Hace unos días publiqué un artículo donde explicaba que son los sentimientos, y no la mente, los encargados de tomar nuestras decisiones. Los sentimientos son los que saben qué es lo que nos hace felices, de modo que son los que nos pueden guiar hacia una vida plena y satisfactoria.
La mente, en cambio, no sirve para analizar la realidad ni para tomar decisiones, sino para crear. La mente es la herramienta con la que creamos nuestra vida.
De esta manera, la mente y los sentimientos forman un equipo perfecto: los sentimientos toman las decisiones y la mente las ejecuta. Esta es la forma óptima de funcionar.
Como respuesta a ese artículo, recibí varios comentarios con preguntas muy interesantes. Por ejemplo:
- ¿Qué son los sentimientos exactamente?
- ¿Dónde están?
- ¿Cómo podemos hacerles preguntas?
- ¿Cómo podemos saber que una respuesta viene de los sentimientos y no de la mente?
Estas cuestiones son realmente muy importantes a la hora de conectar mejor con nuestros sentimientos, y por tanto, ver más claro cuál es nuestro camino. Por esta razón, en el artículo de hoy me gustaría abordarlas e intentar responderlas con la mayor claridad posible.
¿Qué Son los Sentimientos?
Empezamos por la primera pregunta: ¿qué son los sentimientos?
Los sentimientos se podrían definir como una respuesta interna que nos indica si la situación que estamos viviendo está en armonía con nuestra esencia más pura. O dicho de una manera más sencilla: los sentimientos son un indicador interno que nos informa de si lo que estamos experimentando nos gusta o no.
Esto quiere decir que, si queremos ser felices, debemos seguir el camino que marcan los sentimientos. Ellos son los que saben lo que nos hace sentir bien y lo que no.
Esta idea suele sorprender un poco, porque estamos acostumbrados a pensar que debemos seguir los pasos de la razón. Pero el caso es que seguir a la razón es lo peor que podemos hacer, porque la mente tiene ni idea de qué nos hace felices. Esto sólo lo saben los sentimientos.
En nuestra vida sentimental, por ejemplo, esto lo tenemos clarísimo. A nadie se le ocurre elegir a su pareja con la cabeza, todos lo hacemos con el corazón. Por mucho que desde un punto de vista racional una persona parezca una buena pareja para nosotros, si no la amamos no funcionará.
Pues en el resto de ámbitos de la vida pasa exactamente lo mismo: la única manera de que algo salga bien es hacerlo con el corazón.
¿Dónde Están los Sentimientos?
Responder esta pregunta de forma exacta no es fácil. En última instancia, todo lo que existe forma una unidad indivisible, y no se puede decir con exactitud dónde termina una cosa y dónde empieza otra. Así que si nos preguntamos “¿dónde están los sentimientos?”, la respuesta más adecuada sería: “un poco en todas partes”.
Pero desde un punto de vista más práctico, en lugar de preguntarnos dónde están los sentimientos podemos preguntarnos dónde se manifiestan más habitualmente. Y en este sentido se puede decir que los sentimientos se manifiestan principalmente en el cuerpo.
Los sentimientos normalmente se manifiestan como una sensación física. Cuando estamos bien, nuestro cuerpo está relajado y cómodo, y esto nos da la sensación de bienestar. En cambio, cuando estamos mal tenemos varias sensaciones desagradables por diferentes zonas del cuerpo: malestar en el estómago, tensión en la cara, etc. Dependiendo de la persona y de lo que esté sintiendo en cada momento, la sensación es diferente, pero siempre hay algún tipo de malestar físico asociado al malestar emocional.
Conectar con los sentimientos, pues, implica conectar con las sensaciones físicas del cuerpo. Y aprender a escuchar bien a nuestros sentimientos implica aprender a escuchar a nuestro cuerpo.
Cómo Comunicarnos con Nuestros Sentimientos
A la hora de plantear una pregunta concreta a nuestros sentimientos, una duda muy habitual es cómo podemos saber que la respuesta realmente viene de los sentimientos y no de la mente. Es una cuestión importante, pero para responderla, primero debemos entender bien cómo funciona la comunicación con los sentimientos.
Y la comunicación con los sentimientos se puede hacer, principalmente, de dos maneras: directamente o a través del lenguaje.
En una comunicación directa, simplemente nos centramos en nuestros sentimientos y al instante vemos claramente lo que tenemos que hacer. En cambio, en una comunicación a través del lenguaje, planteamos nuestra pregunta con palabras y recibimos la respuesta también con palabras. Por ejemplo, nos preguntamos “¿sería bueno para mí dejar el trabajo y buscar otra cosa?”, y recibimos un “sí ” o un “no”.
En este artículo me centraré en este segundo tipo de comunicación. La comunicación directa es mucho más simple y clara, pero es más difícil de conseguir. No porque sea complicada en sí misma, sino porque no estamos acostumbrados a comunicarnos sin lenguaje. Por esta razón es más práctico comenzar utilizando palabras, y poco a poco iremos viendo que al final son innecesarias.
El problema de comunicarnos con los sentimientos a través del lenguaje es que necesitamos la ayuda de la mente, porque la mente es la encargada de crear las frases. Y esto suele complicarlo un poco, porque siempre que aparece la mente por medio tendemos a centrarnos mucho en ella y a dejar de lado a los sentimientos.
Si hacemos un esquema simple, el procedimiento básico para comunicarnos con los sentimientos a través de la mente sería éste:
- Primero utilizamos la mente para crear una frase que describa nuestra duda. Por ejemplo: “¿sería bueno para mí ir a vivir a otro lugar?”
- Esta pregunta viaja hasta los sentimientos.
- Los sentimientos responden.
- La respuesta llega a la mente.
- La mente crea una frase que describe la respuesta. Nosotros percibimos esta respuesta como una frase que aparece en nuestra cabeza. “Sí, sería bueno”, “no, mejor que te quedes donde estás”, “espera un poco “, etc.
Este proceso se puede representar gráficamente así:
Hasta aquí, la idea es fácil. El problema es que nosotros tenemos dos tipos de sentimientos: los sentimientos “positivos”, que son los que nos hacen sentir bien, y los “negativos”, que son los que nos hacen sentir mal. Los sentimientos positivos son la felicidad, la alegría, la amistad, la esperanza…, y los negativos son el odio, la rabia, el miedo, la inseguridad, la frustración…
Las palabras “positivos” y “negativos” no quieren decir que unos sean buenos y otros malos, sino simplemente que unos van a favor de la vida, en el sentido de que nos animan a seguir adelante y ser felices, y los otros en contra, porque nos desaniman y nos limitan.
Teniendo en cuenta esto, queda claro que no basta con comunicarnos con nuestros sentimientos, tenemos que comunicarnos con la parte positiva de nuestros sentimientos. Debemos comunicarnos con la parte de nosotros que conoce el camino del bienestar.
Si hacemos esta distinción entre los dos tipos de sentimientos, entonces el proceso de comunicación queda así:
- Creamos la frase que describe nuestra duda.
- La pregunta viaja hasta los sentimientos.
- Normalmente los sentimientos positivos responden primero. Dado que viene de los sentimientos positivos, esta respuesta inicial siempre está llena de paz y amor.
- La respuesta llega a la mente.
- La mente crea una frase que describe la respuesta. Podemos llamarla la “respuesta positiva”, porque viene de los sentimientos positivos.
- A veces, pero no siempre, los sentimientos negativos (miedo, dudas, inseguridad, rabia,…) ven esta respuesta positiva y no les gusta, y crean otra respuesta diferente.
- Esta segunda respuesta llega hasta la mente, que crea una frase para expresarla en palabras. Podemos llamarla la “respuesta negativa”, porque viene del miedo y las dudas. Por ejemplo, tal vez la respuesta positiva era “deja el trabajo y monta un negocio”, y la respuesta negativa es “no, seguro que no funciona y te arruinas, mejor quédate donde estás”.
De forma gráfica, este proceso sería así:
Si miramos este dibujo, ya podemos responder a la pregunta que nos planteábamos antes: ¿cómo podemos saber si una respuesta viene de la mente o de los sentimientos? Pues muy fácil, las respuestas siempre vienen de los sentimientos.
La mente tiene muy claro cuál es su papel y nunca crea nada por sí sola. Siempre crea como respuesta a un sentimiento. Lo que pasa es que, como normalmente no prestamos mucha atención a cómo nos sentimos, a veces parece que la respuesta venga directamente de la mente. Pero si nos fijamos bien, veremos que detrás siempre hay un sentimiento. Es el miedo el que hace que aparezcan ideas “negativas” dentro de nuestra cabeza. Lo único que hace la mente es dar forma a este miedo y expresarlo con palabras.
Así pues, no se trata de distinguir si una respuesta viene de la mente o de los sentimientos, sino de si viene de los sentimientos positivos o los negativos. Debemos distinguir si la respuesta viene del amor o del miedo.
(Hay que puntualizar que, como te comentaba antes, en el fondo todo es una unidad, así que no hay una frontera clara que separe los sentimientos de la mente. Así pues, esta explicación no es una verdad absoluta, sino una aproximación simplificada de lo que sucede en realidad.)
Cómo Comunicarnos Correctamente con Nuestros Sentimientos
El procedimiento que muestra la figura anterior es el más habitual. Normalmente, los sentimientos positivos responden primero y los negativos lo hacen después.
Esto hace que haya dos dificultades principales a la hora de conocer la respuesta positiva. Por un lado, dado que la respuesta negativa normalmente llega la última, tiene más posibilidades de quedarse como respuesta definitiva si no vigilamos un poco. Y por otro, si la respuesta negativa es muy rápida, puede que ni siquiera lleguemos a ver la respuesta positiva.
Un pequeño método que puedes usar para intentar evitar estos dos problemas es el siguiente. Cuando tengas una duda que quieras resolver, en primer lugar haz un par de respiraciones profundas para relajarte, y después céntrate en cómo te sientes. Recuerda que los sentimientos se manifiestan en el cuerpo, así que toma tanta conciencia como puedas de tu cuerpo.
Una vez hecho esto, pon tu atención en la parte positiva de tus sentimientos. Fíjate en tus ganas de vivir y de ser feliz, y céntrate en ellas. La idea es que te prepares para recibir una respuesta de la parte positiva de tus sentimientos, y no de la negativa. Si quieres, incluso puedes verbalizarlo de alguna manera. Por ejemplo: “quiero conectar con mi amor y mi alegría, y recibir claramente su respuesta.”
Cuando te sientas preparado, formula tu pregunta. Aquí entra en juego la mente, pero sólo para crear la frase que expresa tu pregunta. No le pongas más atención de la que necesita.
Una vez la pregunta esté hecha, vuelve a centrarte en cómo te sientes. Si eres capaz de entender la respuesta sin necesidad de palabras, mejor que mejor. Si no, fíjate también en la mente para ver qué respuesta aparece.
Aquí es importante estar muy atento para ver claramente la primera respuesta que aparezca en tu mente. Si es una respuesta llena de paz y amor, es la respuesta de tus sentimientos positivos. Apúntala rápidamente y no la dejes ir.
Si, por el contrario, es una respuesta marcada por el miedo, significa que los sentimientos negativos han sido muy rápidos y no han dado tiempo para que aparezca la respuesta positiva. En este caso, se trata simplemente de tener un poco de paciencia e ir practicando. Como todo, al principio cuesta un poco, pero con el tiempo se va mejorando.
No Tengas Miedo de Escuchar a Tus sentimientos
Un punto importante en la comunicación con los sentimientos es tener claro que no es obligatorio seguir lo que dicen los sentimientos positivos. Tú eres completamente libre, y puedes hacer lo que quieras.
Lo digo porque a veces tenemos miedo de consultarlos por si lo que dicen implica un cambio muy grande en nuestra vida; y no tiene porque así. Puede ser, por ejemplo, que los sentimientos positivos te digan que pongas en marcha un determinado proyecto, y que a ti te parezca muy difícil. Pues si no quieres, no lo haces, y ya está.
Lo que sí es importante es por lo menos conocer la respuesta de los sentimientos positivos. Una vez la sabes, puedes decidir si lo haces o no, pero si no la sabes no puedes elegir. Además, a veces las cosas necesitan un proceso de maduración, y quizás ahora no te ves con fuerzas de hacerlo, pero quizás dentro de un tiempo sí.
Y tampoco hay que olvidar que los sentimientos positivos están llenos de amor, paz y alegría. Y esto, aunque a veces pueda asustar un poco, en el fondo no te puede hacer ningún daño. De hecho, es la falta de amor lo que causa dolor.
Así que no tengas miedo de escuchar a tus sentimientos, aunque sea poco a poco. No te obligan a hacer nada, simplemente te están indicando el camino de la felicidad para cuando tengas ganas de ponerte a caminar.
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