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domingo, enero 26, 2020
Somatización: cuando el cuerpo refleja lo que nuestra mente no dice
Cuando hablamos de somatización (o trastorno de síntomas somáticos, TSS) nos referimos a la expresión física de una dificultad psicológica, cuya sintomatología manifiesta no posee un origen orgánico que permita explicarla.
Cuando no expresamos lo que sentimos, toda la energía acumulada busca salir de otra forma, por lo tanto, el cuerpo comienza a liberar tensiones a través de síntomas físicos, como dolor abdominal, dolor de cabeza o pérdida del apetito.
Muchos autores hacen mención al vínculo que existe entre las psicopatologías y la somatización, pero la verdad es que un gran número de pacientes que acuden a servicios de atención primaria con síntomas somáticos no presentan síntomas psicológicos evidentes.
De hecho, muchos pacientes somatizadores no solo no presentan ansiedad o depresión de forma concurrente sino que, además, no tienen antecedentes de trastornos ansiosos o depresivos. Aún así, no se puede negar la existencia de trastornos psicológicos ligados al proceso de somatización. Entre ellos, el trastorno facticio, el trastorno de conversión y el trastorno de ansiedad.
Sintomatología común
Para el diagnóstico del TSS, se requiere la presencia de un síntoma físico que sea angustioso. Ese síntoma debe conducir a 1 de los siguientes 3 comportamientos:
Además, el paciente debe presentar al menos uno de los siguientes síntomas durante 6 meses:
Muchos autores hacen mención al vínculo que existe entre las psicopatologías y la somatización, pero la verdad es que un gran número de pacientes que acuden a servicios de atención primaria con síntomas somáticos no presentan síntomas psicológicos evidentes.
De hecho, muchos pacientes somatizadores no solo no presentan ansiedad o depresión de forma concurrente sino que, además, no tienen antecedentes de trastornos ansiosos o depresivos. Aún así, no se puede negar la existencia de trastornos psicológicos ligados al proceso de somatización. Entre ellos, el trastorno facticio, el trastorno de conversión y el trastorno de ansiedad.
Sintomatología común
Para el diagnóstico del TSS, se requiere la presencia de un síntoma físico que sea angustioso. Ese síntoma debe conducir a 1 de los siguientes 3 comportamientos:
- Pensamientos desproporcionados y persistentes sobre la gravedad de los síntomas.
- Altos niveles de ansiedad en torno a la salud o el síntoma.
- Exceso de tiempo y energía dedicado a la preocupación por la salud.
Además, el paciente debe presentar al menos uno de los siguientes síntomas durante 6 meses:
- Dolor
- Dolores de cabeza
- Dolor de espalda
- Dolor articular
- Dolor en el pecho
- Latidos cardíacos irregulares
- Dolor en brazos o piernas
- Dolor en la vagina o en el pene al tener relaciones sexuales
- Dolor al orinar
- Síntomas gastrointestinales
- Náuseas
- Distensión
- Vómitos
- Diarrea
- Trastornos sexuales
- Incapacidad para mantener una erección (hombres)
- Periodos irregulares (mujeres)
- Sangrado menstrual excesivo (mujeres)
- Dolores menstruales (mujeres)
¿Quiénes son más propensos a somatizar?
Por estadística, los estudios apuntan que las mujeres tienen más probabilidades de somatizar que los hombres, y normalmente esto ocurre por primera vez durante la juventud, antes de los 30 años.
También existen ciertos rasgos de la personalidad y situaciones determinadas que hacen que algunas personas tiendan a somatizar más que otras, por ejemplo:
¿Cómo podemos prevenir la somatización?
Es importante dar nombre a lo que sentimos en cada momento. Si llamamos a cada cosa por su nombre, sabremos lo que nos pasa e, indirectamente, esto nos ayudará a sentirnos mejor tanto física como psicológicamente.
También es necesario reconocer los pensamientos negativos y aprender a contrarrestarlos, recordando siempre que todos somos dueños de nuestras emociones. Podemos modificar los hábitos que nos generan estrés y reemplazarlos por actividades placenteras, así como abordar los factores de riesgo más comunes: pensamientos, sentimientos y comportamientos excesivos o inadaptados.
Nunca olvidemos que nuestro cuerpo necesita desahogarse. Si sentimos la necesidad de llorar, lo mejor es hacerlo. No hay que reprimir nuestras emociones, saber reconocerlas y aceptarlas como parte de nosotros es lo más recomendable para nuestra salud mental.
Phrònesis
Por estadística, los estudios apuntan que las mujeres tienen más probabilidades de somatizar que los hombres, y normalmente esto ocurre por primera vez durante la juventud, antes de los 30 años.
También existen ciertos rasgos de la personalidad y situaciones determinadas que hacen que algunas personas tiendan a somatizar más que otras, por ejemplo:
- Susceptibilidades genéticas y biológicas (disminución de la tolerancia al dolor).
- Trauma infantil (abuso físico, sexual y emocional).
- Condicionamiento operante/aprendizaje (es decir que las quejas somáticas ganan atención).
- Normas socioculturales (por ejemplo, si las quejas somáticas se valoran por encima de las quejas emocionales).
¿Cómo podemos prevenir la somatización?
Es importante dar nombre a lo que sentimos en cada momento. Si llamamos a cada cosa por su nombre, sabremos lo que nos pasa e, indirectamente, esto nos ayudará a sentirnos mejor tanto física como psicológicamente.
También es necesario reconocer los pensamientos negativos y aprender a contrarrestarlos, recordando siempre que todos somos dueños de nuestras emociones. Podemos modificar los hábitos que nos generan estrés y reemplazarlos por actividades placenteras, así como abordar los factores de riesgo más comunes: pensamientos, sentimientos y comportamientos excesivos o inadaptados.
Nunca olvidemos que nuestro cuerpo necesita desahogarse. Si sentimos la necesidad de llorar, lo mejor es hacerlo. No hay que reprimir nuestras emociones, saber reconocerlas y aceptarlas como parte de nosotros es lo más recomendable para nuestra salud mental.
Phrònesis
sábado, enero 25, 2020
El Estado de Bienestar: un bien preciado
El modelo de sociedad actual incluye una atención y protección por parte del estado. Los gobiernos, en algunos países y con el paso del tiempo, han ido poniendo en marcha políticas sociales en búsqueda de una mayor equidad y beneficio de los ciudadanos. Todas esas políticas y medidas son parte de lo que llamamos Estado de bienestar, aunque, como otros muchos sistemas, hay distintos maneras de llevarlo a cabo.
Como dice Dieterlen (1988), por Estado de Bienestar entendemos un estado que redistribuye la producción, destinando buena parte de su inversión a ciertos servicios de educación y de salud, de aquí que sea filantrópico. El peligro es que con frecuencia la distribución la hace independientemente de las necesidades, deseos y preferencias de los ciudadanos.
Origen del Estado de Bienestar
El Estado de Bienestar tiene su origen en a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Surge en relación a las condiciones laborales y la lucha reivindicativa de los obreros, así como de las demandas de estos.
El término de Estado de Bienestar se comenzó a usar en varios países, aunque con distintas expresiones:
Posteriormente, tras la II Guerra Mundial y la crisis económica del 29, este término se generaliza en casi todos los países occidentales.
Además, otro de los fenómenos que da lugar al Estado de Bienestar es la llegada del capitalismo. Frente a su ferocidad, el Estado quiso hacer de contrapeso para amortiguar las desigualdades crecientes.
Así, se puso en marcha en los países occidentales un sistema de solidaridad social que aspiró a corregir las injusticias. De ese sistema, que buscaba el progreso social de la población, se haría cargo, poco a poco, el Estado (Farge, 2007).
Esto no quiere decir que exista justicia distributiva, igualdad real o equidad en todos los aspectos. Es importante aclarar que, a pesar de los «intentos» de garantizar la igualdad y el acceso a los distintos recursos en los países llamados desarrollados, existen muchas otras partes del mundo que aún sufren explotación y pobreza.
«El estado del bienestar entraña la protección de la mayoría débil frente a la minoría fuerte y privilegiada».
-Tony Judt-
Origen del Estado de Bienestar
El Estado de Bienestar tiene su origen en a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Surge en relación a las condiciones laborales y la lucha reivindicativa de los obreros, así como de las demandas de estos.
El término de Estado de Bienestar se comenzó a usar en varios países, aunque con distintas expresiones:
- New Dealen en los EEUU.
- Welfare State en Suecia y Reino Unido.
Posteriormente, tras la II Guerra Mundial y la crisis económica del 29, este término se generaliza en casi todos los países occidentales.
Además, otro de los fenómenos que da lugar al Estado de Bienestar es la llegada del capitalismo. Frente a su ferocidad, el Estado quiso hacer de contrapeso para amortiguar las desigualdades crecientes.
Así, se puso en marcha en los países occidentales un sistema de solidaridad social que aspiró a corregir las injusticias. De ese sistema, que buscaba el progreso social de la población, se haría cargo, poco a poco, el Estado (Farge, 2007).
Esto no quiere decir que exista justicia distributiva, igualdad real o equidad en todos los aspectos. Es importante aclarar que, a pesar de los «intentos» de garantizar la igualdad y el acceso a los distintos recursos en los países llamados desarrollados, existen muchas otras partes del mundo que aún sufren explotación y pobreza.
«El estado del bienestar entraña la protección de la mayoría débil frente a la minoría fuerte y privilegiada».
-Tony Judt-
Definición del Estado de Bienestar
Como hemos apuntado anteriormente, el término Estado de bienestar se acuñó a finales del Sigo XIX y principio del XX. Y, aunque hay diferentes maneras de definir este concepto, todas estas formas giran en torno a la idea de que es un sistema de políticas sociales que tienen como objetivo proteger al trabajador de las incertidumbres que le acechan.
Algunas de las ideas sobre este término, son, como recoge Ríos (2011):
- Estado de Bienestar (Cabrero, 2oo2) como aquel conjunto de instituciones estatales que garantizan una serie de derechos sociales ejercitables por la inmensa mayoría de los ciudadanos. Derechos que se desarrollan a través de políticas y programas de carácter redistributivo en base a la solidaridad intergeneracional y apoyados en la idea básica de “ciudadano trabajador” que es sujeto de derechos sociales.
- Pierre Rosanvallón identifica los cimientos del Estado del Bienestar con el surgimiento del Estado Moderno del siglo XVIII. Ahora bien, en Rosanvallón, la construcción del «Estado Providencia» no es sólo una cuestión de la naturaleza del Estado, sino que implica un cambio en la percepción que la sociedad tiene de sí misma. La sociedad deja de verse como un cuerpo para concebirse como mercado.
- Por otro lado, Holloway y Hobsbawm, tienden a identificar el Estado de Bienestar con las políticas económicas keynesianas instauradas desde la posguerra. Ambos coinciden en percibir en el keynesianismo un replanteamiento en la relación Estado y mercado, a partir del cual la mayor intervención del aparato estatal en el estímulo de la demanda y la inversión actuara como mitigadora de las crisis depresivas del ciclo capitalista.
Pilares del Estado de Bienestar
Por todos es sabido que el Estado de Bienestar se sustenta en cuatro grandes pilares:
- Sanidad.
- Educación.
- Pensiones.
- La protección a las familias.
Este último pilar, como dice Navarro (2009), es fundamental para que el nivel de protección y el funcionamiento de este modelo de estado fuera óptimo. Durante años se ha hablado de tres grandes pilares, obviando la protección a la familias como derecho, pero muy poco a poco y a través de leyes en materia de servicios sociales, este cuarto pilar ha ido ganando espacio.
Navarro señala que, aunque el cuarto pilar ha ganado peso, por contra se ha reducido su significado, pasando a incluir solo los servicios de dependencia y habiéndose eliminado de tal derecho el acceso a las escuelas de infancia.
Este cambio ha tenido un impacto fuerte ya que la educación infantil es una de las primeras piedras que se ponen en el desarrollo intelectual y emocional de los niños.
En definitiva, mantener y conservar el Estado de Bienestar es una responsabilidad cargada de privilegios y obligaciones. Una «complicación» que adquiere sentido en su propósito: acortar las desigualdades que el mercado libre produce y asegurar una mínima cantidad de oportunidades a las personas de los estratos sociales más vulnerables.
Elena García
viernes, enero 24, 2020
A veces, es necesario escuchar la opinión de los demás
A lo largo de la vida, tomamos un gran número de decisiones. Algunas para iniciar nuevos proyectos y otras para decidir si aquellos en los que estamos inmersos son los más favorables.
Así, en función de la personalidad, ciertas personas necesitan apoyarse más en sus seres queridos para actuar, mientras que otras se muestran más independientes. Sin embargo, es cierto que a pesar de que sea recomendable confiar en nuestro propio criterio, existen ocasiones en las que hay que atender a la opinión de los demás.
Un aspecto a tener en cuenta es que si, por lo general, somos incapaces de dirigir nuestro rumbo sin la aprobación externa es posible que llevemos a cabo conductas dependientes. Por lo que es necesario tener la suficiente autoestima para hacernos cargo de nuestra vida sin que el miedo a fallar nos paralice. Al fin y al cabo, si vamos a errar, es preferible hacerlo por nuestras propias elecciones que por seguir lo que otros nos dictan.
Sin embargo, existen circunstancias en las que nuestro juicio puede estar nublado y la opinión de una persona cercano puede mostrarnos una nueva perspectiva. Por ello, siendo conscientes de que un consejo va cargado de la historia personal de quien lo da, puede que nos resulte conveniente abrirnos a lo que nos están diciendo.
¿Cuándo atender a la opinión de los demás?
Un aspecto a tener en cuenta es que si, por lo general, somos incapaces de dirigir nuestro rumbo sin la aprobación externa es posible que llevemos a cabo conductas dependientes. Por lo que es necesario tener la suficiente autoestima para hacernos cargo de nuestra vida sin que el miedo a fallar nos paralice. Al fin y al cabo, si vamos a errar, es preferible hacerlo por nuestras propias elecciones que por seguir lo que otros nos dictan.
Sin embargo, existen circunstancias en las que nuestro juicio puede estar nublado y la opinión de una persona cercano puede mostrarnos una nueva perspectiva. Por ello, siendo conscientes de que un consejo va cargado de la historia personal de quien lo da, puede que nos resulte conveniente abrirnos a lo que nos están diciendo.
¿Cuándo atender a la opinión de los demás?
Si el otro está involucrado
Sin duda, cuando una persona trata de hablarnos del vínculo que hemos establecido con ella hemos de escucharla. Muchas veces, cuando alguien nos expresa su descontento con nuestra conducta nos ponemos, automáticamente, a la defensiva y nos negamos a dialogar.
La realidad es que si se trata de un individuo al que verdaderamente apreciamos, deberíamos, por respeto, escuchar su perspectiva.
Bien es cierto que, con frecuencia, no sabemos expresarnos de un modo asertivo y las peticiones terminan sonando a reproches. Sin embargo, si un amigo, familiar o pareja te transmite que siente que has descuidado la relación o que algunos de tus actos le hacen daño, escúchalo.
Esto no quiere decir que tengas que aceptar o estar de acuerdo con su pensamiento, pero al permitir una conversación le estarás demostrando que sus sentimientos son importantes para ti. Más allá de esto, podréis abrir un debate y una reflexión para explicaros y restaurar la armonía en la relación.
Sin duda, cuando una persona trata de hablarnos del vínculo que hemos establecido con ella hemos de escucharla. Muchas veces, cuando alguien nos expresa su descontento con nuestra conducta nos ponemos, automáticamente, a la defensiva y nos negamos a dialogar.
La realidad es que si se trata de un individuo al que verdaderamente apreciamos, deberíamos, por respeto, escuchar su perspectiva.
Bien es cierto que, con frecuencia, no sabemos expresarnos de un modo asertivo y las peticiones terminan sonando a reproches. Sin embargo, si un amigo, familiar o pareja te transmite que siente que has descuidado la relación o que algunos de tus actos le hacen daño, escúchalo.
Esto no quiere decir que tengas que aceptar o estar de acuerdo con su pensamiento, pero al permitir una conversación le estarás demostrando que sus sentimientos son importantes para ti. Más allá de esto, podréis abrir un debate y una reflexión para explicaros y restaurar la armonía en la relación.
Si está en juego tu bienestar
En otras ocasiones, nuestros seres queridos nos alertan de que cierto aspecto de nuestra vida nos están causando un daño que nosotros no logramos ver.
Tal vez, nos instan a reducir el ritmo de trabajo, pues observan cómo el estrés está haciendo mella en nuestra salud. O quizá se preocupen por el modo en que llevamos nuestra relación de pareja.
De nuevo, nuestra primera reacción será, probablemente, sentirnos ofendidos y negar todas sus observaciones. Sentiremos que nos consideran incapaces de tomar buenas decisiones y que no deberían entrometerse en nuestros asuntos.
No obstante, es recomendable escuchar sus argumentos y realizar un proceso de introspección. Por lo general, cuando un comentario nos hace saltar como un resorte es porque esconde una verdad incómoda.
Si estamos seguros y convencidos de nuestras acciones y estilo de vida, la oposición externa no nos generará rechazo. Si lo hace, es que tal vez se nos está presentando, de boca de otra persona, aquello que nosotros también sentimos y no nos atrevemos a reconocer.
¿Qué debes considerar al atender la opinión de los demás?
Que alguien tenga un punto de vista diferente al tuyo no significa que estés siempre equivocado. Por ello, has de tener claros ciertos aspectos cuando recibas una opinión externa:
Para abrirnos a una opinión ajena es importante que esta provenga de una persona que sepamos que nos aprecia y busca únicamente nuestro bienestar. Por ello, es conveniente detectar hasta qué punto su consejo está expresando sus propias vivencias personales, pues entonces no sería objetivo.
Por último, hemos de escuchar los argumentos contrastables que nos ofrece (por ejemplo: «estoy preocupado porque el otro día vi cómo tu pareja te levantó la voz»). Y, sobre todo, hay que analizar si nosotros, tras vencer el orgullo y la reticencia inicial, estamos de acuerdo con lo que expone. Si, tras reflexionarlo, encontramos cierta verdad en sus palabras.
A veces, es necesario escuchar aunque no queramos hacerlo.
Elena Sanz
En otras ocasiones, nuestros seres queridos nos alertan de que cierto aspecto de nuestra vida nos están causando un daño que nosotros no logramos ver.
Tal vez, nos instan a reducir el ritmo de trabajo, pues observan cómo el estrés está haciendo mella en nuestra salud. O quizá se preocupen por el modo en que llevamos nuestra relación de pareja.
De nuevo, nuestra primera reacción será, probablemente, sentirnos ofendidos y negar todas sus observaciones. Sentiremos que nos consideran incapaces de tomar buenas decisiones y que no deberían entrometerse en nuestros asuntos.
No obstante, es recomendable escuchar sus argumentos y realizar un proceso de introspección. Por lo general, cuando un comentario nos hace saltar como un resorte es porque esconde una verdad incómoda.
Si estamos seguros y convencidos de nuestras acciones y estilo de vida, la oposición externa no nos generará rechazo. Si lo hace, es que tal vez se nos está presentando, de boca de otra persona, aquello que nosotros también sentimos y no nos atrevemos a reconocer.
¿Qué debes considerar al atender la opinión de los demás?
Que alguien tenga un punto de vista diferente al tuyo no significa que estés siempre equivocado. Por ello, has de tener claros ciertos aspectos cuando recibas una opinión externa:
- ¿Es una persona de confianza?
- ¿Cómo está reflejando su propia historia?
- ¿Hay hechos concretos que respalden su punto de vista?
- ¿Qué opinas tú al respecto?
Para abrirnos a una opinión ajena es importante que esta provenga de una persona que sepamos que nos aprecia y busca únicamente nuestro bienestar. Por ello, es conveniente detectar hasta qué punto su consejo está expresando sus propias vivencias personales, pues entonces no sería objetivo.
Por último, hemos de escuchar los argumentos contrastables que nos ofrece (por ejemplo: «estoy preocupado porque el otro día vi cómo tu pareja te levantó la voz»). Y, sobre todo, hay que analizar si nosotros, tras vencer el orgullo y la reticencia inicial, estamos de acuerdo con lo que expone. Si, tras reflexionarlo, encontramos cierta verdad en sus palabras.
A veces, es necesario escuchar aunque no queramos hacerlo.
Elena Sanz
jueves, enero 23, 2020
El principio de coherencia: armonía entre lo que se dice y se hace
El principio de coherencia nos dice que las personas nos esforzarnos, casi en todo momento, por ser congruentes. Una de nuestras necesidades principales es cuidar de esa armonía entre lo que decimos y lo que hacemos, entre lo que nos ha enseñado la experiencia y lo que nos demanda el momento inmediato. Ahora bien, es cierto que no siempre lo logramos y que ese conflicto genera malestar.
Carl Rogers, célebre psicólogo humanista, fue uno de los primeros en profundizar en el principio de congruencia o coherencia. En 1950, lo definió como una alianza entre la experiencia y la conciencia.
Sería, básicamente, el resultado de cada cosa vivida y de lo que hemos aprendido de ellas para actuar de manera consecuente con nuestra propia escala de valores, sentimientos y deseos.
Si Rogers se preocupó por ahondar en este concepto fue por una razón. Algo que puede verse a menudo en terapia es la incoherencia, la clara distancia entre lo que uno necesita y lo que hace por sí mismo.
Son muchas las personas que acuden en busca de ayuda porque sienten que se han alejado por completo de su «yo ideal». Su realidad ha perdido sentido porque ven una clara diferencia entre lo que quieren y lo que hacen, entre lo que sienten y lo que reciben.
Si el principio de coherencia se quiebra, emerge el malestar y el sufrimiento. Esta es una realidad tristemente común en la que vale la pena detenernos.
«La buena vida es un proceso, no un estado del ser. Es una dirección, no un destino».
-Carl Rogers-
Sería, básicamente, el resultado de cada cosa vivida y de lo que hemos aprendido de ellas para actuar de manera consecuente con nuestra propia escala de valores, sentimientos y deseos.
Si Rogers se preocupó por ahondar en este concepto fue por una razón. Algo que puede verse a menudo en terapia es la incoherencia, la clara distancia entre lo que uno necesita y lo que hace por sí mismo.
Son muchas las personas que acuden en busca de ayuda porque sienten que se han alejado por completo de su «yo ideal». Su realidad ha perdido sentido porque ven una clara diferencia entre lo que quieren y lo que hacen, entre lo que sienten y lo que reciben.
Si el principio de coherencia se quiebra, emerge el malestar y el sufrimiento. Esta es una realidad tristemente común en la que vale la pena detenernos.
«La buena vida es un proceso, no un estado del ser. Es una dirección, no un destino».
-Carl Rogers-
El principio de coherencia puede ser a veces motivo de problemas
El principio de coherencia ha sido estudiado, entre otros, por el escritor y psicólogo de la Universidad de Arizona Robert B. Cialdini. Uno de sus libros más conocidos es sin duda Pre-suasión: un método revolucionario para influir y persuadir. En este trabajo, profundiza en esta teoría para aportarnos un nuevo e interesante enfoque.
Ese matiz que introduce el doctor Cialdini es el siguiente: a veces, en nuestro intento por cuidar de nuestra coherencia, nos vemos en situaciones contradictorias que resultan problemáticas. Un ejemplo podría ser que nos definamos como ecologistas y como personas férreamente comprometidas con el cuidado del medio ambiente y, sin embargo, seguimos utilizando energías contaminantes.
En efecto, hay situaciones en las que experimentamos una especie de sanción social por defender ciertas cosas y no ser completamente coherentes con ellas. Asimismo, todo ello se complica aún más si queremos inspirar a otros, si nuestro deseo es llegar a otras personas a través de nuestros valores y comportamientos.
¿Qué podemos hacer en estas circunstancias? ¿Somos quizá más incongruentes de lo que pensamos?
El principio de coherencia ha sido estudiado, entre otros, por el escritor y psicólogo de la Universidad de Arizona Robert B. Cialdini. Uno de sus libros más conocidos es sin duda Pre-suasión: un método revolucionario para influir y persuadir. En este trabajo, profundiza en esta teoría para aportarnos un nuevo e interesante enfoque.
Ese matiz que introduce el doctor Cialdini es el siguiente: a veces, en nuestro intento por cuidar de nuestra coherencia, nos vemos en situaciones contradictorias que resultan problemáticas. Un ejemplo podría ser que nos definamos como ecologistas y como personas férreamente comprometidas con el cuidado del medio ambiente y, sin embargo, seguimos utilizando energías contaminantes.
En efecto, hay situaciones en las que experimentamos una especie de sanción social por defender ciertas cosas y no ser completamente coherentes con ellas. Asimismo, todo ello se complica aún más si queremos inspirar a otros, si nuestro deseo es llegar a otras personas a través de nuestros valores y comportamientos.
¿Qué podemos hacer en estas circunstancias? ¿Somos quizá más incongruentes de lo que pensamos?
El principio coherencia y las pequeñas disonancias
Hay circunstancias en las que uno no puede cumplir 100 % con el principio de coherencia. Pueden no gustarnos las discusiones y discrepancias y tener que lidiar con ellas con frecuencia. Es posible que defendamos unas ideas políticas y tengamos una pareja que defiende las opuestas. Es posible que nos encanten los niños pero hayamos decidido no tenerlos.
A pesar de estas aparentes incongruencias, hay una serie de hechos que debemos considerar:
Hay circunstancias en las que uno no puede cumplir 100 % con el principio de coherencia. Pueden no gustarnos las discusiones y discrepancias y tener que lidiar con ellas con frecuencia. Es posible que defendamos unas ideas políticas y tengamos una pareja que defiende las opuestas. Es posible que nos encanten los niños pero hayamos decidido no tenerlos.
A pesar de estas aparentes incongruencias, hay una serie de hechos que debemos considerar:
- En realidad, una persona puede seguir siendo coherente a pesar de las aparentes incongruencias cotidianas. Al fin y al cabo, como señalaba el propio Carl Rogers, el principio de coherencia se sirve de la propia conciencia de cada uno.
- Es decir, si yo no experimento disonancia alguna, si mi percepción sigue viendo armonía entre lo que siento y lo que hago, no hay problema. Al fin y al cabo, nuestro entorno es increíblemente complejo y estamos obligados a lidiar con cada estímulo, con cada persona, circunstancia e imprevisto como bien podemos.
- Lo esencial es que, en todo momento, siga existiendo un equilibrio interno. Siempre habrá situaciones que atenten por completo con nuestros principios, esas en las que reaccionamos con convicción para defender nuestra coherencia. Otras veces, estamos obligados a hacer pequeñas concesiones porque los beneficios nos interesan y mantenemos, a pesar de todo, la homeostasis interna (como por ejemplo, tener una pareja con otros ideales pero con quien la convivencia es feliz y satisfactoria).
A pesar de las presiones, seamos congruentes. Es cuestión de valentía
Somos conscientes de que, a veces, nuestros pensamientos y comportamientos no están alineados. Esta disonancia puede darse de manera ocasional sin mayores consecuencias.
Ahora bien, lo más lesivo se da cuando se vulnera de manera continuada el principio de coherencia. Carl Rogers lo relaciona a su vez con la teoría del yo, una de sus contribuciones más importantes.
Para concluir, si queremos garantizar nuestro bienestar psicológico, es imprescindible cuidar de nuestro principio de coherencia. Hacerlo es un acto de valentía diario.
El ejercicio saludable de ser y actuar de acuerdo a nuestros valores en cada momento puede ser complicado en ocasiones, pero ese esfuerzo garantizará que el músculo de la autoestima esté en plena forma. Intentémoslo.
Valeria Sabater
Somos conscientes de que, a veces, nuestros pensamientos y comportamientos no están alineados. Esta disonancia puede darse de manera ocasional sin mayores consecuencias.
Ahora bien, lo más lesivo se da cuando se vulnera de manera continuada el principio de coherencia. Carl Rogers lo relaciona a su vez con la teoría del yo, una de sus contribuciones más importantes.
- Cuando incumplimos el principio de coherencia de forma persistente se da una clara distancia entre el yo ideal y el yo percibido. Es decir, entre aquello que yo hago y percibo sobre mi persona y lo que me gustaría ser hay un abismo y ese abismo me genera sufrimiento.
- Asimismo, esa falta de armonía termina generando diversas estrategias mentales con las que nos esforzamos (inútilmente) en encontrar un equilibrio. Construimos, por ejemplo, disonancias cognitivas. Son conflictos internos que surgen cuando mantenemos ideas contrapuestas, lo cual nos lleva tarde o temprano a terminar justificando algo que va en contra de nuestros valores en un vano intento por reducir ese sufrimiento psicológico.
- Recurrimos también a complejos mecanismos de defensa para apaciguar esas contradicciones, estrategias completamente inútiles porque todo ello se traduce en un mayor nivel de frustración y ansiedad.
Para concluir, si queremos garantizar nuestro bienestar psicológico, es imprescindible cuidar de nuestro principio de coherencia. Hacerlo es un acto de valentía diario.
El ejercicio saludable de ser y actuar de acuerdo a nuestros valores en cada momento puede ser complicado en ocasiones, pero ese esfuerzo garantizará que el músculo de la autoestima esté en plena forma. Intentémoslo.
Valeria Sabater
miércoles, enero 22, 2020
¿Estás con las personas adecuadas?
¿No sabes muy bien qué es lo que ocurre pero te sientes mal una gran parte del tiempo? ¿Tus amistades contactan menos que antes contigo para quedar y se preocupan menos por cómo te encuentras? Quizá sea este el momento de que te preguntes si estás rodeándote de las personas adecuadas.
Si la respuesta es negativa y con frecuencia te ves en situaciones como la de ser tú casi siempre el que da el paso para iniciar un contacto, el que toma primero la iniciativa de llamar o de enviar ese mensaje de WhatsApp para proponer un plan, es probable que debas plantearte qué tipo de personas son aquellas con las que interactúas.
Por situaciones como las expuestas, no sería raro que te sintieses nervioso, en tensión y que justificases la situación pensando que tus amistades tengan mucho que hacer como para centrarse en ti.
La consecuencia de mantener esta situación en el tiempo, y de justificarla una y otra vez, puede ser que tu energía, en lugar de incrementarse, pueda verse restada por momentos.
Algunas veces, no nos llegamos a dar cuenta o quizá no queremos ver que aquellos a quienes llamábamos amigos ahora parece que nos traten como simples conocidos.
Eso puede ser difícil de asimilar, pero si derriban nuestras expectativas de manera más o menos constante -si nos dicen que quedarán en llamarnos y no lo hacen, si nos mencionan animadamente que tenemos que volver a quedar pero no dan el paso, etc.-, sería buena idea detenerse un momento para observar si estamos recibiendo aquello que merecemos.
Todas las relaciones funcionales se rigen por algo muy básico, como es que todas las partes den un 50% de sí mismas. Si hay alguien que da más y que recibe menos, este puede sentir que su energía disminuye porque la relación no está en verdadero equilibrio.
El sentimiento de culpa
En ocasiones, nos autoinculpamos, llegándonos a hacer responsables de aquello que no depende de nosotros. En el caso de los amigos que mencionábamos al principio, podemos sentirnos culpables por no quedar con nuestros amigos, justificando al mismo tiempo su actitud.
Esta autoimposición de la responsabilidad puede volvernos ciegos ante la verdadera realidad. Quizás sean ellos quienes no estén aportando lo suficiente a la relación, y por tanto no se estén preocupando por cuidarla.
Partiendo de las ideas de Helena Béjar, es importante saber distinguir entre culpa positiva y negativa:
El problema de la culpa es que tiende a hacernos caer, casi siempre de manera repetida, en los mismos errores sin poder llegar a resolver demasiado.
Nosotros llamamos a nuestros amigos, proponemos planes, nos esforzamos por mantener el contacto… Pero, con todo esto, lo lógico sería pensar que habrá alguien que casi siempre sale perdiendo, y ese alguien somos nosotros.
Por situaciones como las expuestas, no sería raro que te sintieses nervioso, en tensión y que justificases la situación pensando que tus amistades tengan mucho que hacer como para centrarse en ti.
La consecuencia de mantener esta situación en el tiempo, y de justificarla una y otra vez, puede ser que tu energía, en lugar de incrementarse, pueda verse restada por momentos.
Algunas veces, no nos llegamos a dar cuenta o quizá no queremos ver que aquellos a quienes llamábamos amigos ahora parece que nos traten como simples conocidos.
Eso puede ser difícil de asimilar, pero si derriban nuestras expectativas de manera más o menos constante -si nos dicen que quedarán en llamarnos y no lo hacen, si nos mencionan animadamente que tenemos que volver a quedar pero no dan el paso, etc.-, sería buena idea detenerse un momento para observar si estamos recibiendo aquello que merecemos.
Todas las relaciones funcionales se rigen por algo muy básico, como es que todas las partes den un 50% de sí mismas. Si hay alguien que da más y que recibe menos, este puede sentir que su energía disminuye porque la relación no está en verdadero equilibrio.
El sentimiento de culpa
En ocasiones, nos autoinculpamos, llegándonos a hacer responsables de aquello que no depende de nosotros. En el caso de los amigos que mencionábamos al principio, podemos sentirnos culpables por no quedar con nuestros amigos, justificando al mismo tiempo su actitud.
Esta autoimposición de la responsabilidad puede volvernos ciegos ante la verdadera realidad. Quizás sean ellos quienes no estén aportando lo suficiente a la relación, y por tanto no se estén preocupando por cuidarla.
Partiendo de las ideas de Helena Béjar, es importante saber distinguir entre culpa positiva y negativa:
- La primera nos ayuda a reconocer que hemos hecho algo mal o que hemos cometido un error; es lo que podríamos definir mejor como «responsabilidad».
- Sin embargo, la culpa negativa puede ser una carga ciertamente incapacitante que nos impide muchas veces ver una solución.
El problema de la culpa es que tiende a hacernos caer, casi siempre de manera repetida, en los mismos errores sin poder llegar a resolver demasiado.
Nosotros llamamos a nuestros amigos, proponemos planes, nos esforzamos por mantener el contacto… Pero, con todo esto, lo lógico sería pensar que habrá alguien que casi siempre sale perdiendo, y ese alguien somos nosotros.
Las personas adecuadas nos hacen sentir bien
Si cuando volvemos a casa después de quedar con nuestra pareja o nuestras amistades nos sentimos cansados y decaídos, o si hemos comenzado a sufrir, sin razón aparente, síntomas de ansiedad, puede ser que no nos estemos rodeando de personas adecuadas.
Una técnica para sobrellevar estas situaciones que recomienda la Dra. Marisa Navarro es la de repetirnos el mantra «esta relación no me sienta bien«. De esta manera, nos podremos forzar a ser un poco más conscientes de lo que está sucediendo, dejando de autoinculparnos por lo que ocurre y siendo así capaces de tomar una decisión que nos sea favorable.
Una manera de lidiar con esta situación para poder alejarnos de ella y su negativismo es la asertividad. María Luisa Navarro Pereira, en su artículo Relaciones interpersonales adecuadas mediante una comunicación y conducta asertivas, recoge las perspectivas de diversos autores sobre determinadas conductas que no son asertivas.
En esta línea, existen dos muy importantes que mencionamos a continuación:
- Conducta pasiva: hace que nos podamos sentir víctimas de las circunstancias y tiende a favorece a la baja autoestima. Esta conducta está llena de miedo al rechazo o a perder a las personas que nos importan porque se enfaden con nosotros. Lo que podemos hacer para cambiar esto es respetar lo que sentimos y expresarlo. Lo que ellos sientan, probablemente, sea responsabilidad suya, pero no debería atemorizarnos decirle a alguien frases como «esto me está haciendo daño» o «esto no me gusta».
- Dudar de uno mismo: los pensamientos del tipo «he exagerado» o «seguro que veo problemas donde no los hay» generan culpabilidad. Si algo nos resta energía o no nos hace sentir bien, haríamos bien en analizar la situación desde una perspectiva menos sesgada; acudir a un profesional puede permitirnos ver aquello que no está del todo claro para nosotros o que no alcanzamos a identificar.
La misión de los psicólogos es, en buena medida, la de ayudarnos a a reducir nuestro sufrimiento. Las relaciones cambian, las personas también, y poner todo de nuestra parte para cubrir la parte de cuidados que en una relación le toca a otra persona nos producirá un desgaste que difícilmente podremos asumir.
Revisar la escala de valores
Otro dato que podemos valorar para saber si estamos con las personas adecuadas lo obtendríamos revisando cada cierto tiempo nuestra escala de valores.
Para ello, es importante escoger entre seis y ocho de esos valores que sean importantes para nosotros y definirlos: ¿Cómo vemos nosotros la amistad? ¿Qué significa y qué debe incluir? Este tipo de preguntas nos podrá ayudar mucho en el momento de evaluar las relaciones que mantenemos.
Una vez hemos revisado nuestra escala de valores, podremos pasar a aplicarla a nuestras amistades o a nuestra pareja. Puede que en algunos valores no coincidamos, es normal. Pero, si no se coincide en ninguno de los valores elegidos, entonces podríamos llegar a la conclusión de que no estamos con las personas adecuadas. Esto puede ser duro y difícil de aceptar, por eso acudir a un profesional puede ser de gran ayuda.
Este nos ofrecerá las herramientas necesarias para trabajar sobre nuestras habilidades personales, aumentar nuestra autoestima y nos podrá ayudar a ver que, a veces, hay que dejar ir a quien ya no quiere o no se merece tener un hueco en nuestra vida.
Finamente, destacar que el final de una relación no borra las experiencias vividas. De alguna manera, nos han enseñado que la amistad o el amor verdadero es para siempre, cuando esto no tiene por qué ser así.
Hay relaciones estupendas que se terminan, dejándonos una serie de momentos maravillosos, para dejar paso a otras nuevas, que también lo harán. Así, si descubres que puedes no estar con las personas adecuadas, podría haber llegado el momento de decirles adiós.
Raquel Lemos Rodríguez
Otro dato que podemos valorar para saber si estamos con las personas adecuadas lo obtendríamos revisando cada cierto tiempo nuestra escala de valores.
Para ello, es importante escoger entre seis y ocho de esos valores que sean importantes para nosotros y definirlos: ¿Cómo vemos nosotros la amistad? ¿Qué significa y qué debe incluir? Este tipo de preguntas nos podrá ayudar mucho en el momento de evaluar las relaciones que mantenemos.
Una vez hemos revisado nuestra escala de valores, podremos pasar a aplicarla a nuestras amistades o a nuestra pareja. Puede que en algunos valores no coincidamos, es normal. Pero, si no se coincide en ninguno de los valores elegidos, entonces podríamos llegar a la conclusión de que no estamos con las personas adecuadas. Esto puede ser duro y difícil de aceptar, por eso acudir a un profesional puede ser de gran ayuda.
Este nos ofrecerá las herramientas necesarias para trabajar sobre nuestras habilidades personales, aumentar nuestra autoestima y nos podrá ayudar a ver que, a veces, hay que dejar ir a quien ya no quiere o no se merece tener un hueco en nuestra vida.
Finamente, destacar que el final de una relación no borra las experiencias vividas. De alguna manera, nos han enseñado que la amistad o el amor verdadero es para siempre, cuando esto no tiene por qué ser así.
Hay relaciones estupendas que se terminan, dejándonos una serie de momentos maravillosos, para dejar paso a otras nuevas, que también lo harán. Así, si descubres que puedes no estar con las personas adecuadas, podría haber llegado el momento de decirles adiós.
Raquel Lemos Rodríguez
martes, enero 21, 2020
La importancia de los valores para el bienestar
El dolor y las situaciones que generan malestar forman parte de la vida. Las personas tendemos, por naturaleza, a escapar intentando anular las emociones y sentimientos negativos. Es importante darse cuenta de que la evitación del sufrimiento no es una solución válida.
Hay que integrar esas emociones y sentimientos negativos de modo que el aprendizaje de la experiencia pueda influir de la manera más positiva posible en el futuro. De no ser así, el evitarla y anularla, no se procesaría la información y el sufrimiento permanecería latente, aunque oculto. Paralizado, sin superarse.
Desde la terapia de aceptación y compromiso (ACT, por sus siglas en inglés) se trabaja una forma de psicoterapia experiencial conductual y cognitiva basada en la teoría del marco relacional del lenguaje. Es una perspectiva en la que se enfatizan varios conceptos como: la evitación experiencial, la fusión cognitiva, la ausencia o debilitamiento de los valores y la rigidez conductual en su aparición y curso.
Los valores en la psicoterapia
En la psicoterapia actual, se otorga gran importancia a los valores, ya que estos forman parte de los antecedentes históricos de la persona en su contexto. A su vez, se hace énfasis en la aceptación, lejos de la actitud enjuiciadora que está instalada en la queja continua para conseguir una ilusión de bienestar.
Desde la terapia de aceptación y compromiso, el objetivo es eliminar la rigidez psicológica mediante procedimientos básicos como la aceptación, el estar presente, el compromiso de los valores propios, el descubrimiento del Yo como contexto y la difusión de los pensamientos negativos o incomodos.
En pocas palabras, el objetivo es crear una vida significativa para la persona, haciendo que aprenda a aceptar el dolor que inevitablemente viene con ella, no arrastrarlo en el tiempo.
Es importante que los pacientes tengan muy en cuenta que algunas cosas no están bajo su control, pues esto les permite abandonar su rigidez conductual, su actitud enjuiciadora y, en cambio, les experimentar mayor tranquilidad.
Desde la terapia de aceptación y compromiso (ACT, por sus siglas en inglés) se trabaja una forma de psicoterapia experiencial conductual y cognitiva basada en la teoría del marco relacional del lenguaje. Es una perspectiva en la que se enfatizan varios conceptos como: la evitación experiencial, la fusión cognitiva, la ausencia o debilitamiento de los valores y la rigidez conductual en su aparición y curso.
Los valores en la psicoterapia
En la psicoterapia actual, se otorga gran importancia a los valores, ya que estos forman parte de los antecedentes históricos de la persona en su contexto. A su vez, se hace énfasis en la aceptación, lejos de la actitud enjuiciadora que está instalada en la queja continua para conseguir una ilusión de bienestar.
Desde la terapia de aceptación y compromiso, el objetivo es eliminar la rigidez psicológica mediante procedimientos básicos como la aceptación, el estar presente, el compromiso de los valores propios, el descubrimiento del Yo como contexto y la difusión de los pensamientos negativos o incomodos.
En pocas palabras, el objetivo es crear una vida significativa para la persona, haciendo que aprenda a aceptar el dolor que inevitablemente viene con ella, no arrastrarlo en el tiempo.
Es importante que los pacientes tengan muy en cuenta que algunas cosas no están bajo su control, pues esto les permite abandonar su rigidez conductual, su actitud enjuiciadora y, en cambio, les experimentar mayor tranquilidad.
Los valores vs el malestar
Para poder ayudar al paciente hay que determinar cuáles son sus valores y si sus comportamientos van en dirección de los mismos.
Es muy probable que en su vida cotidiana sus comportamientos estén centrados en la resolución de sus problemas, abandonando lo más importante: sus valores. Esta situación da lugar a la aparición del trastorno por evitación experiencial, que tiene que ver con querer la anulación de pensamientos y sentimientos relacionados con experiencias negativas.
El objetivo terapéutico será ayudar a que la persona asuma el compromiso de sus conductas en dirección de lo que ella misma valora o quiere. Así, desde esta perspectiva, podrá enfrentar sus problemas y no solamente «acabar» con el sufrimiento que la llevó a terapia.
Tomando como base de apoyo los valores personales, se puede promover el cambio de la conducta, consiguiendo con ello el bienestar. De este modo, se origina una mayor salud psicológica a partir de un repertorio amplio y flexible de comportamientos orientados a los valores personales.
Por otra parte, los estados cognitivos (pensamientos) y emocionales no deseados como la tristeza, la ansiedad, las preocupaciones, el miedo, etc. son considerados parte de la condición humana y, por tanto, naturales. Así se entiende que deben ser integrados a la vida, no evitarlos ni luchar contra ellos un día tras otro. Entonces:
Los valores elegidos por una persona representan la guía que dirige su conducta hacia aquello que le importa. De esta manera, permiten que exista una coherencia entre lo que valora y lo que hace, lo cual le genera bienestar.
Componentes
Desde la terapia de aceptación y compromiso se trabaja la aceptación de los valores en base a los cuatro componentes:
El psicólogo ayuda a cada persona con sus valores mediante la búsqueda de los pensamientos y emociones temidas y evitadas para que aprenda a distanciarse de ellos y valorarlos como lo que son: solo pensamientos o sentimientos. Ayudando a entender también que no todo lo que se piensa o siente tiene valor solo por el mero hecho de pensarlo o sentirlo. Hay muchos pensamientos y emociones basura.
El tratamiento centrado en los valores de la persona ayuda a orientar los cambios en función de lo que ella considera valioso.
Los valores pueden llevarnos a la acción y al bienestar
Los valores encaminan. Son creencias que conllevan a acciones, trascienden a situaciones específicas y guían la conducta de los sucesos en orden de prioridad para la persona. Por tanto, la importancia de los valores en la psicoterapia representa una combinación de reglas verbales y consecuencias de la historia personal de cada quien y el compromiso asumido con ello.
Facilitan la toma de decisiones, que a su vez permite vencer la tendencia a ser controlado por demandas y presiones internas o externas de evitación del malestar, lo cual contribuye con el bienestar psicológico.
Miguel Ángel Rizaldos
Para poder ayudar al paciente hay que determinar cuáles son sus valores y si sus comportamientos van en dirección de los mismos.
Es muy probable que en su vida cotidiana sus comportamientos estén centrados en la resolución de sus problemas, abandonando lo más importante: sus valores. Esta situación da lugar a la aparición del trastorno por evitación experiencial, que tiene que ver con querer la anulación de pensamientos y sentimientos relacionados con experiencias negativas.
El objetivo terapéutico será ayudar a que la persona asuma el compromiso de sus conductas en dirección de lo que ella misma valora o quiere. Así, desde esta perspectiva, podrá enfrentar sus problemas y no solamente «acabar» con el sufrimiento que la llevó a terapia.
Tomando como base de apoyo los valores personales, se puede promover el cambio de la conducta, consiguiendo con ello el bienestar. De este modo, se origina una mayor salud psicológica a partir de un repertorio amplio y flexible de comportamientos orientados a los valores personales.
Por otra parte, los estados cognitivos (pensamientos) y emocionales no deseados como la tristeza, la ansiedad, las preocupaciones, el miedo, etc. son considerados parte de la condición humana y, por tanto, naturales. Así se entiende que deben ser integrados a la vida, no evitarlos ni luchar contra ellos un día tras otro. Entonces:
- Lograr un mayor bienestar mediante el compromiso de las acciones en lo que verdaderamente importa. La conducta debe estar guiada por lo que se valora y quiere.
- Hay que aprender a contemplar el malestar como algo natural que forma parte de la vida, transitando por los momentos de malestar, sin luchar ni oponer resistencia, ya que así se retroalimentaría el malestar y esto generaría incluso más sufrimiento.
- Los valores son un proceso y nunca se acaban, es decir, que siempre se está en búsqueda de ellos, por lo tanto, se pueden mantener a lo largo del tiempo y cultivar durante toda la vida.
Los valores elegidos por una persona representan la guía que dirige su conducta hacia aquello que le importa. De esta manera, permiten que exista una coherencia entre lo que valora y lo que hace, lo cual le genera bienestar.
Componentes
Desde la terapia de aceptación y compromiso se trabaja la aceptación de los valores en base a los cuatro componentes:
- Valores (aquello que se valora o quiere). Por ejemplo: la familia, los amigos, la generosidad, la seguridad, el cuidado de uno mismo, el disfrutar, lo formativo, lo laboral, etc.
- Exposición y no evitación de los llamados eventos internos indeseados, que serían los pensamientos y emociones negativas o incómodas.
- Defusión y, por tanto, desactivación de funciones y distanciamiento de la emociones y pensamientos desagradables.
- Fortalecimiento de las conductas que están guiadas por lo que se quiere y valora.
El psicólogo ayuda a cada persona con sus valores mediante la búsqueda de los pensamientos y emociones temidas y evitadas para que aprenda a distanciarse de ellos y valorarlos como lo que son: solo pensamientos o sentimientos. Ayudando a entender también que no todo lo que se piensa o siente tiene valor solo por el mero hecho de pensarlo o sentirlo. Hay muchos pensamientos y emociones basura.
El tratamiento centrado en los valores de la persona ayuda a orientar los cambios en función de lo que ella considera valioso.
Los valores pueden llevarnos a la acción y al bienestar
Los valores encaminan. Son creencias que conllevan a acciones, trascienden a situaciones específicas y guían la conducta de los sucesos en orden de prioridad para la persona. Por tanto, la importancia de los valores en la psicoterapia representa una combinación de reglas verbales y consecuencias de la historia personal de cada quien y el compromiso asumido con ello.
Facilitan la toma de decisiones, que a su vez permite vencer la tendencia a ser controlado por demandas y presiones internas o externas de evitación del malestar, lo cual contribuye con el bienestar psicológico.
Miguel Ángel Rizaldos
lunes, enero 20, 2020
La Energía del Año 2020
Antes de nada, te deseo un muy feliz 2020. Ya hace unos días que ha empezado el año, pero este es el primer artículo que publico desde entonces, y no quería desaprovechar la ocasión para enviarte mis mejores deseos.
Como hemos hecho los últimos años, empezaremos este nuevo ciclo anual analizando la energía del año que acabamos de comenzar: la energía del año 2020.
Cada año tiene su propia energía y su propia personalidad, y esto hace que sea más favorable para unas cosas que para otras.
Y si lo tenemos en cuenta, lo podemos aprovechar mucho más.
Cada año tiene su propia energía y su propia personalidad, y esto hace que sea más favorable para unas cosas que para otras.
Y si lo tenemos en cuenta, lo podemos aprovechar mucho más.
La Energía del Año 2020
Al igual que hemos hecho los últimos años, utilizaremos la numerología para analizar la energía del año 2020.
Como comento siempre, la numerología es una disciplina un poco controvertida, ya que no solemos tenerla en muy buena consideración. Pero es muy poderosa. Los números tienen un gran significado, y a través de ellos podemos comprender muchas cosas de la vida.
Una de las maneras más sencillas de conocer la energía principal de un año usando la numerología es sumar todas sus cifras hasta que solo quede una. Haciendo esto, podemos ver que la energía principal del año 2020 es la energía del 4:
2020 = 2 + 0 + 2 + 0 = 4
Y el 4 tiene la energía de las formas fijas, la estructura y la rigidez.
Así que el año 2020 es un año favorable para las formas, las estructuras y la rigidez (y alguna cosa más que enseguida veremos).
Al igual que hemos hecho los últimos años, utilizaremos la numerología para analizar la energía del año 2020.
Como comento siempre, la numerología es una disciplina un poco controvertida, ya que no solemos tenerla en muy buena consideración. Pero es muy poderosa. Los números tienen un gran significado, y a través de ellos podemos comprender muchas cosas de la vida.
Una de las maneras más sencillas de conocer la energía principal de un año usando la numerología es sumar todas sus cifras hasta que solo quede una. Haciendo esto, podemos ver que la energía principal del año 2020 es la energía del 4:
2020 = 2 + 0 + 2 + 0 = 4
Y el 4 tiene la energía de las formas fijas, la estructura y la rigidez.
Así que el año 2020 es un año favorable para las formas, las estructuras y la rigidez (y alguna cosa más que enseguida veremos).
La Dualidad del Número 4
Según cómo se mire, la última afirmación podría parecer un poco negativa; sobre todo por la presencia del concepto de “rigidez”. Las estructuras firmes y la rigidez no suelen tener muy buena fama.
Así que alguien podría pensar que 2020 es un año “malo”.
Pero no es así en absoluto. Este año tiene un gran potencial positivo si lo sabemos aprovechar.
El 4 es el número de la rigidez, es cierto. Cuando alguien es rígido con sus ideas, por ejemplo, decimos que tiene una “mente cuadriculada”. Y si hiciéramos un coche con las ruedas cuadradas, no avanzaríamos mucho.
Pero también es el número de la estabilidad. Si te fijas, el cuadrado y el rectángulo son las formas más utilizadas en las construcciones humanas: las mesas, las sillas, las paredes, las puertas, los libros, las pantallas, los edificios, etc.
Esto es así porque el cuatro es un número muy estable y eficiente: las cosas rectangulares se mantienen firmes con facilidad y aprovechan muy bien el espacio.
Y esta es la gran dualidad del 4: por un lado, las formas cuadradas suelen ser monótonas, aburridas y rígidas. Pero por otro, son muy seguras, estables y eficientes.
Y esto es muy importante.
A todos nos gusta disfrutar de la vida. Al final, esto es lo que le da sentido. Pero para poder disfrutar con tranquilidad, tenemos que sentirnos seguros. Y esto es lo que nos ofrece el 4.
El 4, por sí solo, no da alegría.
Pero nos da seguridad.
Y la seguridad es un ingrediente vital para la felicidad.
El Gran Poder del Año 2020
El año 2020 es un año 4, y esto le da una energía de estabilidad y seguridad. Pero aparte de esto, hay más cosas. El año 2011 también fue un año 4, por ejemplo, y el año 3001 también lo será. Y son años con energías muy diferentes.
Analizando un poco más los números del 2020, vemos que no tiene ninguna cifra impar: solo tiene doses y ceros. Y, en general, los números pares son más estables y estáticos que los impares.
Así pues, el año 2020, que tiene la energía principal del 4, además no tiene ningún número impar a la vista. Y esto le da aún más estabilidad (o más rigidez, según cómo se mire).
Teniendo esto en cuenta, podría parecer que 2020 es un año muy favorable para que haya pocos movimientos y que todo se quede como está.
Pero no es del todo así.
El año 2020 está formado por dos 20, que saltan mucho a la vista. Y el 20 es 4 x 5 (o 5 + 5 + 5 + 5).
Es decir, dentro del 20 hay varios 5 ocultos (aunque no muy ocultos; es casi imposible mirar un 20 y no sentir los 5 que hay en él.)
Y el 5 es el número del dinamismo, el movimiento y la vida en general.
Así que tenemos un año con una energía muy marcada de formas, estructuras y estabilidad, y al mismo tiempo una energía un poco más escondida de dinamismo y vida.
Y esta es la energía, y el gran potencial, del año 2020: estabilidad y seguridad al servicio de la vida.
El año 2020 es un año 4, y esto le da una energía de estabilidad y seguridad. Pero aparte de esto, hay más cosas. El año 2011 también fue un año 4, por ejemplo, y el año 3001 también lo será. Y son años con energías muy diferentes.
Analizando un poco más los números del 2020, vemos que no tiene ninguna cifra impar: solo tiene doses y ceros. Y, en general, los números pares son más estables y estáticos que los impares.
Así pues, el año 2020, que tiene la energía principal del 4, además no tiene ningún número impar a la vista. Y esto le da aún más estabilidad (o más rigidez, según cómo se mire).
Teniendo esto en cuenta, podría parecer que 2020 es un año muy favorable para que haya pocos movimientos y que todo se quede como está.
Pero no es del todo así.
El año 2020 está formado por dos 20, que saltan mucho a la vista. Y el 20 es 4 x 5 (o 5 + 5 + 5 + 5).
Es decir, dentro del 20 hay varios 5 ocultos (aunque no muy ocultos; es casi imposible mirar un 20 y no sentir los 5 que hay en él.)
Y el 5 es el número del dinamismo, el movimiento y la vida en general.
Así que tenemos un año con una energía muy marcada de formas, estructuras y estabilidad, y al mismo tiempo una energía un poco más escondida de dinamismo y vida.
Y esta es la energía, y el gran potencial, del año 2020: estabilidad y seguridad al servicio de la vida.
El Potencial del Año 2020
El año 2020 es un año con un gran potencial para crear formas y estructuras estables que nos permitan disfrutar plenamente de la vida.
¿Alguna vez has sentido que te falta tranquilidad, en el sentido más terrenal del concepto, para poder disfrutar de la vida? Preocupaciones laborales, preocupaciones económicas, preocupaciones físicas, etc.
Es muy posible que sí. La gran mayoría nos sentimos así.
La Tierra es un lugar donde la supervivencia no está garantizada. Hay que ganársela. Y esto nos cansa, tanto física como mentalmente. Y nos dificulta disfrutar de la vida con calma y alegría.
Por este motivo, muchas personas soñamos con que nos toque la lotería o algo parecido. Tenemos muchas ganas de tener una fuente de recursos que nos dé seguridad física y material, y así poder disfrutar con tranquilidad.
Y esto es el año 2020.
No es un año para que te toque la lotería o te llegue algo externo que te solucione los problemas. Pero sí es un año muy favorable para que construyas una estructura estable a tu alrededor que te dé seguridad.
Externamente, es un año muy terrenal. Es un año de enraizamiento profundo a nivel material.
Pero internamente es muy espiritual.
Porque cuando apoyamos bien los pies en el suelo, es cuando podemos alzarnos con fuerza hacia el cielo.
Un fuerte abrazo,
Jan
El año 2020 es un año con un gran potencial para crear formas y estructuras estables que nos permitan disfrutar plenamente de la vida.
¿Alguna vez has sentido que te falta tranquilidad, en el sentido más terrenal del concepto, para poder disfrutar de la vida? Preocupaciones laborales, preocupaciones económicas, preocupaciones físicas, etc.
Es muy posible que sí. La gran mayoría nos sentimos así.
La Tierra es un lugar donde la supervivencia no está garantizada. Hay que ganársela. Y esto nos cansa, tanto física como mentalmente. Y nos dificulta disfrutar de la vida con calma y alegría.
Por este motivo, muchas personas soñamos con que nos toque la lotería o algo parecido. Tenemos muchas ganas de tener una fuente de recursos que nos dé seguridad física y material, y así poder disfrutar con tranquilidad.
Y esto es el año 2020.
No es un año para que te toque la lotería o te llegue algo externo que te solucione los problemas. Pero sí es un año muy favorable para que construyas una estructura estable a tu alrededor que te dé seguridad.
Externamente, es un año muy terrenal. Es un año de enraizamiento profundo a nivel material.
Pero internamente es muy espiritual.
Porque cuando apoyamos bien los pies en el suelo, es cuando podemos alzarnos con fuerza hacia el cielo.
Un fuerte abrazo,
Jan
domingo, enero 19, 2020
sábado, enero 18, 2020
viernes, enero 17, 2020
jueves, enero 16, 2020
miércoles, enero 15, 2020
martes, enero 14, 2020
lunes, enero 13, 2020
domingo, enero 12, 2020
sábado, enero 11, 2020
viernes, enero 10, 2020
jueves, enero 09, 2020
miércoles, enero 08, 2020
Sé amable: ¿por qué realizar actos amables mejora el bienestar?
La amabilidad puede conceptualizarse como una virtud que va unida a otras formas de comportamiento prosocial, como la compasión, ya que su esencia conlleva un interés por beneficiar a los demás. Pero, aunque la compasión es una construcción relacionada con la bondad, los comportamientos basados en la compasión pueden llegar a ser diferentes de los actos basados en la bondad, debido a que últimos, generalmente, tienen como objetivo aumentar los comportamientos prosociales, incluso en ausencia de sufrimiento.
La amabilidad son actos o maneras de responder ante las personas con simpatía, condolencia, cooperación, ayuda, rescate, confortamiento, entrega o generosidad; por tanto, la amabilidad actúa como una conexión entre el yo y el otro que me lleva a preocuparme por él (Jeffrey, 2016). En consecuencia, la amabilidad también se enmarca dentro de una ética del cuidado, la cual hace referencia a todas aquellas actitudes de preocupación, atención, responsabilidad, competencia y capacidad de respuesta destinada a beneficiar a otras personas, sin que esto implique ningún interés personal.
Por lo anterior, se ha informado de que si bien es cierto que la amabilidad es un acto altruista que se lleva a cabo de forma individual, la selección natural además favorece el altruismo recíproco (Curry, O. et al., 2018), ya que también tendemos a ser amables con aquellas personas de las cuales esperaríamos algún tipo de beneficio.
Por lo anterior, se ha informado de que si bien es cierto que la amabilidad es un acto altruista que se lleva a cabo de forma individual, la selección natural además favorece el altruismo recíproco (Curry, O. et al., 2018), ya que también tendemos a ser amables con aquellas personas de las cuales esperaríamos algún tipo de beneficio.
¿Cómo funciona la amabilidad?
- La amabilidad se implementa mediante mecanismos psicológicos que explican:
- La simpatía para los necesitados.
- La confianza, ya que propicia e inicia la cooperación.
- La gratitud al devolver favores por favores.
- La amistad, ya que se realiza un seguimiento de quién ha devuelto el favor y quién no.
- El perdón, ayuda a reparar los favores no devueltos.
¿Por qué nos cuesta tanto aceptar un acto amable?
La amabilidad puede tener asociaciones negativas con el comportamiento condescendiente, la piedad o el paternalismo. También puede considerarse que un comportamiento amable conlleva cierto egoísmo, o lo que es peor, se puede percibir como una forma de debilidad. Por este motivo, la amabilidad es un concepto que es fácilmente reconocible, pero difícil de definir, pues a veces se nos olvida que todos somos seres humanos vulnerables y dependientes, y que necesitamos ser tratados con respecto, afecto y consideración, independientemente del contexto o las circunstancias en las cuales nos encontremos.
Es importante recordar que la amabilidad como fortaleza tiene tres componentes (Otake. K, et al., 2006) que van unidos a nuestra humanidad y que debemos intentar incluir en nuestro repertorio conductual:
Tampoco podemos olvidar que los actos bondadosos o amables son necesarios para nuestra supervivencia, para poder desarrollar y constituir nuestra propia humanidad tanto individual como grupo social, y especialmente para poder florecer como seres humanos.
La amabilidad puede tener asociaciones negativas con el comportamiento condescendiente, la piedad o el paternalismo. También puede considerarse que un comportamiento amable conlleva cierto egoísmo, o lo que es peor, se puede percibir como una forma de debilidad. Por este motivo, la amabilidad es un concepto que es fácilmente reconocible, pero difícil de definir, pues a veces se nos olvida que todos somos seres humanos vulnerables y dependientes, y que necesitamos ser tratados con respecto, afecto y consideración, independientemente del contexto o las circunstancias en las cuales nos encontremos.
Es importante recordar que la amabilidad como fortaleza tiene tres componentes (Otake. K, et al., 2006) que van unidos a nuestra humanidad y que debemos intentar incluir en nuestro repertorio conductual:
- La motivación para ser amable con los demás.
- El reconocimiento de la bondad en los demás.
- La promulgación de un comportamiento amable en la vida diaria.
Tampoco podemos olvidar que los actos bondadosos o amables son necesarios para nuestra supervivencia, para poder desarrollar y constituir nuestra propia humanidad tanto individual como grupo social, y especialmente para poder florecer como seres humanos.
¿Por qué realizar actos amables mejora el bienestar?
Ser amable satisface una variedad de necesidades humanas tanto en las personas que son amables como en las personas que reciben una acción o un comportamiento amable, ya que generan un bienestar subjetivo de felicidad, así como satisfacción con la vida y afecto positivo.
Ser amable satisface una variedad de necesidades humanas tanto en las personas que son amables como en las personas que reciben una acción o un comportamiento amable, ya que generan un bienestar subjetivo de felicidad, así como satisfacción con la vida y afecto positivo.
Amabilidad y felicidad en la vida cotidiana
Las investigaciones relacionadas con la amabilidad y la felicidad, han informado que tanto la gratitud como la amabilidad están estrechamente relacionadas con la felicidad. Al igual que las personas agradecidas, las personas amables también experimentan más felicidad con el simple hecho de contar los actos de bondad durante una semana; incluso, se vuelven más agradecidas (Otake K, 2006). Cuando las personas amables experimentan emociones positivas, tienen condiciones sociales más óptimas como resultado de su propia amabilidad, lo cual permite crear una espiral ascendente de mayor bienestar subjetivo y de afectos positivos más intensos como felicidad, vitalidad y esperanza; y menos afectos negativos como depresión, resentimiento y envidia. Además, en términos de cantidad y calidad, las personas felices tienen recuerdos más agradables en la vida diaria.
Peterson y Seligman (2004) colocaron la fuerza de la bondad en la categoría de virtud suprema de la humanidad, y la fuerza de la gratitud en la categoría de trascendencia; esto porque la bondad representa un comportamiento amable hacia otras personas, mientras que la gratitud se genera cuando las personas reciben amabilidad. Por tanto, la evolución ha favorecido la bondad en primer lugar, ya que ayudar a otros a veces puede dar un mejor retorno de la inversión que ayudarse a sí mismo: por ejemplo, se ha informado que las personas que pasan más dinero a otros son más felices o las personas que se ofrecen para ayudar a los demás son más saludables (Aknin, Barrington-Leigh, et al., 2013).
Amabilidad y salud mental
Realizar actos intencionales de bondad y reconocer la bondad en otros tiene resultados positivos para la salud mental, incluida la reducción de los síntomas depresivos, el aumento de la felicidad subjetiva y satisfacción con la vida.
Autores como Ballatt and Campling (2011), quienes se han ocupado de estudiar la amabilidad en la relación médico-paciente, sostienen que la bondad, o amabilidad, no es flexible, sino que inspira a las personas a construir relaciones con los pacientes y tratarlos bien, puesto que, si bien la amabilidad nos conecta con la otra persona, también nos hace conscientes de nuestras vulnerabilidades y las de los demás. En consecuencia, comportamientos como el humor apropiado, la autorrevelación y la empatía son formas en las que el médico comparte su humanidad con el paciente.
De hecho, se ha encontrado que un comportamiento poco amable puede llegar a afectar el sentido de autoestima del paciente, y que a menudo los pacientes aprecian más los actos de amabilidad que la experiencia técnica de los médicos (Jeffery, D. 2016).
Las investigaciones relacionadas con la amabilidad y la felicidad, han informado que tanto la gratitud como la amabilidad están estrechamente relacionadas con la felicidad. Al igual que las personas agradecidas, las personas amables también experimentan más felicidad con el simple hecho de contar los actos de bondad durante una semana; incluso, se vuelven más agradecidas (Otake K, 2006). Cuando las personas amables experimentan emociones positivas, tienen condiciones sociales más óptimas como resultado de su propia amabilidad, lo cual permite crear una espiral ascendente de mayor bienestar subjetivo y de afectos positivos más intensos como felicidad, vitalidad y esperanza; y menos afectos negativos como depresión, resentimiento y envidia. Además, en términos de cantidad y calidad, las personas felices tienen recuerdos más agradables en la vida diaria.
Peterson y Seligman (2004) colocaron la fuerza de la bondad en la categoría de virtud suprema de la humanidad, y la fuerza de la gratitud en la categoría de trascendencia; esto porque la bondad representa un comportamiento amable hacia otras personas, mientras que la gratitud se genera cuando las personas reciben amabilidad. Por tanto, la evolución ha favorecido la bondad en primer lugar, ya que ayudar a otros a veces puede dar un mejor retorno de la inversión que ayudarse a sí mismo: por ejemplo, se ha informado que las personas que pasan más dinero a otros son más felices o las personas que se ofrecen para ayudar a los demás son más saludables (Aknin, Barrington-Leigh, et al., 2013).
Amabilidad y salud mental
Realizar actos intencionales de bondad y reconocer la bondad en otros tiene resultados positivos para la salud mental, incluida la reducción de los síntomas depresivos, el aumento de la felicidad subjetiva y satisfacción con la vida.
Autores como Ballatt and Campling (2011), quienes se han ocupado de estudiar la amabilidad en la relación médico-paciente, sostienen que la bondad, o amabilidad, no es flexible, sino que inspira a las personas a construir relaciones con los pacientes y tratarlos bien, puesto que, si bien la amabilidad nos conecta con la otra persona, también nos hace conscientes de nuestras vulnerabilidades y las de los demás. En consecuencia, comportamientos como el humor apropiado, la autorrevelación y la empatía son formas en las que el médico comparte su humanidad con el paciente.
De hecho, se ha encontrado que un comportamiento poco amable puede llegar a afectar el sentido de autoestima del paciente, y que a menudo los pacientes aprecian más los actos de amabilidad que la experiencia técnica de los médicos (Jeffery, D. 2016).
Amabilidad y bienestar laboral
En el contexto laboral, algunos estudios sugieren que la amabilidad puede mitigar los efectos de la presión para afrontar situaciones difíciles, como la pérdida de personal; también mantiene o aumenta la satisfacción con la vida, la autoeficacia, la imagen y el valor del empelado, y de la organización en general (Gibb, S.; Rahman, S., 2019). Asimismo, hay estudios que relacionan la amabilidad con el compromiso, la productividad, una moral positiva, la calidad del servicio y una menor percepción del estrés laboral. Además, se ha encontrado que la amabilidad puede afectar positivamente la reputación y el éxito general de la organización, incluso cuando esta ha tenido un comportamiento poco ético (Manroop et al., 2014).
Por otra parte, los estudios orientados a la promoción de empleados, han encontrado que la bondad puede llegar a valorarse no como un acto, sino como una virtud, un valor y un principio esencial e inherentemente positivo (Baron-Cohen, 2011) a tener en cuenta para subir un escalafón más dentro de la organización.
En el contexto laboral, algunos estudios sugieren que la amabilidad puede mitigar los efectos de la presión para afrontar situaciones difíciles, como la pérdida de personal; también mantiene o aumenta la satisfacción con la vida, la autoeficacia, la imagen y el valor del empelado, y de la organización en general (Gibb, S.; Rahman, S., 2019). Asimismo, hay estudios que relacionan la amabilidad con el compromiso, la productividad, una moral positiva, la calidad del servicio y una menor percepción del estrés laboral. Además, se ha encontrado que la amabilidad puede afectar positivamente la reputación y el éxito general de la organización, incluso cuando esta ha tenido un comportamiento poco ético (Manroop et al., 2014).
Por otra parte, los estudios orientados a la promoción de empleados, han encontrado que la bondad puede llegar a valorarse no como un acto, sino como una virtud, un valor y un principio esencial e inherentemente positivo (Baron-Cohen, 2011) a tener en cuenta para subir un escalafón más dentro de la organización.
Amabilidad y relaciones cotidianas
El altruismo familiar puede explicar la bondad en forma de amor, cuidado, simpatía y compasión hacia las personas con las cuales tenemos una relación de parentesco genético. Por su parte, el mutualismo explica la bondad en forma de lealtad, solidaridad, camaradería, mentalidad cívica, espíritu comunitario y compromiso con una causa “mayor que uno mismo”, dirigidas hacia los miembros de otros grupos con los que uno se identifica, pero también con los extraños.
En términos comparativos de género, se ha encontrado que las mujeres responden más positivamente que los hombres al observar un acto de bondad al azar, lo que sugiere que las mujeres pueden estar más en sintonía con la bondad que los hombres, y debido a esto asumen de forma natural actos de amabilidad, cuidado y compasión hacia las personas en general, lo que las convierte en grandes contribuyentes de felicidad y bienestar a nivel individual, familiar y social.
Con respecto a la felicidad y el bienestar, los estudios indican que las acciones amables, además de que cambian nuestra fisiología, también pueden verse como adaptativas, ya que contribuyen a fomentar y tener buenas relaciones personales y sociales, así como a aumentar la felicidad y el bienestar, encontrándose que, en comparación con las personas menos felices, las personas felices tienen más relaciones, que además son más cercanas y satisfactorias, tienen una vida cotidiana más agradable y sienten más gratitud en sus vidas.
De acuerdo con Kelli Harding, quién ha estudiado la amabilidad en diferentes contextos, ser amable no es una práctica fácil, ya que implica tener que aprender a sortear los conflictos y las dificultades que surgen en nuestro día a día. Sin embargo, ser amable con uno mismo y con los demás, es una práctica necesaria y fundamental para nuestro bienestar y el de la sociedad en general, y si realmente somos un poco honestos, ser amables no es tan difícil.
El altruismo familiar puede explicar la bondad en forma de amor, cuidado, simpatía y compasión hacia las personas con las cuales tenemos una relación de parentesco genético. Por su parte, el mutualismo explica la bondad en forma de lealtad, solidaridad, camaradería, mentalidad cívica, espíritu comunitario y compromiso con una causa “mayor que uno mismo”, dirigidas hacia los miembros de otros grupos con los que uno se identifica, pero también con los extraños.
En términos comparativos de género, se ha encontrado que las mujeres responden más positivamente que los hombres al observar un acto de bondad al azar, lo que sugiere que las mujeres pueden estar más en sintonía con la bondad que los hombres, y debido a esto asumen de forma natural actos de amabilidad, cuidado y compasión hacia las personas en general, lo que las convierte en grandes contribuyentes de felicidad y bienestar a nivel individual, familiar y social.
Con respecto a la felicidad y el bienestar, los estudios indican que las acciones amables, además de que cambian nuestra fisiología, también pueden verse como adaptativas, ya que contribuyen a fomentar y tener buenas relaciones personales y sociales, así como a aumentar la felicidad y el bienestar, encontrándose que, en comparación con las personas menos felices, las personas felices tienen más relaciones, que además son más cercanas y satisfactorias, tienen una vida cotidiana más agradable y sienten más gratitud en sus vidas.
De acuerdo con Kelli Harding, quién ha estudiado la amabilidad en diferentes contextos, ser amable no es una práctica fácil, ya que implica tener que aprender a sortear los conflictos y las dificultades que surgen en nuestro día a día. Sin embargo, ser amable con uno mismo y con los demás, es una práctica necesaria y fundamental para nuestro bienestar y el de la sociedad en general, y si realmente somos un poco honestos, ser amables no es tan difícil.
Dra. Nancy Castrillón
martes, enero 07, 2020
El crecimiento personal y el cambio: soltar las viejas creencias
La tarea de abrirse al cambio puede exigir un esfuerzo tremendo, intencionado y constante. La tendencia a resguardarnos en la zona de confort hace parte de los obstáculos a superar en el camino, pues, generalmente, todos crecemos de la mano de ideas y creencias infundadas por la familia y la cultura, “programaciones mentales” que moldean nuestra visión del mundo durante los primeros años de vida.
Aunque las creencias heredadas son transmitidas de generación en generación con el objetivo de facilitar la toma de decisiones a los más jóvenes y evitar que cometan los mismos errores, abordar por inercia el mismo trecho desgastado puede ser más perjudicial que benéfico, incluso si nuestros padres y abuelos caminaron por él y llegaron sanos y salvos a destino.
El cambio, aunque puede proyectarse inicialmente como una experiencia hostil y forzada por circunstancias adversas, es en realidad una oportunidad de innovar, superar limitaciones mentales y escribir nuestra propia historia en lugar de repetir la de nuestros antepasados. Todo ello deriva en un resultado final positivo y enriquecedor: la posibilidad de crecer y prosperar.
Creencias enemigas que sabotean nuestro desarrollo personal y cómo combatirlas con el cambio
El cambio, aunque puede proyectarse inicialmente como una experiencia hostil y forzada por circunstancias adversas, es en realidad una oportunidad de innovar, superar limitaciones mentales y escribir nuestra propia historia en lugar de repetir la de nuestros antepasados. Todo ello deriva en un resultado final positivo y enriquecedor: la posibilidad de crecer y prosperar.
Creencias enemigas que sabotean nuestro desarrollo personal y cómo combatirlas con el cambio
1. “No valgo nada”
Muchas veces, nos rodeamos de personas tóxicas o negativas que nos dicen que no valemos o no somos lo suficientemente buenos para obtener lo que soñamos. Cuando nos convencemos de que es así, nuestros sueños y aspiraciones se van por la borda, y es común que tengamos pensamientos mediocres como: “¿Para qué voy a intentarlo si no soy bueno?”.
Antídoto: Nuestros pensamientos lideran nuestras emociones, acciones y hábitos, de modo que una creencia limitante, de cualquier tipo, puede bloquearte por completo en todos los ámbitos de la vida. El cambio es la solución: abraza ciegamente creencias y declaraciones positivas que te motiven a dar lo mejor y, poco a poco, notarás cómo todo empieza a mejorar. Lo que antes parecía difícil se vuelve manejable y, con el tiempo, puede que te descubras siendo todo un experto.
Muchas veces, nos rodeamos de personas tóxicas o negativas que nos dicen que no valemos o no somos lo suficientemente buenos para obtener lo que soñamos. Cuando nos convencemos de que es así, nuestros sueños y aspiraciones se van por la borda, y es común que tengamos pensamientos mediocres como: “¿Para qué voy a intentarlo si no soy bueno?”.
Antídoto: Nuestros pensamientos lideran nuestras emociones, acciones y hábitos, de modo que una creencia limitante, de cualquier tipo, puede bloquearte por completo en todos los ámbitos de la vida. El cambio es la solución: abraza ciegamente creencias y declaraciones positivas que te motiven a dar lo mejor y, poco a poco, notarás cómo todo empieza a mejorar. Lo que antes parecía difícil se vuelve manejable y, con el tiempo, puede que te descubras siendo todo un experto.
2. “No podré conseguir nunca lo que deseo”
Esta creencia va ligada a la anterior. Para derribarla, volvamos al punto del condicionamiento: nuestro cerebro es quien envía las órdenes al cuerpo, si pensamos que no podemos conseguir o lograr algo, entonces definitivamente no podremos hacerlo. Así de sencillo.
Antídoto: Si te crees capaz de lograr algo, si tienes las ganas y estás dispuesto a hacer el esfuerzo, tu cuerpo y mente trabajarán en conjunto para cumplir ese gran objetivo. Cambia el orden de las cosas comprometiéndote, primero, mental y espiritualmente; tus músculos sabrán seguir el ritmo de la música.
Esta creencia va ligada a la anterior. Para derribarla, volvamos al punto del condicionamiento: nuestro cerebro es quien envía las órdenes al cuerpo, si pensamos que no podemos conseguir o lograr algo, entonces definitivamente no podremos hacerlo. Así de sencillo.
Antídoto: Si te crees capaz de lograr algo, si tienes las ganas y estás dispuesto a hacer el esfuerzo, tu cuerpo y mente trabajarán en conjunto para cumplir ese gran objetivo. Cambia el orden de las cosas comprometiéndote, primero, mental y espiritualmente; tus músculos sabrán seguir el ritmo de la música.
3. “No lo merezco”
Si obtienes una recompensa inesperada y, en lugar de disfrutarla, te lamentas y sientes culpable porque crees no merecerla, para un momento y reflexiona: ¿Quién eres? ¿Cuánto has trabajado para obtener lo que ahora recibes? ¿Te has esforzado? ¿Cuántos sacrificios has hecho?
Antídoto: Date la oportunidad de crecer, conviértete en el fan número 1 de tu propio éxito y disfruta lo que la vida tiene para darte. Puede que no lo entiendas en un principio, pero quizás el tiempo cumpla su función de sabio y descubras, más adelante, por qué merecías ganar.
Si obtienes una recompensa inesperada y, en lugar de disfrutarla, te lamentas y sientes culpable porque crees no merecerla, para un momento y reflexiona: ¿Quién eres? ¿Cuánto has trabajado para obtener lo que ahora recibes? ¿Te has esforzado? ¿Cuántos sacrificios has hecho?
Antídoto: Date la oportunidad de crecer, conviértete en el fan número 1 de tu propio éxito y disfruta lo que la vida tiene para darte. Puede que no lo entiendas en un principio, pero quizás el tiempo cumpla su función de sabio y descubras, más adelante, por qué merecías ganar.
4. “No sé cómo hacerlo / no soy capaz de aprender”
Nadie nació aprendido ni experto en algo. Ese ídolo musical o ese deportista que tanto admiras no se ha equivocado solo una vez en la vida, sino miles de veces antes de llegar a convertirse en lo que es.
Antídoto: En la práctica está el maestro, no te desanimes si no tienes todas las respuestas antes de la partida, sigue jugando con la misma seguridad y entusiasmo, aprendiendo y corrigiendo. No pierdas el tiempo lamentándote por lo que no sabes o comparándote con los demás, inviértelo en adquirir nuevas habilidades.
Nadie nació aprendido ni experto en algo. Ese ídolo musical o ese deportista que tanto admiras no se ha equivocado solo una vez en la vida, sino miles de veces antes de llegar a convertirse en lo que es.
Antídoto: En la práctica está el maestro, no te desanimes si no tienes todas las respuestas antes de la partida, sigue jugando con la misma seguridad y entusiasmo, aprendiendo y corrigiendo. No pierdas el tiempo lamentándote por lo que no sabes o comparándote con los demás, inviértelo en adquirir nuevas habilidades.
Evolucionar y cambiar
El ser humano es como una pieza de arcilla que va cambiando de forma con los años. A veces, evolucionar significa dejar ir algunos hábitos, objetos y personas que ya no encajan en nuestra forma de ser.
Nadie dice que sea fácil, en especial porque el proceso involucra soltar memorias, sacar lo viejo para hacer lugar a lo nuevo. Aún así, cambiar es necesario, garantiza que, sin importar las condiciones externas, seremos capaces de maniobrar en sincronía con ellas, permanecer y seguir creciendo.
El miedo es una reacción normal en presencia del cambio, nos preocupa no saber manejar la situación, equivocarnos y hasta ser infelices. La solución es ser equitativo con el prisma de posibilidades que nos brinda la vida: puede que las cosas no resulten, pero ¿y si resultan? Puede que nos equivoquemos, pero ¿y si lo hacemos bien? ¿Y si el cambio se convierte en un trampolín para nuestro desarrollo personal? ¿Y si nos convertimos en lo que siempre quisimos ser?
Phrònesis
El ser humano es como una pieza de arcilla que va cambiando de forma con los años. A veces, evolucionar significa dejar ir algunos hábitos, objetos y personas que ya no encajan en nuestra forma de ser.
Nadie dice que sea fácil, en especial porque el proceso involucra soltar memorias, sacar lo viejo para hacer lugar a lo nuevo. Aún así, cambiar es necesario, garantiza que, sin importar las condiciones externas, seremos capaces de maniobrar en sincronía con ellas, permanecer y seguir creciendo.
El miedo es una reacción normal en presencia del cambio, nos preocupa no saber manejar la situación, equivocarnos y hasta ser infelices. La solución es ser equitativo con el prisma de posibilidades que nos brinda la vida: puede que las cosas no resulten, pero ¿y si resultan? Puede que nos equivoquemos, pero ¿y si lo hacemos bien? ¿Y si el cambio se convierte en un trampolín para nuestro desarrollo personal? ¿Y si nos convertimos en lo que siempre quisimos ser?
Phrònesis
lunes, enero 06, 2020
La rueda de la vida, una técnica para evolucionar
La rueda de la vida es un instrumento de coaching. Su objetivo principal es detectar las áreas conflictivas que deben ser revisadas para poder mejorar. Esta herramienta es muy valorada por la facilidad con que se aplica y por la claridad que aporta una vez que es aplicada.
Los seres humanos tenemos ideas y sentimientos que suelen ser muy complejos. Dicha complejidad estriba en que cada uno de nosotros se desenvuelve en diferentes ámbitos y en cada uno de ellos pone en juego múltiples dimensiones de sí mismo. En ocasiones, sentimos que no avanzamos como debiéramos, pero nos cuesta trabajo identificar qué ámbito exactamente o qué dimensión falla.
En últimas, la rueda de la vida es un instrumento de autoanálisis. Ayuda a precisar lo que está difuso y a desarrollar la conciencia en aquellas áreas que muchas veces pasan desapercibidas.
Puedes aplicarla en cualquier momento de la vida y siempre te resultará útil. Enseguida aprenderemos cómo trabajar con ella.
“La satisfacción es la única señal de la sinceridad del placer”.
-André Gide-
En últimas, la rueda de la vida es un instrumento de autoanálisis. Ayuda a precisar lo que está difuso y a desarrollar la conciencia en aquellas áreas que muchas veces pasan desapercibidas.
Puedes aplicarla en cualquier momento de la vida y siempre te resultará útil. Enseguida aprenderemos cómo trabajar con ella.
“La satisfacción es la única señal de la sinceridad del placer”.
-André Gide-
Graficar la rueda de la vida
Lo primero para graficar la rueda de la vida es pintar un círculo. Después dividirlo en segmentos, de modo que cada uno de ellos represente un área de tu existencia en particular. En este punto, debes tratar de ser muy preciso: cuanto mejor esté parcelada la rueda de la vida, más fácilmente vas a poder hacer tu autoanálisis.
Lo que sigue es escribir manualmente a qué aspecto de tu vida corresponde cada parcela de la rueda de la vida. Es muy importante que lo hagas manualmente, ya que esto facilita tu proceso de conciencia. En Internet puedes encontrar ejemplos de este gráfico; sin embargo, incluso descargándolo, lo mejor es nombrar cada área con tu puño y letra.
Lo más usual es que la rueda se divida en aspectos como salud, familia, pareja, amistad, trabajo, economía, estudios y éxito personal. También se pueden incluir aspectos como diversión y ocio, relación con uno mismo, desarrollo personal, etc. Todo depende de cada quien.
Lo primero para graficar la rueda de la vida es pintar un círculo. Después dividirlo en segmentos, de modo que cada uno de ellos represente un área de tu existencia en particular. En este punto, debes tratar de ser muy preciso: cuanto mejor esté parcelada la rueda de la vida, más fácilmente vas a poder hacer tu autoanálisis.
Lo que sigue es escribir manualmente a qué aspecto de tu vida corresponde cada parcela de la rueda de la vida. Es muy importante que lo hagas manualmente, ya que esto facilita tu proceso de conciencia. En Internet puedes encontrar ejemplos de este gráfico; sin embargo, incluso descargándolo, lo mejor es nombrar cada área con tu puño y letra.
Lo más usual es que la rueda se divida en aspectos como salud, familia, pareja, amistad, trabajo, economía, estudios y éxito personal. También se pueden incluir aspectos como diversión y ocio, relación con uno mismo, desarrollo personal, etc. Todo depende de cada quien.
Los siguientes pasos
El siguiente paso para aplicar la rueda de la vida consiste en puntuar cada una de las áreas que has definido en el punto anterior. Esta puntuación debe ser numérica, en una escala de 1 a 10. Lo que vas a calificar es tu grado de satisfacción en esa área en particular.
Las calificaciones más bajas, obviamente, representan un grado de satisfacción menor; las altas, mayor. Ahora bien, esa escala de puntuación también debe ser representada en la rueda de la vida. Para ello, marca diez puntos en la línea que une cada parcela con el centro del círculo. Procura que la distancia entre uno y otro punto sea equilibrada.
Una vez hecho esto, marca con una “X” el punto que corresponde a cada una de las puntuaciones que has dado a cada área. Por ejemplo, si en el área de salud tu grado de satisfacción es seis, marca la “x” en el punto 6 de la línea que une esa área con el centro de la circunferencia.
La autoevaluación
Cuando hayas completado los anteriores pasos, lo que sigue es unir todas las “X”, formando así un nuevo gráfico dentro del círculo. Este nuevo gráfico te dará una idea general de cómo está el panorama de tu vida. De inmediato, captarás los puntos de equilibrio y desequilibrio.
Lo más recomendable es que inicies una lluvia de ideas para establecer cómo puedes mejorar el área en la que detectas más limitaciones. El objetivo es que te formules propósitos concretos. Por ejemplo, si en el área de salud tuviste una puntuación muy baja porque has notado que te resfrías con mucha frecuencia, el objetivo debe ser consultar al médico o adoptar medidas concretas para mejorar.
La rueda de la vida muestra su eficacia real cuando, después de un tiempo, repites el ejercicio y ves cambios en el gráfico final. Esto te permite contrastar y establecer si realmente has avanzado o no. De esta manera, mantienes una observación racional sobre tus acciones y sobre todo el conjunto de tu vida.
Obviamente, esta herramienta no funciona si no eres completamente honesto en el momento de puntuar las diferentes áreas de tu vida. Recuerda que no se trata de calificar tu desempeño, sino tu grado de satisfacción. Por lo tanto, la rueda de la vida, finalmente, será una herramienta para aumentar tu bienestar.
Edith Sánchez
El siguiente paso para aplicar la rueda de la vida consiste en puntuar cada una de las áreas que has definido en el punto anterior. Esta puntuación debe ser numérica, en una escala de 1 a 10. Lo que vas a calificar es tu grado de satisfacción en esa área en particular.
Las calificaciones más bajas, obviamente, representan un grado de satisfacción menor; las altas, mayor. Ahora bien, esa escala de puntuación también debe ser representada en la rueda de la vida. Para ello, marca diez puntos en la línea que une cada parcela con el centro del círculo. Procura que la distancia entre uno y otro punto sea equilibrada.
Una vez hecho esto, marca con una “X” el punto que corresponde a cada una de las puntuaciones que has dado a cada área. Por ejemplo, si en el área de salud tu grado de satisfacción es seis, marca la “x” en el punto 6 de la línea que une esa área con el centro de la circunferencia.
La autoevaluación
Cuando hayas completado los anteriores pasos, lo que sigue es unir todas las “X”, formando así un nuevo gráfico dentro del círculo. Este nuevo gráfico te dará una idea general de cómo está el panorama de tu vida. De inmediato, captarás los puntos de equilibrio y desequilibrio.
Lo más recomendable es que inicies una lluvia de ideas para establecer cómo puedes mejorar el área en la que detectas más limitaciones. El objetivo es que te formules propósitos concretos. Por ejemplo, si en el área de salud tuviste una puntuación muy baja porque has notado que te resfrías con mucha frecuencia, el objetivo debe ser consultar al médico o adoptar medidas concretas para mejorar.
La rueda de la vida muestra su eficacia real cuando, después de un tiempo, repites el ejercicio y ves cambios en el gráfico final. Esto te permite contrastar y establecer si realmente has avanzado o no. De esta manera, mantienes una observación racional sobre tus acciones y sobre todo el conjunto de tu vida.
Obviamente, esta herramienta no funciona si no eres completamente honesto en el momento de puntuar las diferentes áreas de tu vida. Recuerda que no se trata de calificar tu desempeño, sino tu grado de satisfacción. Por lo tanto, la rueda de la vida, finalmente, será una herramienta para aumentar tu bienestar.
Edith Sánchez
domingo, enero 05, 2020
Aprende a pensar en ti mismo: priorizarse también es salud
Es momento de aprender a pensar en ti mismo; hacerlo te hará ganar en salud psicológica y también en felicidad. Así, y por mucho que nos hayan hecho creer, apreciarnos y conferirnos la importancia que merecemos, no es un acto de egoísmo. De hecho, quien elige diluirse en las necesidades ajenas, olvidándose de sí mismo, pierde valías y el impulso de la autoestima.
En la obra Alcíabes I, atribuida a Platón, se nos habla de un interesante diálogo entre Sócrates y sus alumnos donde se nos insta a realizar algo muy importante: cuidarnos.
Ahora bien, esa concepción de «cuidado» va mucho más allá de la mera atención al cuerpo o la salud física. El filósofo griego hablaba, sobre todo, de la necesidad de conocerse a uno mismo, de realizarse como persona, de alcanzar el estado ideal del ser.
Lograr esta meta personal parece cada vez más complicado. Es más, algo que venimos observando desde el campo de la psicología es que las necesidades de las personas han ganado en complejidad con el paso del tiempo.
Un ejemplo, entre los años 60 y 80, uno de los problemas más comunes de la población era la clásica crisis de identidad. Saber quién soy y qué quiero eran las preguntas que necesitaban respuesta.
A día de hoy la cosa va un poco más allá. Vivimos tiempos de incertidumbre, de inestabilidad, de perder hoy lo que ayer dábamos por sentado… Todo ello provoca que, además de preguntarnos quiénes somos, estemos casi siempre en «modo supervivencia», sin saber a qué atenernos o cómo reaccionar ante la adversidad.
De ahí la ansiedad, de ahí el estrés y sobre todo, ese problema central por donde orbitan muchas mentes: la falta de autoestima. Priorizarnos, pensar un poco más en nosotros mismos para fortalecer valías, clarificar prioridades y empoderar autoconceptos nos servirá de gran ayuda.
Ahora bien, esa concepción de «cuidado» va mucho más allá de la mera atención al cuerpo o la salud física. El filósofo griego hablaba, sobre todo, de la necesidad de conocerse a uno mismo, de realizarse como persona, de alcanzar el estado ideal del ser.
Lograr esta meta personal parece cada vez más complicado. Es más, algo que venimos observando desde el campo de la psicología es que las necesidades de las personas han ganado en complejidad con el paso del tiempo.
Un ejemplo, entre los años 60 y 80, uno de los problemas más comunes de la población era la clásica crisis de identidad. Saber quién soy y qué quiero eran las preguntas que necesitaban respuesta.
A día de hoy la cosa va un poco más allá. Vivimos tiempos de incertidumbre, de inestabilidad, de perder hoy lo que ayer dábamos por sentado… Todo ello provoca que, además de preguntarnos quiénes somos, estemos casi siempre en «modo supervivencia», sin saber a qué atenernos o cómo reaccionar ante la adversidad.
De ahí la ansiedad, de ahí el estrés y sobre todo, ese problema central por donde orbitan muchas mentes: la falta de autoestima. Priorizarnos, pensar un poco más en nosotros mismos para fortalecer valías, clarificar prioridades y empoderar autoconceptos nos servirá de gran ayuda.
Claves para aprender a pensar en ti mismo
Señalan los sociólogos que vivimos en un mundo cada vez más individualizado, atomizado, ahí donde a su vez, gozamos de mayor capacidad de movimiento, de acción y elección. Sin embargo, en medio de este contexto y estilo de vida, la satisfacción no siempre está presente. Es más, la infelicidad y la sensación de vacío siguen siendo dimensiones recurrentes.
Hay muchas causas que explican y vertebran tal realidad pero una de ellas, es la incapacidad de valorarnos como merecemos. Esa supuesta individualidad parece tener un doble filo, porque seguimos muy supeditados a las modas, a lo que nos marca la sociedad y también a las expectativas ajenas.
Asimismo, también abundan la relaciones afectiva basadas en la dependencia y a su vez, esa costumbre tan nuestra por priorizar a otros por encima de nosotros mismos. Ser actor de reparto en el teatro de la vida trae consecuencias. Tarde o temprano llega un día en que nos miramos al espejo y no nos gusta lo que vemos.
No nos cae bien la persona que tenemos en frente porque no nos identificamos con ella. Es momento por tanto de aprender pensar en ti mismo. Estas son las claves.
Señalan los sociólogos que vivimos en un mundo cada vez más individualizado, atomizado, ahí donde a su vez, gozamos de mayor capacidad de movimiento, de acción y elección. Sin embargo, en medio de este contexto y estilo de vida, la satisfacción no siempre está presente. Es más, la infelicidad y la sensación de vacío siguen siendo dimensiones recurrentes.
Hay muchas causas que explican y vertebran tal realidad pero una de ellas, es la incapacidad de valorarnos como merecemos. Esa supuesta individualidad parece tener un doble filo, porque seguimos muy supeditados a las modas, a lo que nos marca la sociedad y también a las expectativas ajenas.
Asimismo, también abundan la relaciones afectiva basadas en la dependencia y a su vez, esa costumbre tan nuestra por priorizar a otros por encima de nosotros mismos. Ser actor de reparto en el teatro de la vida trae consecuencias. Tarde o temprano llega un día en que nos miramos al espejo y no nos gusta lo que vemos.
No nos cae bien la persona que tenemos en frente porque no nos identificamos con ella. Es momento por tanto de aprender pensar en ti mismo. Estas son las claves.
Descanso físico y mental
Cuando llevamos tantas responsabilidades sobre las espaldas, cuando hemos dejado pasar varios años priorizando a los demás, lo notamos: aparece el agotamiento,, tanto en el plano mental como en el físico. Este tipo de situaciones lo que hacen es drenar nuestra energía, ánimo y motivación.
Nadie puede ser útil a los demás en estas condiciones, y todavía menos a sí mismo. Por ello, es vital que nos permitamos un tiempo de descanso, y para ello, podemos empezar por un par de días para nosotros solos donde recobrar fuerzas y reordenar pensamientos. Más tarde, es necesario también que en cada una de nuestras jornadas nos dediquemos un par de horas para nosotros mismos.
Esos momentos de soledad nos conectan con nuestra identidad y necesidades personales.
Cuando llevamos tantas responsabilidades sobre las espaldas, cuando hemos dejado pasar varios años priorizando a los demás, lo notamos: aparece el agotamiento,, tanto en el plano mental como en el físico. Este tipo de situaciones lo que hacen es drenar nuestra energía, ánimo y motivación.
Nadie puede ser útil a los demás en estas condiciones, y todavía menos a sí mismo. Por ello, es vital que nos permitamos un tiempo de descanso, y para ello, podemos empezar por un par de días para nosotros solos donde recobrar fuerzas y reordenar pensamientos. Más tarde, es necesario también que en cada una de nuestras jornadas nos dediquemos un par de horas para nosotros mismos.
Esos momentos de soledad nos conectan con nuestra identidad y necesidades personales.
Haz lo que ames, tus pasiones también tienen prioridad
Para aprender a pensar en ti mismo, recuerda algo importante: lo que te apasiona te define. Así pues, no lo dejes a un lado por atender a otros, por formar parte de las aficiones de esa pareja, de esa familia o esos amigos. Posiciónate, porque cuando haces lo que te gusta te inspiras, recobras la energía, das lo mejor de ti y más aún, todo tu ser está en equilibrio.
Si tienes un sueño pendiente, focalízate en él. Si tienes aficiones, no las relegues, haz que cada día valga la pena al realizar en algún momento algo que va contigo, algo que te hace sentirte realizado.
Para aprender a pensar en ti mismo, recuerda algo importante: lo que te apasiona te define. Así pues, no lo dejes a un lado por atender a otros, por formar parte de las aficiones de esa pareja, de esa familia o esos amigos. Posiciónate, porque cuando haces lo que te gusta te inspiras, recobras la energía, das lo mejor de ti y más aún, todo tu ser está en equilibrio.
Si tienes un sueño pendiente, focalízate en él. Si tienes aficiones, no las relegues, haz que cada día valga la pena al realizar en algún momento algo que va contigo, algo que te hace sentirte realizado.
La vida no es solo «hacer cosas». «Sentir» también es importante
Nos pasamos la vida haciendo cosas. Vas, vienes del trabajo, vas de compras, cumples recados, comes, duermes, planificas… Ahora bien, en medio de estas dinámicas cotidianas ¿dónde quedan las sensaciones, las buenas emociones, los sentimientos? Para aprender a pensar en ti mismo debes tener claro un aspecto: detenerse para ser, sentir y estar también es prioritario.
Ahora bien hacer y sentir no son excluyentes. El secreto está en conseguir que gran parte de las cosas que hacemos a lo largo del día sean satisfactorias para ti. Ideal si tus responsabilidades laborales son motivadoras y te ayudan también a crecer como persona, cumpliendo metas.
Necesario también que ese tiempo que compartes con quienes te rodean, sean también de calidad. En caso contrario, si la vida con esa pareja, amigos, familia o compañeros de trabajo no te satisface y te trae más sin sabores que placeres estarás invirtiendo en infelicidad.
Nos pasamos la vida haciendo cosas. Vas, vienes del trabajo, vas de compras, cumples recados, comes, duermes, planificas… Ahora bien, en medio de estas dinámicas cotidianas ¿dónde quedan las sensaciones, las buenas emociones, los sentimientos? Para aprender a pensar en ti mismo debes tener claro un aspecto: detenerse para ser, sentir y estar también es prioritario.
Ahora bien hacer y sentir no son excluyentes. El secreto está en conseguir que gran parte de las cosas que hacemos a lo largo del día sean satisfactorias para ti. Ideal si tus responsabilidades laborales son motivadoras y te ayudan también a crecer como persona, cumpliendo metas.
Necesario también que ese tiempo que compartes con quienes te rodean, sean también de calidad. En caso contrario, si la vida con esa pareja, amigos, familia o compañeros de trabajo no te satisface y te trae más sin sabores que placeres estarás invirtiendo en infelicidad.
Fortalece tu autoestima y podrás pensar en ti mismo
Quien aprende a pensar en sí mismo y priorizarse cuando es necesario, es alguien que trabaja cada día en el músculo de la autoestima. Porque si logramos percibirnos de manera positiva, si nos sentimos valiosos, valientes y con recursos suficientes para afrontar retos y alcanzar sueños, nuestra realidad psicológica cambia y alcanzamos la plenitud.
La autoestima es ese núcleo que todo lo alimenta, que todo lo nutre. Es el magma de nuestra identidad y esas raíces que hacen florecer nuestra capacidad para alcanzar metas. Por tanto, cómo nos sintamos dependerá mucho de cómo la alimentemos.
Sentirnos protagonistas en la película de nuestras vidas nos permitirá avanzar con mayor integridad, sintonizando valores con comportamientos, pensamientos con palabras, deseos con realidades. Trabajemos a diario estos aspectos aquí señalados.
Valeria Sabater
Quien aprende a pensar en sí mismo y priorizarse cuando es necesario, es alguien que trabaja cada día en el músculo de la autoestima. Porque si logramos percibirnos de manera positiva, si nos sentimos valiosos, valientes y con recursos suficientes para afrontar retos y alcanzar sueños, nuestra realidad psicológica cambia y alcanzamos la plenitud.
La autoestima es ese núcleo que todo lo alimenta, que todo lo nutre. Es el magma de nuestra identidad y esas raíces que hacen florecer nuestra capacidad para alcanzar metas. Por tanto, cómo nos sintamos dependerá mucho de cómo la alimentemos.
Sentirnos protagonistas en la película de nuestras vidas nos permitirá avanzar con mayor integridad, sintonizando valores con comportamientos, pensamientos con palabras, deseos con realidades. Trabajemos a diario estos aspectos aquí señalados.
Valeria Sabater
sábado, enero 04, 2020
Cuando la ansiedad y la ira controlan nuestra mente
Hay épocas en que la ansiedad y la ira confluyen en nuestro interior de manera convulsa, molesta y hasta autodestructiva. Estamos ante dos realidades emocionales que a menudo conviven juntas, aunque suele ser la ira contenida y reprimida durante meses o años la que consigue que, tarde o temprano, nos dejemos llevar por la deriva de los trastornos de ansiedad.
Es común que el origen de estas dimensiones tan complejas esté en nuestra ineficiente habilidad para gestionar emociones. Lo decimos muy a menudo, incidimos en ello de forma constante, pero esta materia sigue siendo nuestro asunto pendiente.
Al fin y al cabo, nadie nos ha explicado nunca qué hacer con la frustración, con la contradicción, con el miedo o la picazón de esa rabia que surge en más de una situación cotidiana.
Así, y solo como sencillo ejemplo, el vínculo entre la ansiedad y la ira aparece de manera habitual en los contextos laborales. Soportar durante mucho tiempo unas condiciones de trabajo complejas, en medio de un clima hostigante y con excesiva carga de responsabilidades suele generar un convulso estado emocional en el que se entremezclan muchas sensaciones, pensamientos, sentimientos…
A la ira evidente por sentirnos manipulados o incluso explotados laboralmente, se le añade el agotamiento y la impotencia. Esa bomba de relojería desemboca a menudo en más de un trastorno psicológico, siendo la ansiedad el más recurrente. Conozcamos por tanto más aspectos sobre este tema.
«La ira es un ácido que puede hacer más daño al recipiente en el que se almacena que en cualquier cosa sobre la que se vierta».
–Mark Twain-
Al fin y al cabo, nadie nos ha explicado nunca qué hacer con la frustración, con la contradicción, con el miedo o la picazón de esa rabia que surge en más de una situación cotidiana.
Así, y solo como sencillo ejemplo, el vínculo entre la ansiedad y la ira aparece de manera habitual en los contextos laborales. Soportar durante mucho tiempo unas condiciones de trabajo complejas, en medio de un clima hostigante y con excesiva carga de responsabilidades suele generar un convulso estado emocional en el que se entremezclan muchas sensaciones, pensamientos, sentimientos…
A la ira evidente por sentirnos manipulados o incluso explotados laboralmente, se le añade el agotamiento y la impotencia. Esa bomba de relojería desemboca a menudo en más de un trastorno psicológico, siendo la ansiedad el más recurrente. Conozcamos por tanto más aspectos sobre este tema.
«La ira es un ácido que puede hacer más daño al recipiente en el que se almacena que en cualquier cosa sobre la que se vierta».
–Mark Twain-
La ansiedad y la ira, esas grandes desconocidas
La ira es una emoción multifacética. Surge cuando experimentamos una sensación de amenaza, pero, a su vez, se inocula en nuestra mente a través de una serie de cogniciones (pensamientos) como «me están ofendiendo, están atacando mis derechos, me han engañado, me están manipulando, se está cometiendo una injusticia…».
Ahora bien, tal y como ya sabemos, este tipo de estado emocional deriva en ocasiones en comportamientos violentos. Sin embargo, y aquí viene lo más interesante, en buena parte de las personas en las que confluyen la ansiedad y la ira, esto no ocurre. En ellas, por termino medio, se entremezcla otra emoción más: la tristeza.
Un ejemplo. En un estudio realizado en la Universidad de Pennsylvania, por parte de la doctora Lucía Wals, descubrieron esto mismo.
La investigación se centró en un grupo de jóvenes diagnosticados con trastornos de ansiedad y depresión. Algo que pudo verse es que, a menudo, tras el origen de estas condiciones se hallaba a menudo una ira latente largamente mantenida en el tiempo, ahí donde además aparecía la tristeza y una clara indefensión.
Esto hacía, entre otras cosas, que los pacientes abandonaran los tratamientos antes de tiempo. Por otro lado, hay otro hecho que debemos considerar y que nos señalan en otro estudio llevado a cabo en el departamento de Psicología de la Universidad de Colorado.
Según este trabajo, la ansiedad y la ira que mantenemos durante meses y años y que no afrontamos deriva en un debilitamiento del sistema inmunitario. Además, hay mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares.
Ahora bien, ¿cómo se relacionan estas dos dimensiones? ¿Cómo podemos pasar de un estado de ira, rabia o decepción a sufrir ansiedad? Estas serían las causas.
Actuamos como si ciertas situaciones no nos molestaran
Vivir situaciones familiares complejas, pasar años en un trabajo hostigante... Podríamos dar varios ejemplos de situaciones en las que nos sentimos vulnerados, atacados, infravalorados. Todo ello genera una mezcla en la que oscila la rabia, la ira, la tristeza y la decepción.
Ahora bien, algo común que se hace a menudo es intentar reducir su impacto diciéndonos aquello de «es lo que hay, debo soportar esto».
Cuando reducimos las opciones y asumimos que no hay salida, nos rendimos. Y esa rendición se convierte en emociones que silenciamos y engullimos. Tarde o temprano, dicha emergía emocional soterrada, termina manifestándose en forma de ansiedad.
Vivir situaciones familiares complejas, pasar años en un trabajo hostigante... Podríamos dar varios ejemplos de situaciones en las que nos sentimos vulnerados, atacados, infravalorados. Todo ello genera una mezcla en la que oscila la rabia, la ira, la tristeza y la decepción.
Ahora bien, algo común que se hace a menudo es intentar reducir su impacto diciéndonos aquello de «es lo que hay, debo soportar esto».
Cuando reducimos las opciones y asumimos que no hay salida, nos rendimos. Y esa rendición se convierte en emociones que silenciamos y engullimos. Tarde o temprano, dicha emergía emocional soterrada, termina manifestándose en forma de ansiedad.
Miedo a reaccionar
Quien cohabita meses o años con la ansiedad y la ira tiene como principal enemigo al miedo. Es él quien frena nuestra capacidad para reaccionar, para decir basta, para usar la asertividad o incluso a abrir la puerta a otras opciones.
El temor a lo que pueda pasar, a lo que digan otros o la angustia a si seremos capaces de afrontar o no las consecuencias de nuestras acciones es lo que provoca seguir inmersos en situaciones que generan sufrimientos.
Quien cohabita meses o años con la ansiedad y la ira tiene como principal enemigo al miedo. Es él quien frena nuestra capacidad para reaccionar, para decir basta, para usar la asertividad o incluso a abrir la puerta a otras opciones.
El temor a lo que pueda pasar, a lo que digan otros o la angustia a si seremos capaces de afrontar o no las consecuencias de nuestras acciones es lo que provoca seguir inmersos en situaciones que generan sufrimientos.
Cómo reducir el impacto de la ira para evitar estados de ansiedad
No existe una sola estrategia para reducir el impacto de la ira; en realidad hay múltiples herramientas. Ahora bien, lo más importante es evitar que se cronifique. Debemos, por encima de todo, comprender esa emoción, canalizarla y usar su impulso.
Porque a pesar de que siempre hayamos concebido esta realidad psicológica como algo negativo, contiene un fin positivo que merece tenerse en cuenta.
La ira, a diferencia del resto de emociones, invita a la acción. Lo que quiere de nosotros es que reaccionemos y que lo hagamos del modo más ajustado y adecuado posible. Solo así recobramos la homeostasis y solo así mejoramos nuestra realidad. Por ello, no está de más reflexionar en estos datos.
No existe una sola estrategia para reducir el impacto de la ira; en realidad hay múltiples herramientas. Ahora bien, lo más importante es evitar que se cronifique. Debemos, por encima de todo, comprender esa emoción, canalizarla y usar su impulso.
Porque a pesar de que siempre hayamos concebido esta realidad psicológica como algo negativo, contiene un fin positivo que merece tenerse en cuenta.
La ira, a diferencia del resto de emociones, invita a la acción. Lo que quiere de nosotros es que reaccionemos y que lo hagamos del modo más ajustado y adecuado posible. Solo así recobramos la homeostasis y solo así mejoramos nuestra realidad. Por ello, no está de más reflexionar en estos datos.
Claves para manejar la ira
- Aprende a sentir la ira. A veces, es necesario escuchar con calma y valentía esas emociones incómodas para saber qué quieren decirnos. No es necesario nada más, solo conectar con nosotros mismos. Recuerda ante todo, que no es una emoción mala, es un umbral que debes cruzar para conocerte mejor.
- Tras conectar con tus emociones, es momento de tomar una decisión. ¿Qué debo hacer? ¿Confronto o me alejo? ¿Reacciono o pongo distancia de esa situación que me amenaza o me hace daño?
- No dejes para mañana la emoción que sientes hoy. Busca una solución a esa molestia, a ese dolor, a esa turbación interna. Evita que dicho malestar perdure con una solución adecuada.
- Por último, evalúa el resultado. ¿Es necesario hacer algo más?
Para concluir. Puesto que ya conocemos el vínculo entre la ansiedad y la ira, es momento de tener muy presente esta información. Todos en algún momento, transitamos por épocas con estos tintes, con estas complejidades donde las emociones están siempre a flor de piel. Manejemos mejor estas situaciones y salgamos indemnes de ellas.
Valeria Sabater
viernes, enero 03, 2020
El lado oscuro de la meditación
La meditación, también conocida como atención plena o mindfulness, se ha popularizado. Esta práctica se ha incluido en clases conjuntas de gimnasios, pero además ha empezado a formar parte de las herramientas utilizadas en algunas consultas de psicología. Las razones están claras y es que sus beneficios son, ahora mismo, bastante conocidos. Pero, ¿por qué nadie habla del lado oscuro de la meditación?
Aunque parezca extraño, la práctica de la meditación tiene una parte menos agradable que se ha querido obviar durante todo este tiempo. Sin embargo, los estudios y las experiencias de algunas personas están ahí. Por eso, hoy, queremos dedicarle un artículo al lado oscuro de la meditación.
3 efectos psicológicos negativos relacionados con la meditación
Una investigación sobre este lado oscuro de la meditación, Estudios sobre «Efectos Adversos» relacionados con la Meditación, ha detectado algunos efectos indeseables derivados de su práctica.
Los ha denominado «efectos psicológicos negativos» y es importante que hablemos sobre ellos antes de adentrarnos en las experiencias que han relatado diferentes personas.
3 efectos psicológicos negativos relacionados con la meditación
Una investigación sobre este lado oscuro de la meditación, Estudios sobre «Efectos Adversos» relacionados con la Meditación, ha detectado algunos efectos indeseables derivados de su práctica.
Los ha denominado «efectos psicológicos negativos» y es importante que hablemos sobre ellos antes de adentrarnos en las experiencias que han relatado diferentes personas.
1. Efectos psicológicos negativos
Como bien señala el estudio, estos consisten en «reacciones psicológicas que producen malestar en el individuo o en sus relaciones personales, pero que no desencadenan necesariamente problemas psiquiátricos».
Algunos ejemplos son el hastío que puede provocar la práctica meditativa, la tensión emocional, la confusión o la desorientación.
En determinadas circunstancias, pueden darse casos de disociación de las propias emociones y falta de conexión con las emociones ajenas lo que deriva en un problema importante de empatía. También, se puede producir una excesiva introversión o aislamiento que puede generar sentimientos de superioridad.
Por último, la meditación puede convertirse en una forma de autoengaño para evitar recurrir a la psicoterapia, por ejemplo.
Como bien señala el estudio, estos consisten en «reacciones psicológicas que producen malestar en el individuo o en sus relaciones personales, pero que no desencadenan necesariamente problemas psiquiátricos».
Algunos ejemplos son el hastío que puede provocar la práctica meditativa, la tensión emocional, la confusión o la desorientación.
En determinadas circunstancias, pueden darse casos de disociación de las propias emociones y falta de conexión con las emociones ajenas lo que deriva en un problema importante de empatía. También, se puede producir una excesiva introversión o aislamiento que puede generar sentimientos de superioridad.
Por último, la meditación puede convertirse en una forma de autoengaño para evitar recurrir a la psicoterapia, por ejemplo.
2. Alteraciones psicopatológicas
En ocasiones, como indica el estudio mencionado, «se han detectado alteraciones psicopatológicas desencadenadas o agravadas por la práctica meditativa«. De hecho, según expone, hasta un 7 % de los sujetos han manifestado alteraciones graves relacionadas con la despersonalización, desrealización, alteraciones perceptivas y cuadros de intenso estrés.
De hecho, el estudio recoge que se han potenciado, en algunos casos, los síntomas de la depresión que han derivado en algún intento de suicidio.
También se expone que, tras una práctica intensiva de meditación, pacientes diagnosticados con esquizofrenia o psicosis han sufrido recaídas importantes.
3. Efectos espirituales «negativos»
El estudio denomina de esta forma a los efectos que pueden surgir de la práctica meditativa, pero que pueden derivar en algo positivo.
Por ejemplo, puede que salgan a flote emociones negativas, como la ira o la ansiedad, pero que esto pueda ser una parte importante del proceso para exteriorizarlas y gestionarlas de una mejor manera.
No obstante, advierte que, a veces, puede ser necesario dejar esta práctica por un tiempo para evitar los efectos psicológicos negativos en la meditación. Sin embargo, también sugiere que puede ser interesante o adecuado contar con una persona que actúe como un guía.
Testimonios sobre el lado oscuro de la meditación
Algunos testimonios sobre los efectos que provoca el lado oscuro de la meditación los recoge el periódico BBC. Uno de ellos es el de Suzanne (nombre no real) que decidió realizar un retiro de meditación en Manchester, Reino Unido. Eran 10 días seguidos en los que no se podía ni tener contacto visual ni hablar con otras personas. Cuando ya llevaba una semana, a Suzanne le dio un ataque de pánico.
Según ella, se sintió como si estuviera separada de su propio cuerpo, es decir, experimentó un episodio de despersonalización. Los responsables del retiro le dijeron que lo que necesitaba era seguir meditando, pero cuando llegó a su casa tras finalizar este retiro se derrumbó. No podía salir de cama y tampoco tenía hambre. Al final tuvo que ingresar en un hospital psiquiátrico.
Según el artículo de la BBC, aunque muchas personas se benefician de esta prácticas, otras como Suzanne han afirmado sentir una profunda angustia, una «disolución aterradora de la identidad» y una persona se sinceró diciendo que después de la meditación se sentía «cerca de la psicosis».
Como podemos ver, el lado oscuro de la meditación existe y, en algunos casos, esa práctica puede no ser útil. Por esta razón, aunque meditar tiene muchos beneficios, no nos podemos olvidar de cara B. Pues, tal vez la meditación logre transformar nuestra vida, pero quizás no de la forma que esperábamos, como le sucedió a Suzanne.
Raquel Lemos Rodríguez
En ocasiones, como indica el estudio mencionado, «se han detectado alteraciones psicopatológicas desencadenadas o agravadas por la práctica meditativa«. De hecho, según expone, hasta un 7 % de los sujetos han manifestado alteraciones graves relacionadas con la despersonalización, desrealización, alteraciones perceptivas y cuadros de intenso estrés.
De hecho, el estudio recoge que se han potenciado, en algunos casos, los síntomas de la depresión que han derivado en algún intento de suicidio.
También se expone que, tras una práctica intensiva de meditación, pacientes diagnosticados con esquizofrenia o psicosis han sufrido recaídas importantes.
3. Efectos espirituales «negativos»
El estudio denomina de esta forma a los efectos que pueden surgir de la práctica meditativa, pero que pueden derivar en algo positivo.
Por ejemplo, puede que salgan a flote emociones negativas, como la ira o la ansiedad, pero que esto pueda ser una parte importante del proceso para exteriorizarlas y gestionarlas de una mejor manera.
No obstante, advierte que, a veces, puede ser necesario dejar esta práctica por un tiempo para evitar los efectos psicológicos negativos en la meditación. Sin embargo, también sugiere que puede ser interesante o adecuado contar con una persona que actúe como un guía.
Testimonios sobre el lado oscuro de la meditación
Algunos testimonios sobre los efectos que provoca el lado oscuro de la meditación los recoge el periódico BBC. Uno de ellos es el de Suzanne (nombre no real) que decidió realizar un retiro de meditación en Manchester, Reino Unido. Eran 10 días seguidos en los que no se podía ni tener contacto visual ni hablar con otras personas. Cuando ya llevaba una semana, a Suzanne le dio un ataque de pánico.
Según ella, se sintió como si estuviera separada de su propio cuerpo, es decir, experimentó un episodio de despersonalización. Los responsables del retiro le dijeron que lo que necesitaba era seguir meditando, pero cuando llegó a su casa tras finalizar este retiro se derrumbó. No podía salir de cama y tampoco tenía hambre. Al final tuvo que ingresar en un hospital psiquiátrico.
Según el artículo de la BBC, aunque muchas personas se benefician de esta prácticas, otras como Suzanne han afirmado sentir una profunda angustia, una «disolución aterradora de la identidad» y una persona se sinceró diciendo que después de la meditación se sentía «cerca de la psicosis».
Como podemos ver, el lado oscuro de la meditación existe y, en algunos casos, esa práctica puede no ser útil. Por esta razón, aunque meditar tiene muchos beneficios, no nos podemos olvidar de cara B. Pues, tal vez la meditación logre transformar nuestra vida, pero quizás no de la forma que esperábamos, como le sucedió a Suzanne.
Raquel Lemos Rodríguez
jueves, enero 02, 2020
¿Autoestima o autorrespeto?
La autoestima es popular, pero el autorrespeto lo es menos. Por otro lado, aunque a veces parece que uno y otro van de la mano, no siempre es así: mientras que la autoestima involucra aspectos conscientes e inconscientes, el autorrespeto es básicamente racional.
A veces, es más importante proponerse normas de autorrespeto, incluso si no estamos cómodos del todo con nosotros mismos. En otras palabras, es posible que no nos apreciemos tanto como debiéramos, pero eso no quiere decir que no podamos apropiarnos de unas pautas de autorrespeto, para protegernos y evitar las trampas de la baja autoestima.
La palabra respeto proviene del latín “respectus”, que significa “atención y consideración”. El autorrespeto, por tanto, tiene que ver con estar atentos a nosotros mismos y proporcionarnos un trato amable y digno. Si no podemos querernos mucho, en todo caso sí podemos aprender a respetarnos.
“Siempre es más valioso tener el respeto que la admiración de las personas”.
-Jean Jacques Rousseau-
El respeto y el autorrespeto
Todos nos hemos encontrado alguna vez con alguien que no nos simpatiza mucho, pero a quien respetamos. Tal vez por su edad, sus conocimientos, la dignidad que ostenta o cualquier otro factor, lo cierto es que tenemos en cuenta sus opiniones y deseos, y además tratamos a esa persona con consideración.
Si podemos hacer eso con otros, ¿por qué no podemos hacerlo con nosotros mismos? Desde niños nos enseñan que debemos respetar a los demás. Casi todos hemos recibido un castigo o una sanción por no actuar con el respeto que merecían las circunstancias o las personas que nos rodeaban. Lo que no siempre nos enseñan es que también debemos respetarnos a nosotros mismos.
Cuando no hay una buena autoestima de base, llegamos a creer que somos menos importantes o valiosos que los demás. De una forma u otra, nos acostumbramos a vernos como personas que no merecen mayor atención o consideración. Esta creencia errónea y este hábito automático nos llevan a no cultivar el autorrespeto y la consecuencia de esto es muy negativa para nosotros.
La palabra respeto proviene del latín “respectus”, que significa “atención y consideración”. El autorrespeto, por tanto, tiene que ver con estar atentos a nosotros mismos y proporcionarnos un trato amable y digno. Si no podemos querernos mucho, en todo caso sí podemos aprender a respetarnos.
“Siempre es más valioso tener el respeto que la admiración de las personas”.
-Jean Jacques Rousseau-
El respeto y el autorrespeto
Todos nos hemos encontrado alguna vez con alguien que no nos simpatiza mucho, pero a quien respetamos. Tal vez por su edad, sus conocimientos, la dignidad que ostenta o cualquier otro factor, lo cierto es que tenemos en cuenta sus opiniones y deseos, y además tratamos a esa persona con consideración.
Si podemos hacer eso con otros, ¿por qué no podemos hacerlo con nosotros mismos? Desde niños nos enseñan que debemos respetar a los demás. Casi todos hemos recibido un castigo o una sanción por no actuar con el respeto que merecían las circunstancias o las personas que nos rodeaban. Lo que no siempre nos enseñan es que también debemos respetarnos a nosotros mismos.
Cuando no hay una buena autoestima de base, llegamos a creer que somos menos importantes o valiosos que los demás. De una forma u otra, nos acostumbramos a vernos como personas que no merecen mayor atención o consideración. Esta creencia errónea y este hábito automático nos llevan a no cultivar el autorrespeto y la consecuencia de esto es muy negativa para nosotros.
La falta de respeto por nosotros mismos
Uno de los primeros filósofos en hablar de autorrespeto fue Aristóteles. Este famoso pensador señalaba que respetarse a uno mismo significa actuar de tal manera que promovamos nuestra autonomía, independencia, autocontrol y tenacidad.
A su vez, también hay algunas señales de que ese respeto que nos debemos no está presente. Las conductas que nos hablan de esto son, entre otras:
Cultivar el autorrespeto
El autorrespeto, como lo decíamos en un comienzo, es un tema más relacionado con la razón que con otros aspectos de nuestro ser. Por lo mismo, hay caminos para cultivarlo y mecanismos para enriquecerlo constantemente. Así como faltarnos al respeto se vuelve un hábito, también respetarnos se puede convertir en una costumbre.
Lo primero que debemos hacer es reflexionar sobre la igualdad. Los seres humanos somos diferentes unos de otros en muchos aspectos, excepto en los derechos. Estos nos cobijan por igual a todos por el solo hecho de que somos seres humanos. Por lo mismo, no existe ninguna razón para negarnos esos derechos, o permitir que otros los nieguen.
Lo segundo, pero no menos importante, es aprender a ser leales con nosotros mismos. Esto significa tolerarnos, comprendernos y ser consecuentes con lo que deseamos. Es importante aprender a ser nuestros mejores amigos. Trabajando el autorrespeto mejoran mucho las relaciones que tenemos con los demás, porque mejora la relación que tenemos con nosotros mismos.
Edith Sánchez
Uno de los primeros filósofos en hablar de autorrespeto fue Aristóteles. Este famoso pensador señalaba que respetarse a uno mismo significa actuar de tal manera que promovamos nuestra autonomía, independencia, autocontrol y tenacidad.
A su vez, también hay algunas señales de que ese respeto que nos debemos no está presente. Las conductas que nos hablan de esto son, entre otras:
- Etiquetarnos de manera negativa. A veces somos nosotros mismos quienes nos definimos usando una etiqueta para lo que somos. Nos sentimos “el gordo”, o “el tonto”, o “el fracasado”. Lo peor es que solemos llevar a los demás a que nos vean desde ese estereotipo.
- Severidad y dureza con nosotros mismos. En lugar de actuar con consideración con nosotros mismos, continuamente nos fustigamos y nos tratamos severamente por cualquier error o vacío que tengamos.
- Le damos mayor importancia a las necesidades de los demás. Priorizamos a los otros y tendemos a ubicarnos en segundo, tercer o último plano. Tenemos la atención enfocada a los demás y evitamos escucharnos a nosotros mismos.
- Callamos para no importunar. El silencio que implica represión nunca es positivo. Querer decir algo y callar solo por satisfacer las necesidades de los demás es una falta de respeto con nosotros. Todos tenemos derecho a decir lo que pensamos y sentimos y si otros se incomodan, es algo que se escapa de nuestras manos.
- No reclamamos nuestros derechos. Aunque veamos y sintamos que somos víctimas de un acto injusto o de un trato desconsiderado, callamos porque nos parece que no tenemos derecho a reclamar.
Cultivar el autorrespeto
El autorrespeto, como lo decíamos en un comienzo, es un tema más relacionado con la razón que con otros aspectos de nuestro ser. Por lo mismo, hay caminos para cultivarlo y mecanismos para enriquecerlo constantemente. Así como faltarnos al respeto se vuelve un hábito, también respetarnos se puede convertir en una costumbre.
Lo primero que debemos hacer es reflexionar sobre la igualdad. Los seres humanos somos diferentes unos de otros en muchos aspectos, excepto en los derechos. Estos nos cobijan por igual a todos por el solo hecho de que somos seres humanos. Por lo mismo, no existe ninguna razón para negarnos esos derechos, o permitir que otros los nieguen.
Lo segundo, pero no menos importante, es aprender a ser leales con nosotros mismos. Esto significa tolerarnos, comprendernos y ser consecuentes con lo que deseamos. Es importante aprender a ser nuestros mejores amigos. Trabajando el autorrespeto mejoran mucho las relaciones que tenemos con los demás, porque mejora la relación que tenemos con nosotros mismos.
Edith Sánchez
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