¿Se puede aprender del fracaso?

Aceptémoslo (al menos para nosotros mismos): todos tenemos un montoncito (o varios) de esqueletos llamados ‘fracasos’ bienestarosos debajo de la cama. Esa mañana que no pudimos levantarnos a correr o a nadar, el día que nos devoramos toda la ansiedad en forma de comida en vez de lidiar con ella, ese mal hábito de dormir poco… Pero no hay que echarse tan al drama porque cada ‘metida de pata’ siempre puede traducirse en un aprendizaje o lección. Es cosa de:

1. Tener la mente (un poquito) más flexible. Típico. Uno se arma un plan non-plus-ultra para alcanzar equis meta, pero de repente se cuela la variable ‘cambio’ y se echa todo a perder. Antes de pensar que es el fin del mundo, lo que conviene es respirar y recordar que no hay un solo camino, sino muchos que se entrelazan. Cosa de fluir, pues.
2. Cada intento es una forma de aprendizaje. ¡Felicidades por no lograrlo! ¿Qué-qué? Ajá. Aunque uno no siempre pueda verlo, escondida por ahí en esa experiencia hay algo que puede enriquecernos. Ya de menos se sabe que la forma utilizada no da tan buenos resultados.
3. Pedir ayuda. Antes de ponerse la capa de superhéroe al rescate del universo vale la pena echar un vistazo alrededor, en especial si uno se siente medio atorado. O superatorado. Una perspectiva fresca y una mano extra pueden ser es justo lo que nos falta para lograrlo de una vez por todas.
4. Darse chance. Ya le dimos mil vueltas, lo volvimos a intentar, seguimos luchando por lograrlo, pero nomás no hay forma. Es momento de darse un descanso por un par de días, semanas o meses; eso ayudará a recargar las pilas y poder volver al ruedo renovad.
5. Recordar que es importante. Lo que pasa es que es más fácil no hacerlo a intentarlo oootra vez, ¿que no? Pues bueno, si recordamos que al darnos por fracasados se pierde un valioso aprendizaje, la oportunidad de conocer el éxito, etc., como por arte de magia puede surgir la motivación para decir: ¡Ok, venga una vez más! o Probemos por acá.

Con información de Zenhabits