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sábado, junio 20, 2020

¿Estoy condenado por mi herencia familiar?

No hay nada que fastidie más que vernos reflejados en los defectos de nuestra madre o padre. Nos hace reflexionar sobre cómo puede ser posible que durante toda nuestra vida hayamos estado aborreciendo esos defectos o formas de ser y, ahora, estemos actuando de forma similar, como si se tratase de una herencia familiar.



La incomodidad que nos provoca esta similitud es tal que muchas veces lo negamos de forma taxativa. Esta negación, además, nos lleva a colocar esto inaceptable para nosotros mismos en los demás. Lo que se conoce en términos psicoanalíticos como proyección o, según el refranero, «ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio«.

Tendemos a repetir los patrones y herencia familiar en nuestras relaciones sociales, de pareja y en la propia vida familiar. Lo que aprendimos mientras nos desarrollamos quedó impregnado en nosotros y, al darnos cuenta, nos podemos preguntar, ¿realmente estoy condenado a repetir los mismos errores que mi familia?

¿Por qué es importante nuestra herencia familiar?

Nuestra herencia familiar va más allá de los estudios genéticos. Desde que salimos del útero, e incluso antes, no paramos de aprender. Imitamos aquello que vemos en nuestros referentes: lo que hacen, cómo se expresan, cómo manejan sus propias emociones… Y entendemos que ese es nuestro modelo a seguir.

De hecho, existe una fase del desarrollo en la que los niños no son capaces de diferenciar su propio ser del de sus cuidadores. Será en etapas posteriores cuando el niño desarrolle su «yo» y comprenda que es un ser independiente de sus figuras de apego. Esta fase es particularmente notoria en la adolescencia, cuando se pretende afirmar este «yo» y negar cualquier herencia familiar.

Además, estas figuras de apego no solo son un modelo, sino que de alguna forma son «el modelo». Las figuras parentales están totalmente idealizadas en la temprana infancia. Tanto es así que, según las teorías psicoanalíticas, existe un enamoramiento hacia los padres, conocido como complejo de Edipo o Electra.

Entonces, ¿estoy condenado a repetir los mismos errores que mi familia?

Por supuesto que no estás condenado a repetir tu herencia familiar, al menos, si no es lo que quieres. Todos estos patrones están impregnados en nuestra personalidad y, seguramente, muchas veces los reconozcas. Pero no son los únicos modelos que tienes, tus experiencias vitales están aportando también estructura a todo este entramado.

Las relaciones nuevas que estableces, ya sean de pareja, de amistad o fraternales, inducen a que todos esos modelos internos de herencia familiar que llevas dentro se movilicen, cambien o se transformen.

En este sentido, podemos considerar a las herencias familiares como un lastre, pero también como algo preciado que queremos seguir manteniendo en nuestra generación. Existen muchos casos de herencias familiares que no solo se siguieron, sino que se perfeccionaron.

Anna Freud, hija del famoso psiquiatra Sigmund Freud, hizo unas aportaciones fundamentales a la psiquiatría con sus teorías sobre los mecanismos de defensa. Anna Freud siguió con el legado de su padre y llegó más allá, por poner un ejemplo.
Intentando mejorar nuestra herencia familiar

Como hemos visto, la herencia familiar son los bagajes y esquemas de comprensión del mundo que aprendimos de nuestras figuras de apego y que, por tanto, dejaron una huella profunda en nosotros. Sin embargo, eso no significa que estemos predeterminados a repetir aquello que hicieron nuestros familiares si no estamos de acuerdo.

Una de las psicoterapias que se centra más en esta visión son las terapias familiares. Esta forma de trabajo trata precisamente de dilucidar tu posición familiar actual e, incluso, de generaciones atrás. Eso permitirá a la persona tomar un papel activo en aquellos patrones familiares inconscientes que se repiten y causan dolor.

En definitiva, somos herederos de nuestros familiares. Tanto para las cosas positivas y el legado que nos hace sentir orgullosos, como para aquellas que nos producen dolor y nos estancan. Pero debemos recordar que depende de nuestra propia existencia mejorar esta herencia cada vez más y transmitir a la siguiente generación lo mejor de nosotros mismos.

Angela Carrascoso Tobías

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