EL fuego del Espíritu Santo es la energía divina capaz de quemar y disolver las energías obscuras e indeseables que nos penetran y rodean como si fuera una nube oscura. A continuación se explicará un ejercicio de meditación especialmente diseñado para lograr esta purificación.
Acomódate en posición de meditación (sentado, hincado o parado y de preferencia con las palmas de las manos tocándose entre sí y a la altura del pecho, o simplemente descansado sobre el regazo). Imagina que estás sentado dentro de un gran fuego que te penetra y rodea por todos lados hasta, aproximadamente, la distancia que alcanzan tus manos extendidas. Ahora repite varias veces audiblemente la siguiente afirmación: “YO SOY el fuego sagrado de Dios transmutando la obscuridad que hay en mí en luz”. Mientras afirmas lo anterior debes sentir profundamente que el fuego está llevando a cabo una acción purificadora dentro y alrededor de tí. Luego descansa por unos segundos sin dejar de sentir y visualizar con tu mente la acción del fuego quemando las oscuridades e impurezas de tu cuerpo y de tu aura. Una vez más repite varias veces la afirmación “YO SOY el fuego sagrado de Dios transmutando la obscuridad que hay en mí, en luz”, y descansa. Repítela una vez más y descansa, y así hasta que sientas verdaderamente la acción purificadora del fuego del Espíritu Santo dentro de tí.
Recuerda que cuando por un acto de libre albedrío invocas el fuego del Espíritu Santo, éste quema y consume las energías obscuras e indeseables acumuladas dentro y alrededor de ti. El ejercicio que te he explicado está diseñado para disolver estas impurezas, evitando así que se manifiesten en nuestra vida y en nuestros asuntos.
MEDITACIÓN PARA ILUMINAR EL CUERPO Y EL AURA CON EL FUEGO DEL ESPÍRITU SANTO.
Acomódate en posición de meditación, tal y como se te ha indicado en el ejercicio anterior. Imagina que te encuentras sentado en el centro de una hermosa esfera de resplandeciente luz divina. Mientras te ves ahí sentado, penetrado y rodeado por la luz de Dios, repite en voz alta y con todo tu corazón:
“YO SOY luz, candente luz, radiante luz, eterna luz divina. YO SOY la infinita presencia de la luz de Dios manifestándose en y a través de mí. Dios consume mis impurezas, transmutándolas en luz.
YO SOY un poderoso foco de la luz de Dios. YO SOY un río cristalino por el que fluye la infinita presencia de la luz de Dios. YO SOY la más alta frecuencia de la luz de Dios manifestándose en y a través de mí.
YO SOY una avanzada de lo divino. Las impurezas dentro de mí son consumidas para siempre por la poderosa acción de la infinita luz de Dios que YO SOY.
YO SOY, YO SOY, YO SOY Luz. Yo vivo en la luz. YO SOY la máxima dimensión de la luz. YO SOY la más pura intención de la luz. YO SOY luz. YO SOY luz. YO SOY luz inundando al mundo donde quiera que voy, bendiciéndolo, fortaleciéndolo, comunicando el propósito del reino de los cielos”. Mientras realizas las afirmaciones anteriores y durante algún tiempo después, visualízate a ti mismo dentro de un gran núcleo de fuego blanco, el gran núcleo de fuego blanco del ser. Luego, radiante, agradecido y feliz, sal del ejercicio.
MEDITACIÓN PARA EL ASCENSO Y EL DESCENSO DEL ESPÍRITU SANTO AL CORAZÓN DEL INICIADO
Acomódate en posición de meditación. Siente e imagina un triángulo equilátero de luz de 30 cms. de largo, localizado arriba y afuera de tu cabeza con su cúspide apuntando al cielo. Imagina a su vez otro triángulo equilátero de luz de 30 cms. de largo, localizado en la base del tronco (perineo), pero invertido; es decir, con su cúspide apuntando hacia el centro de la tierra.
Ahora, siente e imagina que el triángulo localizado en la base del tronco asciende lentamente hasta el corazón. Posteriormente, siente e imagina que el triángulo localizado arriba y afuera de la cabeza desciende hasta el corazón, formando con el otro triángulo una estrella de luz destellante de seis puntas o estrella de David.
Permanece entonces por algunos minutos sintiendo e imaginando esta estrella de luz resplandeciente de seis puntas localizada en el centro del corazón, como si fuera una poderosa lámpara de luz que ilumina tu cuerpo y tu aura transmutando cualquier oscuridad que se encuentre ahí, en luz.
MEDITACIÓN PARA LA ELEVACIÓN GRADUAL Y PROGRESIVA DEL FUEGO DEL ESPÍRITU SANTO QUE CONDUCE A LA ASCENSIÓN
Acomódate en posición de meditación. Siente e imagina una hermosa y resplandeciente llama de luz blanca y transparente como el cristal que asciende desde la base del tronco (perineo) hacia la coronilla, al tiempo que repites en voz alta o mentalmente la siguiente afirmación:
“YO SOY la resurrección y la vida del fuego sagrado de la Madre divina dentro de mí”.
Repite la afirmación anterior y siente la energía de la Madre que asciende por todo tu cuerpo, por algunos minutos, en estado de alegría y exaltación.
Con el tiempo y la práctica puedes repetir la afirmación cada vez a mayor velocidad. Este ejercicio está pensado para la elevación gradual y progresiva del fuego o energía de la Madre a lo largo de la columna vertebral.
Con la práctica, el fuego sagrado finalmente conseguirá una tremenda elevación. Sin embargo, el ejercicio sólo debe hacerse por algunos minutos al día, o por el lapso de tiempo en que te sientas cómodo, a gusto, exaltado, feliz y en paz. La elevación gradual del fuego no representa peligro alguno para la salud. No obstante, si la energía sube con demasiada fuerza y te produce cualquier tipo de malestar (dolor de cabeza, enojo, calor extremo, deseo de vómito), debes suspender el ejercicio por algunos días y luego reanudarlo gradualmente.
Conforme la energía de la Madre sube por tu cuerpo hacia la coronilla, ésta no sólo desbloquea los plexos nerviosos y revitaliza el cuerpo entero, sino que gradualmente asciende más allá del cuerpo hacia el centro espiritual localizado arriba y afuera de la cabeza. Con esto, gradualmente, te estás preparando para tu propia ascensión.
Debido a que el fuego del Espíritu Santo o energía de la Madre es, en realidad, la llama de la resurrección que te conduce gradualmente de regreso a tu espíritu, debes mantener siempre una actitud amorosa, agradecida y reverente delante de ella. Este sentimiento de amor, agradecimiento y reverencia en nuestro corazón podría ser expresado en la siguiente plegaria:
“Ven, santísima Madre, ven a liberarme para siempre de la ilusión de los sentidos, de la ilusión del tiempo y el espacio”. Este es el rezo y la plegaria de todos los nobles de la luz que desean fervientemente que la gran llama divina se manifieste en y a través de ellos.
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