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martes, enero 27, 2015

El gozo espiritual no es una ilusión

¿Por qué, después de un momento de gran intensidad espiritual, experimentáis un sentimiento de plenitud? Exteriormente, sin embargo, no os ha sucedido nada; nada ha cambiado, pero os sentís colmados, como si hubieseis sido alimentados, saciados… Los ignorantes dirán, claro, se trata de una ilusión. Pero entonces, cuando sufren, cuando se sienten desdichados sin causa aparente, ¿son también ilusiones esos momentos de angustia, de depresión? No, para ellos son una realidad, el sufrimiento es una realidad, pero el gozo espiritual es una ilusión. ¡Qué razonamiento!
Procurad, de ahora en adelante, elevaros hasta las regiones del alma y del espíritu, comed, bebed y sabréis lo que es la plenitud. Entonces, ya no será como en el plano físico en donde cada día nos vemos obligados a comer para no encontrarnos hambrientos y sin fuerzas. El alimento que tomáis en las regiones sublimes os sacia durante días y días. El mundo divino está hecho de elementos de una riqueza tal que, si llegáis a probarlos, sólo una vez, la sensación de plenitud que os darán ya no os abandonará nunca más. Nada podrá quitaros esta sensación de eternidad. Evidentemente, antes de llegar hasta ahí, deberéis ejercitaros durante mucho tiempo y buscar cada día vuestro alimento, como para el estómago físico. Pero si tratáis de participar en los banquetes del alma y del espíritu, un día, nada podrá quitaros ya esta sensación de plenitud.
Para la mayoría, las fiestas cristianas son, bajo otra forma y con otro significado, la supervivencia de las antiguas fiestas paganas relacionadas con la vida de la naturaleza. Cuando se acercan, se organizan festejos: pensamos en los regalos que vamos a ofrecer y a recibir, en las comidas a las que invitaremos a los familiares y a los amigos, en los adornos de la casa, de las calles, en los nuevos trajes, e incluso en los disfraces. Para todos, una fiesta es una ruptura benéfica en la secuencia monótona de los días.
Pero en una Escuela iniciática, vemos en las fiestas una cosa muy distinta que simples ocasiones para hacer banquetes, para colgar adornos y pasar unos momentos agradables. Cada uno se esfuerza por captar en las regiones sutiles corrientes de energía que vivificarán y regenerarán su corazón y su alma. Cada uno sabe también que, en esta atmósfera de gozosos intercambios, las entidades luminosas vienen a recoger elementos de los que se servirán después para proseguir su trabajo a través del mundo. Para ayudarlas en este trabajo, le confía su gozo, toda la riqueza espiritual que le procura esta fiesta para que otros puedan también beneficiarse. Y este gozo y esta riqueza retornan a él amplificados.
Cada mañana, al despertaros, invocad primero al gozo y al amor. En vez de empezar la jornada pensando en las diferentes tareas que os esperan, decid: «Señor Dios, Te doy gracias por seguir vivo, por poder respirar, comer, caminar, mirar, oír, pensar, amar, porque estos son tesoros inestimables.» Y después levantaos alegremente.

Y aprended también a dar gracias por cada uno de los sinsabores de la vida, porque es la mejor forma de neutralizarlos. Si empezáis a quejaros y a rebelaros, estaréis cada vez más agobiados. Pero si decís: «¡Oh Señor!, gracias, hay ciertamente una razón para que me encuentre con este obstáculo, debo tener todavía algo que aprender», sentiréis que transformáis poco a poco vuestras dificultades en oro y piedras preciosas. Sí, es como si las recubrieseis con un polvo de oro o de cristal: se os aparecen bajo otra perspectiva. Nada puede resistirse ante la gratitud. Así pues, cada día, agradeced al Cielo hasta sentir que todo lo que os sucede es para vuestro bien. Dad gracias por lo que tenéis y por lo que no tenéis, por lo que os alegra y por lo que os hace sufrir. Aunque os sintáis desdichados, debéis encontrar alguna razón para dar gracias. De esta manera mantendréis en vosotros la llama de la vida.
Si le preguntáis a un sabio: «¿Qué es Dios?», permanecerá en silencio, porque a esta pregunta sólo se puede responder con el silencio. Sólo el silencio, el verdadero silencio, consigue expresar la esencia de la Divinidad. Decir que Dios es amor, sabiduría, poder, justicia… es verdad, pero estas palabras no transmiten nada de su infinitud, de su eternidad, de su perfección. No conocemos a Dios hablando o escuchando hablar de Él, Le conocemos cuando nos esforzamos por entrar dentro de nosotros mismos con el fin de alcanzar esta región que es justamente el silencio.
El silencio es la región más elevada de nuestra alma y, cuando alcanzamos esta región, entramos en la luz cósmica. La luz es la quintaesencia del universo. Todo lo que vemos a nuestro alrededor, e incluso lo que no vemos, está atravesado, impregnado por la luz. El objetivo del silencio es, justamente, la fusión con esta luz viva, poderosa, que penetra toda la creación. Cuando nos fusionamos con esta luz, ya no nos preguntamos lo que es Dios, y menos aún si existe.
«Estoy seguro de haber venido ya a la tierra, me han dicho algunas personas, y estoy seguro de que volveré. Pero no tengo ningún recuerdo de mis existencias anteriores, y me gustaría no olvidarme de ésta. ¿Hay algún método para acordarse de ciertas experiencias que hemos hecho, de ciertas personas que hemos conocido?»… Sí, existen métodos, y para aquéllos que lo deseen, puedo indicaros al menos uno.
Tomad como punto de referencia una montaña, por ejemplo, o algo que resista el paso del tiempo. Puede ser también algún monumento conocido mundialmente, porque aunque sea destruido algún día, siempre quedarán reproducciones de él en ciertos libros. Mirad a menudo esta montaña o este monumento, y decíos: «Cuando lo vea de nuevo en una próxima vida, quiero recordar tal o cual acontecimiento de mi vida actual.» Así creáis una conexión entre vosotros y esta montaña o este edificio. Grabáis un cliché que continuará trabajando en vosotros, y cuando os reencarnéis, volveréis con él. En el momento en que tengáis ante vuestros ojos la montaña o el monumento ante el cual os habíais concentrado, este cliché despertará la memoria de los acontecimientos de vuestra vida que habíais ido grabando.
Lo que da valor a una enseñanza espiritual, es que, cualesquiera que sean los acontecimientos que se produzcan en el mundo, los métodos que os da son válidos para la eternidad: cómo adquirir el dominio sobre uno mismo, cómo recibir la luz, cómo entrar en armonía con todas las fuerzas benéficas y vivificantes del universo… Esto permanecerá siempre. Que haya guerra o paz, que seáis ricos o pobres, que tengáis una familia y amigos o que estéis solos y abandonados por todos, vuestras necesidades profundas seguirán siendo las mismas: siempre tendréis un cuerpo físico, un corazón, un intelecto, un alma y un espíritu que deberéis alimentar a fin de poder acercaros cada vez más a vuestro Padre celestial que os ha creado a su imagen. Así pues, procurad no descuidar ninguna de las verdades ni de los métodos que se os dan.
Omraam Mikhaël Aïvanhov

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