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viernes, junio 26, 2020

Cartas de papá, versión digital, gratis

Hola, el día de hoy he decidido compartir mi libro de forma digital. Espero pueda servirte a ti, a tus hij@s y a cualquier persona que tenga del deseo de ser mejor. Si te gusta lo que lees comparte el enlace para que pueda ayudar a más personas. Bendiciones.

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7 SECRETOS 🤫 Que DEBES SABER Sobre LA LEY DEL ESPEJO


sábado, junio 20, 2020

¿Estoy condenado por mi herencia familiar?

No hay nada que fastidie más que vernos reflejados en los defectos de nuestra madre o padre. Nos hace reflexionar sobre cómo puede ser posible que durante toda nuestra vida hayamos estado aborreciendo esos defectos o formas de ser y, ahora, estemos actuando de forma similar, como si se tratase de una herencia familiar.



La incomodidad que nos provoca esta similitud es tal que muchas veces lo negamos de forma taxativa. Esta negación, además, nos lleva a colocar esto inaceptable para nosotros mismos en los demás. Lo que se conoce en términos psicoanalíticos como proyección o, según el refranero, «ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio«.

Tendemos a repetir los patrones y herencia familiar en nuestras relaciones sociales, de pareja y en la propia vida familiar. Lo que aprendimos mientras nos desarrollamos quedó impregnado en nosotros y, al darnos cuenta, nos podemos preguntar, ¿realmente estoy condenado a repetir los mismos errores que mi familia?

¿Por qué es importante nuestra herencia familiar?

Nuestra herencia familiar va más allá de los estudios genéticos. Desde que salimos del útero, e incluso antes, no paramos de aprender. Imitamos aquello que vemos en nuestros referentes: lo que hacen, cómo se expresan, cómo manejan sus propias emociones… Y entendemos que ese es nuestro modelo a seguir.

De hecho, existe una fase del desarrollo en la que los niños no son capaces de diferenciar su propio ser del de sus cuidadores. Será en etapas posteriores cuando el niño desarrolle su «yo» y comprenda que es un ser independiente de sus figuras de apego. Esta fase es particularmente notoria en la adolescencia, cuando se pretende afirmar este «yo» y negar cualquier herencia familiar.

Además, estas figuras de apego no solo son un modelo, sino que de alguna forma son «el modelo». Las figuras parentales están totalmente idealizadas en la temprana infancia. Tanto es así que, según las teorías psicoanalíticas, existe un enamoramiento hacia los padres, conocido como complejo de Edipo o Electra.

Entonces, ¿estoy condenado a repetir los mismos errores que mi familia?

Por supuesto que no estás condenado a repetir tu herencia familiar, al menos, si no es lo que quieres. Todos estos patrones están impregnados en nuestra personalidad y, seguramente, muchas veces los reconozcas. Pero no son los únicos modelos que tienes, tus experiencias vitales están aportando también estructura a todo este entramado.

Las relaciones nuevas que estableces, ya sean de pareja, de amistad o fraternales, inducen a que todos esos modelos internos de herencia familiar que llevas dentro se movilicen, cambien o se transformen.

En este sentido, podemos considerar a las herencias familiares como un lastre, pero también como algo preciado que queremos seguir manteniendo en nuestra generación. Existen muchos casos de herencias familiares que no solo se siguieron, sino que se perfeccionaron.

Anna Freud, hija del famoso psiquiatra Sigmund Freud, hizo unas aportaciones fundamentales a la psiquiatría con sus teorías sobre los mecanismos de defensa. Anna Freud siguió con el legado de su padre y llegó más allá, por poner un ejemplo.
Intentando mejorar nuestra herencia familiar

Como hemos visto, la herencia familiar son los bagajes y esquemas de comprensión del mundo que aprendimos de nuestras figuras de apego y que, por tanto, dejaron una huella profunda en nosotros. Sin embargo, eso no significa que estemos predeterminados a repetir aquello que hicieron nuestros familiares si no estamos de acuerdo.

Una de las psicoterapias que se centra más en esta visión son las terapias familiares. Esta forma de trabajo trata precisamente de dilucidar tu posición familiar actual e, incluso, de generaciones atrás. Eso permitirá a la persona tomar un papel activo en aquellos patrones familiares inconscientes que se repiten y causan dolor.

En definitiva, somos herederos de nuestros familiares. Tanto para las cosas positivas y el legado que nos hace sentir orgullosos, como para aquellas que nos producen dolor y nos estancan. Pero debemos recordar que depende de nuestra propia existencia mejorar esta herencia cada vez más y transmitir a la siguiente generación lo mejor de nosotros mismos.

Angela Carrascoso Tobías

viernes, abril 10, 2020

Cuando acepto lo que no puedo cambiar, me siento libre

Cuando acepto lo que no puedo cambiar se reduce mi sufrimiento y solo entonces me centro en aquello que sí puedo controlar. Porque la vida tiene ese componente caótico e inesperado que a menudo, escapa de nuestras manos, que surge libre, que nos sorprende con sus sinsentidos y su azar. Asumir este principio existencial es una herramienta para nuestra salud mental.

 
 
Admitámoslo, a lo largo de nuestra existencia nos han ocurrido cosas que jamás hubiéramos previsto. Aún más, algo que suele desesperarnos es ver cómo algunas personas actúan de pronto de un modo inesperado. Tanto, que es inevitable experimentar cierta decepción. Todas estas situaciones pueden hacernos creer que nada, absolutamente nada está bajo nuestro control.

Como bien señalaba el psicoterapeuta Albert Ellis, hay tres monstruos que siempre vetan nuestra felicidad y los tres se basan en esa necesidad tan nuestra de que las cosas sean como deseamos. Esos tres grandes enemigos serían «la vida tiene que ser fácil, las personas tienen que tratarme siempre bien y todo lo que hago tiene que ser perfecto».

La mente no admite el fracaso, el error o la decepción. Aún menos lo inesperado. Es más, tal y como nos indican varios estudios, nuestro cerebro está más preparado para soportar el dolor físico que la propia incertidumbre y aquello que escapa a nuestro control. Profundicemos un poco más en este tema. 
 
Cuando acepto lo que no puedo cambiar puedo actuar de manera más acertada

Hay aprendizajes que no vienen en los libros. Hay sabidurías que no aprendemos de nuestros padres. Hablamos sobre todo de esos hechos que llegan con la experiencia y que, de algún modo, nos cambian.

Nos hubiera encantado, por ejemplo, que aquella persona a la que amamos en el pasado, hubiera sido y actuado de otro modo. Pocas cosas nos hubieran gustado más que esquivar la adversidad, que haber tenido una bola mágica para prever ciertas cosas o eventos que tanto nos afectaron.

La vida no es un camino en línea recta. Es incierta, inesperada y tiene hasta unas pequeñísimas grietas por donde se filtra el caos. Asumirlo supone para cualquiera de nosotros un inmenso esfuerzo psicológico.

Señalaba Aldous Huxley que esto no nos pasaría si ya desde niños nos enseñaran filosofía. Porque esa área del saber entrena al ser humano en el saludable arte de dudar de lo aparente, de cuestionar lo que vemos y de aceptar el reino de la incertidumbre.

Sin embargo, la filosofía descuida quizá un pequeño aspecto: el cerebro necesita certezas. Nada nos ocasiona mayor sufrimiento que la sensación de no tener un control de lo que nos rodea. Es más, pensar que lo que hoy damos por seguro mañana puede desvanecerse es poco más que un abismo de sufrimiento. 

El sesgo del optimismo, una necesidad vital

En un estudio llevado a cabo en la Universidad de Londres por parte del doctor Aaron Berker se demostró algo interesante. El cerebro tolera mejor el dolor físico que la incertidumbre. El simple hecho de saber que algo puede cambiar o que algo puede ocurrir de manera inesperada, nos sume en un estado de estrés y ansiedad elevado. Los niveles de cortisol aumentan y el cerebro entra en un estado defensivo y de alarma.

Es imposible vivir de ese modo. Tal y como nos señala el psicólogo y premio Nobel Daniel Kahneman, las personas mantenemos un optimismo algo sesgado para sentirnos bien. Asumimos de manera inconsciente que mañana será igual que hoy. Damos por cierto que quien nos quiere nunca nos hará daño, que no perderemos el trabajo, que lo que hoy es seguro lo seguirá siendo el mes que viene.

Sabiendo esto podríamos hacernos la siguiente pregunta: ¿es un error entonces mantener ese enfoque vital tan optimista? En absoluto, no lo es. Nadie puede vivir en «modo desconfianza» de manera permanente. Supondría un sufrimiento tremendo. No obstante, eso sí, podemos aplicar un enfoque muy saludable: asumir que hay cosas que no podremos cambiar y aceptar lo inesperado cuando haga acto de presencia. 
 
Cuando acepto lo que no puedo cambiar, recupero el control

No es ninguna contrariedad. Cuando acepto lo que no puedo cambiar tengo un mayor control sobre mí mismo. ¿La razón? En esos momentos en que sucede algo inesperado, entiendo que a veces, no sirve de nada enfadarme, ni pelear, ni negar la evidencia. Hay cosas que ocurren y, como tal, hay que darles paso. Aceptarlas con templanza.

Es en esas circunstancias cuando se abren dos opciones: me hundo o reacciono. Un ejemplo, puede que alguien a quien apreciábamos ha elegido no estar a nuestro lado cuando más lo necesitábamos. Ante algo así puedo llorar, echárselo en cara o sufrir el dolor de la decepción. Ahora bien, lo más acertado sería reaccionar: me he dado cuenta de que yo no soy importante para esa persona, por lo tanto no debería estar en mi vida. Paso página.

Cuando acepto lo que no puedo cambiar, recupero el control sobre mí mismo y me siento más libre. Cuando sucede algo complicado y adverso, no pierdo el tiempo preguntándome por qué ha pasado. Sencillamente, me digo a mí mismo qué puedo hacer y qué versión de mí debería aflorar en esa circunstancia.

Porque, a veces, cuando pasan esas cosas que nadie puede cambiar, es momento de cambiarnos a nosotros mismos para poder actuar del mejor modo. Es una prueba valiente para la cual, debemos estar preparados. Reaccionemos.

Valeria Sabater

viernes, marzo 27, 2020

En medio del caos, calma

No es fácil vivir en medio del caos. No es sencillo mantener el equilibrio cuando llegan embestidas, cuando el viento se arremolina entre el cabello y nos susurra al oído mensajes de miedo con sabor a incertidumbre.

 
 
Estamos diseñados para anticiparnos, para responder emocional y cognitivamente de manera precipitada cuando el pánico nos asalta. Sin embargo, lo ideal en medio de estos escenarios es la calma.

Desde el campo de la psicología y la sociología, concluimos ya en que la palabra del año para este 2020 será sin lugar a dudas «miedo». Los acontecimientos presentes muestran ya todo ese caleidoscopio que se contiene en este término, y en el cual se integra desde el fantasma del comportamiento más irracional hasta esas reacciones más integradoras. Esas que asumen el temor, pero optan por afrontarlo llevando a cabo conductas proactivas para dar solución a un problema.

Señalaba el psiquiatra Karl Augustus Menninger que los miedos pueden educarse y que es entonces cuando damos los pasos más firmes. Es fácil decirlo pero llevarlo a cabo es posiblemente el acto más complejo y traumático en el ser humano. Porque cuando el caos llama a la puerta y nos arrebata la calma, la mente se desboca y, lo que es aún más peligroso, contagia a otros hasta hacer del miedo un enemigo de dimensiones extraordinarias.

En estos contextos, debe germinar la calma. Esta dimensión también puede entrenarse porque, al fin y al cabo, el propio miedo, la ansiedad y los comportamientos irracionales son un virus más que podemos aprender a contener. 
 
En medio del caos debemos aplicar un enfoque mental basado en la calma

Hemos llegado a un punto en que estamos enfermando (metafóricamente) de «malas noticias». La televisión, la radio, nuestras redes sociales… Los datos inquietantes, los hechos preocupantes y los mensajes negativos están ganando sobre los positivos.

Es más, por término medio, las noticias negativas siempre se comparten antes que las esperanzadoras. Lo hacemos sin aplicar siquiera el filtro de la prudencia, sin valorar a veces si esos hechos son ciertos o no.

Bien, es verdad que tenemos derecho a saber, que la información es poder y que hay que estar en contacto con la realidad inmediata. Pero hay momento en que las circunstancias y determinados hechos los interpretamos como abrumadores y se despierta de pronto, un sentimiento, el de la impotencia. No saber qué puede suceder mañana es sin duda lo que más nos asusta y limita.

Somos criaturas habituadas a tener el control sobre su realidad inmediata (o al menos pensar que es así). Experimentar de pronto que estamos en medio del caos, que lo que ayer dábamos por seguro hoy es incierto o ya no está, nos duele y nos perturba.

¿Qué podemos hacer ante estas circunstancias?
 
La calma es una actitud y llega cuando aceptas que no puedes controlarlo todo

En un contexto de incertidumbre aumenta la ansiedad. A ello se le suma otro factor: nuestro entorno, la información que recibimos, las personas que nos rodean contagiándonos sus emociones, sus miedos… Nada eleva tanto la angustia como el no saber, como la propia incertidumbre.

Un ejemplo, es mucho peor no saber si vamos a perder el trabajo que tener ya la certeza de que lo hemos perdido. El cerebro actúa de forma diferente. Es necesario, por tanto, que logremos aprender a tolerar la incertidumbre.

Debemos asumir que, aunque no tengamos el control sobre ciertas cosas, sí tenemos el control sobre cómo elegimos reaccionar ante ellas. Esa es la clave.
Actuar con calma es la mejor actitud. Es el enfoque mental mediante el que podemos responder de manera más acertada, razonable y ajustada dando lo mejor de nosotros mismos. 
 
Limpia la mente: elimina pensamientos catastróficos

En medio del caos, los pensamientos catastróficos no ayudan, nos hunden. En medio de las dificultades, de un escenario de dudas o problemas, la mente debe ser nuestra aliada y no esa adversaria que nos entorpece a cada paso.

Por tanto, es vital que seamos capaces de «limpiar» de nuestro enfoque cotidiano el pensamiento que entorpece, que alimenta el miedo y que en lugar de ayudarnos a dar con una solución, añade un problema más.

Seamos conscientes de ellos y eliminemos el diálogo interno negativo. La calma debe ser ese faro capaz de guiarnos en la oscuridad.
 
En medio del caos… ¿quién eliges ser?

Responder, en épocas difíciles, a la cuestión de quién deseamos ser puede ayudarnos en medio del caos. ¿El héroe o la víctima? ¿Quién sirvió de ayuda o empeoró aún más la situación? ¿Alguien de quien sentirte orgulloso o una figura que eligió el inmovilismo y el pánico?

Tú eliges, tú decides qué estela y qué impronta vas a dejar en esos días en los que estamos obligados a dar lo mejor de nosotros mismos.

En escenarios de crisis, la calma es esa compañera capaz de trazar caminos más serenos y acertados. Con ella de la mano, vemos las cosas con mayor nitidez para saber reaccionar, ser proactivos y responsables.

Es momento de activarla, es hora de que en un presente de cambios e incertidumbres, actuemos juntos con serenidad, inteligencia y aplomo.

Valeria Sabater

jueves, marzo 26, 2020

El síndrome de desconexión emocional

El síndrome de desconexión emocional se produce cuando una persona deja de sentir afecto. Pronto esto se extiende hacia otras emociones y se genera una situación en la cual parece como si no sintiera nada. Obviamente, en estos casos es imposible establecer un vínculo de empatía con los demás porque, para hacerlo, es necesario sentir.

 
 
Desafortunadamente, se ha extendido la idea de que hay una oposición entre emociones y razón. Muchos creen que las emociones forman parte de una zona primitiva del ser y que son un equívoco en sí mismas.

Para que se conviertan en un “producto” aceptable, piensan ellos, deben ser tamizadas a través del filtro de la razón. Es así como se llega al síndrome de desconexión emocional.

Casi todas las personas pasan por algún momento en que necesitan reducir lo que sienten, porque la intensidad de ello es inabordable o porque hay agotamiento emocional. Esto es completamente normal.

Solo se habla de síndrome de desconexión emocional cuando esos estados se vuelven más o menos permanentes durante un largo periodo de tiempo.

“La felicidad proviene de la capacidad de sentir profundamente, de disfrutar simplemente, de pensar libremente, de arriesgar la vida, de ser necesitado”.
-Storm Jameson-

Características del síndrome de desconexión emocional

La principal característica del síndrome de desconexión emocional es el aislamiento. Ojo, porque en este caso no se trata necesariamente de aislamiento social. De hecho, muchas personas que encajan con este cuadro son muy activas socialmente y esa es precisamente su estrategia para aislarse: estar con muchas personas sin estrechar los lazos con ninguna.

El aislamiento en este caso tiene que ver con una modalidad de ruptura emocional con el entorno. No se siente afecto por nadie en particular o se rechaza ese afecto si surge. Esto ocurre también con las propias emociones: no se les da valor, se minimizan o se hace lo que sea necesario para asfixiarlas. La consigna, no siempre consciente, es la de no sentir.

Algunos rasgos que identifican al síndrome de desconexión emocional son los siguientes:
  • Evitar hablar de las emociones. En particular, de las emociones que suponen algún grado de vulnerabilidad.
  • Incapacidad para experimentar intensidad emocional. En este caso, también se rechazan las emociones intensas, tanto en la persona misma, como en los demás.
  • Dificultad para sentir empatía. La persona no cree que las emociones de los demás sean valiosas, ni piensa que haya algo que comprender en ellas.
  • Extrema racionalidad. Se exalta continuamente el valor de la razón y se busca llevar todo al terreno del pensamiento.
  • Dificultad para establecer relaciones profundas. Las relaciones con los demás se caracterizan por su intrascendencia.
  • Autopercepción confusa. En estos casos resulta muy difícil identificar las emociones propias y se experimenta el mundo interno como si estuviese adormecido o aturdido.
 
Un mecanismo de defensa

En la mayoría de los casos, el síndrome de desconexión emocional obedece a experiencias negativas o traumáticas que se evaden. La persona opta por emplear estrategias de negación, represión o bloqueo ante lo que nace en el mundo emocional. Lo que teme es pasar de nuevo por una experiencia de sufrimiento y ha decidido cortar esa posibilidad de raíz, impidiéndose sentir.

No es raro que este síndrome también aparezca en quienes han sido objeto de un trato desconsiderado de forma sistemática. Quizás no tengan una experiencia grave en particular, pero el maltrato o la indiferencia diarios les han llevado a sus propias emociones. En realidad, no es que no quieran sentir, sino que no quieren sufrir.

La gran contradicción en todo esto es que negarse a sentir da origen a una enorme fuente de sufrimiento. Quien toma esa decisión (casi siempre sin darse cuenta) se priva de la intimidad. Esta es uno de los principales activadores de la felicidad. Lo usual es que quienes se niegan a sentir, experimenten un vacío profundo y un sentimiento de soledad encubierto.

El valor de las emociones

Las emociones son las señales más genuinas de lo que ocurre en el interior de cada ser humano. Si aparece el miedo, significa que hay algún factor que se percibe como amenaza. Si hay ira, implica que experimentamos frustración por algo, o que se activó nuestro sentido natural de defensa. Si hay afecto, esto supone que hemos construido una identidad subjetiva con alguien más.

Las emociones no hacen a nadie débil, sino todo lo contrario: entregan trazas de identidad, expresiones del ser y partiendo de ellas se puede construir la comprensión y reafirmación de lo que somos. Lo que sí puede debilitar es el manejo que se le da a esas emociones. Tergiversarlas, negarlas o inhibirlas, provoca una desfiguración del ser.

El aislamiento emocional no es un material con el que se construyan vidas felices. Con frecuencia, lleva a la confusión y a la indiferencia frente a todo. Es terreno fértil para que crezca el hastío y palidezca el deseo de vivir. Por eso, ante el síndrome de desconexión emocional, lo más eficaz es solicitar ayuda profesional.

Edith Sánchez

miércoles, marzo 25, 2020

La bella metáfora de la libélula y los ciclos de la vida

La metáfora de la libélula es un recurso simbólico muy interesante para entender los ciclos vitales. A veces, resulta de gran utilidad este tipo de referencias en las que se entremezcla lo literario con lo místico, lo antropológico con la indudable fuerza que tienen algunos seres del mundo natural.

 
 
Lobos, gatos, mariposas, elefantes… Los animales y sus atributos siempre nos ofrecen buenas lecciones que pueden servirnos de inspiración.

La libélula es uno de ellos. Tradicionalmente, se alza como un tótem que engloba dos procesos básicos: adaptabilidad y transformación. Este insecto siempre ha llamado la atención del ser humano por ser una criatura que pertenece a tres de las esferas de este mundo: tierra, agua y aire.

Sus procesos de transformación, desde que es una ninfa hasta que se convierte en libélula, le llevan a estar en contacto con esos escenarios esenciales de la propia naturaleza.

Es una criatura de gran belleza y fragilidad que pertenece a este planeta desde mucho antes que nosotros apareciéramos como especie. De hecho, y como curiosidad, sabemos que ya había libélulas en el periodo del Carbonífero (hace más de 300 millones de años). Pero eran, eso sí, algo diferentes: tenían una gran envergadura y sus alas alcanzaban los 90 cm.

Ese gigantismo se redujo de manera notable hasta tal y como las conocemos ahora. Son criaturas etéreas y casi mágicas que bordean cualquier zona donde haya agua y de las que podemos aprender diversas enseñanzas.

«Las libélulas son recordatorios de que somos luz. Todos podemos reflejarla y ofrecerla a los demás de manera poderosa si decidimos hacerlo».
–Robyn Nola- 
 
La metáfora de la libélula: cambios, adaptación y avances

Los anisópteros o libélulas son uno de los insectos más fascinantes del reino de los invertebrados. Son increíblemente rápidas, pueden alcanzar de hecho los 85 km/h. Uno de los aspectos más atractivos para los científicos y curiosos sobre ellas son sus ojos.

Tienen cerca de 30.000 facetas hexagonales y cada una dispone de su propio cristalino y retina. Todo ello con una finalidad: dotarle de una de las visiones más perfectas de la naturaleza, esa con la que ver de un solo vistazo los 360º de su entorno en todo momento.

Ahora bien, más allá de su anatomía, de sus llamativos colores o su vuelo extraordinario, está su simbolismo. La metáfora de la libélula se arraiga en múltiples culturas, las mismas que han observado en su ciclo de vida, una semejanza a nuestra propia existencia. Analicémosla en detalle.
 
Una vida de transformaciones

La libélula tiene un ciclo de vida muy particular. Pasa por tres fases muy concretas en su metamorfosis, las cuales van desde que eclosiona de un huevo, pasando por la fase de ninfa hasta que se convierte en una espectacular libélula. Ese viaje dura entre 3 y 6 años, pero curiosamente la etapa más corta es esta última.

Su etapa como libélula dura apenas unas pocas semanas. La gran parte de su existencia la pasa siendo una criatura del agua, una ninfa que respira por medio de branquias y se alimenta de gusanos y renacuajos. Más tarde, empieza a transformarse, y ese viaje de cambios le obliga a experimentar unas 15 mudas de piel hasta que emergen las alas.

Tanto las libélulas como nosotros mismos nos adaptamos a ese viaje vital de cambios donde casi nada es estático. Ellas entienden que, para sobrevivir en cualquier medio, hay que cambiar, mudar pieles, dejar ir viejas formas. Solo entonces lograremos ser aquello que siempre ha estado en nuestro interior y con lo que soñamos. 

Vivir el día a día al máximo

La metáfora de la libélula nos enseña una valiosa lección. La necesidad de aprovechar el día a día al máximo. Cuando la ninfa muda su última piel y emergen las alas es consciente de que su existencia será efímera. Es momento entonces de abrazarse al viento, de viajar, de explorar, de conocer un mundo muy alejado de su anterior zona de confort: el agua.

También nosotros debemos ser capaces de apreciar la vida con la misma pasión y delicadeza. 
 
La metáfora de la libélula: el equilibrio

A lo largo del tiempo hay algo que ha fascinado a casi cualquier cultura sobre estos invertebrados: sus alas. Además de sus tonalidades, de sus juegos cromáticos y destellos, llama la atención sus afinadas maniobras de vuelo. Las libélulas son poderosas y elegantes en el aire a pesar de haber pasado gran parte de su vida en el agua.

Como curiosidad, baten sus alas unas 30 veces por minuto (a diferencia de los mosquitos que lo hacen unas 600 veces). Tienen 20 veces más fuerza en sus alas que otros insectos y sus maniobras de vuelo son muy llamativas y precisas.

Japón es una de las culturas que más venera a este insecto porque, para ellos, simboliza precisamente el equilibrio en la vida.
 
El viaje final al más allá

Para los nativos americanos, la metáfora de la libélula representa un espíritu guía. Para ellos, este invertebrado recuerda el viaje final de todo ser humano, ese donde después de una larga vida dejamos el mundo de la tierra y del agua para ser una criatura del aire. Un ser alado que asciende finalmente a esa otra esfera donde convertirnos en espíritus, en almas libres.

Son como vemos, conceptos interesantes y evocadores. Significados donde se trenza lo simbólico, la magia del mundo animal y esas culturas que ven en la naturaleza, un espejo donde vernos reflejados. Vale la pena tenerlo en cuenta.

Valeria Sabater

martes, marzo 24, 2020

¿Qué implica el respeto en una relación?

A nivel teórico, todos concordamos en que el respeto en una relación es fundamental. Sin embargo, en el transcurso de nuestras propias relaciones muchas veces pasamos por alto comportamientos que resultan completamente nocivos.

 
 
Tal vez sea porque el apego hacia nuestro compañero nos impide ver la realidad o quizás es que no nos hemos detenido a pensar en todo lo que implica respetar al otro. En cualquier caso, con frecuencia somos receptores o ejecutores de acciones que desprenden una falta de respeto hacia la persona con quien compartimos la vida.

Te invitamos a reflexionar y comprender qué implica esta actitud en el trato diario. Y a recordar que, sin respeto, no existe el amor. Al menos no uno saludable.

¿Qué implica el respeto en una relación?
 
Te respeto como ser humano

Este es el nivel más básico que debe estar presente en todas nuestras interacciones sociales. Incluye tratar al otro con la educación y consideración que todo ser humano merece.

A ninguno se nos ocurre gritar, insultar o agredir a nuestros compañeros de trabajo o al dependiente de una tienda. Sin embargo, cuando estamos en pareja muchas veces nos concedemos la licencia de aplicar estas conductas.

El exceso de confianza en ningún caso justifica el uso de la violencia física o verbal. No es lícito bajo ninguna circunstancia, levantar la voz o humillar a otra persona. Menos aún si se trata del ser que más amamos. No caigamos en el error de normalizar estos actos como parte de la dinámica de las relaciones de pareja, pues no son más que faltas de respeto.
 
Respeto tu personalidad

Un buen amor no se compone de dos personas iguales, sino de dos individuos que comprenden y respetan sus diferencias. Son muchos los que, cuando ya llevan un tiempo en pareja, comienzan a tratar de cambiar los gustos, las opiniones o la forma de ser del otro. Sin darse cuenta de que, así, no están respetando su esencia.

Cuando conociste a tu pareja te enamoraste, precisamente, de esas cualidades que la hacen única. ¿Por qué, entonces, querer ahora cambiar lo que es? Cada persona tiene derecho a desarrollar sus propias preferencias, pensamientos y aficiones y a mantenerlos cuando entra en una relación.

El objetivo no es la simbiosis, no hay necesidad de fusionarse y convertirse en un único ser indiferenciado. Resulta mucho más sano y enriquecedor admirar a tu compañero por lo que es, compartir y aprender uno del otro. 
 
Respeto tus emociones

Este es uno de los aspectos que con más frecuencia pasamos por alto. Cuando mantenemos una relación con otra persona, adquirimos la responsabilidad y el compromiso de cuidar sus emociones.

Cada persona es responsable de su propia felicidad y bienestar. Pero, en la medida en que nos vinculamos con otros, hemos de aprender a comprender y respetar su forma de sentir.

Puede que uno de los miembros de la pareja sea más sensible y el otro más frío. Que uno sea más inquisitivo y el otro tenga una mayor tendencia a evitar el conflicto. Que uno sea más proclive al diálogo y el otro necesite reflexionar a solas. Estas diferencias pueden generar problemas si no se respeta el estilo del otro.

Ambos deben colaborar para encontrar un punto emocional común. La persona inquisitiva debe respetar la necesidad del otro de encontrarse a solas tras un conflicto. Pero, del mismo modo, la persona fría o esquiva debe comprender que el diálogo es esencial.

En cualquier caso, es necesario aceptar el estilo emocional del otro. Es imprescindible validar las emociones de la pareja y tratar de ser empáticos incluso en momentos de crisis.

El entorno como elemento fundamental del respeto en una relación

Por último, hay que comprender que quien trata de aislarte de las personas que te quieren, te está faltando al respeto. Tu familia y tus amistades forman una parte importante de tu identidad. Te proporcionan soporte, apoyo, comprensión y salud. Y, por ello, tu pareja debe respetarlos y respetar tu relación con ellos.

No es necesario que se agraden, que se lleven bien, pues esto es algo incontrolable. Pero sí es imprescindible que exista respeto por ambas partes.

Una pareja que insulta y critica a tus seres queridos, que trata de alejarte de ellos, es peligrosa. Así, es necesario hacer un esfuerzo por comprender a las personas que son importantes para nuestro compañero.

Elena Sanz

lunes, marzo 23, 2020

El Significado Profundo del Coronavirus

Las últimas semanas, y especialmente los últimos días, muchos de nosotros estamos viviendo momentos de intranquilidad y preocupación respecto a la situación global que nos envuelve.
La gran mayoría de personas con inquietudes espirituales somos más o menos conscientes de que un punto clave en este momento es mantener nuestra vibración alta. Y es hermoso ver cómo, cada uno a su manera, lo estamos haciendo.


Pero aun así, muchos sentimos también la necesidad de una mayor comprensión de por qué está sucediendo esto.
Esta mañana he recibido un correo de una persona que me preguntaba mi opinión al respecto. Y justo mientras estaba respondiendo que aún no lo tenía claro, empezó a llegar un mensaje, que es el que comparto aquí ahora.
Es un mensaje canalizado, como otros que he ido publicando otras veces.
Como te digo siempre en estas ocasiones, no tengo un nombre para la entidad que lo transmite. Solo sé que viene de nuestro hogar, y que nos ama profundamente.
Espero que te llegue toda su luz y su amor.

Saludos desde tu hogar

Saludos querido, somos tus hermanos de luz. Y estamos ahora reunidos, muy centrados en lo que está pasando en el planeta.
Es un momento muy especial el que estáis viviendo. Pero también es delicado. Y lo sabemos.
Nunca antes habíais vivido algo así. Habéis vivido muchas crisis anteriormente, pero ninguna tan global, que os afectara a todos.
Aquí no hay fronteras ni clases sociales. Os afecta a todos.
Enseguida entraremos en el tema en cuestión, y hablaremos de por qué se ha producido esta situación. Pero antes nos tomaremos unos momentos para preparar la energía.
Esta no es una conversación normal, y es importante que lo tengas muy presente.
No es un texto normal.
No es un artículo cualquiera que estás leyendo en un periódico.
Es un mensaje del hogar.
Y necesitamos que sientas esta energía antes de continuar.
¿Puedes sentirla?
Estamos aquí ahora. Y somos muchos. Muchos más de los que normalmente nos reunimos en comunicaciones de este tipo.
El momento lo requiere.
Os hablaremos desde el profundo amor que sentimos por vosotros. Pero también con un cierto punto de seriedad.
No corréis ningún peligro, así que no hay que alarmarse.
Pero tú eres un trabajador de la luz.
Y tu luz ahora mismo es muy necesaria.

El Significado Profundo de la Situación que Estáis Viviendo

En primer lugar, queremos haceros notar que este situación que se ha producido tiene un equilibro muy importante.
Por un lado, no es tan grave como para que tengáis que preocuparos excesivamente. La humanidad como conjunto no corre ningún peligro.
Pero, al mismo tiempo, es lo suficientemente seria como para que no podáis pasarla por alto.
Esto indica la energía principal de este suceso: no debéis asustaros, pero sí prestarle atención.
Y debéis prestarle atención porque tiene varios mensajes para vosotros. Muchos de ellos son individuales, y los iréis descubriendo por el camino.
Pero hay dos que son importantes a nivel global. Y tienen un gran significado para todos.
El primero tiene que ver con la economía.
Vuestro sistema económico actual está basado en el consumo. Es decir, solo intercambiáis dinero entre vosotros cuando consumís algo, ya sea un producto o un servicio. Y esto hace que el sistema sea muy débil, porque si se detiene el consumo, por el motivo que sea, se detiene el intercambio y el sistema se colapsa.
Durante mucho tiempo, muchas personas han pensado que el origen del problema está en el dinero. Pero no es así. El dinero no es ningún problema.
El dinero, en el fondo, es amor.
Fíjate en una cosa. ¿Cómo te sientes cuando ganas dinero? ¿Cómo te sientes cuando miras tu cuenta corriente y ves que ha habido un ingreso?
Te sientes bien, ¿verdad?
Porque sabes que con ese dinero podrás vivir más tranquilo y hacer cosas que te gustan.
Pues esto que sientes tú, lo sienten también los demás.
Es decir, el intercambio de dinero no es malo. No es ningún problema. Al contrario, genera felicidad.
El problema es que solo intercambiéis dinero cuando hay consumo.
Los próximos días y semanas, hasta que pase este proceso, el consumo se va a reducir: iréis menos al cine y a los restaurantes, llamaréis menos a los electricistas, viajaréis menos…
Como consecuencia de esto, en principio intercambiaréis menos dinero. Y, también en principio, esto debería hacer que el sistema económico entre en recesión, creando dolor y sufrimiento.
Pero no tiene por qué ser así. No tiene por qué pasar esto si le ponéis remedio.
Vuestro sistema actual necesita que fluya el dinero, no que fluya el consumo.
Y aquí llega una gran pregunta que debéis haceros: ¿podéis hacer que fluya el dinero aunque se reduzca el consumo?
Es decir, ¿podéis daros dinero los unos a los otros a cambio de nada? Para evitar que la economía decaiga y que muchos sufran, ¿podéis seguir dando dinero a cambio de servicios que no recibiréis?
Por supuesto, no estamos hablando de hacerlo todo gratis ni de dar todo lo que tenéis. Pero sí de dar una pequeña parte para facilitar que la abundancia no se estanque.
Si estás apuntado a clases de yoga, por ejemplo, puedes seguir pagando aunque no vayas durante unas semanas.
Si sueles ir a un restaurante de vez en cuando y ahora dejas de ir, puedes intentar que algo de tu dinero les llegue igualmente.
Los humanos sois tremendamente creativos. Seguro que se os ocurrirán muchas maneras de hacerlo.
Ten en cuenta que si no hubiera pasado lo que está pasando, este dinero te lo hubieras gastado, así que te lo puedes permitir.
Si lo conseguís, vuestro sistema económico se fortalecerá enormemente, ya que en cualquier momento podréis reducir el ritmo de trabajo sin que el sistema se vea afectado.
Quizás parece una idea demasiado revolucionaria y poco realista, pero estáis más preparados de lo que parece.
Es el momento de plantar la semilla de un nuevo sistema económico.
Hace tiempo que sois conscientes de la importancia del amor incondicional.
Ha llegado la hora del dinero incondicional.

Tu Papel Individual en Todo Esto

El primer mensaje que la situación actual tiene para vosotros es que necesitáis un nuevo sistema económico que permita que la abundancia fluya sin una dependencia tan grande del consumo.
Tenéis que encontrar la manera de daros dinero los unos a los otros, y que llegue a todo el mundo, tanto en momentos de consumo alto como en momentos de consumo bajo.
El segundo mensaje, en cambio, es más personal. Tiene que ver con el papel que tú tienes en todo esto.
Todos sois conscientes de que en el mundo hay muchos retos pendientes: hambre, guerras, dolor… Pero la mayoría no estáis demasiado implicados en resolverlos.
No lo decimos para juzgaros, en absoluto. Es normal que sea así. Muchos de ellos os quedan muy lejos.
Pero ahora ha llegado el momento de que os impliquéis más.
Los retos de la humanidad no tienen que resolverlos los políticos y los ricos. Tenéis que resolverlos entre todos.
Por esto se ha dado ahora esta situación global.
Ya no podéis seguir como si no fuera con vosotros. No podéis mirar a otro lado esperando que otro lo resuelva. Tenéis que participar y poner de vuestra parte.
Cada uno a su manera, pero todos tenéis que participar.
Aunque parezca lo contrario, no hay ni un solo ser humano que sea más poderoso que otro.
Los que se sientan en sillas de cuero en edificios altos no son más poderosos que tú.
No esperes que ellos lo resuelvan.
Es momento de ponerte en pie y usar tu poder.
Con todo nuestro amor,
Tus hermanos de luz

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