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sábado, febrero 22, 2020

¿Las palabras hieren más que los hechos?

Las palabras importan más de lo que podríamos imaginar. Investigaciones previas explican cómo nuestro vocabulario habla de nuestra personalidad, y de hecho, se ha demostrado que la forma en que escribimos y nos expresamos puede revelar datos sobre nuestra identidad y carácter.



Algunos creen que las acciones están estrechamente relacionadas con lo que una persona realmente quiere comunicar, es decir, que las personas actuamos con base en nuestros deseos inconscientes. Por esto, muchos opinan que “las palabras se las lleva el viento” y que, para poder comprobarlas, debe existir una muestra que sustente lo que se ha dicho.
Un ejemplo común puede verse en las relaciones de pareja. “Rodrigo dice que ama a Carla, pero ella no siente que sea así. Él no le envía mensajes de texto ni le trae flores, por lo tanto, se pregunta: ¿cómo puede realmente amarla pero no hacer ninguna de estas cosas? Seguramente, es solo palabrería”. 

Pero el lenguaje no es solo un conjunto de palabras asociadas a significados que heredamos y aprendemos social y culturalmente. En realidad, el lenguaje es, ante todo, una forma de comunicar y transmitir emociones. Es ahí donde incluso el tono y la expresión facial comunican.
Las palabras tienen un gran impacto en la mente de las personas, bien sean positivas o negativas, pueden dejar una huella difícil de borrar. No obstante, este efecto solo tendrá poder si las palabras vienen de una persona significativa para nosotros, como nuestra pareja, un familiar o un amigo.
A lo largo de la vida, es muy posible que recibamos comentarios desafortunados o incluso maliciosos. La mayoría de ellos van y vienen, y no dejan huella alguna en nosotros. Los que sí dejan marca y cicatriz son los que vienen de boca de seres queridos, es entonces cuando las palabras parecen herir mucho más que los hechos. 

Cuando el arma letal está en la boca

Paul Watzlawick, un célebre psicólogo austríaco experto en comunicación y lenguaje, enunció una interesante teoría a la que llamó «desconfirmación». En ella, se refleja el poder destructor de las palabras en la comunicación humana y las formas más comunes en las que el proceso comunicativo, a veces dañino, se lleva a cabo:
  • La desvalorización: en este tipo de comunicación, se hace uso de un determinado tipo de palabras que buscan disminuir el valor (o autoestima) de la persona. Se le quita importancia a todo lo que hace o dice, se usa un lenguaje que la desacredita y que le resta valor a toda su figura, a toda su esencia. Es algo realmente destructivo.
  • La descalificación: en este caso, lo que se busca no es desvalorizar sino «invalidar». Se va un paso más allá y aparecen frases como «no sirves para nada», «eres la persona más torpe del mundo», «no le llegas a la suela de los zapatos a nadie». 
  • La desconfirmación: tipo de comunicación que puede llegar a anular por completo a una persona. Si en las anteriores definiciones quitábamos valor y humillábamos a alguien, aquí se procede a «ignorarla», lo que se traduce en una negación de sus necesidades básicas y deseos más profundos.
Muchas personas que afirman que estos golpes invisibles duelen mucho más que cualquier tipo de maltrato físico, y muchos preferirían una paliza antes que tener que soportar el duro impacto del maltrato psicológico. 
Lo cierto es que, ante la interrogante de si las palabras son más dolorosas que los hechos, todo es relativo y depende de nuestra estructura emocional, es decir, de qué tan relevante es el lenguaje verbal en nuestra vida en comparación con las acciones. Desde luego, no puede negarse que el uso del lenguaje es fundamental para nuestra vida social y cultural, razón por la cual los psicólogos y psicolingüistas han estudiado ampliamente los procesos involucrados en hablar y escuchar, leer y escribir.
Otro objetivo especial ha sido comprender cómo las personas con antecedentes educativos y culturales distintos difieren en su uso del lenguaje, por ello, vale la pena tener en cuenta que todos empleamos conceptos y expresiones diferentes para comunicar nuestras ideas o sentimientos, y esto no siempre significa lo mismo para todos. De ahí la importancia de cuidar especialmente las palabras que elegimos y recordar que cada una de ellas puede conmover realmente la vida de alguien, ya sea para bien o para mal. 
Phrònesis

viernes, febrero 21, 2020

Los 7 grandes ‘aliados’ del sobrepeso: cómo reconocerlos y combatirlos con éxito

Los estudios señalan que las “dietas milagro” (desequilibradas, restrictivas, costosas y monótonas) no son eficaces para conseguir equilibrar nuestro peso en el tiempo. Una vez las terminamos volvemos a ganar las libras perdidas y nos sentimos frustrados, y culpables, con cada nuevo fracaso. Lo cierto es que la mejor y más saludable forma de perder peso y ganar salud es mejorar los pequeños hábitos de cada día. Debemos ser conscientes de los errores que muchas veces no percibimos a la hora de alimentarnos e intentar ejercitarnos, y modificarlos de raíz.

 
 
La clave no está en hacernos grandes expectativas, contar calorías, castigarnos, matarnos de hambre, tomar pastillas o batidos carísimos e ineficaces, hacer retos absurdos con los amigos que no llevan a nada bueno. Lo importante es identificar los problemas con nuestros hábitos diarios, aceptar que una dieta con caducidad no sirve, ser realistas y estar dispuestos a corregir nuestro estilo de vida con una adecuada información, decisión y perseverancia.

A continuación, les presento siete ‘aliados’ del sobrepeso importantes, que es conveniente tener en cuenta y modificar lo más pronto posible para llevar un estilo de vida más saludable.
 
1. La falta de planeación de la lista de compra, recetas y menús

Una causa importante de falla en nuestros objetivos de alimentarnos bien, es el desorden a la hora de comprar nuestros alimentos y la falta de planificación de los menús; comer bien no se improvisa. La alimentación saludable comienza haciendo elecciones periódicas e informadas de los alimentos. No se trata de obsesionarse con el contenido de calorías, los aditivos, lo orgánico, lo limpio, los nutrientes, etc. Se trata de dedicar tiempo suficiente para planificar las comidas de la semana, buscar los ingredientes para prepararlas, evitar el camino fácil de la compra de comidas preparadas (ultraprocesados) que no te hacen bien.

«Comer sano significa basar la alimentación en comida de origen vegetal poco procesada (frutas frescas, verduras, hortalizas, legumbres, frutos secos y cereales integrales), consumir menos cantidad de alimentos de origen animal (carne, pescado, lácteos y huevos) y dejar para un consumo esporádico productos como los derivados cárnicos y los alimentos superfluos. Para ello deberíamos reducir bastante nuestra ingesta de derivados cárnicos (salchichas, jamón, carne en conserva o embutido) y de productos superfluos (refrescos, bollería, pastelería, postres lácteos, salsas, bebidas alcohólicas, etc.), tomar menos cárnicos (sobre todo carne roja) y no tener miedo a consumir más vegetales», según palabras del nutricionista Julio Basulto.
 
La organización es clave

Si piensas que no tienes tiempo para cocinar es importante que busques recetas sencillas de fácil elaboración. Otra solución es tener a nuestro alcance alimentos saludables listos para ser comidos. Poner un recipiente con fruta fresca picada, crudités de verduras (bastones de zanahoria, apio, pepino), palomitas de maíz caseras, aceitunas, o frutos secos cerca de donde nos encontremos. Los cuencos con frutas sobre la mesa del comedor no son un adorno, son una saludable manera de recordar y tener en cuenta la posibilidad de consumir frutas cada día.

Además, existen métodos para organizar tu menú semanal en un solo día de la semana, empleando una técnica conocida como batch cooking o meal prep, que podría ser una excelente solución para quienes tienen poco tiempo para pasar en la cocina. Asegúrate de pensar en ensaladas coloridas de fácil preparación y frutas, que son parte primordial de una alimentación saludable. Organizar tu alimentación es una gran inversión para tu salud y el encuentro con tu familia, no una pérdida de tiempo. Si te organizas bien día a día, te sentirás más a gusto y confiada(o) de estar preparando menús equilibrados, sanos y sencillos tanto para ti, como para toda tu familia. Si tienes dudas sobre cómo elaborar tus menús, puedes consultar con un experto en el tema nutricional.
 
2. Desorden en los horarios de comida

Analizar el horario de nuestra comida y procurar mantenerlo en el tiempo es muy importante. La regularidad es importante también en la alimentación. No existe un número mágico que indique la cantidad de comidas que deberíamos hacer al día. En la actualidad es controvertido el concepto de comer cinco o seis veces en el día; la influencia de la frecuencia y el horario de las comidas en la salud, y la enfermedad, ha sido un tema de interés durante muchos años. Si bien la evidencia epidemiológica señalaba una asociación entre frecuencias de comidas más altas y un menor riesgo de enfermedad, los ensayos experimentales actuales han mostrado resultados contradictorios.

Asimismo, la investigación prospectiva reciente ha demostrado un aumento significativo en el riesgo de enfermedad con una alta frecuencia de comidas (≥ 6 comidas / día) en comparación con una baja frecuencia de comidas (1-2-3 comidas / día). Tampoco el desayuno tal y como lo promocionan las industrias alimenticias (bollería, cereales azucarados, leches achocolatadas, jugos industriales, ultraprocesados) es considerado el alimento más importante del día. Los patrones de alimentación en la población son cada vez más variados. El desayuno, el almuerzo y la cena típicos son difíciles de distinguir, porque omitir las comidas y los refrigerios se ha vuelto más frecuente.
 
Los estilos de alimentación han cambiado

Los estilos de alimentación antes mencionados pueden tener varios efectos sobre los marcadores de salud cardiometabólicos que son motivo de investigación. Hay muchas personas que no desayunan y tienen buena salud; y hay quienes no son capaces de omitir el desayuno y también tienen buena salud. Hace poco atendí a una paciente con depresión mayor y sobrepeso. Me contó que había encontrado una “influenciadora” por Internet, quien había lanzado la propuesta de aplicar el “método del guerrero” (una única ingesta en la noche) para bajar de peso.

La chica decidió seguir ese método “a su manera”: comió dulces, bollería, helados, papitas fritas y hamburguesas hasta quedar muy llena. Se daba atracones, pero no se sentía culpable, porque pensaba que este sería un método que le devolvería la salud. El problema es que en lugar de bajar de peso, subió 3 kilos en poco tiempo y comenzó a tolerar mal el antidepresivo que estaba tomando en la mañana (presentaba pirosis y nauseas) que antes no experimentaba.
 
Buscar la asesoría profesional

Es importante que no andes ensayando cosas con tu cuerpo y alimentación, sin una supervisión de un especialista en el área. Lo saludable es tener el hábito de hacer la misma cantidad de comidas cada día; ¿por qué razón? La frecuencia irregular de las comidas parece producir un grado de resistencia a la insulina y perfiles lipídicos en ayunas más altos, lo que puede indicar un efecto nocivo sobre estos factores de riesgo cardiovascular. El mejor número de comidas que deberías hacer al día es aquel que te ayude a cumplir tus necesidades nutricionales.

Ten presente que lo que comes (macronutrientes y micronutrientes) es tan importante como la frecuencia en la que ingieres los alimentos. Intenta mantenerte en un número de comidas que se adapte a tu día a día y a tu fisiología. Sé organizado(a) con los horarios y ten en cuenta el tamaño de las porciones y la calidad de alimentos que consumes (evita los ultraprocesados). El seguir modas o meterte en retos que involucran tu manera de comer, puede traerte problemas, por ejemplo, disparar un trastorno de la conducta alimentaria latente. Te sugiero que siempre que desees hacer modificaciones, consultes con un dietista o nutricionista.
 
3. Formas inadecuadas de ingerir tus alimentos

Es diferente alimentarte en el comedor de tu casa dispuesto correctamente y en buena compañía, que hacerlo mientras revisas mensajes en tu teléfono celular, en el coche en medio de un atasco vehicular, o en un restaurante de comida rápida. Si, como dije antes, es fundamental lo que se come, también es importante dónde comemos, con quién lo hacemos y el tiempo que empleamos para comer. Es posible que nos hayamos adaptado a comer de prisa (en menos de cinco minutos), y que no estemos atentos al tamaño de la ración o el tipo de alimentos que estamos comiendo.

Una comida rápida suele provocar, además de problemas gástricos y una ingesta desmedida, menor sensación de saciedad. Te recomiendo que reserves al menos veinte minutos para alcanzar a saborear, masticar e ingerir de manera consciente la comida. Muchos dicen que comen de manera saludable, pero no pueden pormenorizar las ingestas del día (desayuno, almuerzo, cena, refrigerios). Hay que estar atentos al momento de comer, ser conscientes de cada acto de comer y automonitorizarnos apropiadamente para hacernos responsables de nuestra ingesta, y así prevenir el sobrepeso.
 
Aprender a elegir los alimentos

El consejo “come de todo con moderación” no nos lleva a una buena calidad en la dieta o a una mejor salud metabólica. A nuestro alrededor hay una gran oferta de productos alimenticios ultraprocesados. Hay que saber escoger lo que comemos (ser selectivos). El aumentar la “variedad” dietética, sin disponer de conocimientos basados en la evidencia, te hará elegir mal; además, es probable que lleves una dieta desequilibrada y desplaces el consumo de alimentos que son buenos para nuestra salud.

Comer fuera de casa por lo general empobrece nuestra dieta y aumenta el riesgo de sobrepeso. Si no tienes otra opción, busca un restaurante que no sea de comida rápida; opta por uno de comida casera y revisa bien la carta antes de ordenar. Pide raciones pequeñas (entradas), o si vas acompañado, pide platos para compartir. Solicita sustituciones; por ejemplo, unas papas fritas cámbialas por unas papas cocidas, o una ensaladilla rusa por unas verduras a la plancha, o un postre dulce por una pieza de fruta. Busca siempre las opciones más saludables para ti, y deja parte de la comida en el plato si ves que es abundante.
 
4. No tener en cuenta las cantidades

Algunas personas piensan que si un alimento es “saludable”, “orgánico” o “ancestral”, puede ser consumido sin control alguno; este es un error muy difundido. Todos los alimentos, saludables o no, tienen una densidad calórica y es prudente guiarse por las cantidades recomendadas (por las guías nutricionales) en cada ingesta. Las cantidades deben adaptarse a la edad, peso corporal, estatura, sexo, actividad realizada, etc. Incluir grasas saludables, cereales integrales, proteínas de buena calidad, frutos secos, verduras y frutas es importante. Retirar algún grupo de alimentos por moda o por recomendaciones mediáticas poco fiables puede generarte desequilibrios. Algunas dietas milagro restringen mucho el consumo de uno u otro macronutriente, y esto no se puede mantener en el tiempo.

Según algunas pautas actuales se recomienda tomar a diario un mínimo (no un máximo) de cinco raciones de frutas y hortalizas (una ración equivale a unos 140-150 gramos en peso neto). También existe consenso en no ingerir más de 300 gramos semanales de carne roja, no superar los 20 gramos diarios de carnes procesadas, evitar bebidas azucaradas y ultraprocesados, incluídos los alimentos precocinados en el día a día. El tamaño de las porciones es importante. Una sugerencia es emplear platos más pequeños para servirnos los alimentos y no repetir.
 
5. Uso de aderezos sin tener en cuenta su composición

Los condimentos suelen ser importantes para darles un sabor particular a los platos. Infortunadamente, la salsa de tomate, la mayonesa, la salsa bechamel, la salsa golf, la salsa soya y salsa teriyaki, entre otras, contienen azúcar añadida, sal, o grasas saturadas con la correspondiente densidad energética. El aceite de oliva, de uva o de aguacate son opciones saludables, pero también aportan energía. Se aconseja una cucharada de aceite de oliva por plato de ensalada y pocas cantidades de sal. Hay que tener cuidado con las famosas opciones light de la salsa de tomate, mostaza, salsa soya y mayonesa. Mira detenidamente las etiquetas antes de comprarlas; podrías sorprenderte. Lo mejor es que prescindas de ellas y busques opciones caseras donde controles los ingredientes. Usar especias, limón, un chorrito de vinagre de frutas o yogurt griego bajo en grasa, podría darle un rico sabor a nuestras comidas.
 
6. Olvidarnos de controlar el alcohol y otras bebidas que acompañan las comidas

Un trago se define como una cerveza de 12 onzas (355 mL); 5 onzas (148 mL) de vino, o 1 1/2 onzas (44 mL) de un trago de licor. En los restaurantes casi siempre estamos atentos a las calorías de los platos que nos ofrecen, pero muchos son condescendientes con el alcohol, y suelen pedirlo para acompañar la comida. El licor hace que comamos más, contiene calorías vacías que nos engordan pero no nos alimentan, es un desinhibidor conductual y un depresor del sistema nervioso central. Además, se relaciona con una amplia morbilidad y mortalidad en los seres humanos, y de ninguna forma en la actualidad los profesionales de la salud deberían recomendarlo como una bebida saludable.

En cuanto a los zumos de fruta o a la famosa “limonada de coco”, es importante que recuerdes que aportan bastante energía, y no son saludables, como nos lo habían dicho . La bebida más recomendable para acompañar tus comidas es el agua o las infusiones sin azúcar.
 
7. Olvidarnos del ejercicio

Casi el 30 % de las personas adultas en el mundo no realizan adecuada actividad física, lo que incrementa el riesgo de trastornos metabólicos e incrementa la mortalidad. Un estilo de vida sedentario se relaciona con un gran número de enfermedades como la obesidad, diabetes tipo 2, hipertesión, cardiopatías, arterioesclerosis y enfermedades degenerativas. La actividad física, independientemente del sexo, edad, intensidad, volumen o tipo de ejercicio, no solo incrementa la producción de antioxidantes sino que, además, reduce los marcadores de estrés oxidativo; te protege del cáncer, el alzheimer, las enfermedades neurológicas, las enfermedades autoinmunes y metabólicas. Es decir, mejora tu calidad de vida, autonomía y fuerza muscular. Curiosamente, para muchos pacientes suena más atractiva la idea de controlar la comida que moverse más. Cada vez la comodidad y la falta de movimiento son más frecuentes y nos pueden llevar a enfermar.
 
¿Qué hacer?

¡Movernos más por supuesto! También se ha visto la utilidad de hacer una automonitorización del ejercicio. Como en el caso de la alimentación, no siempre somos conscientes de las horas que pasamos sentados. Si llevamos un autocontrol de las horas que pasamos sentados o haciendo ejercicio, se nos facilita el control de peso. Respecto al ejercicio aeróbico, se recomienda un mínimo de 250 minutos semanales repartidos en no menos de cinco días. Dicho tiempo deberá incrementarse cada semana y adquirir un estilo de vida activo. El tipo de ejercicio sería andar, subir escaleras, hacer senderismo, remo, andar con bastones (nordic walking). Aquí es importante ser perseverante (ejercicio sostenible a largo plazo).

No olvides que cuentas con otro recurso interesante como el entrenamiento de fuerza, que te permite el aumento del consumo energético total diario y semanal, así como el consumo energético en reposo. Es importante apoyarse en un entrenador físico con experiencia e ir incursionando poco a poco en el ejercicio, para hacerlo un hábito importante en tu vida.

Para alcanzar nuestros objetivos de tener un peso saludable y sentirnos mejor, debemos tener en cuenta los anteriores puntos, además es crucial que asumamos objetivos realistas, que nos automonitoricemos y que tengamos muy presente la intervención y acompañamiento de un buen profesional. El objetivo realista es específico, medible y realizable. Por ejemplo, decir “en el 2020 comeré mejor y dejaré el sedentarismo” no es algo realista, sí lo es “voy a comer tres frutas y dos ensaladas en el día de hoy” Automonitorzarnos significa apuntar y ser muy consciente de lo qué comemos y bebemos cada día o estar pendiente de las horas en que permanecemos sentados y hacer un registro .

Dra. Iris Luna

jueves, febrero 20, 2020

La importancia de aprender a escuchar “no”

Mucho se ha hablado acerca de la importancia de aprender a decir “no”, pero poco se menciona la relevancia de aprender a escuchar “no”. Tan necesario es saber decirlo, como saber escucharlo; en la vida hay sueños y deseos que se nos niegan, inevitablemente. Así, si nos cuesta mucho trabajo escuchar ese no o enfrentarnos a él en alguna situación, la vida se nos complica mucho.

 
 
La etapa de la vida en la que más nos cuesta escuchar “no” es durante la infancia. Es apenas normal porque de chicos somos extremadamente egocéntricos, ya que la capacidad de ver las situaciones en colectivo es algo que se va desarrollando con el tiempo, siempre que la crianza nos ayude a desarrollar esa habilidad.

Escuchar “no” es encontrarnos de frente con los límites y eso, en principio, tiene algo de desagradable. Es obvio que tras esto hay un deseo y el mismo choca con la fuente que podría concederlo. Por lo tanto, en mayor o menor medida, hay una frustración. Esta no es mala en sí misma, sino que forma parte natural de la vida y así debe ser recibida: con naturalidad.

“Los límites nos definen. Definen lo que somos y lo que no somos. Un límite me muestra dónde termina y dónde comienza la otra persona”.
-Henry Cloud-

Escuchar “no”

Todos sabemos que existen varias clases de “no”. Algunos, por ejemplo, son temporales, mientras que otros son definitivos. Así mismo, algunos de ellos suponen la renuncia a algo que no es tan relevante, mientras que otros implican desistir de algo que valoramos, amamos o necesitamos mucho. Ningún ser humano escapa de experiencias con todas las formas del no.

A veces el “no” es directo, como cuando se solicita algo y simplemente te lo niegan. Otras veces no es en sí la palabra, sino los hechos los que te dicen que no, que esta vez vas a tener que posponer o renunciar a un deseo. Así mismo, existen esos “no” implícitos, que se comunican mediante gestos de rechazo o de aprehensión.

Es, por supuesto, más sencillo escuchar “No” cuando sabemos que se trata de una negación temporal o sin importancia. Aun así, para algunas personas puede ser difícil acoger y asimilar incluso esas negativas, aparentemente intrascendentales. Para la mayoría de nosotros la dificultad aparece con los “no” definitivos o relevantes. Pero, finalmente, ¿por qué es importante aprender a escucharlos o aceptarlos?
 
Aprender a escuchar “no” de los demás

La fuente del “no” muchas veces es otra persona. La que dice “No fuiste aceptado” para el trabajo, o el proyecto, o la universidad, o el ascenso o lo que sea. O la voz que señala “No me toques”, “No quiero seguir con esta relación” o “No te invitaron a la fiesta”.

Ese tipo de negativas nos devuelven a una realidad que a veces nos cuesta trabajo aceptar:los demás no tienen por qué hacerse cargo de nuestras necesidades, expectativas, o deseos. No están ahí para facilitarnos o hacer más amable la vida. Están en todo su derecho de poner límites en las situaciones que también los involucran a ellos.

La dificultad para aceptar esos no, generalmente implica que no logramos reconocer los límites que nos impone esa “otredad”. Interactuar con el mundo es interactuar con la diferencia y que deseemos de los otros algo no es suficiente para obtenerlo. Evolucionamos mucho cuando aprendemos a escuchar esos “no” implícitos o explícitos de los demás y aceptarlos.

Los “no” de la vida

Los “no” de la vida son mucho más contundentes e inapelables. Desde el momento mismo en que nacemos se nos dan infinidad de bienes, pero también se nos niegan muchos otros. La limitación viene con nosotros al mundo y no nos ayudan las madres o los padres que eligen educarnos para tratar de evitar que nos enfrentemos a esas realidades.

No nos volvemos fuertes cuando carecemos de limitaciones, sino cuando aprendemos a reconocerlas y a lidiar con ellas. Hay muchas cosas por las que tendremos que esperar, o luchar, o que sencillamente no vamos a obtener. Desesperarnos o re-negar de ello son caminos equivocados para sortear las consecuencias de lo que se nos niega.

Somos mucho más fuertes y felices cuando aprendemos a escuchar los “no” de la vida. Resistirnos solo incrementa nuestra frustración y hace que terminemos distorsionando o eludiendo nuestros deseos más auténticos. En otras palabras, que dejemos de vivir la vida posible y, en cambio, añoremos eternamente lo imposible.

Edith Sánchez

miércoles, febrero 19, 2020

El lado oscuro de la inteligencia emocional

El concepto de inteligencia emocional fue acuñado en 1990 por Salovey y Mayer, aunque fue popularizado más tarde por un libro escrito por Daniel Goleman. Esta capacidad ha sido reconocida nombrada desde multitud de disciplinas como una habilidad crucial para obtener el éxito en distintos planos, ya sea académico, laboral o personal.

 
 
El libro que publicó Goleman se convirtió en un referente para la revolución. Así, el concepto inteligencia emocional se ha extendido por todo el mundo en teorías, charlas, estudios y debates. Incluso en 2002, la UNESCO lo incluyó en programas de educación para 140 países como pieza clave del aprendizaje emocional.

¿Qué es la inteligencia emocional?

Los primeras definiciones de inteligencia hacían referencia a habilidades cognitivas, dejando de lado las emocionales. Posteriormente, se empezó a discutir sobre ello y surgieron teorías proponiendo las inteligencias múltiples. Esto clasificó a la inteligencia en diferentes tipos, como la matemática, lingüística o la emocional.

Se habló entonces de la inteligencia intrapersonal, la cual hacía referencia a la capacidad para conocer las propias emociones y sentimientos mediante un autoanálisis. Entonces, Goleman publicó su libro y se refirió a ella como inteligencia emocional.

Para él, significa la capacidad de motivarse uno mismo, de perseverar ante las frustraciones, de controlar impulsos y regular el estado de ánimo y, además, se capaces de empatizar y confiar en los demás.
 
Componentes

En esta teoría, se identificaron ocho componentes que hacen referencia a la definición anterior.
  • Autoconocimiento emocional. Se refiere a ser capaces de identificar, conocer y expresar de manera adecuada y fiable los propios sentimientos y emociones, y sus efectos.
  • Autocontrol emocional. La capacidad para controlar los propios impulsos.
  • Automotivación. Es lo que permite alcanzar las propias metas, manejando adecuadamente las emociones.
  • Empatía. Se define como la capacidad de responder apropiadamente a las necesidades expresadas por otros, así como la capacidad de compartir esos sentimientos.
  • Relaciones interpersonales. En este caso, es la capacidad para relacionarse eficientemente con los demás, haciéndoles sentir bien y generando emociones positivas.

Esta teoría tuvo un gran éxito y se empezó a asumir como algo básico y complementario al a inteligencia tradicional. Así, se dio por sentado que estas habilidades emocionales influyen en las capacidades adaptativas y cognitivas de las personas.
 
¿Qué se sabe?

El entusiasmo por la inteligencia emocional como factor predictor del éxito disparó las hipótesis, los modelos y las investigaciones en el campo. Lo curioso de esto es que el concepto se hizo popular antes de que supiéramos demasiado de él.

Así, conocimos, por ejemplo, que las personas que tienen una mayor inteligencia emocional suelen presentar mejor salud y satisfacción vital, llegan más lejos en sus profesiones y tienen menos problemas interpersonales.

En este auge por estudiar este tipo de inteligencia se comenzó a analizar a líderes públicos, ya que se entendía que debían tener una capacidad especial para reconocer, entender y gestionar las emociones de los demás. Entre ellos, se estudió a uno de los líderes más influyentes del siglo XX, Adolf Hitler.

Esto dio lugar a una línea de investigación poco comentada: el lado negativo de la inteligencia emocional.
 
El lado oscuro

Como se comentaba anteriormente, Adolf Hitler podía haber presentado una inteligencia emocional alta. Un arma más que le habría servido para hacerse con el poder, con las desastrosas consecuencias conocidas por todos.

Sería uno de los mayores ejemplos de cómola habilidad para interpretar las propias emociones, y especialmente las ajenas, no ha sido siempre utilizada de forma positiva. Y es en esto en lo que se han comenzado a interesar investigadores sociales.

La inteligencia emocional ha sido relacionada con el narcisismo. Un grupo de investigadores austriacos estudiaron a unas 600 personas encontrando que aquellos con puntuaciones más altas en las escalas tendían a «seducir» a los demás para satisfacer los propios intereses, por encima de los de los demás.

Otro estudio de Michigan vio que el narcisismo está altamente relacionado con la capacidad para reconocer emociones, que a pesar de ser esencial en la empatía, que facilita la manipulación de los demás.

Otro estudio de la Universidad de Toronto, encontró que es más probable que una persona con una inteligencia emocional alta avergüence a los demás con el objetivo de obtener su propio reconocimiento. Además, un dato curioso extraído de este mismo estudio es que esas mismas personas eran más hábiles reconociendo emociones negativas que positivas.

Desde esta misma universidad, se ha encontrado evaluando tendencias maquiavélicas, queaquellos trabajadores que saboteaban a sus propios compañeros presentaban mayores niveles de inteligencia emocional.

Conclusión

La inteligencia emocional es una capacidad que permite reconocer y reflexionar sobre las propias emociones, y las de los demás. Por ello, es una habilidad importante para vivir con un mayor bienestar, dando a las emociones el papel importante que en realidad juegan. Esta habilidad es crucial para conseguir los propios objetivos, pues influyen en las demás capacidades personales.

No obstante, recae en otros factores, probablemente personales, morales y contextuales, que esta gran habilidad se utilice para hacer el bien con uno mismo y los demás.

Ser emocionalmente inteligente entonces no quiere decir que se tenga una mejor gestión de las emociones. Sino que hay que tener en cuenta sus diferentes componentes y en qué dirección se gestionan.

María Vélez

martes, febrero 18, 2020

La ansiedad como aliada, no como enemiga

Muchas personas reprimen y niegan su ansiedad con el fin de evitar experimentarla. El malestar les resulta tan vergonzoso, que muchas veces no lo piensan dos veces y ponen todo su empeño en luchar contra él. Sin embargo,siempre queda allí. No desaparece ni disminuye su intensidad. Por esta razón, los expertos recomiendan tomar la ansiedad como aliada, en lugar de enemiga.

 
 
Pensar en la ansiedad como aliada es algo que a muchas personas les puede resultar difícil en primera instancia, puesto que desconocen los beneficios que esto puede brindarle a su vida. También porque pueden tener cierto miedo a intentar realizar ciertos cambios.

Profundicemos más en este interesante tema.

La ansiedad es famosa, pero no siempre es bien entendida

El concepto de “ansiedad” está siendo muy escuchado desde hace un tiempo relativamente corto. Vivimos en una sociedad fugaz, de estrés, de rutinas, obligaciones y hábitos muy pautados que no nos permiten conectar con nosotros mismos.

Vivimos “hacia fuera”, conectados con el exterior. Un exterior cambiante, lleno de imprevistos e incertidumbre, muchas veces fuera de nuestro control.Esta forma de «correr» por el mundo, hace que nos sea difícil detenernos a preguntarnos qué necesitamos.

Vamos con el piloto automático puesto, sin cuestionarnos nada, pero eso sí, instalados en la queja y en el pensamiento negativo, llegando incluso a pensar: esta no es la vida que he escogido.

Por no afrontar ese miedo a la incertidumbre, nos instalamos en una zona de confort que ni es confortable ni es sana, pero que al menos nos resulta conocida.

Entonces, ese famoso más vale malo conocido que bueno por conocer nos lleva al conformismo y, por ende, a la ansiedad, ya que no estamos haciendo ni viviendo lo que necesitamos, siendo incoherentes con nosotros mismos. Lo que pensamos, sentimos y hacemos no está en consonancia.

Aunque no lo creamos, podemos hacer algo al respecto. En nuestras manos tenemos el poder para realizar algunos cambios, aunque estos nos den algo de miedo.
 
Tan mal vista como Maléfica

La ansiedad tiene mala fama. Y es normal, porque produce síntomas desagradables como: taquicardia, boca seca, presión en el pecho, dolor de cabeza, de barriga, dificultad para respirar, entre otros.

Al igual que otras emociones, mientras más luchemos contra ella y la tomemos como una enemiga, más se va a quedar acompañándonos en nuestro día a día. Por ello, los expertos nos recomiendanintentar darle la vuelta a su imagen y significado, buscar entenderla y vivirla como una aliada, comoalguien que “juega a nuestro favor”.

Aunque al principio parezca imposible, es posible tener a la ansiedad como aliada. Para ello, podemos cambiar el concepto que tenemos de ella, poco a poco.
 
¿Cómo empezar a ver la ansiedad como una aliada?

Veamos la ansiedad como unasensación que nos advierte de que algo no va bien emocionalmente (y que podemos atajar y corregir). Es decir, podemos tomarla como una especie de alarma, como un conjunto de síntomas físicos que nos avisan y recuerdan que no estamos haciendo lo que necesitamos, que quizá estamos yendo en nuestra contra nuestra, sin escucharnos, ni hacernos verdadero caso, sino haciéndonos daño.

Entendamos la ansiedad como un aviso de que nos estamos olvidando de nosotros mismos y que estamos dando demasiada importancia a lo de fuera.

Cuando dejamos de luchar contra la ansiedad y escuchamos el mensaje que nos intenta dar, deja de lastimarnos. Ya no es el hada que viene a maldecirnos, sino la que se sitúa a nuestro lado para recordarnos que debemos cuidarnos mejor.

Veamos un ejemplo: si estamos trabajando demasiadas horas y no nos permitimos tener momentos con la familia, la pareja, los amigos o a solas, quizás no podamos parar por nosotros mismos, porque somos muy autoexigentes y creemos que al detenernos nos llenaremos de culpabilidad.

Para intentar que nos detengamos, el cuerpo nos va a enviar señales físicas desagradables de que debemos poner el freno. En este caso, el mensaje de la ansiedad es que necesitamos escucharnos y cuidarnos, descansar y disponer de tiempo libre para recargar pilas.

Pero, qué miedo da parar, ¿verdad? Evitamos hacerlo porque sabemos que si conectamos con nosotros, podemos ver que quizá hay algo en nuestra vida que no nos gusta y tendremos la responsabilidad de cambiarlo. Y esas decisiones muchas veces son difíciles de tomar, ya que conllevan cambios e incertidumbre. Entonces pensamos que es mejor no verlo «porque si no lo vemos, no existe».

¿Y si la ansiedad no nos avisara? Pues seguiríamos haciendo cosas para evitar mirar hacia nosotros mismos y las consecuencias físicas y emocionales serían más importantes que la ansiedad. No pararíamos y nos haríamos cada vez más daño.

Escuchemos a nuestra ansiedad para poder ser realistas y no autoengañarnos. Tomémosla como aliada. Recibámosla y apreciemos las ganancias que nos puede brindar. Solo así, se podrá ir.

Miriam Recio Ventosa

lunes, febrero 17, 2020

5 consejos para elegir mejor a los amigos

La amistad es una de las relaciones interpersonales más importantes, pero también es en la que más decepciones podemos experimentar. En ocasiones, tras años de relación con una persona esta puede fallarnos o, de repente, darnos cuenta de que es tóxica. A veces, no dejamos de quejarnos porque no logramos encontrar amigos de verdad. Si estamos en esta tesitura, quizás sea el momento de aprender a elegir mejor a los amigos.

 
 
Actualmente, gracias a la tecnología, hacer amigos es mucho más fácil, o al menos eso pensamos. Los resultados de una encuesta que realizó la revista Time revelaron que muchas personas no tenían amistades cercanas. Tal vez, la razón esté en que no sabemos elegir mejor a los amigos. Por eso, veamos algunos consejos que nos podrán ayudar.

1. Hablar sobre nuestros intereses comunes

Uno de los primeros consejos para elegir mejor a los amigos es hablar sobre nuestros intereses comunes. Si bien en un primer acercamiento podemos sentir simpatía por la otra persona, es conveniente tener una conversación en la que podamos darnos cuenta de que compartimos algunas aficiones o pasatiempos.

¿Por qué esto es necesario? Porque necesitamos hacer planes con nuestros amigos para conocerlos todavía más y fortalecer nuestra relación. En el caso de que no tengamos ningún ocio que nos una, ¿de qué forma podríamos planear un fin de semana o una escapada? Sería imposible. Por lo tanto, hablar sobre nuestros intereses comunes nos permitirá encontrar a personas afines con las que compartir nuestro tiempo libre.
 
2. Detectar si solo nos buscan cuando nos necesitan

El segundo de los consejos para elegir mejor a los amigos es observar. Identificar si se acercan a nosotros porque les apetece hacer planes y compartir su tiempo, realizando alguna actividad conjunta, o si, por el contrario, tan solo nos buscan cuando les hacemos falta. Esto lo detectaremos de una forma muy fácil, pues cuando quieran quedar con nosotros siempre será para ir a buscar un título, asistir a algún curso o para que les hagamos un favor.

Cuando esta situación se prolongue en el tiempo, empezaremos a sentirnos mal. De hecho, nos daremos cuenta de que nosotros siempre le proponemos a nuestros amigos quedar para tomar un café o charlar. También, en muchas ocasiones, ellos no estarán disponibles para nosotros cuando necesitemos hablar o desahogarnos. Aspectos importantes que deberíamos tener en cuenta.

«El amigo ha de ser como la sangre, que acude a tu herida sin esperar a que la llamen».
-Francisco de Quevedo-
 
3. ¿Cómo tratan a las demás personas?

Este consejo es muy importante y necesario. Aunque una persona nos trate bien, esto no quiere decir que comparta nuestros mismos valores o sea la persona con la que deseemos tener una amistad. Por esta razón, es imprescindible que nos fijemos en cómo trata a otras personas. Otros amigos o, incluso, familiares.

Imaginémonos que siempre nos encontramos muy a gusto con un amigo, comparte nuestras opiniones, podemos debatir sobre diferentes temas sin problemas… Pero, un día con su pareja o alguno de sus padres muestra una parte de su personalidad opuesta a todo esto. Prestar atención a esta circunstancia nos permitirá sacar nuestras propias conclusiones y tomar una decisión.
 
4. Abordemos temas controvertidos

Hablar sobre política, por ejemplo, puede ser un tema controvertido con el que poner en práctica este punto. Se trata de elegir aquellos temas más sensibles sobre los que podamos charlar con nuestros amigos para saber cómo reaccionan. Quizás nos demos cuenta de que para algunos son tabú o que otros piensan que su opinión es la única que importa.

Abordar temas controvertidos también nos ayudará a medir el grado de tolerancia que tienen nuestros amigos. Aunque no pensemos igual sobre un determinado tema, es importante que respetemos las opiniones de los demás y que las escuchemos tal y como esperamos que hagan con las nuestras.

«Los amigos que tienes y cuya amistad ya has puesto a prueba, engánchalos a tu alma con ganchos de acero».
-William Shakespeare-

5. No nos obsesionemos con encontrar al amigo perfecto

El último de los consejos es que no nos obsesionemos con encontrar al amigo perfecto. Esto solo provocará que estemos siempre en una constante búsqueda y que sintamos que no encajamos con nadie, tal y como indica el artículo The negative consequences of maximizing in friendship selection. Debemos elegir mejor a los amigos, pero no convertirnos en personas inflexibles.

Nuestro objetivo debe ser escoger a aquellas personas que realmente nos aporten. Asimismo, es conveniente que analicemos a las amistades con las que mantenemos una relación de muchos años. ¿Nos siguen sumando o, por el contrario, ahora tan solo restan?

Raquel Lemos Rodríguez

martes, febrero 11, 2020

La importancia de darle sentido a la vida

¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Cuál es nuestra razón de ser? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos?

 
 
Estas son las preguntas que se ha hecho el ser humano a través de siglos de evolución y autodescubrimiento, y que todos hemos intentado responder en algún punto.

El psicoanalista Erich Fromm dijo una vez que el sentido de la vida no es más que el acto de vivir en uno mismo. Cómo experimentamos cada hora, día y mes a través de los años, moldea de cierta forma el propósito que adoptamos para nuestra existencia y este, a su vez, es el responsable de nuestra plenitud o infelicidad.

Según Viktor Frankl en su libro El hombre en busca del sentido, la misión del ser humano es hallar un propósito, asumir una responsabilidad con nosotros mismos y hacia el resto que justifique nuestro paso por la tierra. Así, teniendo claro un «por qué», podremos hacer frente a todos los «cómo»; solo sintiéndonos libres y seguros del objetivo que nos motiva seremos capaces de generar cambios para crear una realidad mejor.
 
Una búsqueda personal

Ahora bien, el sentido no es el mismo para todos los seres humanos, pues cada uno ha de hallarlo en función de sus propias circunstancias y objetivos en la vida, incluso sus posibilidades.

El significado debe hallarse por medio de una búsqueda personal. No existen respuestas concretas para darle sentido a la vida, aunque sí elementos comunes entre las personas que ya lo han encontrado.

La búsqueda puede ser una fuente de motivación para seguir viviendo y asumir obligaciones. “La lucha por encontrar un significado en la propia vida constituye la primera fuerza de motivación del hombre”, dijo Frankl en 1988. Su legado para el mundo, la logoterapia, centra su atención en el significado de la existencia humana y en su búsqueda. Se procura llegar a una visión integral de la persona donde pueda ser vista como ser único e irrepetible; para esto, es indispensable tomar en cuenta su dimensión espiritual.

La logoterapia ha demostrado ser muy efectiva para tratar la depresión y ayudar a las personas a encontrar su propósito de vida, no obstante, no es la única alternativa posible.
 
Un diagrama de flujo para acercarnos al sentido de la vida

Alfried Längle describe Cuatro Motivaciones Existenciales Fundamentales (MF) del ser humano, cada una de las cuales plantea un trabajo terapéutico profundo. El logro de la primera, en rasgos generales, es necesaria para entrar en la temática de la segunda; y de la misma manera, el abordaje de cada motivación es más fácil si su motivación precedente ya está lograda.
 
Primera motivación fundamental
Dilema existencial: “Yo soy, pero ¿puedo ser?”

Es una motivación principalmente relacionada con el mundo fáctico. La pregunta existencial profunda que desde ella aflora es: “Si todo aquello en lo que confío desaparece, entonces ¿qué me sostiene?”. Aparece aquí una esencia trascendental, a la cual llamamos el Fondo del ser.
 
Segunda motivación fundamental
Dilema existencial: “Yo estoy vivo pero, ¿me gusta vivir?”

Se aborda lo concerniente a la vida afectiva y a nuestra capacidad para conmovernos. La pregunta existencial profunda que aflora es: “¿Cómo es para mí, muy personalmente, estar vivo?”.
 
Tercera motivación fundamental
Dilema existencial: “Yo existo, pero ¿me permito ser plenamente como soy?” o bien, “¿tengo permitido ser como soy?”

Vemos que se aborda lo concerniente a la autenticidad, autoestima, libertad, responsabilidad y dignidad. La pregunta existencial profunda que aflora es: “Si yo, por un momento, fuese totalmente libre, entonces ¿qué haría con mi libertad?”. Y si tal libertad existiera, “¿cómo sería?”.
 
Cuarta motivación fundamental
Dilema existencial: “Yo existo, pero, ¿para qué es bueno que yo exista?”

Es una motivación principalmente relacionada con el sentido. La pregunta existencial profunda que aflora es: “Durante las próximas semanas, ¿cuál es la pregunta más importante de mi vida?”.

Phrònesis

lunes, febrero 10, 2020

Felicidad aplazada: ya seré feliz cuando…

La felicidad aplazada define un tipo de enfoque mental al que muchos nos adscribimos. Son esas situaciones en que nos decimos a nosotros mismos aquello de «mi vida irá mucho mejor cuando por fin cambie de trabajo», «ya me permitiré esas cosas que tanto me gustan cuando lleguen las vacaciones», «cuando apruebe ese examen quedaré con esa persona que tanto echo de menos».

 
 
¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué razón nuestro cerebro fabula con la idea de que todo irá mejor cuando hagamos o consigamos ciertas cosas? Más aún, ¿cuál es el mecanismo por el que nos autoimponemos retrasar bienestares y placeres anteponiendo antes otras dimensiones? Muchos dirán que es autoexigencia pura y dura, otros que todos estos comportamientos definen un modo muy eficaz de autosabotaje.

Poner el pause a nuestra felicidad, pensando que el futuro traerá cosas mágicas y perfectas es una forma de fabulación. Es opacar nuestro presente mientras nos ciega el espejismo de un mañana ideal.

El si tuviera más dinero sería feliz o hasta que no adelgace no iré a la playa erige unas alambradas invisibles donde distorsionamos por completo el auténtico significado de la palabra «felicidad».

Profundicemos en este tema a continuación.
 
Felicidad aplazada, un error de cálculo que nos hace perder la salud

Vivimos en ese tiempo verbal en el que una parte de nuestros pensamientos y deseos vienen precedidos por la palabra «si». Si tuviera más dinero todo iría mejor, si lograra ese ascenso tendría más estatus y demostraría de lo que soy capaz, si fuera más atractivo encontraría pareja… Cada una de las frases que construimos con este tipo de conjugación es una forma inútil de sufrimiento, una donde arrancar las raíces del bienestar.

La psicología define esta realidad como el síndrome de la felicidad aplazada. Este término explica un comportamiento en el que el ser humano está siempre a la espera de la aparición de una circunstancia concreta. Queda claro que, en ocasiones, esa espera está justificada, sobre todo cuando invertimos tiempo y esfuerzo con el fin de obtener algo concreto –>yo ahora limito mi vida social a favor del estudio porque mi meta es aprobar una oposición.

En estos últimos casos, postergar ciertas cosas tiene una explicación y un fin razonable. No obstante, el síndrome de la felicidad aplazada se da cuando la finalidad no es ni razonable ni lógica. Son esas argumentaciones las que van en contra de uno mismo y donde además, se tiende con ellas a alimentar el malestar y el sufrimiento. Un ejemplo de ello es empezar el lunes pensando ya en el fin de semana. Otro, el de quien piensa que todo le irá mejor cuando pierda peso, cuando haga un cambio determinado en su aspecto físico.

Quien aplaza y quien posterga es porque no acepta o no es feliz con el momento presente, porque no atiende ni sabe sacar potencial de ese aquí y ahora donde se inscribe su persona, su maravilloso ser.
 
¿Por qué postergamos nuestra felicidad?

A pesar de lo difuso que puede ser el término felicidad, desde un punto de vista psicológico es muy fácil de definir. Es aceptarse, quererse, estar bien con uno mismo y con lo que se tiene. Es tener una vida con significado, con una buena red de apoyo social y eficaces recursos mentales para hacer frente a las dificultades. Nada más y nada menos.

Ahora bien, la felicidad aplazada esconde en realidad una serie de dimensiones muy concretas:
  • Es insatisfacción con lo que se es y lo que se tiene. La persona ansía de forma constante algo de lo que carece, algo que considera mejor.
  • Tras esa necesidad por poner en pausa la felicidad pensando que vendrá algo mejor, hay miedo. Es temor a no afrontar lo que duele en este mismo instante es inseguridad por no atreverme a cambiar lo que me desagrada . Todo ello es algo que debe resolverse aquí y ahora, con responsabilidad y valor.

Felicidad aplazada, correr detrás de una zanahoria que nunca se alcanza

Clive Hamilton, profesor de filosofía de la Universidad Charles Sturt de Australia, escribió un estudio titulado “The deferred happiness syndrome” (síndrome de la felicidad diferida) donde nos explicaba algo muy interesante. Según este profesor, es la propia sociedad actual la que nos convierte en esa especie de asno que va detrás de una zanahoria que nunca alcanza.

Siempre vamos corriendo detrás de algo intangible que rara vez se logra, pero que siempre anhelamos. Y lo anhelamos porque no somos felices. La causa de ese malestar es el trabajo, son las condiciones en las que vivimos, es la sociedad de consumo haciéndonos creer sin descanso que necesitamos determinadas cosas para sentirnos bien (un mejor teléfono, una pieza de ropa de una marca determinada, un coche nuevo, etc).

Otro factor es el escaso tiempo que nos queda para ser y estar. Para reencontrarnos con nosotros mismos, con nuestras aficiones, con las personas que amamos… Según el doctor Hamilton, deberíamos ser un poco más osados, atrevernos a tomar nuevas decisiones para alcanzar el bienestary llevar una vida más acorde con nuestros gustos y necesidades. Hay que dejar de correr y pensar en el mañana, para detenernos y buscarnos a nosotros mismos en el presente…

Valeria Sabater

jueves, febrero 06, 2020

3 preguntas útiles sobre tus relaciones

Cómo nos relacionamos con nosotros mismos es un reflejo de cómo nos relacionamos con los demás. De la misma manera, analizar nuestras relaciones nos aporta mucha información sobre nosotros. Así, para este ejercicio, hoy te proponemos algunas preguntas útiles sobre tus relaciones.

 
 
Responder a las preguntas adecuadas sobre tus relaciones y analizar las respuestas puede darte información muy valiosa. Las personas inseguras, las que se valoran poco, las que tienen miedo a la soledad o las que necesitan sentirse necesitadas, todas ellas atraen y toleran relaciones poco saludables.

Es decir, las relaciones que elijas y toleres son en parte un reflejo de ti mismo. Si tus amigos, tus colegas de trabajo o las personas que te rodean suelen cancelar los planes contigo a última hora, se olvidan de ti para participar en determinados eventos, suelen hacer críticas desalentadoras sobre ti, quizás debas empezar a preguntarte qué sucede en el fondo.

La tolerancia a la malas relaciones

Una de las causas que hacen que prolonguemos malas relaciones, amistades tóxicas o parejas que no nos aprecian es que nos conformamos con menos de lo que merecemos. Una resignación que se basa en tres pilares
  • Una baja autoestima. Cuando nuestra autoestima es baja, tendemos a suavizar «el mal trato». En realidad, esto esconde una creencia irracional en que no merecemos algo mejor.
  • El miedo a la soledad. Tolerar el comportamiento deficiente de las personas que nos rodean puede ser también debido al miedo al abandono, a dejar de pertenecer a un grupo, a la soledad y el aislamiento.
  • Necesitar ser necesitado. Esta es una característica de muchas personas que ni siquiera son consciente de ello. Cuando uno siente la necesidad recurrente de sentirse necesitado por los demás suele debe cuestionarse si esta es la única manera en qué consigue sentirse valorado.

Preguntas útiles sobre tus relaciones

Hay tres preguntas clave para analizar la relación que mantenemos con otras personas. Este es un rápido inventario emocional que te dirá exactamente en qué situación te encuentras con alguien y si es el momento de seguir adelante sin ellos.

¿Esta persona me inspira?

Esta es una de las preguntas más útiles más inteligentes que podemos hacernos sobre nuestra relación con los demás. Hay personas que nos inspiran a ser mejores, nos alientan a seguir adelante y nos producen una sensación liviana después de pasar tiempo con ellas.

Las personas que nos inspiran son siempre valores añadidos en nuestra vida. Quiere decir, además, que eres una persona que no sufre de envidia fácilmente, sabes ver lo mejor de cada cual y que trabajas en tu propio crecimiento personal.

¿Esta persona me agota?

Por el contrario, hay personas que nos agotan física y mentalmente. Vampiros emocionales que utilizan a los demás para descargar todo su malestar emocional. Contagian sus miedos, pensamientos y frustraciones.

No hay nada malo en apoyarse en otros de manera puntual. Sin embargo, si esto se convierte en una costumbre, quizás es el momento de plantearnossi tenemos la necesidad de salvar a los demás.

¿Me siento valorado con esta persona?

Esta pregunta es en realidad un baremo de nuestra propia autoestima. Sentirnos valorados por las personas que nos rodean es la mejor forma de comprobar hasta dónde y cuánto nos quieren por lo que somos y los que valemos.

Mirar hacia dentro: preguntas útiles sobre tus relaciones

Si somos capaces de responder afirmativamente a estas tres preguntas con todas las personas que nos rodean, lo más probable es que gocemos de buenas relaciones. Personas que te aportan, te valoran y te quieren por lo que eres. Si, por el contrario, alguna de ellas no puede ser respondida de forma clara, para por un momento y piensa si tú mismo te estás valorando lo suficiente y cuál es el motivo real por el que conservas a esa persona en tu vida.

Nuestras relaciones con las personas que nos rodean deberían ser una constante fuente de inspiración y el lugar al que uno siempre puede acudir y sentirse bien. Si, por el contrario, nuestras amistades nos hacen sentirnos a menudo poco apreciados, pregúntate por qué permites que eso ocurra.

Sonia Budner

miércoles, febrero 05, 2020

Cómo controlar situaciones muy estresantes

Aprender a controlar las situaciones muy estresantes es casi una estrategia de supervivencia. Decía el matemático y astrónomo John Lubbock que un día de preocupación es mucho peor que un día de duro trabajo y así es. La energía mental que nos dejamos en esas épocas en que la presión, la ansiedad y la angustia lo invaden todo es inmensa.

 
 
Por otro lado, existe un hecho que es necesario tener en cuenta.La capacidad de afrontamiento para encarar y manejar esos episodios estresantes varía bastante de una persona a otra. Hay quien procesa su realidad de una manera más positiva, quien dispone de una perspectiva de vida más resiliente y ve en cada desafío, una oportunidad de crecimiento e incluso de desafío.

Otros en cambio, experimentan preocupación casi por cualquier cosa. Así, a lo que a unos les suscita un elevado estrés, para otras personas es una tarea o una situación más, una sin mayor presión ni angustia. Todo depende de nuestra experiencia previa y de esos recursos psicológicos que, aunque no nos vengan de fábrica, podemos aprender y hacer nuestros.

Señalaba Albert Ellis en su conocido libro Cómo controlar la ansiedad antes de que le controle a usted, que, en cierto modo, tanto el estrés como la ansiedad son dimensiones que no están exentas de una faceta positiva. Es esa que nos advierte de que hay aspectos que requieren de un cambio; atrevernos a hacerlo, mediará en nuestro bienestar. Trabajemos en ello.

«La realidad no es lo que nos sucede, sino lo que hacemos con lo que nos sucede».
-Aldous Huxley-
 
Claves para controlar las situaciones muy estresantes

Sabemos que controlar las situaciones muy estresantes es un reto para el que no siempre nos sentimos preparados. No obstante, ¿qué entendemos en realidad por «momentos o situaciones muy estresantes»?

A pesar de que el estrés es por encima de todo una realidad que parte de la percepción personal de cada individuo, hay escenarios o eventos comunes que a la mayoría nos pueden superar.

Tener que hacer frente a una intervención quirúrgica, lidiar con problemas legales y judiciales e incluso afrontar determinadas tareas de nuestro trabajo, nos sitúan bajo presión a la gran mayoría. Cada uno tendrá sin duda más de un ejemplo en mente, ese que le supera y que tanto cuesta gestionar.

Así, y solo como ejemplo, a la hora de conocer cuál es la capacidad de afrontamiento de un paciente se tienen en cuenta dos factores muy concretos:
  • Cómo percibe esa situación compleja que tiene por delante (evaluación primaria).
  • Interpretación que hace la persona sobre su capacidad para afrontar esa situación estresante (evaluación secundaria).

Lo ideal es que ambas esferas estén ajustadas. Lo recomendable es percibir que ese reto es asequible y que tenemos recursos para manejarlo. Veamos qué recursos debemos poner en marcha para controlar las situaciones muy estresantes.

No se trata de hacer que el estrés «desaparezca», sino de lidiar con él

No podemos vivir sin ansiedad o estrés. Estos mecanismos han garantizado nuestra supervivencia, han impulsado nuestro avance y han actuado como esa conjunción emocional y conductual, capaz de permitirnos generar cambios. Por tanto, algo que debemos saber sobre las situaciones muy estresantes es lo siguiente:
  • El estrés debe ir a nuestro favor para ayudarnos a generar comportamientos adaptativos.
  • No hay que hacerlo desaparecer, sino controlarlo y regularlo.
  • Para regular el estrés cada uno debemos hallar esas estrategias que más se adecuen a nuestras necesidades y personalidad. Este proceso lleva tiempo y requiere compromiso.

El afrontamiento del estrés parte de tres dimensiones muy concretas que analizaremos a continuación.
 
Estrategias enfocadas a la evaluación, clave para para controlar las situaciones muy estresantes

Y tú, ¿cómo evalúas ese reto, ese problema o esa situación complicada que tienes por delante? Desde el momento en que ponemos una etiqueta a esas situaciones, nuestro pensamiento, nuestras emociones y conductas quedan completamente determinadas. Así, ideas como «eso me supera», «es un horror», «algo imposible», «escapa a mis capacidades», «es un desastre», etc., terminarán por intensificar aún más el estrés y la ansiedad.

Debemos, por tanto, cuidar del tipo de evaluación que hacemos al respecto de ese evento que tenemos por delante. No hay que caer ni en el positivismo fácil ni, aún menos, en el drama. De ahí, que lo más adecuado sería hacer este tipo de evaluaciones:
  • Es algo que debo hacer. Es normal que sienta estrés, pero voy a enfrentarme a ello.
  • Sé que es una situación difícil. Es posible que no salga bien, pero voy a aprender de esto pase lo que pase.

Las estrategias centradas en la emoción

Como bien sabemos, el plano emocional es un elemento capital a la hora de controlar las situaciones muy estresantes. Ellas nos pueden dar alas e impulso para afrontar cualquier cosa o bien, pueden situarnos en el rincón del miedo y el bloqueo. En la medida que nos sea posible, es esencial manejar y gestionar ese universo interno para que vaya a nuestro favor.

¿De qué manera? Estas son unas claves.
  • Identifica qué emociones orbitan en tu interior.
  • Racionaliza. Detecta qué pensamientos irracionales alimentan esas emociones.
  • Practica ejercicios de respiración y relajación. Prácticas como el mindfulness pueden ayudarnos en estas situaciones.

Estrategias centradas en el problema

Hemos aprendido ya la importancia de evaluar el problema o ese desafío de una manera realista y adecuada; evitando ideas que invaliden y alimenten la angustia. Sabemos también, que es esencial regular nuestras emociones para que vayan a nuestro favor. ¿Qué nos queda por tanto para aprender a controlar las situaciones estresantes?

Nos falta quizá, lo más relevante: tener un plan.
  • Desarrolla estrategias que te permitan afrontar ese problema del mejor modo posible.
  • Crea tu propio kit de supervivencia para ir preparado ante cualquier cosa que pueda pasar.
  • Si es una entrevista de trabajo, prepárala. Si es una cita médica, practica la relajación y visualiza cualquier escenario y situación que pueda pasar para sentirte más preparado. Si es una negociación de empresa, documéntate, entrénate, aprende técnicas de comunicación, etc.

Para concluir, a lo largo de nuestro ciclo vital llegará más de una situación altamente estresante. Es normal sentir miedo, pero la llave de esas encrucijadas está en actuar a pesar de la angustia,en superarnos a nosotros mismos en cada circunstancia adversa.

Valeria Sabater

martes, febrero 04, 2020

Aprender a decir cómo me siento también es salud

Aprender a decir cómo me siento no es fácil. ¿Por dónde empezar? Uno es hábil a la hora de hablar de esa serie de televisión que está siguiendo y que tanto le gusta. También resulta sencillo describir comportamientos ajenos, lo que nos hacen unos, lo que nos dicen otros. Sin embargo, profundizar en mi estado de ánimo y traducir en palabras ese ovillo complejo, doloroso y tremendamente privado cuesta lo que no está escrito.

 
 
Podríamos decir que es casi como aprender un lenguaje nuevo. Ese donde hacer uso de una terminología donde queden integradas sensaciones, emociones y pensamientos. Uno donde poder canalizar necesidades y ese malestar psicológico que nos invalida y que debe salir por algún sitio. El desahogo y la expresión emocional no solo es catártica, sino que se convierte en algo realmente sanador.

Daniel Goleman lo define como abrir una jaula y dejar libres los pájaros de nuestras emociones. Sin embargo, sabemos que es muy fácil decirlo, que la mayoría comprendemos que hablar de lo que nos duele hará que eso que late en nuestro interior duela menos. Sin embargo ¿cómo hacerlo, cómo se lleva a cabo esa singular artesanía de la expresión emocional? Más aún… ¿con quién hacerlo?

Todas estas cuestiones no son menores, porque si relevante es saber expresar y comunicar estados de ánimo, todavía es más decisivo saber con quién hacerlo. Hay quien nos invalida y otros en cambio, son como las ruedas de un molino: facilitadores absolutos para el movimiento emocional y la liberación de la angustia. Profundicemos en ello.
 
Aprender a decir cómo me siento: claves básicas para lograrlo y no arrepentirnos en el intento

Aprender a decir cómo me siento me ayudará a sentirme mejor, a invertir en bienestar, autoestima y solvencia emocional. No obstante, hay que tener en cuenta un pequeño aspecto. Esa expresión de sentimientos y sensaciones no debe hacerse cuando no podemos más, cuando hemos llegado al límite y la incomodidad duele, cuando la frustraciones invaliden y se apaguen nuestras ganas de seguir adelante.

Decir cómo me siento en el día a día es cuestión de salud; una costumbre a adquirir. Porque si algo me indigna y me enfada, no tengo por qué ocultarlo, debo aprender a expresar mis sentimientos con asertividad. Así, en caso de que determinadas personas, circunstancias o hechos me hagan daño, me generen angustia o tristeza, tampoco debo pasarlo por alto.

Afrontar lo que me duele o me preocupa aquí y ahora evitará problemas futuros, a la vez que mejorará mi relación con otras personas. La sinceridad, el buen uso de la asertividad y la autogestión emocional cotidiana favorece la convivencia y también la propia salud. Veamos cómo conseguirlo.
 
Antes de decir cómo siento debo saber tener claro qué me pasa

La autoconciencia es el primer paso de la comunicación emocional. Para entenderlo mejor pondremos un ejemplo. Últimamente estamos teniendo más discusiones al llegar a casa. Los enfados con nuestra pareja son cada vez más frecuentes. Ante esta situación, lo que debemos hacer es clarificar qué ocurre y qué provoca esa situación.

En ocasiones, el foco del problema no está en casa y aún menos en quienes conviven con nosotros. El foco original puede ser nuestro trabajo en forma de estrés que vamos acumulando. Ese malestar interno viaja con nosotros hasta casa, creando mal ambiente.

Una emoción es una impronta cargada de información que no puede ser escondida

Jack Mayer y Peter Salovey, profesores de psicología en la Universidad de New Hampshire y en la Universidad de Yale, señalan que cada emoción es como un código que transmite un tipo puntual de información. Por lo tanto, una de nuestras tareas es saber traducirlas, primero para nosotros mismos y después para los demás.

Ahora bien, el problema es que tradicionalmente, nadie nos ha enseñado cómo hacerlo. Es más,lo más habitual es que nos convenzan de la necesidad de reprimir gran parte de lo que sentimos. Si algo duele, lo disimulas. Si algo te enfada, debes ser correcto y educado dejando pasar esa emoción.

Nos han enseñado que hay emociones malas, tales como la ira, la rabia, la tristeza o la decepción. Cuando en realidad, saber darles su espacio, leerlas y situarlas a nuestro favor es una herramienta excepcional de bienestar psicológico.
  • Decir cómo me siento cuando algo me hace enfadar, me ayudará a que ese hecho no vuelva a repetirse.
  • Si experimento ira es que hay un aspecto en mi vida que requiere cambios y que exige de mí, que me movilice.
  • Si lo que siento es tristeza, debo darme tiempo para recuperarme, sabiendo, además, que habrá cosas que deba aceptar.
 
Mi estado de ánimo es mío, pero puedo compartirlo con personas que me entiendan

Aprender a decir cómo me siento favorecerá que vaya siendo cada vez más hábil en Inteligencia Emocional. Asimismo, mi estado de ánimo es mío y no hago bien al esperar que otros solucionen mis problemas o al hacer recaer sobre otros la obligación de hacerme sentir mejor. Esa tarea es solo mía.

De quienes me rodean puedo esperar apoyo y comprensión, también cercanía. De ahí que haga bien cuando selecciono con inteligencia a las personas con las que comparto lo que siento, lo que me duele y me preocupa. Lo mejor es evitar a quienes son rápidos a la hora de juzgar, a quienes infravaloran nuestros sentimientos y a los que nos regalan recetas rápidas y genéricas para dar solución a problemas concretos sobre los que inciden muchas variables.

Para concluir, la materia de las emociones sigue siendo nuestra cuenta pendiente. Reconocer lo que sentimos y saber expresarlo con asertividad es clave de supervivencia y bienestar. Trabajemos estos aspectos.

Valeria Sabater

lunes, febrero 03, 2020

¿Por qué la gente a la que quiero me hace daño?

Hay un tipo de frío que traspasa la piel y se adhiere a los sentidos, a lo más profundo de nuestro ser. Es la gelidez hiriente de quien no nos tiene en cuenta, de quien nos descuida, de quien tiene de pronto una mala palabra o hace algo inesperado y doloroso.¿Por qué la gente a la que quiero me hace daño? Esta pregunta, por sorprendente que parezca, nos la hacemos varias veces a lo largo de nuestra vida.

 
 
Decía el poeta británico George Granville que no hay dolor más devastador que el que produce el amor y, en cierto modo, nada puede ser más cierto. Porque las personas invertimos una gran cantidad de energía emocional en esos vínculos. Necesitamos de ese soporte cotidiano, porque el afecto da raíces, el cariño crea vínculos y edifica el tejido de la confianza, el cual, nos permite sentirnos seguros y validados en nuestras relaciones.

Así, el hecho de que este universo de emociones y afectos se quiebre duele tanto o más que una herida física. ¿Es que quizá esperamos demasiado de las personas que nos rodean y que conforman nuestro círculo más íntimo? Esto es lo que podría decir más de uno, que pecamos de inocentes. Sin embargo, hay un aspecto crucial que debemos comprender.

Todo vínculo social y afectivo es producto de un pacto no escrito por el que uno espera no ser dañado. Tal principio se aplica a las relaciones familiares, entre padres e hijos, entre hermanos. También se espera que nuestra pareja no nos traicione y no lleve a cabo ninguna conducta capaz de generarnos dolor. Lo mismo ocurre con esas personas que consideramos compañeros de vida, amigos del alma.

Profundicemos en este tema.
 
¿Por qué la gente a la que quiero me hace daño?

Manuel Hernández Pacheco, psicólogo y biólogo por la Universidad de Málaga, escribió en el 2019 un libro titulado ¿Por qué la gente a la que quiero me hace daño? En él abordaba el tema desde un punto de vista neurológico, centrándose en el concepto del apego y poniendo especial atención en la población adolescente.

Las personas, como seres sociales, necesitamos al fin y al cabo de vínculos significativos y de esas figuras de apego saludables para sentirnos bien, para reducir el estrés y sentirnos parte de un grupo. Todo ello es determinante en una etapa muy concreta de nuestro ciclo vital: la infancia y la adolescencia.

De este modo, el niño que se percibe rechazado y que se pregunta por qué la gente a la que quiere le hace daño experimentará ese dolor psicológico tan lesivo capaz de originar un trauma. Es más, el doctor Pacheco trata de responder a por qué las personas, aun formando parte de relaciones dolorosas, son incapaces de salir de ese círculo tan devastadorpara la autoestima.

Todas estas realidades no son conocidas. Sin embargo, más allá del efecto de ese dolor, del ser heridos por quien apreciamos, ya sean nuestros padres, nuestras parejas o amigos, está el porqué. Analicémoslo a continuación.

Los que piensan que, en el amor, todo vale

Hay personas así, de las que piensan que en materia de afecto todo vale, que no hay límites ni consecuencias. Son esas figuras que dan por sentado que hagan lo que hagan siempre serán perdonadas, de las que piensan que el simple hecho de ser familia o pareja justifica casi cualquier cosa.
 
Así, un ejemplo de ello sería ese amigo que comparte nuestras confidencias con otros pensando que no nos enfadaremos. También, esa pareja que toma decisiones a la ligera y sin tenernos en cuenta.

Lo hacen porque dan por sentado que decidan lo que decidan, lo aprobaremos, que asentiremos con los ojos cerrados. Se olvidan de que el amor sí tiene condiciones, que el afecto merece respeto y una atención cotidiana.
 
¿Por qué la gente a la que quiero me hace daño? Porque no se dan cuenta de tu dolor ni conocen tus límites

Ante la pregunta de «¿por qué la gente a la que quiero me hace daño?» debemos plantearnos a su vez otra cuestión:esas personas, ¿son conscientes de que nos han causado sufrimiento? Esa no es una cuestión trivial. Hay figuras cercanas que hacen y dicen cosas sin tener en cuenta su efecto en los demás y eso, sin duda, es un gran problema.

Un ejemplo de ello es la madre o el padre que siempre destaca los logros de un hijo dejando de lado a otro. Lo hacen de manera inconsciente sin tener en cuenta el efecto que eso genera.

Por otro lado, hay un aspecto determinante. Si nosotros mismos no ponemos límites o advertimos de lo que no podemos tolerar o de lo que nos causa dolor, es muy posible que los demás los sorteende forma continuada sin saber qué están haciéndonos daño.

¿Y si el problema es mío? Cuando esperar demasiado de los demás actúa en nuestra contra

Tal y como hemos señalado, en todo vínculo social hay un pacto implícito que nos dice aquello de que nadie debe herir al otro. Esto, es además un principio de convivencia y de respeto.

Ahora bien, si cada dos por tres me pregunto por qué la gente a la que quiero me hace daño, y siempre me siento herido, tal vez el problema lo tenga yo.
  • Las relaciones basadas en la codependencia, por ejemplo, nos sumen en ese círculo en el que el dolor y la necesidad van de la mano. Uno mismo es consciente de que esa relación genera sufrimiento; sin embargo, somos adictos a esa persona y tenemos la necesidad de permanecer a su lado.
  • Otra causa para que nos sintamos casi siempre dolidos en nuestras relaciones es la baja autoestima. Necesitamos mucho, ansiamos recibir de los demás la atención, el amor y la validación que nosotros mismos no nos damos. Y eso, es una fuente inagotable de dolor, porque nunca nos vemos saciados, nunca es suficiente.

Para concluir, si en estos momentos me sigo preguntando por qué la gente a la que quiero me hace daño, tal vez necesite valorar diferentes posibilidades. La primera es si esas relaciones merecen la pena. La segunda, es atender mi autoestima y autoconcepto. Nunca nos conformemos con un amor que duele, no descuidemos tampoco el afecto que nos damos a nosotros mismos.

Valeria Sabater