desencadenantes que traen la tristeza en ocasiones son muy claros y los hemos citado con anterioridad: pérdidas, fracasos, separaciones, decepciones…
Es común que la tristeza aparezca a continuación de una determinada experiencia marcada por la rabia, el miedo… Es el momento en que el cerebro debe “asumir” lo ocurrido, y para ello, debe interiorizar y debe desahogar.
Las tristezas pueden aparecer tras un proceso cognitivo. Son esos instantes en que uno valora un aspecto de su vida presente o pasado, y asoman de pronto las emociones negativas.
A su vez, la tristeza puede hacer acto de presencia sin que uno entienda muy bien por qué. A veces es una simple bajada de energía, la visita del pesimismo, factores climatológicos o incluso algún problema de salud.
Déjame llorar, déjame vivir mis tristezas pero entiende mi proceso
La persona triste agradece tu presencia, tu apoyo y tu interés, pero nunca le digas que “es bobo o boba por sentirse así”, nunca acentúes mediante la ironía un estado como la tristeza.
Es necesario vivir este instante y comprenderlo para ahondar en su origen. Y para ello, si se necesita, pueden recurrirse a las lágrimas: son un desahogo imprescindible.
Entender la tristeza supone realizar un viaje al interior, y para ello, necesitamos un tiempo limitado para nosotros mismos. Debemos entender y reconstruir. Necesitamos comprensión y respeto.
Toda emoción asumida y entendida supone un paso hacia la recuperación, y por ello, es necesario saber afrontar todas estas tristezas cotidianas. Así pues, no las escondas bajo una máscara, afróntalas antes de dibujar tu vacío con una tibia sonrisa.
Adiós tristezas, hoy he decidido haceros frente, abrir la ventana y dejaros ir porque he aprendido a ser fuerte, porque hoy me visto de ilusión y nuevas esperanzas.
Valeria Sabater
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