Me ha costado tiempo darme cuenta.
Con eso de que estaba convencido de que había que tener alas o alitas, vivir en lo ignoto del cielo, no tener sexo, tener ricitos rubios, y tocar la lira como un virtuoso, me había descartado a mí mismo como un aspirante a ser ángel o angelito.
Y me he dado cuenta, hace muy poquito tiempo, que he conocido a un ángel (por lo menos) y que yo mismo soy un ángel. ¡Ah!, y de que tú también eres o puedes ser un ángel.
Yo tenía 6 o 7 años, no más. En mi casa pasábamos mucha hambre y teníamos acumuladas las insuficiencias. Aquel 6 de enero TAMPOCO vinieron los Reyes Magos. Yo había madrugado con esa inquietud de qué habrían dejado para mí.
Nada. Lo averigüé enseguida. Nada de nada.
Todavía no se habían despertado los demás y comprobé por la ventana que aún era de noche. No quería seguir en casa. Supongo que tenía tanta rabia como decepción, así que cogí un hierro que yo tenía, con la punta afilada, y salí a la calle para jugar a un juego que se llama el hinque. Como seguía siendo de noche, me quedé en el portal esperando a que hubiera un poco de luz.
Apareció la luz, escasa, entre grisácea y descolorida, y me puse a jugar. Estaba yo solo en el mundo.
No sé cuánto tiempo después apareció una mujer, joven, muy grande –y no era una extraterrestre: simplemente es que yo era muy pequeño- y me preguntó qué hacía. Jugar, le respondí. Sé que me hizo más preguntas pero no las recuerdo. Recuerdo lo que sucedió: sacó de un bolso una pistola grandísima, de calamina, y me la entregó diciendo que los Reyes Magos la habían dejado en su casa para mí.
No recuerdo si fui muy agradecido. Sé que me duró poco y que me olvidé de aquello hasta que a mis 59 años apareció de nuevo la escena en mi mente y me di cuenta de que aquella mujer era un ángel.
Hace unos poquitos años estaba yo mirando algo en una tienda de esas que tienen un batiburrillo de mil cosas y vi a una vecinita de mi edificio. De 6 o 7 años. Estaba sola, curioseando entre las cosas que había para ver. Le sonreí. Me sonrió tímidamente. Tenía en sus manos una especie de bombonera de cristal.
Unos instantes después escuché el ruido que hace una cosa de cristal que cae al suelo y se convierte en añicos. La dependienta, como poseída, convertida en una auténtica energúmena, se dirigió hacia la niña, con los brazos en jarra, y con una actitud verdaderamente amenazante. Gritó: “ahora tienes que pagar lo que has roto”.
Evidentemente, no tenía dinero y, además, estaba atemorizada por la fiera. La observé y casi me atrevería a decir que la vi encogerse físicamente. No sabía qué hacer. Miraba hacia la mujer y su silencio era la única solución que podía aportar. La fiera no aflojaba en su actitud.
Yo lo pago, dije. Y la cara de la niña se iluminó. Volvió a su tamaño normal. Se marchó sin decir nada pero me miró desde la puerta y en sus ojos vi muchas cosas que soy incapaz de describir.
Estoy seguro de que algún día contará la anécdota y dirá que se le apareció un ángel.
Como ves, es muy fácil ser un ángel.
Solamente hace falta tener voluntad de serlo.
Se dice que los ángeles representan la bondad, la belleza –del alma- y la inocencia –la falta de malicia intencionada-. Y que su misión es ser nexo de unión entre Dios y el Ser Humano.
Así que uno se puede convertir –si es su deseo- en alguien que transmita la felicidad a otros, que les recuerde la naturaleza divina que nos forma, que les lleve la esperanza o el amor, el cuidado y la ternura, o la Humanidad que nos hermana.
Y no se trata de hacer milagros deslumbrantes, sino esos milagritos que son tan necesarios a veces.
ALEGRAR EL DÍA A LOS OTROS, por ejemplo. Y puede llegar a ser tan simple… una atención, una sonrisa sincera, una palabra de agradecimiento, el reconocimiento por su labor…
ANIMAR AL DESANIMADO puede ser otra buena idea. Ya sabes que la palabra ánimo significa “Alma o espíritu en cuanto es principio de la actividad humana”. Y que animar es “infundir energía al ánima”, que es el alma. Y resucitar el alma del otro está al alcance de cualquier aspirante a ángel…
COMPARTIR. Lo poco o lo mucho. Lo material o lo etéreo. El optimismo o una palabra…
CUIDAR, LLAMAR POR TELÉFONO, VISITAR, ACOMPAÑAR, EMPATIZAR, SER POSITIVO, DAR LAS GRACIAS, CONTAGIAR LO BUENO QUE TENGA UNO, ESPANTAR TRISTEZAS, RELATIVIZAR SUFRIMIENTOS, PLANTAR SONRISAS, REVITALIZAR, ALIMENTAR LA AUTOESTIMA DEL OTRO, HABLARLE DE SENTIMIENTOS EN UNA CONVERSACIÓN DE CORAZÓN A CORAZÓN…
¡¡Hay tantas posibilidades de convertirse en ángel!!
¿Te atreves a serlo?
Te dejo con tus reflexiones…
Por: Francisco de Sales
Fuente: www.buscandome.es
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